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Perspectiva

La Convención Nacional Republicana: una clase gobernante atemorizada incita la violencia fascista

La Convención Nacional Republicana concluyó su tercer día anoche con un desfile de oradores que combinaron tributos interminables a la policía y el ejército con denuncias a las protestas contra la violencia policial, tildándolas de turbas y anarquistas.

La violencia verbal de la convención estuvo complementada por la violencia física en Kenosha, Wisconsin, donde un atacante fascista abrió fuego contra los manifestantes que protestan la violencia policial tras el tiroteo contra Jacob Blake de 29 años a manos de la policía.

El atacante, Kyle Howard Rittenhouse de 17 años, asesinó a dos personas e hirió gravemente a otra. Luego, la policía permitió que cruzara sus líneas con su arma y regresara a su casa en Illinois, donde fue arrestado posteriormente.

Rittenhouse es un simpatizante ferviente de Trump que tendió un mitin de campaña en Des Moines, Iowa, el 30 de enero. Un video lo muestra sentado en la primera fila, a pocos metros del presidente. Publicó un video del evento en Tik Tok. Cuando un grupo paramilitar ultraderechista, la Guardia de Kenosha emitió un llamado para que derechistas armados fueran a la ciudad y reforzaran la policía contra los manifestantes, Rittenhouse fue uno de los que respondió.

Existe una relación causal directa entre la Casa Blanca y la estación de gasolina en Kenosha, donde Rittenhouse disparó contra personas inocentes y desarmadas. Las constantes diatribas de Trump contra los manifestantes y en apoyo a la policía desde que iniciaron las protestas tras el asesinato policial de George Floyd el 25 de mayo han involucrado compartir en Twitter la famosa consigna racista, pronunciada por primera vez por un alguacil sureño durante el movimiento por los derechos civiles, “Cuando comience el saqueo, que comiencen los disparos”. Rittenhouse puso estas palabras en práctica.

Durante su discurso el miércoles por la noche, el vicepresidente Mike Pence incluyó Kenosha en una lista de ciudades gobernadas por los demócratas donde supuestamente se ha desatado la anarquía, además de Portland y Seattle, y no dijo nada sobre el asesinato de manifestantes por parte de un fascista fanático de Trump.

En dos horas y media, ningún orador en la convención mencionó los eventos en Kenosha ni expresó el mínimo pesar ni preocupación respecto a las acciones de Rittenhouse. Para el miércoles por la mañana ya había se divulgado su nombre y no cabe duda de que ya había sido identificado como un simpatizante de Trump antes de que comenzara la sesión de la convención a las 8:30 p.m.

Este silencio colectivo significa consentimiento: el Partido Republicano se ha vuelto el partido de la violencia de vigilantes contra aquellos que protesten la brutalidad policial y otras formas de opresión. Esto ya había quedado en claro el lunes, cuando Mark y Patricia McCloskey, la adinerada pareja de vigilantes que encañonó a manifestantes de Black Lives Matter en St. Louis, se pronunciaron ante la convención. Aclamaron a Trump como el defensor de los suburbios contra invasores (negros).

Lo que manifiesta Trump es el impulso de las secciones más reaccionarias de la burguesía para crear las bases de un movimiento fascista. No existe una base social de masas para tal movimiento, pero Trump apela a la policía y otros agentes en la primera línea de la represión, como la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, sigla en inglés); al ejército, y a elementos ultraderechistas y fascistas movilizados a partir del racismo, la intolerancia antiinmigrante y el anticomunismo.

El tono fascistizante fue marcado desde las primeras instancias de la convención, cuando el primer orador declaró que Trump era el “guardaespaldas de la civilización occidental”, enfrentándose a “una turba vengativa que busca destruir nuestro modo de vida, nuestros vecindarios, escuelas, iglesias y valores”. El miércoles, el candidato a congresista Madison Cawthorn se pronunció ante la convención, a pesar de los reportes de que visitó un resort de vacaciones de Hitler, “El nido del águila”, y publicó en redes sociales que ver el alojamiento utilizado por “el Führer” estaba en su “lista de cosas por hacer”.

Hoy, según los reportes en la prensa, la candidata Marjorie Taylor Greene, una simpatizante abierta de la teoría conspirativa en internet llamada QAnon, será una invitada en la Casa Blanca para cuando Trump dé su discurso de aceptación. Greene ganó las primarias republicanas en el 14º distrito congresional en Georgia y se espera que gane la elección general en ese distrito sumamente republicano.

La convención republicana constituye un conjunto despreciable de maníacos, adulones, avaros y fascistas abiertos, pero ese hecho no minimiza el peligro que representa. Es algo importante y ominoso que uno de los dos principales partidos capitalistas, la mitad del sistema político oficial del capitalismo estadounidense, ha sido puesto a disposición de un presidente que busca instigar un movimiento fascistizante para establecer formas autoritarias de gobierno en Estados Unidos.

El peligro no proviene de la fuerza intrínseca de las fuerzas sociales que Trump representa o a las que apela, sino del papel del partido Demócrata y la “izquierda” de clase media, así como de los sindicatos controlados por la patronal, al bloquear y suprimir las luchas de la clase obrera.

En todas sus operaciones políticas, Trump busca tomar ventaja de la bancarrota del partido de la oposición burguesa, una quiebra arraigada en sus intereses sociales. El Partido Demócrata es un partido capitalista dedicado al enriquecimiento de la aristocracia financiera que se queja quizás de una distribución injusta de la riqueza dentro del 1 por ciento más rico de la sociedad —en que debería distribuirse con una preocupación mayor a la diversidad racial y de género— pero sin desafiar la estructura fundamental del sistema de lucro.

La verdadera naturaleza de la “oposición” del Partido Demócrata a Trump fue puesta de manifiesto en los extraordinarios comentarios de Hillary Clinton, la candidata presidencial demócrata que perdió ante Trump en 2016. En una entrevista la semana pasada, le aconsejó al nominado demócrata en 2020 que no acepte una derrota prematuramente si el resultado de la votación el 3 de noviembre es ajustado. “Joe Biden no debería conceder en ninguna circunstancia porque creo que se prolongará y eventualmente creo que él ganará si no cedemos ni una pulgada y si somos tan enfocados e implacables como el otro bando”, afirmó.

Biden supuestamente es el favorito en las elecciones, contando con ventajas tanto a nivel nacional como en los estados “disputados” que decidirán el resultado en el Colegio Electoral. ¡Pero el consejo de Clinton no es que no se rinda demasiado pronto! Clinton obviamente está refiriéndose a la rendición prematura en 2000 de Al Gore, quien llamó a Bush para aceptar la derrota, algo que tuvo que retractar. De todos modos, su consejo es extraordinario por ofrecer un vistazo tanto a sus propias expectativas como a lo que piensa de la actitud combativa del bando de Biden.

Ningún demócrata ha dicho lo que hará si Trump simplemente se rehúsa a aceptar los resultados de una elección desfavorable y a dejar el cargo —más allá de sugerir, como hizo Biden en el verano, de que cuentan con que el ejército lo escolte fuera de la Casa Blanca—.

La verdadera posición social de Trump y los republicanos se refleja en la característica que comparten todos los llamados reaccionarios y fascistizantes hechos en la convención republicana: el miedo.

Trump y sus acólitos están operando en un ambiente dominado por una ola cada vez mayor de protestas sociales: las manifestaciones masivas contra la violencia policial, conduciendo a millones a las calles; el aumento de la resistencia de los docentes, trabajadores automotores y todos los sectores de la clase obrera a ser obligados a volver a lugares de trabajo inseguros en condiciones de una mortal pandemia; y la creciente indignación de la población en general ante el incremento de las muertes por coronavirus, acercándose a 200.000, mientras la Administración de Trump y los Gobiernos estatales, tanto demócratas como republicanos, sabotean cualquier respuesta social colectiva al desastre.

La histeria desenfrenada en la convención republicana no es solo una exhibición con propósitos electorales. Demuestra el sentido profundo de aislamiento y debilidad, y no solo del público derechista en la convención, sino de la aristocracia financiera en sí, la cual se percibe cada vez más asediada.

Cuando un orador tras otro denuncia el socialismo y declara que, si Trump fuere derrotado, le seguirá inevitablemente el socialismo, atribuyen falsamente este peligro a Biden y a los desdentados demócratas. Pero su verdadera preocupación es el desarrollo cada vez mayor de un movimiento de las masas obreras dirigido contra el sistema capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de agosto de 2020)

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