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Trump se postula para el Führer

En una escena que parecía una interpretación teatral de It Can't Happen Here de Sinclair Lewis, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pronunció una diatriba fascista desde el césped de la Casa Blanca el jueves por la noche, pintando su reelección como el último bastión contra los "agitadores" y "socialistas".

En una acto ilegal y sin precedentes, Trump utilizó la Casa Blanca como telón de fondo para su discurso de conclusión de la Convención Nacional Republicana (RNC), tratando la oficina de la presidencia como su propiedad personal en pos de la reelección. En un momento dado, Trump se volvió hacia la Casa Blanca y se regodeó: "El hecho es que yo estoy aquí ... y ellos no".

Trump pronunció su diatriba mientras continuaban las manifestaciones contra la violencia policial en todo el país tras el asesinato policial de Jacob Blake en Kenosha, Wisconsin. Trump habló solo dos días después de que un justiciero fascista, incitado por los discursos incendiarios en el RNC, llevara a cabo un tiroteo masivo en una protesta en Kenosha.

El presidente Donald Trump habla desde el jardín sur de la Casa Blanca en el cuarto día de la Convención Nacional Republicana, el jueves 27 de agosto de 2020, en Washington. (AP Photo/Alex Brandon)

Los mítines se llevaron a cabo fuera de la Casa Blanca y en las principales ciudades del país, incluidas Seattle, Portland, Austin, Chicago, Los Ángeles y Kenosha. Los atletas de las principales ligas deportivas, incluidas la NBA, WNBA, NHL, NFL y MLB se negaron a jugar o practicar el jueves, lo que provocó la cancelación de juegos y prácticas.

La respuesta de Trump a las renovadas protestas ha sido lanzar una represión masiva. En Wisconsin, la policía militar de tres estados, Arizona, Michigan y Alabama, está en camino o ya ha llegado para “ayudar” a las tropas y miles de policías militarizados de todo el estado a tomar medidas enérgicas contra los manifestantes.

En su discurso, Trump dejó en claro su llamamiento central a la policía, el ejército y las fuerzas paramilitares federales, declarando: "Tenemos que devolverle el poder a la policía, a nuestra policía". Añadió: "Mi administración siempre apoyará a los hombres y mujeres de las fuerzas del orden", antes de señalar a los miembros del sindicato de la patrulla fronteriza que asistieron al discurso y llamarlos "valientes, valientes".

Trump continuó: "Esta elección decidirá si salvamos el sueño americano o si permitimos que una agenda socialista derribe nuestro preciado destino". Declaró que "Biden es un caballo de Troya para el socialismo" y para "marxistas de mirada salvaje como Bernie Sanders".

Este sueño febril de la derecha pone la realidad patas arriba. De hecho, es Sanders quien se ha subordinado completamente a Biden, sin obtener nada a cambio de su respaldo.

Los "marxistas" y "socialistas" a los que realmente teme Trump son las masas de trabajadores en todo el país que están disgustadas con el fracaso asesino de su administración para contener la pandemia de COVID-19, la desigualdad creciente y los asesinatos policiales sin fin en todo el país.

En su discurso, Trump elogió extrañamente la respuesta de su gobierno a la pandemia de COVID-19, simplemente ignorando el hecho de que mil personas mueren cada día, lo que equivale a dos ataques del 11 de septiembre por semana. Afirmó absurdamente que "las naciones de Europa han experimentado un aumento del exceso de mortalidad un 30 por ciento mayor que Estados Unidos", a pesar de que la tasa de mortalidad per cápita de Estados Unidos es dos veces mayor que la de Europa.

Trump no mencionó ni una sola vez las decenas de millones de personas que quedaron sin trabajo por la crisis económica o los millones más que enfrentan el hambre y el desalojo después de que la Casa Blanca y el Congreso trabajaron juntos para recortar los beneficios federales por desempleo, incluso cuando la riqueza de los oligarcas se dispara a alturas astronómicas.

La policía metropolitana se enfrenta a los manifestantes en el suelo el jueves por la noche, 27 de agosto de 2020, en Washington, después de que el presidente Donald Trump terminara de pronunciar su discurso de aceptación desde el jardín sur de la Casa Blanca. (Foto AP/Julio Cortez)

Según el relato de Trump, Estados Unidos es un paraíso terrestre, y si la gente está insatisfecha es porque son "agitadores".

Cualquiera que vea esta escena surrealista se preguntará, ¿cómo se acercó este bufón a la Casa Blanca? ¿Y cómo, después de haber matado a 170.000 personas, tiene siquiera la perspectiva de la reelección?

Y, sin embargo, esta amenaza es muy real. Eso se debe a que la mayor ventaja de Trump, como siempre, es la pusilanimidad de sus "oponentes" demócratas.

Si hubo un tema unificador de la convención demócrata de la semana pasada, fue el rechazo de cualquier llamamiento a la amplia mayoría de la población y, en particular, a la clase trabajadora. El evento, cuyos invitados de honor fueron republicanos descontentos y generales militares, se dirigió casi por completo a la circunscripción objetivo del Partido Demócrata en los suburbios ricos.

La promoción interminable de los demócratas de las políticas raciales y de identidad, y los esfuerzos del New York Times para justificar los ataques a los monumentos y el legado de figuras como Lincoln, Grant, Jefferson y Washington le dieron a Trump la oportunidad de reclamar absurdamente la continuidad con los Padres Fundadores, a pesar de su ataque frontal a todas las tradiciones de la democracia estadounidense.

En el análisis final, Trump persigue su conflicto con los demócratas como una guerra, mientras ellos continúan viéndolo como una "partido amistoso interno", en palabras del expresidente Barack Obama.

Eso se debe a que, hablando como uno de los dos partidos de Wall Street y las grandes empresas, los demócratas están tan aterrorizados y hostiles al crecimiento de la oposición popular masiva al capitalismo como Trump.

Hay un elemento de verdad en las advertencias apocalípticas de Trump sobre la marea creciente del socialismo. El hecho es que Trump, escondido en su búnker de la Casa Blanca, está realmente asediado por el sentimiento socialista a su alrededor. La clase trabajadora estadounidense, devastada por la crisis económica, cada vez más hostil a la campaña de regreso al trabajo que lidera Trump y cada vez más explícitamente hostil al capitalismo, está emergiendo en la escena política.

Es esta fuerza social, no el débil Partido Demócrata y las facciones de la clase media alta acomodada y de Wall Street por quien habla, la verdadera oposición a los esfuerzos de Trump por crear un fascismo estadounidense.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de agosto 2020)

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