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Perspectiva

Los incendios forestales de California, el cambio climático y el capitalismo

Los incendios forestales que están haciendo estragos por toda la costa oeste de Estados Unidos —los más grandes en el registro de California y en camino a ser los más grandes en la historia del país— ya cobraron 33 vidas y amenazan con desplazar a cientos de miles de personas.

Únicamente el grupo de incendios August Complex en California ha consumido más de 875.000 acres [355.000 hectáreas]. Hasta a tarde de ayer, la ciudad entera de Portland se encontraba en alerta para una evacuación masiva, mientras que los oficiales locales y estatales advirtieron de un “evento de bajas masivas” si los incendios alcanzaban la ciudad más grande de Oregón.

En un año que ya ha visto incendios forestales masivos y descontrolados en la Amazonía y Australia, los incendios de California dejan en claro los inmensos peligros que presenta el cambio climático para la sociedad humana, así como la total incapacidad del capitalismo para atender este problema.

El desastre se ve acompañado por la pandemia de coronavirus, particularmente en California, donde se registran más de 3.000 casos nuevos cada día, alcanzando un total de 760.000 casos confirmados hasta la fecha. Los residentes ahora se ven obligados a quedarse en donde están y mantener un distanciamiento social, arriesgándose a morir con un incendio forestal, o evacuar en busca de un albergue y arriesgarse a un contagio.

La “Guía Interna de Albergues para COVID-19” de la oficina de la gobernadora de Oregón Kate Brown admite estos peligros. El documento advierte: “Todos los residentes en albergues, incluso aquellos sin síntomas, pudieron haber estado expuestos al COVID-19 y deberían ponerse en cuarentena después de dejar los albergues, de acuerdo con las recomendaciones estatales y locales”.

Los científicos han advertido por mucho tiempo que el cambio climático está intensificando los incendios forestales. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático advirtió el año pasado que, en la medida en que aumentan las temperaturas globales, el daño causado por los incendios forestales aumentará de forma proporcional. Esto ha sido señalado para regiones como el oeste estadounidense, Australia, Brasil, África central, Europa e incluso Siberia.

Hubo advertencias científicas adicionales este año junto a los incendios forestales inauditos en Australia y Brasil.

Así como ocurre con los huracanes en la costa este y en los estados del golfo de México, la posibilidad de que los desastres naturales formen la “tormenta perfecta” de condiciones meteorológicas aumenta en la medida en que el calentamiento global continúa sin control. Ahora se espera que los huracanes como Sandy, Harvey y Maria, que fueron considerados alguna vez las “tormentas del siglo”, ocurran una vez cada 16 años. Lo mismo es cierto para los incendios en curso.

El Gobierno de Trump está encabezando una ofensiva directa contra todas las regulaciones ambientales, eliminando incluso las restricciones más simbólicas en relación con las emisiones, el fracking y las perforaciones en altamar. Trump también levantó los controles en las emisiones de metano —un gas de efecto invernadero 80 veces más potente que el dióxido de carbono— y nombró a Scott Pruitt, un abogado previamente empleado por la industria petrolera y de gas natural para demandar a la Agencia de Protección Ambiental, para que encabece esta organización.

Por su parte, el gobernador de California, Gavin Newsom, un demócrata, intentó hacerse pasar por un fuerte defensor de la ciencia climática. En una conferencia de prensa en las afueras del incendio North Complex Fire le dijo a los periodistas: “El debate se ha terminado en torno al cambio climático”, añadiendo, “Esta es una maldita emergencia climática. Esto es real y está sucediendo”.

Sin embargo, a pesar de toda su retórica, Newsom ha ayudado a expandir la industria de los combustibles fósiles en California de manera similar a las políticas de Trump a nivel nacional. Durante sus primeros 10 meses en el cargo, Newsom aprobó un 33 por ciento más de nuevos permisos de perforación de petróleo y gas que su predecesor, Jerry Brown. También abandonó una propuesta de principios del año para regular aún más la industria después de que su administración recibiera una carta de la Asociación Independiente de Petróleo de California, un grupo de presión del sector de petróleo y gas natural, instándole a hacerlo.

El documento insignia de tal hipocresía es el “Plan Biden para una Revolución de Energía Limpia y Justicia Ambiental” presentado por la campaña presidencial de Joe Biden. Afirma que un “Nuevo Acuerdo Verde es un marco crucial para hacer frente a los desafíos climáticos que enfrentamos”, y afirma que Biden “asegurará que EE.UU. logre una economía de energía 100 por ciento limpia y alcance as emisiones netas cero a más tardar en 2050”.

Los lectores deberían recordar el legado de la Administración de Obama-Biden en materia de política ambiental antes de esperar que Biden lleve a cabo cualquier parte de esta plataforma. Durante su segundo año en el cargo, encabezaron los esfuerzos para ocultar la magnitud del desastre de Deepwater Horizon, el mayor derrame de petróleo hasta la fecha en el golfo de México, que causó cientos de miles de millones de dólares en daños a toda la región. Después de que se hizo imposible ocultar los cientos de millones de galones de petróleo que se estaban bombeando en el golfo, trabajaron para proteger a BP en la medida de lo posible de cualquier responsabilidad legal, al tiempo que aceleraron la desregulación de las perforaciones en aguas profundas, como la que causó la explosión en primer lugar.

Obama lideró los esfuerzos para aumentar las perforaciones en altamar y en el Ártico. En 2015, dejó que Royal Dutch Shell reanudara las perforaciones después de una serie de casi desastres tres años antes. Ese mismo año, permitió las perforaciones en la costa atlántica por primera vez, a pesar de las advertencias contra la perforación en alta mar emitidas después de Deepwater Horizon.

La Casa Blanca de Obama no hizo nada para detener las técnicas de fracturación hidráulica (fracking), las cuales son ambientalmente destructivas y se expandieron masivamente bajo el mandato de Obama y Biden como parte del impulso de varias corporaciones en busca de fuentes baratas de gas natural.

La plataforma de Biden también muestra que el “Nuevo Acuerdo Verde” es una consigna vacía que puede significar cualquier cosa que quiera. Biden puede pedir un “Nuevo Trato Verde” mientras declara simultáneamente, “No voy a prohibir el fracking”, que ya ha envenenado gran parte de los Apalaches.

Cuando Alexandria Ocasio-Cortez publicó la propuesta inicial del “acuerdo”, pidió “una transición a la energía 100% renovable en un plazo de 10 años”, y acciones para “eliminar virtualmente la pobreza en los Estados Unidos”. Esencialmente, la única característica común entre los dos planes es la afirmación de que es posible resolver la crisis climática sin desafiar el sistema capitalista y la propiedad privada de la producción.

También es significativo que la demanda de un “Nuevo Trato Verde” haya sido adoptada por el Partido Verde. Mientras que pueden tratar de diferenciarse con los demócratas, el programa de los Verdes sobre el cambio climático hace un llamado a “Promulgar un Nuevo Trato Verde de emergencia para cambiar la marea del cambio climático”, esencialmente al pie de la letra el lenguaje del plan de Biden.

El Partido Verde también pide una “movilización nacional a escala de la Segunda Guerra Mundial para detener el cambio climático”, siguiendo el modelo de la propuesta original de Alexandria Ocasio-Cortez. La retórica de la guerra solo subraya el carácter nacionalista de este enfoque, basado en la idea de que la crisis climática puede ser resuelta en un solo país, o a través de los Estados capitalistas, abordando el cambio climático a través de tratados.

El cambio climático es en sí un fenómeno mundial. Como se ha subrayado en muchos documentos científicos recientes sobre el tema, la única solución real para detener el calentamiento del planeta y todas sus catástrofes en curso y futuras es la reorganización de la infraestructura mundial de producción energética y transporte y el desarrollo de nuevas tecnologías para detener inmediatamente las emisiones de carbono.

Para abordar seriamente el cambio climático es necesario llevar a cabo una importante reorganización de la vida económica a escala mundial. El marco de la producción energética tiene que transformarse de uno que utiliza combustibles fósiles a uno que dependa de la energía renovable. Esto, a su vez, requiere un esfuerzo internacional, lo que implica una inversión masiva de fondos para la infraestructura y el desarrollo de las tecnologías actuales y la investigación de nuevas ideas, en lugar del despilfarro de billones de dólares en guerras y el autoenriquecimiento de los multimillonarios del mundo.

La tecnología existe para resolver estos problemas, así como para aumentar el nivel y la calidad de vida de la población mundial. Sin embargo, es imposible hacerlo dentro del marco del sistema capitalista.

Cualquier esfuerzo para abordar genuinamente el cambio climático entra en conflicto con el sistema del Estado nación y el marco más amplio del propio capitalismo. La necesaria asignación de fondos para mitigar los incendios y la crisis climática choca con la propiedad privada de la producción y el enriquecimiento de una pequeña élite a expensas de la sociedad en su conjunto. Mientras un puñado de multimillonarios domine la sociedad, con todos los aspectos de la vida económica orientados a su enriquecimiento personal, no se podrá resolver ni un solo problema social, incluido el cambio climático.

Esto hace que la solución al cambio climático sea una cuestión inherentemente de clase y una cuestión revolucionaria. La clase trabajadora es la que sufrirá la mayor parte del impacto del calentamiento global. La clase trabajadora es la que se define objetivamente y cada vez más conscientemente como una clase internacional. Son los intereses sociales de la clase obrera los que corresponden al derrocamiento del capitalismo y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, lo que abrirá el camino al establecimiento de un sistema económico basado en la satisfacción de las necesidades humanas, incluyendo un medio ambiente seguro y sano.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de septiembre de 2020)

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