Español
Perspectiva

El gabinete de Joe Biden: un arcoíris de reacción imperialista

La prensa corporativa y el Partido Demócrata están celebrando el gabinete entrante de Joe Biden como el “más diverso en la historia de EE.UU.”, proclamando que el nombramiento de mujeres, afroamericanos y latinos a cargos clave es una señal de tremendo progreso social.

En realidad, la coalición arcoíris de reacción imperialista ejemplifica y expone la esencia derechista de la política de identidades.

La máxima muestra de regocijo provino de las oficinas editoriales del New York Times, un promotor líder de la política racial y de género, que ensalzó al presidente electo por “dar señal de su intención a seleccionar un diverso corte de Estados Unidos en construir su gabinete”.

El Times escribió: “A diferencia del gabinete del presidente Trump, que es más blanco y hombre que cualquier otro en casi 40 años, la lista del Sr. Biden de posibles altos asesores promete reflejar las sensibilidades del siglo veintiuno”. Cita declaraciones de los asesores de Biden afirmando que el gabinete entrante “se verá como Estados Unidos”.

Independientemente del color de piel de los miembros del gabinete, el Gobierno de Biden no pensará como Estados Unidos. La población está exigiendo cambios sociales masivos para enfrentar la mortal pandemia y los niveles sin precedentes de desigualdad y desesperación social.

A pesar de que siete de cada 10 estadounidenses apoyan la salud universal, no habrá ninguna base de apoyo para tal política en el gabinete. Lo mismo sucede con los más de seis de cada 10 estadounidenses que apoya universidades con matriculas gratis y la cancelación de la deuda estudiantil. Serán “representados” por un gabinete de socios de fondos de inversión de varias razas y géneros.

Si bien ocho de cada 10 personas ahora favorecen reasignar fondos de los departamentos policiales para apoyar los programas sociales, después de las manifestaciones nacionales y multirraciales de este verano contra la violencia policial, Biden ha prometido aumentar el gasto para la policía.

Y para el 75 por ciento de los estadounidenses que quiere retirar las tropas de Afganistán e Irak y que apoya recortar el gasto en defensa, el gabinete multirracial de Biden les dará exactamente lo contrario.

Los nominados no son pioneros de su raza o género, son criminales sociales:

Avril Haines, exdirectora adjunta de la CIA, será la primera mujer directora de la inteligencia nacional. Haines fue arquitecta del programa de asesinato con drones del Gobierno de Obama, que mató a miles de africanos, árabes y asiáticos centrales empobrecidos, sin prestarle atención al género de las víctimas.

Alejandro Mayorkas será el primer latino en encabezar del Departamento de Seguridad Nacional. Esto le dará poco consuelo a los cientos de miles de inmigrantes latinos (entre otros) que deportará en los próximos meses y años, o a los niños inmigrantes que metió en jaulas cuando era secretario adjunto del departamento entre 2013 y 2016.

Janet Yellen será la primera mujer secretaria del Tesoro, tras ayudar a implementar la política de expansión cuantitativa que transfirió decenas de miles de millones de dólares a los bancos cada mes durante los Gobiernos de Bush y Obama, al tiempo que se les negó ayuda a los millones de víctimas de desahucios.

Linda Thomas-Greenfield, una afroamericana, será embajadora de las Naciones Unidas. Thomas-Greenfield trabajó en el Departamento de Estado asistiendo a las corporaciones petroleras y mineras estadounidenses a extraer recursos de los países más empobrecidos del mundo.

Si bien no es formalmente parte del gabinete, la vicepresidenta electa Kamala Harris, la primera mujer y primera afroamericana en esa posición, desarrolló su carrera profesional como una “fiscala negra” pisoteando las vidas de las personas principalmente empobrecidas que arrojó a la cárcel.

Luego están los hombres blancos, cuyos historiales no son menos ni más criminales que los de sus contrapartes mujeres y de minorías.

Anthony Blinken es el nominado para secretario de Estado tras ayudar a orquestar las guerras en Siria, Libia y Yemen. Fue socio en una firma de inversiones privadas y cofundó WestExec Advisors, que trabaja con la inteligencia israelí y colaboró con Google en el desarrollo de herramientas de censura. El exsecretario de Estado, John Kerry, quien apoyó la intervención en Siria y el golpe de Estado de 2013 en Egipto que estableció la asesina dictadura de el Sisi, será el “zar del clima”.

En cuanto a los candidatos finalistas para otros puestos del gabinete, el Times favorece a Tammy Duckworth como la primera mujer con discapacidad y de origen tailandés en servir como secretaria de Defensa. El exalcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg podría convertirse en el primer secretario de Transporte abiertamente gay.

Estos esbirros de Wall Street y el imperialismo estadounidense no tienen nada en común con la población trabajadora de su “propia” raza, genero u orientación sexual. La división fundamental en la sociedad estadounidense es la clase, no la identidad.

Esto quedó demostrado durante la rueda de prensa surreal anunciando el gabinete ayer, en la que Biden si acaso mencionó la pandemia de coronavirus que está asolando el país y el mundo, enfocándose en cambio en las “historias personales” de los nominados mencionados. Cuando les llegó su turno, los nominados se felicitaron a sí mismos y a sus seres queridos por su promoción profesional.

Mientras tanto, en el mundo real, 260.000 estadounidenses han fallecido por la pandemia cuando se acerca un invierno devastador. Las muertes incluyen a un número desproporcionado de pobres y trabajadores de todas las razas que se vieron obligados a regresar a trabajar para generar ganancias corporativas. No pudieron refugiarse en terceras o terceras casas en el campo. No podían costear un tratamiento médico adecuado y, para muchos, sus condiciones médicas como problemas cardiacos, obesidad y fumado son credenciales de generaciones de pobreza y opresión.

La política bipartidista de la clase gobernante alimentará los mercados a punta de muertes como el carbón alimenta a un tren de vapor. Biden le ha garantizado a la patronal estadounidense que “no habrá ningún cierre nacional”, mientras los demócratas y republicanos han conspirado para garantizar que no haya un aumento sustancial en los beneficios para los desempleados.

En los dos días desde que Biden comenzó a anunciar su gabinete, el índice bursátil Promedio Industrial Dow Jones se disparó casi 1.000 puntos, rompiendo récords y cruzando los 30.000 puntos. Los sectores adinerados de cada raza y género se están enriqueciendo obscenamente cuando los trabajadores de todas las razas se enfrentan a un desastre de distintos grados.

El gabinete elegido por Biden muestra que la política basada en la raza, el género y la sexualidad se ha vuelto una parte fundamental de los esfuerzos del Partido Demócrata para dividir a los trabajadores, enriquecerse y presentarse como “representantes” de amplias masas de personas que en realidad no tienen ninguna representación en ninguna rama del Gobierno.

Mientras tanto, Trump y sus simpatizantes fascistas están sacando partido de la creciente insatisfacción con los demócratas y su fijación con la raza. Trump duplicó su apoyo entre los hombres y mujeres negros en las elecciones de 2020 y triplicó su apoyo entre las personas LGBT. Al mismo tiempo, la ultraderecha ve la oportunidad de reclutar a jóvenes blancos sin oportunidades para el futuro y que están hartos de las acusaciones demócratas de no ser más que “deplorables” racistas que merecen su desesperación.

Para poder atender inmediatamente las necesidades sociales de los trabajadores de todo el mundo, los billones acumulados por los ricos deben ser incautados y puestos a disposición para aliviar el sufrimiento humano. Esto exige el máximo grado de unidad posible de todos los trabajadores en una lucha común.

La clase obrera mundial está conformada por billones con miles de trabajaos distintos, cientos de distintos idiomas y cientos de distintas religiones y costumbres locales. Sucede que su piel, cabello y ojos vienen de muchos colores. Por cientos de años en cada país, la burguesía ha intentado enseñarles a los trabajadores a odiarse unos a otros con base en pseudociencia, mentiras y violencia.

La gran tarea histórica de los socialistas es combatir el gran legado de comunalismo y política racial para volver consciente a esta fuerza social masiva y heterogénea de su tremendo poder social. Los promotores acomodados de la política de identidades que pretenden ser “izquierdistas” son oponentes enconados de la lucha histórica por unir a la clase obrera internacional. Por esta razón, deben ser opuestos de forma inflexible.

(Publicado originalmente en inglés el 25 de noviembre de 2020)

Loading