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Perspectiva

Las escuelas de la ciudad de Nueva York reabrirán en medio de una explosión de casos de coronavirus, hospitalizaciones y muertes

El plan del alcalde demócrata de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, de reabrir las escuelas de la ciudad la próxima semana, que se anunció el domingo, es una amenaza directa para las vidas de los estudiantes, padres y maestros involucrados. Además, es una advertencia para la clase trabajadora en los Estados Unidos e internacionalmente que incluso cuando numerosas vacunas contra el coronavirus están casi terminadas, los trabajadores y jóvenes continuarán siendo enviados a lugares de trabajo y escuelas para enfermarse y morir innecesariamente.

El plan se resumió en su cuenta de Twitter, donde señaló que todos los estudiantes de 3-K, Pre-K y K-5 reanudarán las clases en persona a partir del 7 de diciembre, seguidos por todos los niveles para los estudiantes con discapacidades el 10 de diciembre.

Paciente en UCI (Wikimedia Commons)

La orden se produjo en medio de una explosión de casos diarios de coronavirus y hospitalizaciones en la ciudad, que se han más que duplicado en el último mes, junto con un aumento del 50 por ciento en las muertes diarias durante ese mismo período. Demuestran que no hay ninguna justificación médica para la reapertura de las escuelas.

De hecho, una parte clave del nuevo plan de De Blasio es el abandono del umbral de positividad del coronavirus del tres por ciento anterior que se cruzó en la ciudad el 11 de noviembre, lo que provocó el cierre de escuelas a principios de este mes. En cambio, a raíz del aumento de la tasa de positividad de la ciudad al 3.6 por ciento, los estudiantes recibirán "pruebas de COVID-19 semanales", con poca información concreta sobre lo que ocurrirá cuando ocurran inevitablemente brotes en varios edificios.

La reapertura escolar está siendo asistida e instigada por Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de la nación y miembro del Grupo de Trabajo de Coronavirus de la Casa Blanca, quien comentó el domingo en el programa "This Week" de ABC que "la posición predeterminada debería ser la mejor posible, dentro de lo razonable, para mantener a los niños en la escuela y hacer que vuelvan a la escuela ". Fauci, considerado como uno de los funcionarios de salud pública que cuenta con mayor confianza según varias encuestas de opinión, justificó sus comentarios afirmando que la reapertura de escuelas es segura porque la propagación del COVID-19 entre los niños es "baja".

Ciertamente, el buen médico sabe más. Un informe reciente de la Academia Estadounidense de Pediatría encontró 1.04 millones de casos confirmados de COVID-19 entre niños hasta el 12 de noviembre. Además, el estudio encontró que la mayoría de estos casos ocurrieron a raíz de las reaperturas iniciales de las escuelas en agosto y la negativa de los administradores escolares y los Gobiernos locales a pasar a clases remotas cuando los casos en sus comunidades comenzaron a aumentar.

Estos datos empíricos no impidieron que De Blasio también pidiera a todas las escuelas de la ciudad que, "siempre que sea posible ... pasen a las clases presenciales 5 días a la semana", es decir, el fin efectivo del aprendizaje híbrido y la posibilidad de que los profesores y estudiantes puedan distanciarse en el aula. De Blasio continuó: "Queremos que nuestros hijos estén en el aula el mayor tiempo posible", y luego afirmó: "Nuestras familias también". Este último comentario fue recibido con burla e indignación en las redes sociales, ejemplificado por un maestro que comentó: "Esto es absolutamente una locura".

No hay duda de que hay un elemento de locura en el plan de De Blasio. El resultado inevitable serán muertes a gran escala en la ciudad de Nueva York, con los maestros, estudiantes y sus familiares muriendo justo a tiempo para Navidad.

Algo más importante, sin embargo, es la lógica de clase más profunda en juego. Desde la perspectiva de la élite gobernante, siendo el alcalde de la ciudad de Nueva York, el hogar de Wall Street, uno de sus principales representantes, las escuelas deben reabrir por completo para que funcionen como campos de detención para los niños con el fin de que sus padres vuelvan al trabajo. Sólo entonces podrá reanudarse por completo el proceso de extracción de plusvalía de la clase trabajadora, enriqueciendo aún más a la oligarquía estadounidense.

Estas políticas están sentando las bases para la reapertura de escuelas en todo el país. Si las escuelas se consideran "seguras" en la ciudad de Nueva York, el antiguo epicentro mundial de la pandemia, incluso cuando los casos y las muertes están aumentando, supuestamente será "seguro" reabrir completamente las escuelas en otras ciudades donde el coronavirus está haciendo estragos, como Chicago, Detroit y Los Ángeles.

Al igual que en la ciudad de Nueva York, no existe base alguna para reabrir escuelas ni los lugares de trabajo. El promedio de 7 días de nuevos casos confirmados diarios se mantiene por encima de 165,000, incluso con la caída en los informes causada por el feriado de Acción de Gracias, en comparación con 82,000 a fines de octubre. De manera similar, las muertes se han disparado de 850 a poco menos de 1,500 por día en solo cuatro semanas. Las hospitalizaciones por COVID-19 se encuentran en un máximo histórico de 93,238.

La decisión de reabrir las escuelas de la ciudad de Nueva York es aún más irracional sabiendo que una o más vacunas estarán listas para distribuirse en diciembre o principios del próximo año. El New York Times cuenta seis vacunas que están aprobadas para uso limitado y 13, incluidas las de Pfizer y Moderna, que se están sometiendo o finalizando pruebas de eficacia a gran escala. Esto hace aún más necesarias las medidas de mayor alcance para contener la propagación del virus y salvar vidas hasta que una vacuna esté ampliamente disponible.

En cambio, las reaperturas en Nueva York y en todo el país se están presionando aún más. El Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) estima que, si las regulaciones continúan disminuyendo ocurre a nivel nacional, habrá más de 3,000 muertes causadas por COVID-19 cada día para el 21 de diciembre. Esto equivale a casi 89,000 muertes innecesarias pora el Año Nuevo y hasta 400,000 muertes más para el 1 de marzo, alcanzando un total asombroso de 650,000 muertes por la pandemia solo en los Estados Unidos.

Estas proyecciones no tienen en cuenta lo que sucederá si los hospitales ya no pueden atender a todos sus pacientes, una posibilidad clara. Las abarrotadas salas de espera llenas de personas moribundas y aterrorizadas que recuerdan a los hospitales en Wuhan, China, cuando apareció el coronavirus por primera vez en enero, se convertirán en la realidad diaria para todo Estados Unidos un año después.

Los trabajadores, padres, estudiantes y jóvenes deben tomar medidas para salvar sus propias vidas. Como advirtieron el World Socialist Web Site y el Comité de Seguridad de Base de Educadores de la Ciudad de Nueva York el 19 de noviembre, “el cierre de escuelas es una maniobra temporal, y los sindicatos y el Partido Demócrata trabajarán juntos para asegurar que las escuelas vuelvan a abrir tan pronto como lo consideren políticamente viable". Ese pronóstico se confirmó en solo diez días.

La declaración también dejó en claro que uno de los elementos clave de la inevitable reapertura sería el uso de los medios de comunicación, la élite política y los sindicatos para obligar a los maestros a regresar a las escuelas. Sin perder tiempo, el sindicato United Federation of Teachers retuiteó el plan de reapertura de Blasio y escribió en apoyo del mismo que, "El plan de reapertura del alcalde permitirá que nuestros estudiantes más vulnerables reciban clases en persona a partir del 7 de diciembre", afirmando además que la reapertura solo será "en partes de la ciudad donde las tasas de transmisión permanezcan bajas".

No se puede dar apoyo a tales declaraciones, especialmente viniendo de la organización que desempeñó un papel tan repugnante minimizando la amenaza del virus en mayo. En cambio, se debe librar una lucha de emergencia para mantener las escuelas cerradas y cerrar todos los negocios no esenciales, en la ciudad de Nueva York, a nivel nacional e internacional, para salvar vidas mientras se prepara una vacuna, con una compensación total por todos los salarios perdidos para los trabajadores y las pequeñas empresas.

Más de 273.000 estadounidenses ya han perdido la vida innecesariamente como resultado de la política homicida de "inmunidad colectiva" impulsada tanto por los demócratas como por los republicanos. No se debe permitir que otros 400.000 mueran después de haber sido obligados a regresar al trabajo, preguntándose si hubieran podido recibir la vacuna si aguantaban un poco más.

Cuando la producción es esencial, debe ser supervisada por comités de seguridad de base de los trabajadores en estrecha colaboración con los profesionales médicos para garantizar condiciones de trabajo seguras y la provisión de equipo de protección completo, sin preocuparse por las ganancias.

Estas medidas deben combinarse con una inversión masiva en infraestructura de atención de salud pública, incluido el programa más amplio posible de pruebas y rastreo de contactos para contener y aislar el virus. Debe establecerse una red mundial de producción y distribución de vacunas para proporcionar la vacuna de manera eficiente y gratuita a todos, sin tener en cuenta los intereses corporativos o las rivalidades de las naciones.

Por encima de todo, el capitalismo debe ser abolido. Ha demostrado ser absolutamente incapaz de hacer frente a la amenaza de las enfermedades infecciosas, y la muerte en masa continuará mientras exista este sistema social anticuado. La clase trabajadora debe tomar el poder en sus propias manos, guiada por un programa socialista revolucionario.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de noviembre de 2020)

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