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Perspectiva

El Gobierno de Biden distorsiona la ciencia para reabrir las escuelas en EE.UU.

La campaña de la clase gobernante para reabrir las escuelas y la economía en EE.UU. y a nivel global se está intensificando cada día más, en línea con los esfuerzos cada vez mayores para distorsionar la ciencia para que se acomode a esta agenda política.

En EE.UU. los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) tiene planeado anunciar una modificación en sus guías para la reapertura de escuelas el viernes, reduciendo su recomendación de que los estudiantes mantengan seis pies (1,8 m) de distancia a tan solo 3 pies (0,9 m).

Rodeada de láminas protectoras, la maestra de prekínder, Tami Lewis, da clases en la primaria West Orange, Orange, California, 18 de marzo de 2021 (AP Photo/Jae C. Hong)

El apuro para reabrir completamente las escuelas y los lugares de trabajo se produce en condiciones en que se están propagando nuevas variantes más transmisibles y letales del COVID-19en todo el mundo, y cuando la pandemia no está ni cerca de haber sido contenida. En EE.UU., el nivel de casos nuevos se ha mantenido en alrededor de 55.000, lo que supera con creces el promedio en 2020. Más de mil personas siguen falleciendo a diario. Hay varias señales de aumentos importantes en algunas áreas, incluyendo Michigan, donde la tasa de contagios es 50 por ciento más alta que en febrero.

Las directrices actualizadas de los CDC buscan facilitar el objetivo de la Administración de Biden de abrir la mayoría de las escuelas de kínder a octavo grado a finales de abril, y están claramente coordinadas con la Casa Blanca. El miércoles, el Departamento de Educación anunció que organizará una “Cumbre Nacional de Reapertura de Escuelas Seguras” el 24 de marzo, en la que participarán la primera dama Jill Biden, el secretario de Educación, Miguel Cardona, y la directora de los CDC, Rochelle Walensky.

En un testimonio condenatorio en una audiencia ante una comisión de la Cámara de Representantes el miércoles, Walensky dejó en claro que la ciencia está siendo manipulada para llenar las escuelas de niños. Dijo cínicamente: “Tan pronto se publicaron nuestras directrices [el mes pasado], quedó muy claro que los seis pies era una de las cosas que estaban manteniendo las escuelas cerradas, y en ese contexto la ciencia evoluciona”.

En una audiencia de una comisión el Senado el jueves, Walensky declaró: “Como los seis pies han sido un reto, la ciencia se ha inclinado y ahora hay estudios sobre los tres pies frente a los seis pies. Estoy al tanto de varios que se publicarán en los próximos días y actualizaremos esa orientación.” En respuesta, Susan Collins (republicana de Maine) exigió: “Hay que hacerlo ya”.

Para justificar la flexibilización de las directrices de los CDC, Walensky citó un estudio publicado la semana pasada en Clinical Infectious Diseases que, según ella, “demostró en Massachusetts, donde generalmente se usa el 100% de las mascarillas, que la distancia de tres pies es realmente segura”

Lejos de ser “segura”, el estudio revela que, en los 251 distritos escolares observados, “se registraron 4.226 casos en estudiantes y 2.382 en personal escolar.” Al igual que Walensky, los autores del estudio dejan de lado esto y recomiendan un espacio de tres pies en las escuelas. El estudio no incluyó el rastreo de contactos ni las pruebas de vigilancia y se realizó antes de la propagación de la variante B.1.1.7, que es más infecciosa y letal, haciendo que el estudio sea defectuoso e irrelevante.

La economista de la Universidad de Brown Emily Oster –que no tiene experiencia en epidemiología y es una de las principales defensoras de la reapertura de las escuelas—fue coautora del estudio. El pasado mes de octubre, Oster escribió un dudoso artículo en la revista Atlantic, “Las escuelas no son superpropagadoras”, que los medios de comunicación corporativos, así como la entonces secretaria de Educación Betsy DeVos y los CDC, citaron para justificar la reapertura de escuelas en todo Estados Unidos. El jueves, Atlantic volvió a publicar un artículo de Oster, titulado “Adelante, planifiquen unas vacaciones familiares sin que sus hijos hayan sido vacunados”.

En su último artículo, Oster repite las mentiras de Trump, Biden, los CDC, los medios de comunicación y los sindicatos de profesores, afirmando que “los niños no tienen un alto riesgo de contraer el COVID-19”, y añade que “los niños parecen estar protegidos de forma natural”. Su alegre conclusión es que, “Deberíamos poder volver a cierta normalidad mucho antes de que nuestros hijos se vacunen”.

Los argumentos de Oster, Walensky y todos los funcionarios para que las escuelas vuelvan a abrir no resisten ningún escrutinio serio. Las escuelas han sido reconocidas desde hace mucho como focos de transmisión viral en la mayoría de los casos, y el coronavirus –cuya transmisión ocurre por vía aérea— no es una excepción. Las afirmaciones de que las dilapidadas escuelas públicas están milagrosamente exentas de las leyes de la física y de la aerosolización desafían la lógica, y los estudios científicos más rigurosos demuestran que mantener las escuelas cerradas es un pilar de cualquier estrategia para contener la pandemia y salvar vidas.

Según los últimos datos de la Academia Estadounidense de Pediatría, hasta el 11 de marzo, más de 3,28 millones de niños han dado positivo al COVID-19 en los Estados Unidos, lo cual es un recuento incompleto dado que es más probable que los niños sean asintomáticos. La gran mayoría de estos casos se han detectado desde el otoño, cuando los colegios empezaron a reabrir.

Un importante estudio publicado la semana pasada en The Lancet señaló: “El cierre de las escuelas primarias y secundarias se ha asociado con reducciones sustanciales en el número de reproducción efectiva (Rt) en muchos países (incluida Inglaterra) y en los períodos de tiempo”.

En cuanto a los peligros que supone la reapertura de las escuelas para los niños, los autores escriben “Aunque es poco probable que el COVID-19 cause una enfermedad grave en los niños, las estimaciones de la prevalencia de los síntomas prolongados del COVID basadas en la Encuesta de Infecciones de la ONS sugieren que el 13 por ciento de los niños de 2 a 10 años y el 15 por ciento de los de 12 a 16 años tienen al menos un síntoma persistente 5 semanas después de dar positivo”.

Los autores concluyen: “Dada la incertidumbre en torno a los efectos sanitarios a largo plazo de la infección por SARS-CoV-2, no sería prudente dejar que el virus circule en los niños, con el consiguiente riesgo para sus familias... Al contribuir a una elevada transmisión en la comunidad, también proporciona un terreno fértil para la evolución del virus y nuevas variantes”.

En Michigan e Illinois, las escuelas recientemente reabiertas se han convertido en la principal fuente de brotes de COVID-19 en ambos estados después de que sus gobernadores demócratas presionaran para que las escuelas volvieran a abrir. Michigan ha documentado 616 casos de la variante B.1.1.7, la segunda cifra más alta de todos los estados.

A pesar de la fingida preocupación de los políticos y funcionarios por el bienestar de los niños, el motivo subyacente detrás de la reapertura de las escuelas es obligar a los padres a volver a lugares de trabajo inseguros para generarles ganancias a las empresas y mantener la interminable inflación de la bolsa de valores. Así lo afirmó sin tapujos el principal asesor económico de Biden, Brian Deese, quien dijo en enero: “Tenemos que abrir las escuelas para que los padres... puedan volver a trabajar”.

La pandemia ha puesto de manifiesto la profunda corrupción de la sociedad capitalista, que subordina las necesidades sociales de la clase trabajadora a los intereses de lucro de la oligarquía financiera.

Toda la élite política, las instituciones científicas oficiales, los medios de comunicación corporativos, los sindicatos y amplios sectores del mundo académico están profundamente implicados en las políticas de “inmunidad colectiva” que han provocado el contagio de más de 30 millones de personas y la muerte de más de 550.000 solo en EEUU. La presidenta de la central sindical American Federation of Teachers (AFT), Randi Weingarten, comparte una porción más grande de la responsabilidad por la reapertura de escuelas en todas partes, y recientemente declaró al New York Times que pasa 15 horas diarias coordinando esta campaña.

En el polo opuesto de la sociedad, la clase trabajadora está cada vez más decidida a luchar contra las políticas de “asesinato social” exigidas por las élites gobernantes. Entre los educadores, hay una intensa oposición a la reapertura de las escuelas, que en todas partes ha sido desastrosa. En Los Ángeles y Oakland, los educadores están votando actualmente si aceptan o no los acuerdos letales para reanudar las clases presenciales que negociaron los sindicatos de profesores, que, de ser rechazados, podrían desatar una oposición más amplia en todo el país.

El hecho de que la campaña de reapertura de las escuelas esté ahora encabezada por Biden y los demócratas, con el pleno apoyo de los sindicatos de profesores, está produciendo una creciente desilusión en estas instituciones, que durante mucho tiempo han tenido cierta influencia entre los educadores.

En el último año, con el apoyo de los Partidos Socialistas por la Igualdad, los educadores y otros sectores de trabajadores de todo Estados Unidos y del mundo han creado comités de base independientes de los partidos políticos capitalistas y de los sindicatos corporativistas.

Estos comités se están convirtiendo en poderosos centros de militancia de la clase obrera y están ampliando su alcance a nivel internacional. Solo en EE.UU., ya existen comités de este tipo entre los trabajadores de la industria automotriz en todo centro del país, los trabajadores de Amazon en Baltimore, y los educadores en la ciudad de Nueva York, Los Ángeles, Chicago, San Diego, el norte de California, Michigan, Pennsylvania, Tennessee, Alabama y Texas. Los educadores de Oregón formaron un comité esta semana y hay interés en crear comités en otros estados.

El desarrollo de estos comités de acción, controlados democráticamente, es necesario para impulsar la lucha de clases y contrarrestar la respuesta de la clase dominante a la pandemia con un programa científicamente fundamentado que se base en el cierre de todas las escuelas y lugares de trabajo no esenciales, al tiempo en que se les proporcione plena seguridad económica a todos los trabajadores afectados.

La tarea más crítica, sin embargo, es la construcción de una dirección socialista revolucionaria dentro de la clase obrera, armada con la comprensión teórica e histórica del movimiento marxista. La pandemia ha puesto de nuevo al descubierto el carácter anticuado e irracional del capitalismo mundial, y la irreconciliabilidad de los antagonismos de clase entre la burguesía y el proletariado. Este sistema social debe ser derrocado conscientemente por la clase obrera internacional para reconstruir la sociedad sobre bases socialistas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de marzo de 2021)

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