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Perspectiva

¡No al racismo y a la xenofobia contra asiáticos!

Los tiroteos masivos en Atlanta, Georgia esta semana, cuyas víctimas eran predominantemente estadounidenses de origen asiático, ha puesto de relieve el aumento en la violencia contra asiáticos en el país, en medio de una demonización incansable de China por parte del Gobierno estadounidense.

Una conmemoración el 19 de marzo de 2021 en Acworth, Georgia, después del ataque (AP Photo/Candice Choi)

Los motivos del atacante siguen sin estar claros, pero tras los atentados, la clase dirigente estadounidense no ha hecho más que intensificar sus esfuerzos para azuzar el odio contra los chinos, incluyendo la promoción abierta por parte de algunos sectores de la élite política de los prejuicios y la violencia contra los asiáticos.

El jueves, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes celebró una audiencia sobre “Discriminación y violencia contra los estadounidenses de origen asiático”, programada con semanas de antelación. El discurso de apertura del republicano de rango en el comité, el diputado de Texas, Chip Roy, fue una diatriba racista y una abierta incitación a la violencia. Refiriéndose a los chinos como “chi-coms”, un insulto racista, Roy declaró: “Creo que son los malos”.

Y añadió: “Esa es la realidad sobre aquellos que suelo llamar los chi-coms. Y no voy a avergonzarme de decir que me opongo a los chi-coms”.

Se refirió favorablemente al legado de los linchamientos en Estados Unidos, declarando: “Hay viejos refranes en Texas sobre encontrar toda la cuerda en Texas y conseguir un roble alto”. Exigió que el Gobierno “detenga a los malos” y “mate a los malos”.

Roy dijo que las acusaciones de violencia contra los estadounidenses de origen asiático se estaban exagerando y afirmó que quienes se oponen a los discursos racistas están incurriendo en censura.

En lugar de denunciar el racismo antiasiático, Roy exigió que el Congreso condenara a China por “participar en la esclavitud moderna”. Denunció a China por “lo que está haciendo para fortalecer su ejército... en todo el Pacífico” y acusó al régimen chino de tratar de “ocultar la realidad de este virus”, dando a entender que el COVID-19 fue creado como un arma biológica.

La violenta diatriba de Roy solo provocó una mansa protesta por parte de los demócratas de la comisión. El presidente Steve Cohen (demócrata de Tennessee) replicó que “los incidentes que mencioné en mi declaración inicial consistieron en ser escupidos, abofeteados en la cara, prendidos con fuego, acuchillados con un cúter y empujados violentamente al suelo. ... Eso no es hablar”.

Conteniendo las lágrimas, la congresista Grace Meng acusó a Roy de “poner un blanco en la espalda de los estadounidenses de origen asiático de todo el país, en nuestros abuelos, en nuestros hijos”.

Por lo demás, los miembros del comité guardaron silencio sobre la incitación racista a la violencia de Roy.

En declaraciones realizadas el viernes tras una reunión con representantes asiáticos-estadounidenses en Atlanta, el presidente Joe Biden condenó hipócritamente que dicha población sea utilizada como “chivo expiatorio” en relación con la pandemia del COVID-19. A pesar de sus trivialidades sobre la “unidad”, Biden ha continuado e intensificado la demonización de China llevada a cabo por su predecesor.

Rótulo del Gold Spa en Atlanta, el día después de que múltiples personas fueran asesinadas en tres salones de masaes de Atlanta (AP Photo/Ben Gray)

Aunque ha renunciado a la demagogia crudamente racista de Trump, quien incluso etiquetó el COVID-19 como el “virus chino” y la “gripe Kung Flu”, Biden ha continuado en todo aspecto fundamental la política beligerante y militarista de Trump hacia China.

La Casa Blanca de Biden ha ampliado la exclusión de Trump de las empresas chinas de las bolsas de valores estadounidenses, ha dejado en vigor los aranceles antichino de Trump y ha seguido aplicando las restricciones de Trump a los estudiantes chinos.

Al mismo tiempo, la Administración de Biden sigue promoviendo la falsa acusación de Trump de que China está involucrada en un “genocidio” contra su población musulmana, así como la afirmación infundada de que el COVID-19 pudo haber sido creado en un laboratorio chino.

En todos los medios de comunicación y en toda la élite política de Estados Unidos, existe un acuerdo de facto de no discutir la relación entre el aumento del racismo antiasiático y el “conflicto de grandes potencias” perseguido por Washington contra China.

Un ejemplo de ello es el New York Times, que esta semana publicó un artículo de opinión editorial en el que declaraba que China supone una “amenaza” y afirmaba que Estados Unidos debe mantener una “ventaja militar y tecnológica”.

El mismo día, la edición en línea del Times publicó un editorial titulado “Los estadounidenses de origen asiático están asustados con justificación”, que condenaba el “fanatismo y la demagogia”. Pero el editorial no plantea la pregunta obvia: ¿La calificación de China como “amenaza” y los intentos de culparla de la muerte de más de medio millón de estadounidenses no constituyen una incitación racista? Plantear la pregunta es responderla, afirmativamente.

Toda la sórdida historia del racismo antiasiático en Estados Unidos está íntimamente ligada a los objetivos depredadores del imperialismo estadounidense. La Ley de Exclusión China de 1882 se produjo en medio del reparto de China por parte de las potencias imperialistas, acompañado del fomento de la xenofobia dirigida contra el “peligro amarillo”.

En 1942, el Gobierno de Estados Unidos ordenó el internamiento de 120.000 estadounidenses de origen japonés, alegando que eran una amenaza para la seguridad nacional por su origen étnico.

En la actualidad, el aumento de la violencia racista contra los estadounidenses de origen asiático también coincide con una importante escalada del conflicto de Estados Unidos con China.

En una reunión con funcionarios chinos en Anchorage, Alaska, el viernes, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, comenzó su intervención con una furiosa denuncia de China que en esencia se hizo eco de las palabras del representante republicano Roy, acusando a China de llevar a cabo “ciberataques” contra Estados Unidos y “coerción económica”.

En un discurso el mes pasado, Blinken identificó a China como el adversario central de Estados Unidos, declarando que China es el único país con el “poder económico, diplomático, militar y tecnológico” para “desafiar” a Estados Unidos.

Los esfuerzos de las Administraciones de Trump y Biden para demonizar a China han tenido un efecto pernicioso en la conciencia pública. Nueve de cada 10 estadounidenses ven ahora a China como un competidor o un enemigo en lugar de un socio, según una encuesta de Pew Research realizada el mes pasado. Dos tercios de los encuestados tienen “sentimientos fríos” hacia Beijing, frente al 46 por ciento de hace solo dos años.

“El hecho de que tanto las Administraciones republicanas como las demócratas hayan enmarcado la relación como una competición estratégica y hayan destacado las numerosas amenazas que China presenta, no es sorprendente que cada vez más estadounidenses... tengan una visión desfavorable de China”, señaló Bonnie Glaser, directora del China Power Project en el centro de pensamiento Center for Strategic and International Studies.

Un objetivo central de la promoción del nacionalismo y el chauvinismo es desviar los antagonismos sociales internos hacia el exterior, intentando convertir a un enemigo externo en chivo expiatorio.

La clase obrera estadounidense debe defender a los estadounidenses de origen asiático que están siendo calumniados como parte de la campaña de la clase dominante para dividir a la clase obrera mientras persigue su política homicida de “inmunidad colectiva” en respuesta a la pandemia.

Incluso mientras el mundo permanece en las garras de la pandemia de COVID-19, los Estados Unidos y sus aliados no están concentrando sus esfuerzos en la erradicación del virus, sino los preparativos para la guerra. El Pentágono ha solicitado recientemente que se dupliquen los fondos para su Comando Indo-Pacífico, mientras que la Administración de Johnson del Reino Unido planea aumentar el número de cabezas nucleares británicas en un 40 por ciento.

La lucha por erradicar el COVID-19 es inseparable de la oposición a la guerra, el racismo y la xenofobia. Los enemigos de los trabajadores estadounidenses no son sus hermanos chinos, sino los oligarcas que se benefician de la muerte de millones de personas en todo el mundo. Todos los esfuerzos por culpar a China y a las personas de origen asiático por la pandemia, cuyo horrible número de víctimas es atribuible a la avaricia, la ignorancia y la criminalidad de la oligarquía capitalista, deben ser rechazados con desprecio.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de marzo de 2021)

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