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¡La clase obrera estadounidense necesita acudir a la defensa de Assange!

El padre y hermano de Julian Assange, John y Gabriel Shipton, están realizando una gira en EE.UU. exigiendo la liberación del fundador de WikiLeaks. Están visitando las ciudades de Miami, Boston, Filadelfia, Milwaukee, San Francisco y Denver, antes de terminar en Washington D.C.

Assange es un periodista galardonado como muchos premios. Su trabajo más importante, en el cual WikiLeaks colaboró con la heroica denunciante Chelsea Manning, es la publicación de los documentos de las guerras en Irak y Afganistán, cables diplomáticos estadounidenses en 2010 y los archivos de Guantánamo en 2011. Estas filtraciones exponen os crímenes de guerra, la tortura, los planes golpistas y la corrupción de EE.UU. y sus aliados en todo el globo.

Por esta razón, Assange ha sido sometido a más de una década ininterrumpida de viciosa persecución a manos de las potencias imperialistas. Actualmente está en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh en Londres, combatiendo su extradición a EE.UU., donde se enfrenta potencialmente a una pena de 175 años en prisión por cargos bajo la Ley de Espionaje.

Gabriel Shipton se pronuncia en un evento de defensa de Julian Assange en Londres, 2019 (WSWS Media)

El 4 de enero, la jueza británica Vanessa Baraitser bloqueó la extradición de Assange a EE.UU. afirmando que sería “opresivo” en virtud de su salud mental y el riesgo de suicidio en el sistema penitenciario estadounidense. No obstante, Baraitser avaló todos los otros aspectos del caso flagrantemente antidemocrático del Gobierno estadounidense. Consecuentemente, el fallo mantuvo a Assange en detención mientras se esclarecía el resultado del intento de golpe fascista del presidente estadounidense Donald Trump. Desde entonces, se le ha negado a Assange una libertad bajo fianza y h permanecido en Belmarsh mientras EE.UU. prepara su apelación para la Suprema Corte.

Su encarcelamiento continuo es inhumano. El único cargo que Assange enfrenta ya fue calificado como improcedente por el tribunal británico, pero la misma corte le ha ordenado permanecer en prisión. Lo mantienen encerrado en una celda de 10 metros cuadrados por 22 horas al día. Tan solo le permiten tomarse una ducha, hacer ejercicio, y recoger su comida y antidepresivos.

Stella Moris, la pareja de Assange, dijo recientemente que Assange “apenas está aguantando estar dentro de Belmarsh… esto se siente como un castigo interminable. A veces está tan desesperado que se siente como una carga, así que el suicidio es un temor muy real”.

Moris continuó: “Necesita la interacción humana y la estimulación mental. Lo he visto en un estado terrible, incapaz incluso de componer una oración”.

“Es difícil navegar la vida dentro. La prisión tiene su propio sistema criminal de justicia y se ha metido en líos [con los guardas] por las cosas más pequeñas, como pedir una cuchara cuando no tenía derecho a una”.

John Shipton protesta fuera de la prisión en Belmarsh, febrero de 2020 (WSWS Media)

La visita de los Shipton a EE.UU., tras giras a Australia y Europa, es un reconocimiento de que, si el veredicto ante la apelación es desfavorable para Assange, el principal frente de la campaña para su libertad se librará en EE.UU.

No existe ninguna razón para excluir un fallo tan podrido. Una de las primeras acciones del Gobierno entrante de Biden fue expresar que estaba decidido a seguir la persecución de Assange instigada por Trump. El Estado británico se sentirá mucho más tranquilo enviando al fundador de WikiLeaks a EE.UU. ahora que cuando el golpe de Estado de Trump no se había decidido.

La amenaza de extradición que llevó a la gira estadounidense en defensa de Assange plantea ante todo la interrogante más crucial de la campaña de defensa de Assange: ¿cuál fuerza social puede garantizar su liberación?

La gira en EE.UU. de los Shipton subraya el aspecto de mayor consecuencia política en el caso de Assange: el hecho de que ha sido sistemáticamente sometido a calumnias y aislamiento por parte de la prensa y los grupos pseudoizquierdistas.

Esto ha sido más cierto en EE.UU. que en cualquier otra parte. Durante la mayor parte de la década, las organizaciones mediáticas más grandes se unieron para calumniar al fundador de WikiLeaks, presentándolo como un hacker, terrorista, depredador sexual o agente ruso. Esto no ha cambiado fundamentalmente por el reconocimiento de último momento por parte del New York Times y otras publicaciones de las implicancias escalofriantes del caso para los derechos democráticos. Tales protestas se presentan como humildes solicitudes al presidente Biden que ni siquiera apeligran avergonzar a su Gobierno.

John Shipton en el evento “Candles 4 Assange” en Berlín, 2019 (WSWS Media)

La descomposición generalizada de los medios de comunicación estadounidenses, convirtiéndose en un mero accesorio del Estado de seguridad nacional, se pondrá de manifiesto este domingo, cuando se cumplen 50 años de la publicación de los Papeles del Pentágono por parte del New York Times. En aquel momento, el periódico estaba dispuesto tanto a publicar los documentos filtrados por el denunciante Daniel Ellsberg en los que se detallaba la desastrosa situación de la invasión de Vietnam por parte de Estados Unidos, como a defenderse ante una imputación del Estado en los tribunales.

Las organizaciones pseudoizquierdistas como Socialist Alternative se unieron a la caza de brujas de Assange, prestando credibilidad a las afirmaciones inventadas por el Estado sueco sobre agresiones sexuales, o bien guardaron silencio como Jacobin y los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés). El sepulcral silencio de Jacobin solo se ha roto recientemente con dos comentarios publicados antes de que Biden tomara posesión de su cargo, y con una entrevista en abril en la que se citaba al antiguo denunciante de la CIA, Jeffrey Sterling, donde indica que Assange no tendrá un juicio justo. Las advertencias hechas tardíamente sobre la amenaza que suponen para las libertades de prensa y los derechos democráticos no hacen más que subrayar su negativa políticamente criminal a movilizar a nadie en defensa de Assange.

No se puede confiar en absoluto en estos gestos soporíferos adaptados al imperativo político de apoyar a los demócratas. La clase dominante estadounidense está decidida a destruir a Assange, como un ataque preventivo contra la oposición de las masas a su belicismo imperialista.

La única fuerza que puede asegurar la liberación de Assange es un movimiento de la clase obrera internacional, cuyo contingente estadounidense debe desempeñar un papel líder.

Ayer, John y Gabriel Shipton estuvieron en Boston para recibir el premio en memoria de Sacco-Vanzetti 2021 por la justicia social de la Iglesia de la Comunidad de Boston, en nombre de Assange. El premio es totalmente apropiado.

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron anarquistas italianos acusados de asesinato y ejecutados en la década de 1920, en el punto álgido del “Temor Rojo” que conllevó la detención de miles de figuras de la izquierda. Esto incluyó el uso de la Ley de Espionaje para encarcelar y censurar a los socialistas, originalmente por su oposición a la matanza imperialista de la Primera Guerra Mundial.

Se lanzó una gran campaña mundial para conseguir la liberación de Sacco y Vanzetti. Pero con el tiempo, los organizadores de la campaña dejaron de lado los esfuerzos por organizar una lucha de la clase obrera en favor de respetuosos llamamientos a los políticos “progresistas”, a los elementos del Estado y al poder judicial. En palabras de Max Shachtman, que poco después desempeñó un papel en la fundación del movimiento trotskista estadounidense, “Como no comprendió o se negó a comprender la naturaleza intensamente clasista del caso, la defensa sucumbió a las exigencias de los abogados; cambió el movimiento de los trabajadores por las mociones de los abogados; vendió la primogenitura de clase de Sacco y Vanzetti por un revoltijo de leche y papilla liberal”.

l World Socialist Web Site se inscribe en la tradición de quienes buscaron la libertad de Sacco y Vanzetti por el único medio posible: la lucha de clases. Ahora como entonces, el destino de Assange está en manos de los trabajadores estadounidenses y de sus hermanos y hermanas de clase a nivel internacional.

En condiciones en las que el Gobierno de Biden y los medios de comunicación de EE.UU. están vomitando el veneno de la mentira del laboratorio de Wuhan en preparación para enfrentamientos militares con China, suprimiendo las noticias de los brotes de COVID-19 y de las huelgas de los trabajadores, la lucha por la verdad y los derechos democráticos contra las mentiras y la guerra se apoderará de las masas obreras. La campaña para liberar a Assange es la punta de lanza de esta lucha.

(Publicado originalmente en inglés el 9 de junio de 2021)

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