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Perspectiva

Craig Murray se une a Julian Assange tras las rejas

El exdiplomático y denunciante Craig Murray comenzó su pena de cárcel de ocho meses en Escocia por su supuesta “identificación parcial de información judicial [jigsaw identification]” de testigos en la imputación fallida bajo cargos de abuso sexual contra el exlíder del Partido Nacional Escocés (SNP; Scottish National Party), Alex Salmond.

El encarcelamiento de Murray por desacato procura ajustar cuentas por su largo historial en exponer los crímenes del imperialismo británico y estadounidense.

Se entregó en la estación de policía San Leonardo de Edimburgo el sábado por la tarde. Rodeado de simpatizantes, Murray, de 62 años y cuyas apelaciones de mitigación por cuestiones de salud fueron rechazadas por los tribunales de Escocia e Inglaterra, dio un abrazo a su esposa Nadira y sus dos hijos pequeños.

Desde 2002, Murray se ha ganado la hostilidad del Estado británico, sus servicios de inteligencia, cortes y prensa tras exponer los abusos de derechos humanos a manos de las potencias imperialistas tanto en Asia central como en la prisión de Belmarsh en Londres.

Como embajador británico en Uzbekistán en 2002, Murray expuso la complicidad británica y estadounidense en tortura como parte de la “guerra contra el terrorismo”. Un año después de la invasión estadounidense de Afganistán, denunció el uso generalizado de tortura por parte del régimen respaldado por estadounidenses de Islam Karimov, incluyendo, “violaciones con objetos como botellas quebradas; asfixia, arrancar uñas, golpear extremidades con objetos sin filo; y el uso de líquidos hirviendo incluyendo la inmersión completa del cuerpo”.

La exposición de Murray socavaba los planes de largo plazo que habían sido puestos en marcha después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Pocas semanas después del 11 de septiembre, Karimov permitió que EE.UU. estableciera una base militar en el sur de Uzbekistán y EE.UU. entregó $79 millones a las fuerzas de seguridad uzbekas. La tortura fue utilizada para extraer confesiones falsas, con información entregada por las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses, y para justificar la invasión y la ocupación militar de Afganistán e Irak.

En 2018, Murray utilizó su conocimiento de los servicios de inteligencia para exponer los esfuerzos del imperialismo británico para utilizar el envenenamiento del agente doble ruso, Sergei Skripal, y su hija Yulia para intensificar las hostilidades contra Rusia, vinculado a las acusaciones sensacionalistas de que Moscú había fabricado y desplegado “novichoks” en suelo británico.

Izquierda: Craig Murray y su familia fuera de la estación de policía San Leonardo en Edimburgo el día de su encarcelación por desacato (WikiMedia Commons). Derecha: Julian Assange.

Pero fue en 2019 cuando Murray saltó a la fama mundial por su elocuente defensa del perseguido fundador de WikiLeaks y periodista Julian Assange. Después de que Assange fuera secuestrado en la Embajada de Ecuador en Londres por un escuadrón policial en abril y acusado bajo la Ley de Espionaje por su denuncia de los crímenes de guerra de Estados Unidos, la defensa de Murray de su amigo fue implacable. Sus informes diarios durante las audiencias de extradición en febrero y septiembre de 2020 ganaron una audiencia de millones de personas, atravesando las mentiras, la basura y la hipocresía de los procedimientos judiciales británicos supervisados por la CIA.

En 2020, la exposición de Murray de los procedimientos judiciales al estilo de #MeToo contra Salmond proporcionó a la clase dirigente su oportunidad de silenciarlo. El exlíder del SNP fue acusado de violación y agresión sexual en 2019 a partir de las acusaciones que el Gobierno escocés pasó a la policía. Murray informó posteriormente “con un alto grado de certeza” de que la jefa de gabinete de la primera ministra Nicola Sturgeon, Liz Lloyd, estaba detrás de las informaciones aparecidas en la prensa escocesa en 2018 en las que se denunciaba una agresión sexual por parte de Salmond.

A pesar de una gran operación policial para animar a las mujeres a declarar contra Salmond, que incluyó unos 400 interrogatorios policiales, el jurado lo exoneró. Los testigos hicieron afirmaciones imposibles de verificar, a menudo inverosímiles y a veces refutadas en el tribunal. Pero mientras se demostraba la inocencia de Salmond, Murray fue acusado de desacato por su supuesta “identificación de testigos”, afirmación que ha refutado ampliamente.

El encarcelamiento de Murray es un hito más en el colapso de la democracia. Lady Leeona Dorrian, que presidió el juicio de Salmond y posteriormente condenó a Murray, está liderando los esfuerzos para abolir los juicios con jurado en los casos de agresión sexual. Como escribió Murray el domingo, “Tendremos entonces una situación en la que, como se estableció en mi encarcelamiento, no se podrá publicar ninguna información sobre el caso de la defensa en caso de que contribuya a la 'identificación parcial de información judicial [jigsaw identification]', y en la que la condena recaerá puramente en la opinión del juez...”.

“El derecho a que los hechos sean juzgados según acusaciones de delitos graves por un jurado de pares es una gloria de nuestra civilización. Es el producto de milenios, que no se puede tirar a la basura y sustituir por un enorme aumento del poder arbitrario del Estado. Esta tendencia está alimentada, por supuesto, por el actual dogma político de moda, según el cual hay que creer siempre a la víctima. Esa afirmación se ha transformado de un significado inicial de que la policía y los primeros en responder deben tomar en serio las acusaciones, a un dogma de que la acusación es una prueba y es incorrecto incluso cuestionar las pruebas, lo que por supuesto es negar la posibilidad misma de una falsa acusación”.

Al igual que Assange, que fue objeto de acusaciones de agresión sexual fabricadas por el Estado sueco, Murray es una víctima de la utilización por parte del Estado de la política de género para suprimir los derechos democráticos fundamentales, destinada sobre todo a silenciar a quienes denuncian los crímenes del imperialismo.

La condena de Murray ha sentado un peligroso precedente, sobre todo al poner en la mira a los medios de comunicación independientes. La sentencia del Tribunal Superior del 8 de junio insiste en que “es relevante distinguir su posición [la de Murray] de la de la prensa convencional, que está regulada y sujeta a códigos de práctica y ética de una manera en la que no lo están quienes escriben como el demandante”.

Esto es una hipocresía repugnante. ¿Cuáles son los “códigos de práctica y ética” que exhibe la prensa dominante cuando recicla la propaganda estatal sobre las “armas de destrucción masiva” de Irak, mentiras utilizadas para invadir, ocupar y destruir ilegalmente un país oprimido que provocó un millón de muertos?

El encarcelamiento de Murray amplía el precedente establecido por la acusación de Assange bajo la Ley de Espionaje. En medio de una pandemia que ha desencadenado una ruptura histórica del orden capitalista mundial, la clase dominante teme el estallido de la oposición masiva de la clase trabajadora a la desigualdad social maligna, la austeridad, la violencia policial y el autoritarismo, y la marcha ascendente hacia la guerra.

En 2010, las revelaciones de WikiLeaks sobre los crímenes de guerra en Irak y Afganistán, la tortura, las entregas extrajudiciales de prisioneros y la corrupción del Estado provocaron movimientos masivos de la clase trabajadora y los oprimidos en Túnez, que a su vez condujeron a la Primavera Árabe. La clase dirigente respondió designando a Assange como un “terrorista de alta tecnología”, en palabras de Joe Biden, y el exdirector de la CIA, Leon Panetta, dijo a la emisora pública alemana ARD que Assange estaba en el punto de mira para “enviar un mensaje a otros para que no hagan lo mismo”.

El jueves pasado, Murray publicó una declaración de prensa que fue ignorada por los principales medios de comunicación: “Creo que en realidad se trata de una venganza que el Estado ha perseguido por mucho tiempo por mi denuncia de la colusión de los servicios de seguridad con la tortura y mi larga colaboración con Wikileaks y otros denunciantes. Desgraciadamente, las cuestiones importantes de la libertad de expresión son un daño colateral”.

En enero de 2018, el Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site hizo un llamamiento a un movimiento internacional para luchar contra la censura en Internet. Describiendo los esfuerzos de Google, Facebook y Twitter para suprimir el acceso a los sitios web socialistas y contra la guerra en todo el mundo, el WSWS advirtió: “se está erigiendo la infraestructura tecnológica para un Estado policial capitalista del siglo veintiuno”.

El WSWS ha sido un blanco central de la censura corporativa, a través de su supresión deliberada de los resultados de búsqueda en Google a través de algoritmos y un ejército de censores. De los 150 principales términos de búsqueda de Google que le generaban visitas al WSWS antes de abril de 2017, para el verano de ese año, 145 de ellos ya no nos brindaban ninguna visita a nuestro sitio web. Estas restricciones, coordinadas por las agencias estatales de inteligencia en EE.UU. y Europa, se han vuelto más severas desde entonces. La sección alemana del CICI, el Sozialistische Gleichheitspartei (SGP) fue designado como una organización extremista por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) en 2018.

El WSWS ha insistido en que la defensa de los derechos democráticos debe ser librada por la clase obrera contra el Estado capitalista e independientemente de todos sus defensores políticos. Urgimos a los trabajadores y jóvenes de todo el mundo a que exijan la liberación inmediata de Murray y Assange como punta de lanza de la lucha contra las guerras imperialistas y el autoritarismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de agosto de 2021)

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