Español
Perspectiva

La sórdida campaña para deponer al gobernador neoyorquino Andrew Cuomo

El reporte de 165 páginas de la fiscal general de Nueva York, Letitia James, sobre las acusaciones de acoso sexual contra el gobernador neoyorquino Andrew Cuomo (demócrata), merece ser rechazado con desdén.

Nuestra oposición política a Cuomo y los demócratas casi no necesita mencionarse. Sin embargo, el proceso en marcha, cuyo objetivo es deponer a un gobernador elegido tres veces de uno de los cargos más poderosos en EE.UU. (que ha sido ocupado por cuatro futuros presidentes y seis expresidentes) a través de un escándalo sexual inventado, tan solo degradará más la política estadounidense y la empujará más hacia la derecha. La clase obrera no tiene ningún interés en respaldar las fuerzas que buscan saldar cuentas con Cuomo ni los métodos sórdidos que están utilizando.

Andrew Cuomo (crédito: Andrew Cuomo en Flickr)

Después de todo, ¿cuál es el contexto de la última campaña de #MeToo (#Amítambién)?

  • Oficialmente, se estima que 2,2 millones de residentes del estado de Nueva York han contraído el COVID-19, más que el 10 por ciento de la población, y 55.000 han muerto por el virus. La ciudad de Nueva York fue uno de los primeros epicentros de la pandemia, atestiguando horrendas imágenes en abril de 2020, según lo reportó la prensa, “de ambulancias constantemente retumbando a todo volumen en calles desiertas, bolsas de cadáveres siendo colocadas por montacargas en camiones refrigerados fuera de los hospitales y hora nuevas fosas comunes siendo cavadas en Hart Island [un cementerio público] para posibles funerales masivos”.
  • La pandemia ha profundizado la miseria social de millones en la ciudad y el estado para quienes llegar al final del día ya era una lucha, enfrentando bajos salarios, empleos precarios, pobreza, desahucios y falta de vivienda.
  • En enero, hubo un intento por parte de fuerzas fascistas para derrocar el Gobierno estadounidense e instalar una dictadura presidencial: un golpe de Estado dirigido desde la propia Casa Blanca. Envalentonados por la cobardía de los demócratas, los líderes en el Partido Republicano han defendido abiertamente la violencia e insurrección de derecha.

¿Cómo es posible que, bajo estas condiciones inauditas, la élite política y la prensa estén obsesionándose sobre si el gobernador Cuomo les dio o no besos indeseados a ciertas funcionarias de su personal o incluso que las haya tocado inapropiadamente?

No cabe duda de que están involucradas varias consideraciones políticas inmediatas. Ningún espectador podría siquiera empezar a concebir de los ajustes de cuenta personales y políticos dentro del aparato famosamente corrupto del Partido Demócrata y de los círculos más amplios en el Estado, algunos de los cuales se deben a ambiciones mezquinas y otros quizás lidian con varios miles de millones de dólares. El tosco Cuomo claramente se ha ganado un gran número de enemigos durante su carrera política.

El gobernador apunto a esto en su reacción inicial al reporte de James: “La política y los sesgos están entrelazados en todo esto”, dijo. “Uno sería ingenuo en pensar lo contrario y los neoyorquinos no son ingenuos”.

Sin embargo, la clave para entender la respuesta de los medios de comunicación radica fundamentalmente en las condiciones sociales a las que nos hemos referido anteriormente. El cuasi frenesí, sobre todo, se deriva de la necesidad de distraer del virus catastrófico, la amenaza fascista y el estado general de la vida en los Estados Unidos.

En parte, también puede haber un intento específico de evitar cualquier examen de la respuesta de los demócratas de Nueva York a la pandemia. El año pasado, Cuomo y el Gobierno estatal ordenaron que los adultos mayores y discapacitados mentales que dieran positivo al COVID-19 fueran internados en hogares de ancianos, y luego ocultaron el número de personas que murieron. Unos 9.000 adultos mayores y 552 discapacitados mentales perecieron como resultado de esta política asesina. Con la deposición de Cuomo, quizás algunos esperan que el desastre se le pueda achacar solo a él para así enterrarlo en el pasado.

Estos motivos reaccionarios ayudan a explicar el carácter deshonesto, vacío e incluso farsante del informe de James. Para compensar su deficiente contenido, los autores –que necesitan urgentemente, entre otras cosas, un editor— repiten fastidiosa y burocráticamente muchas de las mismas acusaciones una y otra vez, siempre con las mismas frases trilladas y rebuscadas.

“Encontramos que el nivel de detalle y la coherencia del relato de X, su comportamiento y las circunstancias de sus alegaciones son creíbles. ... Encontramos que las declaraciones del Gobernador sobre su propio conocimiento de las quejas de X no son creíbles”. No se aportan pruebas convincentes, todo se basa aquí en afirmaciones sin fundamento y en rumores.

“Constatamos”, entona solemnemente el informe, “que el gobernador acosó sexualmente a varias empleadas actuales y anteriores del Estado de Nueva York, entre otras cosas, realizando contactos no deseados y no consentidos, así como haciendo numerosos comentarios ofensivos de carácter sugestivo y sexual que crearon un ambiente de trabajo hostil para las mujeres”.

Las quejas difícilmente llegan al nivel de ser juzgadas en base a su verdad o no verdad. ¿Comentó Cuomo sobre el aspecto de la asistente ejecutiva nº 1, preguntó a la agente nº 1 por qué no usaba vestidos o “agarró el trasero” de la empleada de la entidad estatal nº 1? No tenemos ni la menor idea y no podría importarnos menos.

En este momento, los gobernadores de Florida y Texas, entre otros, están matando activamente a la gente mediante la política de “apertura” de sus estados.

¿En qué se concentran los medios de comunicación estadounidenses?

El New York Times, que ayudó a iniciar el asqueroso escándalo sexual, insiste ahora piadosamente en que si “el Sr. Cuomo se preocupa por el bienestar del estado y de sus ciudadanos tanto como ha dicho que lo hace a lo largo de los años, tiene que hacer lo correcto y dimitir”. El presidente Joe Biden, que se enfrentó a acusaciones similares en 2020, ha pedido a Cuomo que dimita, junto con la diputada Nancy Pelosi y “casi todos los demás legisladores demócratas importantes tanto en Albany como en Washington”.

Biden nunca ha exigido la dimisión de Marjorie Taylor Greene, la congresista fascista de Georgia, ni de los senadores Ted Cruz (Texas) y Josh Hawley (Missouri), que formaron parte del complot del 6 de enero. Estos criminales antidemocráticos se pasean impunemente por Washington. Esencialmente, los demócratas no han tomado ninguna medida.

Es probable que se haya dedicado más dinero y recursos a la investigación de Cuomo que a la del intento de derrocar la Constitución de Estados Unidos hace siete meses. El asunto ha sido ciertamente perseguido con más celo y entusiasmo.

Los autores del informe de James se jactan de que, en el curso de la investigación sobre la conducta sexual de Cuomo, “emitimos más de 70 citaciones para obtener documentos y otra información, y recibimos más de 74.000 documentos. También entrevistamos a 179 personas y tomamos declaraciones bajo juramento a 41 de ellas”. De nuevo, querido lector, esto implica acusaciones de besos, coqueteos y manoseos no deseados.

Además, continúan los cruzados de la mala conducta sexual, “recibieron comunicaciones del público en general a través de una línea de denuncias que consistía en una dirección de correo electrónico, un buzón de voz y una línea de mensajes de texto creada para la investigación. En total, recibimos aproximadamente 280 soplos potenciales de miembros del público”. Los investigadores “revisaron y rastrearon cada comunicación potencialmente relevante y tomaron las medidas apropiadas, incluyendo el seguimiento de las personas que habían proporcionado información potencialmente relevante”.

Ingenuamente, uno lee todo esto y los numerosos titulares sobre un informe “bomba” con cierto grado de incredulidad. No puede ser posible. Esto no puede ser lo que le preocupa a esta gente en este momento de la historia. Pero, a su manera, el episodio habla del estado actual de las relaciones sociales en Estados Unidos y de la orientación de varias clases y capas sociales.

Hay que alimentar a la bestia de la política de identidades. Su apetito es insaciable. La clase media-alta acomodada de Nueva York, una de las ciudades con mayor desigualdad social del mundo, es indiferente a las condiciones de los empobrecidos y los que sufren, pero está totalmente obsesionada con el sexo, el género y la raza. Ve todo el contenido del mundo a través de ese prisma de bajo ángulo. Para esta multitud egoísta y miope, la campaña anti-Cuomo está legitimada de antemano por el hecho de que la fiscal general James es negra y mujer y que la sucesora de Cuomo, si este fuera derrocado, sería Kathy Hochul, una mujer.

Hemos evidenciado en los últimos años, para mencionar tan solo algunos incidentes ignominiosos, la expulsión del senador Al Franken de la vida política, el hostigamiento hasta la muerte de James Levine, la destrucción de la carrera del actor Kevin Spacey, la prohibición del cantante de ópera Plácido Domingo de los escenarios neoyorquinos, la virtual desaparición de la biografía de Philip Roth. En 1998-99, Bill Clinton fue el blanco de un escándalo sexual fraudulento elaborado por la extrema derecha. El Partido Demócrata y sus distintas bases de apoyo ahora adoptaron estos métodos como propios y se han vuelto los principales proponentes de las cacerías de bruja sexuales, complaciendo mucho a Fox News, el New York Post y compañía.

Cada vez más, la élite gobernante estadounidense interrumpe el proceso político a través de medios de escándalos sexuales, juicios políticos y extraparlamentarios. La campaña para destituir a Cuomo no tiene ningún contenido progresista del todo. Es otra muestra de la agonía mortal de la democracia estadounidense. La oposición de la clase obrera al orden regido por el Partido Demócrata y al Partido Republicano tiene que desarrollarse con base en su propia estrategia alternativa socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de agosto de 2021)

Loading