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Perspectiva

Condiciones meteorológicas extremas, el cambio climático y el caso del socialismo

Las desastrosas inundaciones en el condado Humphreys de Tennessee durante el fin de semana se han cobrado al menos 21 vidas, incluyendo las de dos bebés, y 45 personas siguen desaparecidas. Las inundaciones repentinas fueron el resultado de una tormenta que arrojó 432 mm acumulados de agua sobre la región el sábado, probablemente estableciendo un récord estatal.

Bomberos en la escena de un incendio forestal cerca del pueblo de Kyuyorelyakh en el [area de Gorny Ulus, al oeste de Yakutsk, Rusia, 5 de agosto de 2021 (AP Photo/Ivan Nikiforov)

Las imágenes iniciales muestran la devastación de comunidades enteras, incontables hogares destruidos como si un huracán, tornado o incendio forestal hubiera arrasado con la zona. Se han activado esfuerzos de rescate de distintas agencias, incluyendo la Agencia de Manejo de Emergencias de Tennessee, el Departamento del Transporte estatal, la Guardia Nacional de Tennessee, la Patrulla de Autopistas de Tennessee y el Departamento de Salud de Tennessee.

Las inundaciones mortales en Tennessee, así como aquellas que han ocurrido en Michigan, no son simplemente desastres naturales. Como ocurre con los incendios forestales, huracanes y los vórtices polares, las inundaciones también se están volviendo más frecuentes “eventos meteorológicos extremos” por el cambio climático inducido por los humanos. Esta relación causal fue establecida concluyentemente en el último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, que declaró: “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y las superficies terrestres”, que a su vez están conectados a “cambios observados en los extremos como olas de calor, precipitación severa, sequías y ciclones tropicales”.

El mismo reporte también vincula directamente el cambio climático con eventos recientes y específicos, como las inundaciones en Europa, los incendios forestales en el oeste de EE.UU., las sequías en distintas partes del mundo y los huracanes más fuertes, como el huracán Henri que golpeo Rhode Island el domingo y ha causado apagones en toda Nueva Inglaterra.

Otros eventos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático incluyen:

- Una ola de calor récord en Grecia que alcanzó los 47,1 grados centígrados y que desencadenó múltiples incendios forestales en todo el país que, hasta el momento, han causado la muerte de dos personas, han herido a otras 20, han quemado varias viviendas y unos 1.248 kilómetros cuadrados, y han obligado a evacuar a miles de personas. Al igual que la ONU, la Organización Meteorológica Mundial ha relacionado los incendios forestales con los efectos del cambio climático y el calentamiento global.

- Las montañas de la región argelina de Tizi Ouzou se han visto azotadas por más de 100 incendios forestales en las últimas dos semanas. Han ardido cientos de kilómetros cuadrados y las ciudades de Larbaâ Nath Irathen, Beni Douala y Aït Mesbah se han convertido en cenizas, causando más daños que todos los incendios de 2008 a 2020 juntos. Hasta el momento, noventa personas han muerto luchando contra las llamas.

- Los incendios forestales en Bolivia han quemado más de 1.500 kilómetros cuadrados de terreno en las regiones del Amazonas y el Chaco del país. Estas zonas albergan grandes poblaciones de pueblos indígenas de Sudamérica, así como una gran variedad de plantas y animales. La región es también una de las zonas más importantes del planeta para capturar y almacenar el carbono de la atmósfera, uno de los muchos procesos naturales que reducen la cantidad de gases de efecto invernadero que circulan libremente.

- Los mayores incendios forestales de la Tierra se encuentran actualmente en Siberia, donde cientos de incendios han quemado más de 161.350 kilómetros cuadrados desde el comienzo del año, una cantidad comparable a la catastrófica temporada de incendios forestales de Australia 2019-20. Los incendios se han visto en parte exacerbados por las altas temperaturas récord que han alcanzado los 47,78 grados centígrados durante el verano. El humo de los incendios ha cubierto el cielo por 3.200 km de este a oeste y de 4.000 km de norte a sur, llegando hasta Ulán Bator, la capital de Mongolia, además de alcanzar por primera vez el Polo Norte.

- Las fuertes lluvias en la región turca del mar Negro provocaron inundaciones repentinas que han causado hasta ahora la muerte de al menos 82 personas. Estas muertes siguen a las inundaciones de julio en Europa, en las que murieron más de 230 personas en Alemania, Bélgica, Rumania, Italia y Austria. Otras inundaciones graves y mortales se han producido en China, Estados Unidos, India, Pakistán, Japón, Afganistán y Nueva Zelanda, que han matado a miles de personas y han afectado a la vida de cientos de millones.

En otro indicador del cambio climático mundial, el sábado llovió en la cumbre de Groenlandia por primera vez desde que se tienen registros. Las temperaturas se elevaron por encima del punto de congelación por tercera vez en menos de una década, lo que permitió que se produjeran las anormales precipitaciones. La lluvia se produce después de un importante deshielo en julio, cuando se derritieron más de 8.500 millones de toneladas de hielo superficial en un solo día. Ese ritmo de derretimiento es similar al que se produjo en 2019, cuando una primavera cálida y una ola de calor en julio hicieron que Groenlandia perdiera 532.000 millones de toneladas de hielo en un solo año, lo que provocó un aumento permanente del nivel global del mar de 1,5 milímetros.

Podrían mencionarse muchas otras mediciones de los peligros que plantea el cambio climático. Como indica la amplitud geográfica de los ejemplos anteriores, no hay país que no esté experimentando los efectos nocivos de los fenómenos meteorológicos extremos causados por el cambio climático.

El alcance de las catástrofes también pone de manifiesto la bancarrota del capitalismo y su total incapacidad para hacer frente de manera significativa a la crisis climática en curso.

En un memorándum interno de 1982 que “se difundió ampliamente entre los directivos de Exxon”, se dejaba claro que las temperaturas globales aumentarían bruscamente a medida que se liberara más CO2 a la atmósfera. El memorándum de entonces preveía un aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera y de las temperaturas globales que se observan en la actualidad, y también preveía que las temperaturas globales superarían un aumento de 1,5 grados centígrados antes de mediados de este siglo y de 2 grados centígrados alrededor de 2060.

Informes similares se habían mostrado a las Administraciones del demócrata Jimmy Carter y del republicano Ronald Reagan, que advirtieron en la década de 1980 que el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera como resultado de la quema de gases de efecto invernadero y el consiguiente aumento de las temperaturas globales acabaría provocando consecuencias medioambientales catastróficas para la población mundial, como el deshielo de los glaciares, la subida del nivel del mar y la sumersión de regiones costeras enteras bajo decenas de metros de agua.

Más recientemente, el informe Carbon Majors de 2017 mostró que solo 100 corporaciones de todo el mundo producen ahora cerca del 90 por ciento de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero cada año, y son responsables de cerca de la mitad de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por las actividades humanas desde la revolución industrial. Esa misma presentación también señalaba que, si la tendencia de extracción y liberación de combustibles fósiles se mantiene durante el próximo cuarto de siglo, las temperaturas medias mundiales estarían en camino de alcanzar un aumento de 4 grados centígrados para el año 2100.

Un aumento tan brusco de las temperaturas globales, para el que el mundo está actualmente en camino, sería sólo el precursor de tormentas más devastadoras, olas de calor largas, sequías más severas e incendios forestales sin tregua.

Junto con el aumento del nivel del mar y el ahogamiento de todas las ciudades costeras del planeta, los arrecifes de coral de todo el mundo probablemente morirían, eliminando una piedra angular de la cadena alimentaria y amenazando a los supervivientes de las inundaciones masivas con una inanición masiva.

También existe el peligro creciente de que el clima de la Tierra entre en una etapa cualitativamente diferente, en la que los efectos de retroalimentación positiva de la etapa actual de calentamiento global acaben por desvincular el clima de la Tierra de la actividad industrial humana. En estas condiciones, otros procesos geofísicos, como la liberación masiva de metano por el deshielo del permafrost, amenazan con calentar el planeta mucho más de lo que es capaz incluso la quema de combustibles fósiles. Este escenario sería exponencialmente más difícil de contener para las técnicas científicas modernas.

Sin embargo, para la clase capitalista, detener los cataclismos que podrían poner fin a la civilización es mucho menos importante que proteger sus ganancias. Como ha sido el caso durante décadas, ExxonMobil, BP y otras grandes corporaciones de combustibles fósiles, así como los fondos de inversión y los bancos de Wall Street que poseen sus acciones, están más preocupados por que el carbón, el petróleo y el gas natural sigan siendo extraídos y vendidos para enriquecerse aún más ellos mismos y sus socios oligarcas. Si la Tierra se envenena y se quema en ese empeño, que así sea.

Es preciso hacer una comparación con la pandemia de coronavirus. Así como los políticos y los medios de comunicación del mundo han ignorado o han intentado activamente provocar los contagios mortales para proteger las ganancias de las empresas, con un saldo de al menos 4,4 millones de muertos, están impulsando activamente la destrucción del medio ambiente. La necesidad objetiva de aumentar las tasas de ganancias ha conducido a una explotación acelerada de los recursos del mundo y resultado directamente en los desastres ecológicos actuales (y futuros).

Los trabajadores y los jóvenes deben extraer las lecciones de la crisis actual causada por una inacción sostenida. La lucha por detener el cambio climático –como la lucha contra la pandemia y la amenaza de guerra— debe asumir un carácter político. Requiere la movilización revolucionaria de la clase obrera internacional contra el capitalismo. Requiere que los trabajadores comprendan que sus intereses sociales son objetiva y diametralmente opuestos a los de los capitalistas y la propiedad privada de los medios de producción. Requiere una lucha por la transformación socialista de la sociedad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de agosto de 2021)

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