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Conferencia de la Escuela de Verano 2021 del SEP

Desde las elecciones presidenciales estadounidenses hasta el golpe de Estado de Trump

Este discurso se dio con una serie de diapositivas y videoclips, muchos de los que no se pueden reproducir aquí. Éstos se resumirán cuando sea apropiado.

Este reporte cubrirá los eventos desde el 3 de noviembre de 2020 hasta el 6 de enero de 2021, un período de 64 días. El World Socialist Web Site escribió 12 perspectivas durante los primeros 25 días después de las elecciones. Urjo que las lean, porque solo puedo citar una fracción de ellas.

Una parte de la horda pro-Trump en el Capitolio el 6 de enero. (Foto de AP/John Minchillo)

Estos eventos, mientras involucraban un conflicto amargo dentro de la clase gobernante estadounidense, formaban una preocupación urgente para la clase obrera. Trabajadores deben entenderlos, tener una actitud política, poder explicarlos a sus colegas y actuar. Éstas no son cuestiones que sólo les interesarán a los intelectuales, los profesionales políticos y expertos.

Nuestro enfoque es el contrario diamétrico de la posición de la pseudoizquierda, que hasta el punto en que reconocen la existencia de la clase obrera la reducen a la forma más básica del sindicato, que no solo es una idea históricamente anticuada, como hemos explicado, pero excluye cualquier intervención de la clase obrera en las cuestiones y conflictos políticos de mayor importancia que determinan la vida de la sociedad.

Los mapas de los votos del Colegio Electoral en 2016 y 2020 son familiares. Hay cinco estados anteriormente Republicanos que se convirtieron Demócratas – los tres estados industrializados norteños, Wisconsin, Michigan, y Pennsylvania, y los dos de la Franja Solar, Arizona y Georgia.

Según el voto popular, Biden ganó por 7 millones. En 2016, Clinton ganó por 3 millones de votos. El voto Demócrata aumentó por 15,4 millones y el voto Republicano por 11,2 millones, subiendo el margen Demócrata de 2,9 millones a 7,1 millones.

El margen del voto popular por Biden era, según una perspectiva histórica, una victoria decisiva. En comparación, George W. Bush fue reelegido en 2004 por 3 millones de votos, y Barack Obama en 2012 por justo menos de 5 millones de votos. Bill Clinton ganó en 1992 por 5,8 millones de votos. El margen de Biden era igual al margen de 7,1 millones en la victoria de George H. W. Bush sobre Michael Dukakis en 1988. Es un poco menos de los 8,2 millones de votos que separó a Clinton de Bob Dole en 1996 y el margen de 8,5 millones de votos por Obama sobre John McCain en 2008.

El cambio más importante fue el aumento gigante en participación electoral para los dos partidos, pero más para los Demócratas, que reflejó dos procesos relacionados: oposición masiva a la administración de Trump y acceso más fácil a la votación a causa de unas modificaciones en procedimiento a causa de la pandemia del coronavirus.

El porcentaje de la población que votó, 66,8 por ciento, fue el más grande desde 1900, antes de que las mujeres y la mayoría de afroamericanos tuviesen el derecho al voto. Los aumentos de porcentaje más grandes fueron con los jóvenes entre 18 y 29, asiáticos americanos y los con un poco de educación universitaria pero no una licenciatura de cuatro años. La participación entre afroamericanos aumentó, alcanzando 70 por ciento, encima del promedio nacional, a lo largo de ocho “estados disputados”.

El punto de revisar estos números es para demostrar qué sabían, sin duda dentro de unos días después de las elecciones, los profesionales de campaña Demócratas y Republicanos, oficiales elegidos y los analistas y expertos de los medios corporativos.

Todos sabían, según las estadísticas y encuestas de salida nacionales y por estado, que Biden había ganado decisivamente. Había un aumento colosal en la participación, en términos de porcentajes y números absolutos. Esto fue la causa básica de la derrota de Trump. Era una repudiación popular de su presidencia.

Nada en estos resultados genuinamente sorprendió a los analistas profesionales de las dos campañas o los medios. Los mismos expertos en números de Trump habían mostrado su desventaja durante varias semanas. Ésa era una de las razones por las que declaró estridentemente, mucho tiempo antes de las elecciones, que no iba a aceptar los resultados.

Los cómputos por estado no mostraban ningunos números anómalos en los estados muy “disputados”. El margen no era pequeño, y no había ninguna base objetiva para la afirmación de fraude electoral.

Si se dudaba la victoria de Biden, también se tendría que dudar las victorias de cientos de candidatos Demócratas en la Cámara y el Senado y en las carreras electorales de gobernadores estatales. Con una sola excepción, sin embargo, los Republicanos perdedores no aclamaban victoria y concedieron dentro de días, e incluso horas, de la manera normal. Pero Trump no iba a respetar esas reglas.

La respuesta de Trump a los resultados de las elecciones

Mucho tiempo antes de las elecciones, Trump había declarado que no necesariamente iba a aceptar los resultados del voto. Uno se acuerda de que es una repetición de su campaña de 2016, cuando durante un debate con Hillary Clinton él se negó con antelación a aceptar los resultados del voto siguiente. Incluso después de ganar en 2016, él afirmó que la victoria de Clinton en el voto popular ocurrió a causa de los millones de votos ilegales por inmigrantes indocumentados.

Éste se convirtió en un tema común en los comentarios de Trump durante manifestaciones de campaña durante el verano de 2020. Repetidamente afirmó que se debía dudar de los votos de correo, aunque él mismo los empleaba, sus candidatos dirigían el departamento de correos y los Republicanos controlaban la mayoría de gobiernos o legislaturas estatales, particularmente en los estados disputados como Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Carolina del Norte, Georgia, Florida y Arizona.

En el medio de la noche, cerca de las 3:00 de la mañana el 4 de noviembre, Trump aclamó su victoria en la televisión nacional, basándose en los resultados del mismo día en muchos de los estados disputados. Todavía estaban contando millones de votos por correo, y los encuestadores de Trump, así como los de los medios, sabían que la tendencia era votos por Biden. Durante varios días, los medios con cobardía se negaron a reconocer esta tendencia y llamar por la victoria de Biden, dando un impulso a las afirmaciones de Trump.

Tan pronto como Biden fue declarado el vencedor, Trump empezó a planear su desafío de los resultados. Ésta fue una acción sin precedentes en la historia estadounidense.

Aquí tenemos el primer análisis de mayor importancia por el WSWS de la crisis postelectoral, escrito por David North y Joseph Kishore y publicado el 7 de noviembre de 2020, bajo el título, “Negativa de Trump a conceder prepara escenario para crisis postelectoral”. Mostraba, mientras todavía se contaban los votos, el esbozo básico de la situación. Particularmente notables son las conclusiones sobre Trump. Escribimos:

Parece que el candidato del Partido Demócrata Joe Biden está a punto de ganar suficientes estados para ser elegido presidente de los Estados Unidos. …Sin embargo, lo que Biden describió una vez como su “peor pesadilla”, que Trump no acepte una derrota en las urnas, puede, de hecho, estar en marcha.

En un extraordinario discurso en la Casa Blanca el miércoles por la mañana, Trump se proclamó ganador. “Francamente ganamos esta elección”, dijo. “Así que iremos a la Corte Suprema de los Estados Unidos. Queremos que toda la emisión de votos se detenga”. Por “emisión de votos”, Trump quiere decir un alto en el conteo de votos por correo que fueron presentados legalmente…

Independientemente de si logra o no evitar la derrota a corto plazo --mediante una combinación de impugnaciones legales, manifestaciones de derecha, amenazas y uso real de la violencia--, Donald Trump y el movimiento fascistizante y anticonstitucional cuyo crecimiento ha estado fomentando no van a desaparecer de la escena política.

Como ha advertido repetidamente el World Socialist Web Site desde su intentona golpista en junio pasado, la estrategia política de Trump nunca se ha limitado a cálculos puramente electorales. Durante los últimos tres meses, ha estado haciendo campaña más para el cargo de Führer que de simple presidente. Esa campaña fascistizante no ha terminado.

No proporcionaré un discurso detallado de los movimientos legales y políticos que ocurrieron durante los meses después de las elecciones. La campaña de Trump presentó más de 60 demandas, casi todas en los seis estados disputados en los que Biden ganó. En ninguna demanda se ofrecía evidencia significativa de fraude. Los abogados de la campaña como Giuliani hablaron fuertemente sobre el fraude en ruedas de prensa y manifestaciones pero tenían muy poco que decir en las cortes.

Esto no fue simplemente una negligencia legal o la demencia o insanidad de ciertos abogados. Había una estrategia política definitiva involucrada. Afirmaciones fuertes de fraude tenían el blanco de enfurecer y movilizar a los defensores de Trump y poner presiones políticas en las legislaturas estatales para interferir y anular el voto popular en sus estados. Debían dar a Trump los votos electorales de sus estados, según la teoría notoria del Magistrado de la Corte Suprema Antonin Scalia, articulado en 2000, de que no existe ningún derecho al voto constitucional por el presidente, y que las legislaturas estatales podían elegir sus propios electores presidenciales, desafiando la decisión de los votantes. Trump siquiera convocó a los líderes de legislaturas estatales y legisladores individuos de Michigan y Pennsylvania a la Casa Blanca, y se puso en contacto con legisladores en Arizona, Georgia, y Wisconsin.

Los desafíos legales de Trump culminaron en la demanda hecha por 18 estados con fiscales generales Republicanos, que pidieron a la Corte Suprema que anulase los resultados electorales en cuatro estados disputados, un esfuerzo extraordinario a hacer que la corte autorizara la intervención política por los gobiernos estatales encabezados por Republicanos en los estados a los que no controlaban. La corte denegó la demanda por un voto de 9-0.

Estos esfuerzos últimamente fallaron, no porque los varios Republicanos en el nivel del estado como el Secretario del Estado de Georgia Brad Raffensperger eran defensores intransigentes de la democracia, sin decir nada sobre la Corte Suprema. Pero había demasiados estados, y la ventaja de Biden en esos estados era demasiado ancho para hacer que fuese posible repetir el caso Bush contra Gore. Los oficiales estatales así como los magistrados de la Corte Suprema temían que su intervención por Trump, quien había perdido tan claramente, habría prendido una oposición popular y masiva y se habría convertido en un catástrofe político.

Trump purga el Pentágono

Oficiales del Pentágono Christopher Miller, Kash Patel, Ezra Cohen-Watnick, y Anthony Tata (Wikimedia Commons)

El 9 de noviembre, Trump tomó su primera medida en respuesta a su derrota electoral, despidiendo al Secretario de Defensa Mark Esper, con quien había tenido un problema durante el verano sobre la reticencia de Esper a desplegar el ejército contra las protestas masivas contra la violencia policial. Su sustituta, Christopher Miller, era un personaje más o menos desconocido, un exmiembro de los Boinas Verdes con una carrera militar de 30 años, con servicio en Irak y Afganistán incluido, que alcanzó el nivel de coronel en las fuerzas especiales antes de jubilarse en 2014. Volvió al gobierno como un oficial del Pentágono bajo Trump, como director del Centro Nacional Antiterrorista (NCTC, por sus siglas en inglés).

El jefe de personal de Miller era Kash Patel. Él era un exabogado militar asignado a las fuerzas especiales. Se unió al personal de Devin Nunes, el oficial Republicano más alto del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, y desde esa posición fue a la Casa Blanca. Más tarde se determinó que Trump quería designarle el subdirector de la CIA y despedir a Directora Gina Haspel.

Ezra Cohen-Watnick, también designado a una posición alta en el departamento de Defensa, era un exoficial civil de la Agencia de Inteligencia de la Defensa que más tarde trabajaba para la CIA, luego para el Pentágono de nuevo, y el Consejo de Seguridad Nacional bajo Trump, donde fue nombrado el director sénior de programas de inteligencia por Michael Flynn. Cohen-Watnick según informes filtró información sobre la vigilancia de Trump por la CIA a Devin Nunes, el líder del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

Anthony Tata era un oficial militar profesional jubilado, un exgeneral de brigada, asignado a Haití, Panamá, Kosovo y Afganistán. Él había descrito a Obama como un musulmán y un “líder terrorista” y era tan derechista que unos Republicanos del Senado habían bloqueado su nominación al puesto del Pentágono. Más tarde, Trump le dio el puesto de subsecretario interino y, con la vacante de un subsecretario, empezó a ejercer los poderes de esa oficina también.

El WSWS publicó una declaración el 11 de noviembre de 2020, con el título, “¡Detengan la conspiración de Trump para anular las elecciones de 2020!” que empezó así:

El presidente Donald Trump se está rehusando a aceptar su derrota electoral y está persiguiendo activamente un golpe de Estado para revocar los resultados de las elecciones de 2020 y establecer una dictadura personalista.

La situación no podría ser más clara: Trump está haciendo lo que dijo que haría antes de las elecciones. Está negando la legitimidad de una elección que Biden ganó de manera decisiva, buscando crear un cuento falso de que la elección fue “robada” y conspirando para desechar los votos de millones.

El Partido Republicano, que está asumiendo cada vez más un carácter de una organización fascistizante y criminal, se sumó a la conspiración. Los dirigentes republicanos a nivel federal y estatal han respaldado las mentiras de Trump y se han rehusado a reconocer la victoria de Biden. En un discurso en el Senado, el líder de la mayoría Mitch McConnell declaró que “está 100 por ciento en su derecho considerar acusaciones sobre irregularidades y sopesar sus opciones legales”.

Las maniobras pseudo legales de Trump cuentan con el respaldo de la incitación de violencia por parte de fuerzas ultraderechistas y fascistizantes, apoyadas por sectores de la policía y el aparato estatal. Hay manifestaciones planeadas este fin de semana en Washington DC para movilizar a los simpatizantes de Trump bajo la consigna “Detengan el robo”.

El lunes, Trump despidió al secretario de Defensa, Mark Esper, quien había criticado previamente los planes de Trump de desplegar tropas contra manifestantes pacíficos. El nuevo jefe “en funciones” del Pentágono será Christopher Miller, un operador por 30 años de las Fuerzas Especiales y un coronel jubilado. A diferencia de la forma implacable en la que está procediendo Trump, el Partido Demócrata está actuando con su usual combinación de cobardía y falta de seriedad. El martes, Biden restó importancia a las acciones de Trump llamándolas una “vergüenza”. Biden añadió: “El hecho de que no estén dispuestos a reconocer que ganamos a este punto no tiene muchas consecuencias para nuestros planes”.

Esta declaración identifica todas las características importantes de la situación política: las acciones sin precedentes de Trump, el apoyo por ellas del Partido Republicano, la incitación de violencia, la purga del Pentágono y la complacencia completa del Partido Demócrata. Esto ocurrió solo cuatro días después de que Biden fuera declarado el ganador en las elecciones.

Los cómplices fascistas de Trump

I Alone Can Fix It

El libro I Alone Can Fix It (Sólo Yo Lo Puedo Arreglar) es por lo general una repetición de informes periodísticos sobre la administración de Trump, pero da unas percepciones vívidas sobre el período del 3 de noviembre hasta el 6 de enero. Describe una llamada telefónica a Milley de un amigo anónimo, probablemente Mattis, Gates, u otro exoficial de alto nivel. Cito:

El amigo estaba muy preocupado sobre los acólitos derechistas que acababan de ser elevados y disfrutaban de un acceso especial a Trump, advirtiendo que eran una parte de un cabal más grande dispuesto a cruzar cualquier línea para mantenerse en poder. “Lo que intentan hacer es derrocar al gobierno”, le advirtió el amigo. … “Eres tú uno de los únicos que pueden prevenir que pasen unas cosas muy malas”.

El amigo comenzó por describir a Michael Ledeen … Ledeen tenía conexiones profundas a Flynn, Cohen-Watnick, Patel, Steve Bannon y Erik Prince, fundador del grupo contratista militar privado Blackwater USA [el hermano de la Secretario de Educación de Trump, Besty DeVos] ... [Ledeen] era del campo neoconservador y había estudiado el líder ultraderechista italiano Benito Mussolini y el ascenso del fascismo. Ledeen desde hace tiempo había declarado que Irán era el epicentro de la maldad y tenía que ser destrozado. Su esposa, Bárbara Ledeen, una miembro de personal del Senado a largo plazo, era como la madre de sesiones de planificación neoconservadoras en la casa de Bannon … donde Patel y Cohen-Watnick eran invitados frecuentes. El amigo le recordó a Milley del mantra de Bannon: Destrocen las instituciones. Milley estaba afectado. ¿Realmente iba a pasar un golpe de Estado?

Michael Ledeen y Steve Bannon (Wikimedia Commons)

El WSWS, y su predecesor el Bulletin, conocen bien a Ledeen, quien tiene una historia larga desde 40 años atrás durante la administración de Reagan y el escándalo de Irán-Contra.

Esta sección de I Alone Can Fix It concluye con la afirmación de Milley que tal vez es la revelación más citada del libro. Después de citar las preocupaciones de Milley de que Trump, después de su destitución de Esper como Secretario de Defensa, pudiera intentar reemplazar a Gina Haspel como directora de la CIA y a Christopher Wray como el director de la FBI, el libro cita a Milley sobre la posibilidad de un golpe de Estado en pro de Trump.

“Quizás intenten, pero de mierda no van a tener éxito”, les dijo. “No puedes hacer esto sin el ejército. No puedes hacerlo sin la CIA y FBI. Somos los hombres con las armas”.

Si los “hombres con armas” deciden salvar la democracia estadounidense de Trump, pues la democracia estadounidense está en las manos de los “hombres con armas”. Deciden ellos, no la gente. Eso no es la democracia.

Más tarde el libro relata que Milley sintió que había una posibilidad de que Trump intentaría destituirlo de su posición de Jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, aunque solo había sido designado en 2019 y su período estatutario terminaba en 2023, a menos que fuese destituido por causa justificada. Para prevenir ésa u otra acción de Trump a la que los generales se oponían, como una retirada total de Afganistán, Milley y los Jefes del Estado Mayor discutieron un plan de renuncias secuenciales. Si Milley dimitiese o fuese despedido, todos los Jefes del Estado Mayor se negarían a hacer lo que Milley se hubiera negado a hacer y luego dimitirían públicamente. Es decir, habría una rebelión de oficiales militares, que de ningún modo es una característica de la democracia.

En muchos aspectos, las manifestaciones en pro de Trump en Washington en noviembre y diciembre eran las preparaciones más importantes del golpe del 6 de enero, porque atrajeron a muchos de los individuos y todas las organizaciones y líderes de primera línea, a los que se puede considerar los suboficiales y tenientes del intento de golpe, al lugar donde estarían conduciendo sus operaciones.

El 14 de noviembre de 2020, ocurrió la primera manifestación en pro de Trump después de las elecciones, que debía ser la “Marcha de un Millón de MAGA [Haz América grande otra vez]”, atrayendo a aproximadamente 15.000 personas a Washington. Señales y gestos del movimiento de supremacía de la raza blanca eran comunes. Entre los oradores había Alex Jones del sitio web de teorías conspirativas Infowars y la recién elegida Representante Marjorie Taylor Green de Georgia. Trump pasó la manifestación conduciendo y la saludó. Milley, según I Alone Can Fix It, dijo a sus ayudantes que éstos eran el equivalente de los la “sección de asalto [las SA de Hitler] en las calles”.

El general Mark Milley en octubre, 2019 (Wikimedia Commons)

El 12 de diciembre de 2020, en la víspera del voto del Colegio Electoral en los 50 estados y el Distrito de Columbia, ocurrió otra manifestación, bajo el estandarte “Detengan el robo”. Fue significativamente más pequeña, quizás menos de 10.000, un reflejo de la desmoralización entre los defensores de Trump ordinarios y no fascistas después de que la Corte Suprema había rechazado su último intento legal el día anterior. Entre los oradores había el fascista Nick Fuentes, Michael Flynn, el ex Asesor Nacional de Seguridad recién indultado por Trump, y el director general de MyPillow Mike Lindell. Trump voló cerca de la multitud en su helicóptero Marine Uno para demostrar su apoyo. De noche, hubo conflictos violentos con contra manifestantes, y varias personas fueron apuñaladas y gravemente heridas.

Defensores del presidente Donald Trump que llevan ropa asociada con la organización Proud Boys asisten a una manifestación en Freedom Plaza, sábado, 12 de diciembre, 2020, en Washington. (Foto de AP/Luis M. Alvarez)

Mientras Trump estaba solicitando abiertamente a estas fuerzas fascistizantes, escribíamos una perspectiva el 3 de diciembre de 2020, con el título “El Mein Kampf de Donald Trump”. Estos comentarios respondieron al discurso semi trastornado de Trump del 2 de diciembre, que los medios se negaron a transmitir, Fox News incluido. Solo apareció en las redes sociales.

El discurso de Donald Trump publicado en su página de Facebook el miércoles por la tarde fue una declaración de guerra contra la democracia estadounidense. Fue un llamado poco velado a una insurrección derechista para derrocar los resultados electorales y mantener en la Casa Blanca a un presidente que ha repudiado al pueblo estadounidense…

No obstante, el principal propósito de su discurso, que describe al Partido demócrata y a la mayoría de los oficiales electorales estatales como criminales, fue incitar a los seguidores más fervientes de Trump para que organicen ataques violentos contra cualquiera que el führer en potencia señale. Denunciando a los que “quieren herir al presidente de Estados Unidos”, Trump exigió que “algo tiene que ocurrir”.

A continuación, nos concentramos en la respuesta de los Demócratas:

El Partido Demócrata y la prensa prodemócrata han respondido con silencio a la declaración abierta de Trump de que ganó la elección y permanecerá en el cargo. Hasta la publicación de este artículo, la campaña de Biden no ha hecho ninguna declaración, como tampoco lo han hecho los líderes congresistas demócratas como la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, los senadores Chuck Schumer, Bernie Sanders ni Elizabeth Warren …

Los demócratas no temen las amenazas de violencia y dictadura de Trump, sino la rebelión popular masiva que pueden desencadenar si Trump busca cumplir sus prolongadas amenazas de un golpe electoral. Los demócratas saben muy bien que EE.UU. es un polvorín social que se encuentra profundamente dividido entre una aristocracia financiera fabulosamente adinerada, a la cual sirven tanto los demócratas como los republicanos, y la gran mayoría de la población que tiene dificultades para sobrevivir.

Los últimos días antes del 6 de enero

Siguió una serie de eventos que demuestra el rumbo cada vez más fascistizante en la Casa Blanca de las personas más cercanas a Trump, y sus oberturas a los elementos fascistas en la calle–tuiteó que el 6 de enero “será magnífico”–y en las fuerzas militares y paramilitares, como su indulto de los asesinos de Blackwater. La prueba más clara de que Trump estaba apuntando al 6 de enero emergió en una conversación telefónica con el Fiscal General en funciones Jeffrey Rosen, de la que escribimos, basado en notas escritas a mano recientemente hechas públicas. Según una de las notas, Rosen le dijo a Trump que el Departamento de Justicia “no puede + no va a actuar + cambiar los resultados de las elecciones”. Luego Trump respondió que entendió la posición de Rosen pero le suplicó que “dijese que las elecciones eran corruptas + haremos el resto nosotros, los congresistas Republicanos y yo”.

Trump incluso mencionó los nombres de varios congresistas que más tarde rehusaron a certificar los votos electorales por Biden.

Trump aparentemente discutió el despido de Rosen, pero como en el Pentágono, todos los oficiales bajo Rosen dijeron que iban a dimitir en masa en vez de aceptar su lugar, para que el presidente tuviera que retirarse.

Hubo muchas advertencias antes del 6 de enero. Sólo me puedo referir a unas pocas.

La red social Parler remitió amenazas de violencia a la FBI más de 50 veces durante las semanas antes del asalto. Un mensaje, que Parler había enviado a un contacto de la FBI el 2 de enero, surgió de una persona que advirtió, “No estén sorprendidos si capturamos el Capitolio” y “Trump necesita que causemos caos para poder establecer la Ley de Insurrección”.

El 3 de enero, una evaluación del peligro de la Policía del Capitolio comentó: “Desigual que otras protestas postelectorales, los objetivos de los manifestantes en pro de Trump no son necesariamente los contra manifestantes como previamente, sino el Congreso él mismo es el blanco el 6… La tendencia de Detengan el Robo a atraer a supremacistas blancos, miembros de milicias y otros que activamente promueven la violencia puede crear una situación significativamente peligrosa para la policía y el público general también”.

El 5 de enero, el Departamento de Seguridad Nacional advirtió a la Policía del Capitolio que había encontrado un mapa del sistema de túnel del edificio publicado en tableros de mensaje en pro de Trump. También el 5 de enero, la oficina local de la FBI en Norfolk retransmitió preocupaciones sobre la amenaza de violencia, citando los tableros de mensaje ultraderechistas.

Según el relato del New York Times publicado el 13 de julio, la FBI advirtió a la Policía del Capitolio y la Policía Metropolitana del Distrito de Columbia que grupos extremistas asistirían a las protestas del 6 de enero y “planeaban usar radiofrecuencias particulares para comunicarse”.

La oficina de comunicaciones de emergencia de la Policía Metropolitana luego programó unas radios a estas frecuencias y les dio a la Policía del Capitolio y la Policía Metropolitana para que las vigilasen.

El 5 de enero, la compañía de inteligencia artificial Dataminr dijo a oficiales de seguridad que había descubierto unos posts desconcertantes, incluidos llamamientos por “ir a Washington el 6 de enero y ayudar a asaltar el Capitolio”. Un post continuó: “Vamos a asaltar los edificios gubernamentales, matar a policías, matar a guardas de seguridad, matar a empleados y agentes federales”.

Valerie Hasberry, la oficial jefa de seguridad del Arquitecto del Capitolio, dijo en un email: “Ahora hay charla en Parler sobre un asalto al Capitolio, por favor díganme si se descubre amenazas creíbles”.

Un oficial de guardia del centro de seguridad de la Policía del Capitolio respondió a Hasberry, diciendo: “No hay charla sobre ninguna amenaza creíble o un asalto al Capitolio”.

Según Mark Milley, Presidente del Estado Mayor Conjunto, Dataminr era uno de los sitios que él personalmente estaba vigilando antes del 6 de enero.

Los eventos del 6 de enero

Mucho se ha escrito sobre la desorganización de la Policía del Capitolio, su fracaso de no emplear equipo antidisturbios, y la endeblez de las barricadas, que se parecían a soportes para bicicletas. Pero el aspecto más importante de la rendición fue la insuficiencia numérica. Una multitud de miles estaba reuniendo fuera del Capitolio, pero había menos de 50 oficiales desplegados para guardar el exterior del edificio.

Revisemos un cronograma de los eventos más importantes de ese día:

La lucha inicial ocurre mientras Trump todavía está hablando a la multitud fuera de la Casa Blanca. Ya hay una multitud en el Capitolio de tamaño suficiente para superar la primera línea de escaramuza policial en el lado occidental del edificio a las 12:50, y los oficiales llaman por refuerzos, del Capitolio y la Policía Metropolitana.

Los cómplices de Trump se esfuerzan dentro del Capitolio así como afuera, aunque en el último momento, a las 13:00, el Vicepresidente Pence emite una carta confirmando que no tiene la autoridad para interferir en el proceso de certificar los votos electorales, que su papel de presidir la sesión conjunta es puramente ceremonial. Luego declara orden en la sesión conjunta del Congreso y comienza a nombrar todos los estados en orden alfabético.

A las 13:10, Trump termina su discurso a la manifestación fuera de la Casa Blanco, urgiendo que sus defensores marchen al Capitolio, donde un asalto a gran escala ya está en curso, del que sin duda se sabe en la Casa Blanca. Él está tirando gasolina sobre un incendio, enviando a miles más hacia el edificio donde al menos mil personas han iniciado un asalto frontal.

Dos minutos más tarde, Representante de Arizona Paul Gosar y Senador Ted Cruz se levantan para oponerse a la certificación de los votos electorales de Arizona por Biden. Esto pasa después de que los alborotadores ya han abrumado la primera línea policial fuera del Capitolio. La sesión conjunta se separa a las dos cámaras para debatir la cuestión.

Hay varias cuentas de vídeo del ataque al centro del Capitolio, durante la hora cuando superaban las defensas. La presentación de vídeo preparada por el New York Times da una cuenta correcta de lo que estaba sucediendo afuera y cerca del Capitolio, aunque no dice nada sobre lo que sucedía en la Casa Blanca o el Pentágono. Aquí dejamos unos extractos del cronograma:

14:10: En el lado occidental del Capitolio, unos Proud Boys (Muchachos Orgullosos) suben las escaleras al andamio construido por la inauguración cercana de Biden, encabezando un asalto, y la multitud abruma las líneas policiales débilmente defendidas y alcanza el propio Capitolio.

14:11: Muchacho Orgulloso Dominic Pezzola rompe una ventana en el lado occidental del Capitolio usando un escudo antidisturbios.

14:13: El primer alborotador, Muchacho Orgulloso Michael Sparks de Kentucky, entra en el Capitolio en el lado occidental por la ventana rota. Más partes de la multitud empiezan a entrar por fuerza en el Capitolio, rompiendo ventanas y puertas, encabezada por Muchachos Orgullosos y Oath Keepers.

14:13: El Servicio Secreto lleva a Vicepresidente Pence de la Cámara del Senado y bajan unas escaleras a un lugar seguro.

14:14: Alborotadores persiguen al policía del Capitolio Eugene Goodman, subiendo unas escaleras en otra dirección de la entrada de la Cámara del Senado mientras los senadores escapan. Oficiales llevan a Nancy Pelosi de la Cámara de Representantes.

14:15: El líder de los Oathkeepers Stuart Rhodes remite un mensaje de texto de una persona no identificada responsable de seguridad de los Oathkeepers a un grupo encriptado de Signal llamado “Operaciones de DC 1” que incluyó a los líderes regionales que más tarde fueron arrestados por el ataque. Ellos “han avanzado en el Capitolio. Necesitamos reagrupar a miembros que no están en misión”.

14:20: La Cámara de Representantes y el Senado aplazan, y miembros comienzan a huir del Capitolio o entrar en instalaciones seguras predeterminadas.

14:24: Trump tuitea, “Mike Pence no tenía el coraje de hacer lo necesario para proteger a nuestro País y nuestra Constitución, dando a Estados una oportunidad de certificar un conjunto de hechos corregido, no los fraudulentos o incorrectos que se pedía previamente que certificasen. ¡USA exige la verdad!”

14:25: Alborotadores rompen las puertas orientales del Capitolio, después de pasar media hora empujando, cuando los alborotadores del lado occidental llegan en las puertas orientales y las abren. Un oficial del Cuerpo de Marines en servicio activo, Christopher Warnagiris, sostiene las puertas abiertas para la horda.

Todos hemos visto el vídeo que muestra al personal de la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi mientras se atrinchera en una sala de reuniones, tuiteando peticiones por ayuda, mientras la horda intenta romper las puertas.

Luego sigue el tiroteo de Ashli Babbitt, la única alborotadora asesinada por la policía durante el día. Los alborotadores llegan fuera de la puerta delantera de la Cámara de Representantes, que está cerrada con barricadas de la policía. Los representantes se mueven hacia una puerta trasera, a través de la que serán llevados a un lugar seguro.

Varios atacantes, Babbitt incluida, se separan de la horda y circulan a la entrada trasera, donde ven a los representantes escapando y atacan la puerta. Un policía del Capitolio desenfunda su arma. Mientras Ashli Babbitt intenta escalar una ventana rota, de la misma técnica que los alborotadores han empleado para entrar de fuerza en el Capitolio, el oficial abre fuego. Babbitt se cae con una herida mortal.

Al mismo tiempo, un grupo de policías bien armados llegan fuera de la puerta trasera, y los alborotadores se retiran.

La campaña derechista de exigir la identificación pública del oficial se motiva en parte por el hecho de que se crea que es un hombre afroamericano, Teniente Michael Byrd, el oficial superior asignado a la Cámara de Representantes. Hay un subtexto racista bajo el elogio de Trump por Babbitt como una mujer bella y maravillosa.

¿Qué hizo el ejército?

Ahora consideramos qué sucedía en el Pentágono. Los eventos principales aquí no son eventos, sino inacción. A las 13:49, General William Walker, comandante de la Guardia Nacional del Distrito de Columbia, llama al Secretario del Ejército Ryan McCarthy pidiendo permiso para desplegar a sus tropas al Capitolio. Ya tiene a soldados en autobuses, esperando una autorización rápida. En vez, espera por horas.

A las 14:26, ocurre la primera conferencia telefónica y otras peticiones, con la alcaldesa de Washington Muriel Bowser, el Jefe de la Policía Metropolitana Robert Contee, y el Jefe de la Policía del Capitolio Steve Sund, recurriendo a un grupo de generales. Uno de ellos, General Walter Piatt, dice que “no nos gusta la mala imagen” de la Guardia Nacional en el Capitolio, y él recomendaría no enviarlos. General Charles Flynn, hermano de Michael Flynn, participa en esta conferencia, aunque inicialmente el Ejército se lo negó.

A las 15:00, Secretario de Defensa Miller dice que aprobó el orden de activar la Guardia Nacional del Distrito de Columbia, aunque ya estaba activada y lista para desplegar. No da el orden de desplegar hasta las 16:32, e incluso ése tardó en unas comunicaciones con General Walker. El orden de desplegar vino 15 minutos después de que Trump tuiteó que sus defensores debían volver a casa.

A las 15:46 y 15:55, dos incidentes tomaron lugar que ofrecen más evidencia de una colaboración entre los alborotadores y el ejército. General Daniel Hokanson, Jefe de la Oficina de la Guardia Nacional, llama al comandante de Virginia, General Mayor Timothy P. Williams, por verificar que ningunas fuerzas militares de Virginia iban a desplegar sin el permiso del Pentágono. Nueve minutos más tarde, llama al comandante de la Guardia Nacional de Maryland con una petición similar: No desplieguen sin el permiso del Pentágono.

A las 17:08, General Walker por fin recibe permiso de enviar a sus tropas al Capitolio. Finalmente, a las 17:22 los primeros soldados de la Guardia Nacional llegan en el Capitolio.

Dos incidentes en I Alone Can Fix It, uno vastamente publicado, y el otro no, tienen que ver con la actitud del Pentágono hacia el golpe de Trump.

Antes del ataque, Milley expresó una preocupación de que Trump estuviese incitando la violencia para mantenerse en poder. “Éste es el momento de Reichstag”, dijo Milley a sus ayudantes. “El evangelio del Führer”.

El 3 de enero, oficiales militares de alta importancia y el Consejo de Seguridad Nacional se reunieron con Trump en la Casa Blanca para discutir la situación en Irán. A finales de la reunión, Trump le preguntó a Miller, “¿Tienes fuerzas suficientes, y estás listo para el seis de enero?” “Así es, Sr. Presidente”, replicó Miller. “Tenemos un plan”.

Considerando todo que ocurrió el 6 de enero, las afirmaciones de que el Pentágono no estaba preparado y el orden de Miller del 2 de enero de que ninguna unidad de la Guardia Nacional desplegara al Distrito de Columbia sin su permiso explícito, esta conversación no tiene una explicación inocente. Es una cuestión de mayor importancia que no ha sido investigada. Por lo que yo sé, nadie le ha hecho ninguna pregunta a Miller sobre esto en ninguna audiencia del Congreso.

El WSWS analizó el papel del ejército en una perspectiva publicada más de un mes después del 6 de enero, cuando estos detalles se revelaron en testimonio ante el Congreso, en un comentario titulado “Ciento noventa y nueve minutos en enero”.

Explicamos que el título es un juego de palabras con el título de un libro y película famosos, Siete Días en Mayo, sobre un golpe de Estado ficticio, pero enteramente realístico, contra un presidente estadounidense. La diferencia, por supuesto, es que éste fue un golpe hecho por un presidente estadounidense. Revisamos la declaración de Comandante de la Guardia Nacional William Walker de que pidió permiso para desplegar a tropas al Capitolio a las 13:49, es decir, como hemos visto, antes de que los alborotadores hubiesen violado las defensas del edificio, pero fue denegado el permiso hasta las 17:08, tres horas y 19 minutos más tarde.

Explicamos y rechazamos los varios pretextos ofrecidos por Miller, McCarthy, y otros de un alto nivel de la comandancia por los supuestamente que esperaron mientras pasaba el asalto violento al Capitolio, algo que veían en la televisión desde el Pentágono, el centro de la fuerza militar más poderosa del mundo.

[U]na decisión de no actuar como se implementó una estrategia política definida. Durante más de tres horas, los grupos fascistas tuvieron prácticamente una libertad completa de acción en el edificio del Capitolio. Los elementos entrenados militarmente que formaban parte de la turba sabían que se les estaba dando tiempo para buscar rehenes entre los senadores y representantes. Trump, mientras tanto, estaba preparado para declarar un estado de emergencia, que habría servido para cerrar el Congreso. Esto habría retrasado indefinidamente la certificación formal de la victoria electoral de Joe Biden, un retraso que contaba con el apoyo de los cómplices de Trump en el Partido Republicano.

Habrían seguido negociaciones con los demócratas para llegar a una “concesión”, que tal vez hubiera implicado devolverles a las asambleas legislativas estatales, controladas por republicanos, los votos electorales de los estados en disputa, lo que hubiera dado lugar a la continuación de la Presidencia de Trump. Los demócratas aceptaron una “concesión” de este tipo en 2000, cuando permitieron el robo de las elecciones mediante la intervención de la Corte Suprema.

Al final, el 6 de enero, los militares no intervinieron hasta cuando era evidente que la operación no había logrado sus objetivos …

El vídeo del New York Times da una vista panorámica del asalto entero al Capitolio, mostrando la ubicación de cada una de las ocho brechas individuales. La mayoría fueron llevadas a cabo por columnas de organizaciones paramilitares derechistas, como los Oathkeepers, usando prendas militares, organizados y dirigidos por sus “oficiales”.

Al final, la policía desatascó los atacantes del Capitolio. Sólo quiero subrayar que la Policía del Capitolio, la Policía Metropolitana de Washington DC, la policía local de Virginia de Arlington y Fairfax, la policía estatal de Virginia y Maryland, hicieron todo el trabajo, tomando control aproximadamente para las 16:00.

Solo un manojo de agentes federales se desplegó al edificio. Ningunas tropas de la Guardia Nacional llegaron hasta más de una hora después de que el edificio fuera despejado. Si solo hubiera fuerzas del gobierno federal, los alborotadores habrían mantenido su control del Capitolio durante muchas horas más y quizás podrían haber ubicado a los representantes y senadores, que se refugiaban a una distancia de unos cien metros.

Hay otro paralelo histórico, además de la semejanza con Hitler, que se debe considerar de mayor importancia. Es del mismo período histórico: la Francia en 1934. El 6 de febrero de 1934, una manifestación armada por unos miles de fascistas amenazó el parlamento en París, pero la policía le hizo dispersarse, matando a 15. El gobierno no fue derribado, pero se disolvió un día después.

El artículo de Wikipedia sobre este golpe dice, en uno de los primeros párrafos, que según el historiador Joel Colton, “El consenso entre académicos es que no había ningún diseño concertado o unificado de tomar el poder y que a las ligas les faltaba la coherencia, unidad, o liderazgo necesario para alcanzar tal fin”. Esto refleja mucho la denegación convencional y pseudoizquierdista de que el golpe del 6 de enero no fue un intento de golpe de Estado.

Un día más tarde, el 7 de febrero, el Primer Ministro de la Francia Eduard Daladier, del Partido Radical de la izquierda burguesa, dimitió y su sucesor era Gastón Doumergue, un representante de la derecha política en el parlamento. Según Wikipedia: “Ésta fue la primera vez a lo largo de la Tercera República que un gobierno se dimitió debido a la presión en la calle”.

Un analista incomparablemente mejor que el Profesor Colton, León Trotski, dijo esto: “El pueblo francesa por mucho tiempo creyó que el fascismo no tenía nada que ver con ellos. Tenían una república dentro de la que todas las cuestiones se resolvían a través del ejercicio del sufragio universal de la gente soberana. Pero el 6 de febrero de 1934, miles de fascistas y monarquistas, armados con revólveres, porras y cuchillos afilados, impusieron al país el gobierno reaccionario de Doumergue, bajo cuya protección las hordas fascistas crecen y se arman”.

El WSWS respondió al ataque al Capitolio con una perspectiva escrita esa noche, mientras el Congreso reanudaba su reunión, publicado antes de que el Congreso hubiera completado el voto de certificación de las elecciones presidenciales. David North la escribió bajo el título “El golpe fascista del 6 de enero”.

La insurrección fascista en Washington DC —que resultó en una invasión del Congreso de EE.UU., la huida en pánico de senadores y diputados aterrorizados, la postergación de la validación oficial de la mayoría de Joseph Biden en el Colegio Electoral e incluso la ocupación de la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi— es un punto de inflexión en la historia política estadounidense.

Las glorificaciones antiguas de la invencibilidad y la puntualidad de la democracia estadounidense han quedado totalmente expuestas y desacreditadas como un mito político vacío. La frase popular “No puede ocurrir aquí”, tomada del título de la justificadamente famosa ficción escrita por Sinclair Lewis del auge del fascismo estadounidense, ha sido decididamente superada por los acontecimientos. No solo puede ocurrir un golpe de Estado fascista aquí. Ocurrió aquí la tarde del 6 de enero de 2021.

Quiero subrayar especialmente que se dijo sobre la respuesta de los Demócratas:

En cuanto al presidente electo Biden, esperó varias horas antes de finalmente aparecer en público. Tras describir el asalto contra el Capitolio como sedición, Biden hizo este extraordinario llamado al líder de la conspiración: “Llamo al presidente Trump a que salga en televisión nacional ahora, cumpla con su juramento y defienda la Constitución y exija que se acabe este asedio”.

Normalmente, ante un intento de derrocar el régimen constitucional, el líder político amenazado por la conspiración debe buscar procurar inmediatamente que los traidores no tengan acceso ni a los medios masivos ni a una audiencia nacional. En cambio, Biden le pidió a Trump que se pronunciara en televisión nacional ¡para que cancele la insurrección que él mismo organizó!

Biden finalizó su intervención con la siguiente exigencia. “Así que, presidente Trump, dé un paso adelante”. Este llamado absurdo al dictador fascista en potencia pasará a la historia como el discurso “Hitler, haz lo correcto” de Biden…

Los eventos del 6 de enero de 2021 deben ser vistos como una advertencia. La clase obrera necesita elaborar una estrategia política y un plan de acción para derrotar los intentos futuros para imponer una dictadura.

Este análisis ha sido vindicado por las acciones de los Demócratas a lo largo de los últimos siete meses.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de agosto de 2021)

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