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Conferencia de la Escuela de Verano 2021 del PSI

De PATCO a Volvo: el resurgimiento de la lucha de clases y las tareas del Partido Socialista por la Igualdad

Este discurso se dio en la Conferencia de la Escuela de Verano del PSI, que ocurrió desde el 1º de agosto hasta el 6 de agosto, por Jerry White, el editor de labor del World Socialist Web Site.

La intervención del Partido Socialista por la Igualdad (PSI, o SEP por sus siglas en inglés) en la huelga de Volvo y el papel cada vez más decisivo de nuestro movimiento mundial en el desarrollo y la dirección de la lucha de clases global, que han durado décadas, resultan de la lucha del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) de librar a la clase obrera del dominio de las burocracias socialdemócratas, estalinistas y anticomunistas y construir una dirección dentro de la clase obrera necesaria para cumplir sus objetivos socialistas históricos.

Nuestros detractores pseudoizquierdistas nos acusan de ser “sectarios” y “fallar en trabajar dentro de los sindicatos”. De hecho, ninguna tendencia política ha estado más activa en las luchas de la clase obrera, incluidos esos obreros atrapados en los sindicatos, que nuestro movimiento internacional. Hemos rechazado, sin embargo, la insistencia de varias fuerzas pablistas y capitalistas de Estado de que sea impermisible que los socialistas organicen y movilicen a la clase obrera independientemente de y en oposición a la burocracia sindical corporativista. Por “trabajar dentro de los sindicatos”, la pseudoizquierda pequeñoburguesa quiere decir reforzar la autoridad de la burocracia y conseguir posiciones lucrativas dentro de ella.

Huelguistas de PATCO de la Ciudad de Nueva York marchan durante los primeros días de la huelga en East Meadow, Long Island (Foto: WSWS), Derecha: Trabajadores de Ford en Chicago apoyan a huelguistas de Volvo (Foto: WSWS)

Incluso cuando los sindicatos tenían la lealtad de decenas de millones de obreros, nunca perseguimos a los oportunistas que hablaban en frases izquierdistas que emergían de la burocracia sindical. En vez, luchábamos por desarrollar la iniciativa independiente de la clase obrera, su confidencia de su propia capacidad de luchar y su independencia política de los defensores burgueses y pequeñoburgueses del capitalismo. Por hacer eso, las secciones del CICI luchaban por dar una consciencia socialista a las luchas masivas de trabajadores y por reclutar y entrenar a los obreros más avanzados como marxistas.

El ensayo de camarada David North sobre Cliff Slaughter estableció apasionadamente la conexión de la lucha de los trotskistas británicos de luchar contra el revisionismo pablista durante los años 1950 y 1960 y su lucha de librar a la clase obrera en el Reino Unido del control de las burocracias del Congreso de Sindicatos (TUC, según sus siglas en inglés) y del Partido Laborista. Incluso durante un período durante el que los trabajadores británicos dependían de los sindicatos y el Partido Laborista, Labour Review escribió en 1958 que “bajo las circunstancias correctas, grupos grandes de miembros de los sindicatos buscarán romper con lo que para ellos se ha convertido en una “cárcel” sindical en que toda la iniciativa obrera, todo intento de expresar sus propias ideas sobre la defensa de sus intereses, se quedan enjaulados, o simplemente suprimidos”.

La dirección de la Liga Obrera en los Estados Unidos (el predecesor del Partido Socialista por la Igualdad) fue entrenada en las lecciones políticas y teóricas de la lucha llevada a cabo por la Liga Socialista Laborista (SLL, por sus siglas en inglés) contra la reunificación oportunista del Socialist Workers Party (SWP, Partido Socialista de los Trabajadores), con los pablistas en 1963, y los argumentos del líder del SWP Joseph Hansen de que los eventos objetivos estaban llevando a los estalinistas a reformarse, y a burgueses nacionalistas como Castro a establecer Estados obreros y el socialismo. Las lecciones de esta lucha, que salvó al CICI de la liquidación, fueron el fundamento de la construcción de una sección del CICI en los Estados Unidos. Los miembros cuidadosamente repasaron y asimilaron estas lecciones después de la rebelión del secretario nacional de la Liga Obrera Tim Wohlforth en 1974, y el retorno de él al SWP.

Las intervenciones del partido en la clase obrera, escribió la Liga Obrera en su resolución de Perspectivas de 1978, se basan en “la lucha consciente de preservar la continuidad histórica entre las luchas actuales de la clase obrera y el contenido entero de las experiencias objetivas históricas de la clase y el desarrollo del bolchevismo”.

Está fuera del ámbito de mi discurso relatar detalladamente la lucha de clases durante los años 1970 y 1980 y la intervención de la Liga Obrera. Sin embargo, yo querría revisar un poco de esta historia y las cuestiones políticas esenciales, que tienen mucho que ver con el desarrollo de nuestros esfuerzos hoy en día.

La Liga Obrera y la lucha de clases en los Estados Unidos

Durante los años 1970, la Liga Obrera llevó a cabo una lucha tenaz para movilizar la clase obrera contra la burocracia de la AFL-CIO (la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales), planteando la exigencia política por un partido laborista en oposición a la subordinación política llevada a cabo por los sindicatos de la clase obrera al Partido Demócrata y al imperialismo estadounidense. En los años 1970, la Liga Obrera formó la Alianza Sindical por un Partido Laborista (TUALP, por sus siglas en inglés), encabezó una campaña exitosa exigiendo que el presidente de la AFL-CIO George Meany saliera de la Comisión de Salario de Nixon en 1972, e intervino en cientos de huelgas militantes. Durante este período, el partido reclutó y entrenó como líderes marxistas a muchos miembros obreros importantes, incluidos los trabajadores de GM de Dayton Jim Lawrence y John Austin, el trabajador de tránsito de Nueva York Ed Winn y más.

La Workers League en los años setenta

Estas luchas estallaron en oposición a los esfuerzos de la clase dirigente de hacer que la clase obrera pagara el precio por la erosión de la posición global del capitalismo estadounidense. Como camarada Tom Mackaman señaló en su serie excelente “Cuarenta años de la huelga de PATCO”, el coste financiero enorme de la guerra de Vietnam aceleró el descenso del capitalismo estadounidense, y las medidas elegidas por la administración de Nixon, incluido el fin del acuerdo de Breton Wood que aseguró la convertibilidad de un dólar y una cantidad de oro en agosto de 1971, fracasó en detener el debilitamiento del capitalismo estadounidense considerado relativo al de sus rivales asiáticos y europeos. En vez, estas medidas causaron una tasa de inflación alta y crecimiento económico bajo que caracterizaban los años 1970.

Entre 1969 y 1979, un millón de trabajadores estaba en huelga por año, incluidos 2,5 millones en 1971 y 1,8 millones en 1974. El número de huelgas con más de 1.000 obreros participando en 1974 fue 424, empatando un récord posguerra, con un promedio anual de 300 huelgas de mayor importancia entre 1969 y 1979.

Los paros laborales (rosa) y la desigualdad de ingresos (azul)

Una de las luchas claves de la década fue la huelga de mineros del carbón en 1977-78 que duró 111 días, cuando los mineros desafiaron el decreto Taft-Hartley anti huelguístico del presidente Jimmy Carter después de rechazar decisivamente un contrato dictado por la Casa Blanca al que acordó el presidente Arnold Miller del Sindicato de Mineros Unidos de América. En el panfleto de la Alianza Sindical por un Partido Laborista de 1978 “Las lecciones de la huelga de los mineros”, escribimos que la huelga “señala por siempre el fin del período de la concesión de clase, basada en el auge, y el inicio de un período de confrontación de clase explosiva. La clase obrera estadounidense ahora está uniéndose a las luchas de sus hermanos de clase por todo el mundo”.

Por invocar Taft-Hartley, escribió la Liga Obrera, la administración Demócrata de Carter estaba “diciendo a los mineros y a todos los trabajadores en este país que si no aceptan los contratos dictados por el gran negocio, pues el gobierno impondrá sanciones masivas contra los sindicatos, declarará que los obreros de base son criminales y usará la violencia contra ellos…”

El panfleto notó que frente a la violencia del Estado, que incluía el despliegue de tropas de la Guardia Nacional a los yacimientos de carbón, cientos de arrestos y las muertes de tres obreros durante los primeros dos meses de la huelga, “la burocracia sindical, además de negarse a invocar una huelga general para defender a los mineros, también deliberadamente aisló su huelga de los millones de trabajadores por todo el país que la apoyaban”. El panfleto citó los comentarios del presidente de la AFL-CIO George Meany, quien dijo que él también habría invocado las provisiones anti huelguísticas del decreto Taft-Hartley si él hubiera sido el presidente, ya que Taft-Hartley era “la ley del pueblo”.

Los estalinistas ayudaron a la AFL-CIO, difamando a los mineros que rebelaron contra Miller, llamándoles “títeres de la compañía”, con la ayuda del SWP, que afirmó que apoyo para los mineros debía excluir toda crítica de la burocracia de Miller.

“Sólo la Liga Obrera y su grupo industrial, la Alianza Sindical por un Partido Laboral”, escribimos, se había puesto parte de “los mineros durante su lucha y apoyó su militancia. Pero luchamos con cada paso por un entendimiento entre los mineros y todos los trabajadores que ésta no era suficiente, que las cuestiones políticas cruciales en esta lucha tenían que plantearse –la necesidad de movilizar el movimiento laborista en una acción huelguística general para derrocar la administración de Carter y construir un Partido Laborista que crearía un gobierno obrero”. La lección más fundamental de la huelga, dijimos, “es la necesidad de la construcción de una dirección revolucionaria dentro de la clase obrera”.

Mientras exigimos a los sindicatos que creasen un partido laborista –como una manera de movilizar la base contra la burocracia laborista y su subordinación de la clase obrera al Partido Demócrata– la Liga Obrera aclaró que la lucha por una ruptura con los partidos capitalistas tendría que llevarse a cabo por el partido revolucionario y los obreros a los que ese partido entrenó, rechazando cualquier sugerencia de que tal organización podría emerger solo de las acciones de una sección de la burocracia de la AFL-CIO. Además, abogábamos por el establecimiento de un partido laborista basado en un programa socialista, explicando que los intereses de los obreros requerían la lucha consciente de la clase obrera contra el sistema capitalista, sus partidos políticos y su Estado. Un gobierno obrero aboliría la posesión privada de los medios de producción y poner las corporaciones y los bancos bajo el control democrático de la clase obrera.

La Liga Obrera escribió en su resolución de Perspectivas de 1978:

La experiencia entera de la AFL-CIO ha demostrado que la burocracia jamás se detendrá en su búsqueda de destruir cualquier movimiento político genuinamente independiente de la clase obrera. Cualquier movimiento político de cualquier forma encabezado por cualquier sección de la burocracia sindical, si por un “tercer” partido o incluso algo que llaman un “partido laborista”, en ningún sentido representaría una verdadera ruptura política de la influencia de la burguesía.

Tal ruptura política, dijo la Liga Obrera, sólo era posible a través de “la intervención del partido revolucionario dentro del movimiento espontáneo de la clase obrera” y la “lucha consciente de la Liga Obrera contra todas las formas del revisionismo dentro del movimiento obrero, y, finalmente, contra cualquier señal del dominio de la ideología burguesa sobre la clase obrera”.

Importantes luchs obreras de 1977 a 1990

La vasta mayoría de los que más tarde formaban parte de la pseudoizquierda decidió que la clase obrera estadounidense era irremediablemente atrasada, racista y reaccionaria mientras ellos se unían a la política identitaria de la clase media. Esos capitalistas de Estado y pablistas que sí trabajaban dentro de los sindicatos afirmaron que la presión de la clase dirigente y el Estado capitalista desde arriba y la clase obrera desde abajo forzaría que la burocracia sindical renunciase sus intereses materiales y de alguna manera abriría el camino para los trabajadores a luchar por el socialismo.

A este respecto, es importante contrastar nuestra respuesta a la huelga de mineros de 1977-78 con lo que escribió Kim Moody en 1978, el capitalista del Estado y cofundador de Labor Notes, cuya autodenominada “estrategia de base” se promueve por los Socialistas Democráticos de América hoy en día.

Aclamando a Meany, presidente Douglas Fraser de United Auto Workers, presidente Lloyd McBride de United Steelworkers, y otros “líderes laboristas de alto nivel” por donar dinero a los mineros en huelga, Moody escribió, “Mientras es una buena señal, este apoyo no significaba una ruptura con la creencia de la dirección laborista americana en el interés mutuo de la cooperación entre la labor y el capital. La credibilidad de estas ideas viejas, por supuesto, se pondrá en tensión más y más. La presión y la agresión de los empleadores, y los retiros y vacilaciones de la administración [de Carter] y el Congreso, harán que la vida sea más difícil en todos los niveles del movimiento laborista. Sin duda, como en el pasado, esto producirá cambios políticos y rupturas incluso en el punto más alto”.

Durante las próximas cuatro décadas, sin embargo, ninguna sección de la burocracia sindical llegó a oponerse a la ofensiva de la clase gobernante contra la clase obrera, incluso cuando tenía que ver con ataques flagrantes contra los mismos sindicatos. Esto incluyó la miríada de disidentes a quienes los capitalistas de Estado y los pablistas aclamaban, desde los exmiembros Richard Trumka y Cecil Roberts de Mineros por la Democracia y Ron Carey, respaldado por la organización Camioneros por un Sindicato Democrático, hasta el autollamado insurgente de la AFL-CIO, presidente John Sweeney.

Huelga de los mineros del cobre de 1977-78

Mientras la clase dirigente estadounidense cambiaba de la política de concesiones de clase relativas a la de una guerra de clase violenta, el Partido Demócrata no “vaciló” y la AFL-CIO no movió a la izquierda. Por el contrario, la AFL-CIO movía paralelamente con el impulso de la clase dirigente de reducir sustancialmente los salarios de trabajadores estadounidenses. En agosto de 1979, Carter nombró al banquero de Chase Manhattan Paul Volcker como el director del Banco de la Reserva Federal. Volcker aumentó las tasas de interés a 20 por ciento en un asunto que se llamaba “el choque de Volcker”. Esta maniobra estaba calculada para causar despidos masivos y la peor recesión económica hasta ese momento desde la Gran Depresión. La paralización de las industrias y el desempleo en masa se usaban para “remover la inflación de la economía”, es decir, superar la resistencia de la clase obrera a la ola de recortes salariales.

El presidente de la AFL-CIO Lane Kirkland llegó a ser el presidente de la Comisión de Revitalización Económica de Carter, que tenía el objetivo de decidir cuáles industrias debían desaparecer porque no podían competir en los mercados mundiales. El presidente Douglas Fraser del UAW se unió a la junta directiva de Chrysler. Durante el rescate federal de Chrysler diseñado por Carter, Fraser colaboró en la eliminación de 57.000 trabajos y el cierre de casi 30 fábricas, incluidas más de una docena en Detroit, donde, según un reporte del Congreso, la “fuerza laboral más problemática” vivía.

Sin importar la oposición de base masiva, el UAW al final pudo forzar que aceptasen los recortes, que incluían la pérdida de $4.000 en salario y beneficios por trabajador–el equivalente de un recorte anual de $15.000 en dólares corrientes. Cuando los trabajadores automovilísticos canadienses desafiaron las concesiones, el UAW ofreció otro recorte de $25 millones de los trabajadores estadounidenses.

La huelga de PATCO

Éste fue el contexto del derrocamiento de Reagan de la huelga de los controladores aéreos de PATCO, que inició hace 40 años el 3 de agosto, 1981. Después de no emplear ninguna intervención contra la huelga de 72 días de 160.000 mineros del carbón más temprano el mismo año, Reagan decidió romper un sindicato pequeño de trabajadores profesionales, que había respaldado su campaña presidencial en 1980.

Mientras durante muchos años la prensa burguesa y el Partido Demócrata lo han aclamado como un gran líder político, la clase obrera lo odiaba profundamente. Yo recuerdo asistir a una reunión masiva de mineros del carbón en huelga en Hazard, Kentucky, el 30 de marzo de 1981. Cuando llegó la noticia del disparo que Reagan sufrió, surgió un grito de entusiasmo de los mineros.

En su perspectiva, “Trabajadores de Volvo Truck en Virginia reanudan piquetes de huelga: un punto decisivo en la lucha de clases de EE.UU. y global”, publicado el 7 de junio, camarada David North escribió, hablando sobre la huelga de PATCO:

Este ataque históricamente sin precedentes contra un sindicato y trabajadores de base a manos del Gobierno federal solo tuvo éxito gracias a que el AFL-CIO nacional se rehusó completamente a defender PATCO. Los militantes de PATCO supusieron amplia y correctamente que el Gobierno de Reagan había recibido garantías de la AFL-CIO de que no intervendría para prevenir la destrucción de PATCO.

Había apoyo enorme dentro de la clase obrera por una lucha contra los intentos antisindicales de Reagan. El 19 de septiembre de 1981, aproximadamente medio millón de trabajadores marcharon a Washington, DC en el “Día de Solidaridad”, con los trabajadores de PATCO en huelga tomando la posición de honor en el frente de la marcha. La Liga Obrera ganó apoyo enorme por su llamado por una huelga general para defender a la de PATCO y vendió cientos de copias del panfleto El coste humano de los recortes de Reagan, así como otros panfletos.

David North resumió los cuatro puntos que la Liga Obrera subrayó en su declaración del 13 de agosto de 1981, “La huelga de PATCO: Una advertencia a la Clase Obrera”:

En primer lugar, hizo hincapié en que las acciones violentas del Gobierno de Reagan buscan implementar una reestructuración fundamental de las relaciones de clase en Estados Unidos; en otras palabras, creando las mejores condiciones para un aumento masivo en la explotación de la clase obrera y la transferencia de riqueza a la élite gobernante. La destrucción de PATCO fue una señal para una ofensiva general de las corporaciones contra todos los sectores de la clase obrera.

En segundo lugar, explicó que el ataque del Gobierno de Reagan contra los trabajadores buscaba revertir el declive económico global de EE.UU. y debilitar la resistencia de la clase obrera internacional a los intereses geoestratégicos del imperialismo estadounidense.

El ataque contra los miembros de PATCO es inseparable de la política de contrarrevolución global de Reagan. El capitalismo estadounidense ya no puede mantener dos cuentas separadas, en términos políticos, manteniendo un acuerdo entre clases a nivel nacional mientras avanza ferozmente la contrarrevolución y establece dictaduras militares y fascistas en el exterior.

En tercer lugar, la Workers League (Liga Obrera) advirtió del servilismo de la AFL-CIO, el UAW, Teamsters y otras organizaciones sindicales al capitalismo y sus dos partidos políticos debilitaron drásticamente a la clase obrera y conducirían y una traición tras otra.

En cuarto lugar, la defensa de la clase obrera exigía la construcción de una nueva dirección revolucionaria basada en una perspectiva socialista. La Workers League advirtió:

La burocracia sindical traicionará y está traicionando. La lucha contra estas traiciones no puede basarse únicamente en la militancia, sino que necesita una estrategia política para luchar contra el Gobierno.

Los eventos posteriores confirmaron el análisis llevado a cabo por la Liga Obrera, sobre las consecuencias nacionales e internacionales de la traición y la derrota de la huelga de PATCO. Dentro de los Estados Unidos, siguió una ola de esfuerzos anti huelguísticos –en Continental Airlines, las minas de cobre de Phelps Dodge, las plantas de procesado cárnico de Hormel y las minas del carbón de AT Massey, para nombrar solo los más notorios– que resultó en un descenso devastador de las condiciones de vida de la clase obrera estadounidense.

La Liga Obrera intervino activamente en cada lucha y muchas, muchas más para movilizar la clase obrera contra la traición de la AFL-CIO. La entrevista más temprano durante este año con el líder de los mineros de cobre en huelga Jorge O’Leary explicó el papel de la Liga Obrera y, en particular, del camarada David North en ayudar e informar a los mineros de cobre durante la huelga de Phelps Dodge de tres años.

Durante los años 1980, éramos la única tendencia política que luchaba por movilizar la clase obrera contra el resurgimiento de niveles de violencia estatal y corporativa no vistos desde los años 1920. Esto incluyó los juicios falsos y encarcelamientos de obreros militantes como los mineros de AT Massey y Milburn y huelguista de Greyhound Roger Cawthra. También incluyó los asesinatos en los piquetes de los huelguistas de Greyhound Ray Phillips y Robert Waterhouse, trabajador telefónico de Nueva York Gerry Horgan y minero del carbón de Virginia Occidental John McCoy.

La transformación corporativista de los sindicatos

Al mismo tiempo, la Liga Obrera analizó la degeneración y la transformación de los sindicatos. Esto incluyó la adopción del United Auto Workers, en su conferencia de 1983, de la doctrina del corporativismo, que describimos como “la concepción de colaboración de clase sin control que predica la armonía completa de los intereses de los capitalistas y la clase obrera”.

Señalamos las similitudes con el programa del fascismo italiano, en que los empleadores y los sindicatos fueron integrados con el estado y todos fueron subordinados al “interés nacional” de la clase gobernante. Al mismo tiempo, comenzamos una examinación seria de los intereses materiales y de ingresos de la burocracia laborista, incluido el establecimiento de instalaciones educativas de la gerencia junta con los laboristas, que se convertirían en el cauce de la transferencia de mil millones de dólares de las compañías al UAW. Este estudio demostró que los salarios de la burocracia estaban subiendo paralelamente a la caída salarial de la clase obrera, estableciendo los intereses antagónicos de la clase obrera y la burocracia laborista. Se debe notar que Cliff Slaughter, quien en ese entonces estaba muy cerca del abandono del marxismo, denunció esta obra como una del “materialismo mecánico”.

La lucha contra el programa corporativista del UAW fue inseparable de la lucha contra el chovinismo nacional defendido por los sindicatos. Nos opusimos implacablemente al racismo antijaponés del UAW, que llevó a la muerte del ingeniero chino americano Vincent Chin en 1982. Luchamos por la unidad internacional de la clase obrera.

Como dije antes, los apologistas pseudoizquierdistas por los sindicatos a menudo argüían, y siguen afirmando que, la presión de trabajadores desde abajo forzaría que los sindicatos luchasen. ¿Cómo reaccionó la burocracia sindical en realidad a los esfuerzos de la clase obrera de cambiar el curso de los sindicatos? La huelga de Hormel de 1985-86 es un ejemplo crítico.

El 17 de agosto de 1985, 1.500 trabajadores en la planta de Hormel en Austin, Minnesota hicieron huelga cuando el procesador cárnico gigantesco exigió un recorte salarial de 23 por ciento. El sindicato nacional Trabajadores Unidos de Alimentos y Comercio (UFCW, según sus siglas en inglés) se opuso a la huelga por el Local P-9 del UFCW, pues el sindicato había acordado al recorte por toda la industria.

Cuando Hormel buscó reabrir la planta con esquiroles en enero de 1986, el Local P-9 organizó un piquete masivo para detener la producción. Una semana después, el gobernador Demócrata de Minnesota, Rudy Perpich, desplegó a cientos de tropas de la Guardia Nacional para proteger a los esquiroles. En desafío al UFCW, P-9 envió a piquetes ambulantes a otras plantas de Hormel, incluida la en Ottumwa, Iowa, donde 750 trabajadores se unieron a la huelga. Durante el febrero y el inicio del marzo, mítines grandes ocurrían en varias ciudades grandes estadounidenses, incluidas Detroit, Nueva York y San Francisco, y caravanas de coches fueron organizadas en Minnesota y Wisconsin para entregar comida y dinero a los huelguistas.

El UFCW respondió por retirar su apoyo de la huelga, quitar de ellos los beneficios huelguísticos y llevar a cabo una campaña anticomunista contra el presidente Jim Guyette del P-9 y otros líderes. Trabajadores del Local P-9 desafiantemente votaron a continuar el paro y lucharon en batallas campales con los esquiroles y la policía en Austin, mientras miles de defensores seguían llegando en la Ciudad de Minnesota.

En abril de 1986, el UFCW inició procedimientos judiciales falsos y puso al Local P-9 bajo administración fiduciaria. El local demandó al sindicato nacional en una corte federal, acusándole de un intento “malicioso, voluntario y de mala fe” de poner fin a la huelga, que incluyó la intervención de la cuenta bancaria del local, la incautación del dinero donado a los huelguistas y el uso de espías para interrumpir las actividades de apoyo.

Con el apoyo de un juez federal en Minnesota que antes había emitido mandamientos judiciales contra la huelga de los trabajadores de Hormel, el UFCW envió a un escuadrón de matones, compuesto de 30 funcionarios, para incautar el local y cambiar las cerraduras. El UFCW envió cartas a los huelguistas diciéndoles que confrontarían el arresto si intervinieran en la administración fiduciaria. Envió a espías al pueblo para sacar fotografías de carros que tenían pegatinas para el parachoques que eran anti-Hormel y decir a los trabajadores que perderían toda esperanza del restablecimiento si siguiesen hablando contra la compañía.

Los funcionarios locales elegidos fueron removidos y la Internacional del UFCW inscribió a los esquiroles en un nuevo local. En agosto, el sindicato nacional anunció que había llegado a un trato, que no proveyó el restablecimiento de los huelguistas y aceptó todas las exigencias de la compañía. El trato se ratificó a través de un voto organizado por el UFCW del local reconstituido de esquiroles.

Reflejando la falta de seriedad de los elementos izquierdistas y liberales dentro de y cerca de los sindicatos, Roy Rogers, a quien contrataron para llevar a cabo la supuesta campaña corporativa de boicotear los productos de Hormel y unos trucos de desobediencia social, admitió que le sorprendió completamente el papel anti huelguístico del UFCW. “Nunca conté con la lucha difícil que la Internacional llevó a cabo en nuestra contra”, dijo él. “Nunca me habría imaginado que nos atacarían, nos ignorarían cuando llegó la Guardia Nacional, que Kirkland y Winpisinger se pondría en nuestra contra, y que gastarían los millones que gastaron para derrotarnos. Nunca pensé que harían nada en nuestra contra ni en nuestro pro”.

El internacionalismo y la lucha por la dirección revolucionaria de la clase obrera

Sería incorrecto considerar el desarrollo de las intervenciones de la Liga Obrera en la clase obrera desde un punto de vista nacionalista. Como escribió camarada David North al secretario general del Partido Obrero Revolucionario (WRP, por sus siglas en inglés) Michael Banda el 23 de enero de 1984:

Sin importar lo prometedor que parecen ciertos eventos dentro del trabajo nacional de las secciones –como nuestras propias experiencias en varias luchas sindicales– éstos no producirán beneficios reales para las secciones involucradas a menos que ese trabajo se guíe científicamente por una perspectiva internacional elaborada. Cuanto más la Liga Obrera se acerca a la clase obrera, así más sentimos la necesidad de la colaboración más cercana con nuestros camaradas internacionales para impulsar el trabajo. La degeneración del Partido Socialista de los Trabajadores, que culminó en la ruptura con Mandel, es la vindicación histórica más importante de la lucha que ustedes llevaron a cabo contra el pablismo. Estamos orgullosos de haber sido sus estudiantes en esa lucha. Pero la nueva etapa de la crisis del imperialismo y el estalinismo y la disgregación del revisionismo ahora plantean la necesidad de un gran desarrollo de nuestro trabajo teórico y nuestra actividad práctica. Creemos que este desarrollo requiere la reanudación de nuestra lucha contra el revisionismo pablista –sobre todo, contra la manifestación de su perspectiva dentro de nuestras secciones.

Trágicamente, Healy, Banda y Slaughter rechazaron este camino de colaboración y lucha internacionales, pues ya habían adoptado las posiciones y la perspectiva del revisionismo pablista, al que en algún entonces se habían opuesto sin miedo. Esto adoptó la forma de una adaptación grotesca al nacionalismo burgués en el Medio Oriente y África, a la perestroika de Gorbachov en la Unión Soviética, y en Inglaterra a las burocracias del Partido Laborista y el Congreso de Sindicatos, incluido al líder estalinista del Sindicato Nacional de Mineros Arthur Scargill durante la huelga de 1984-85.

La escisión con el WRP en 1985-86 fue la culminación de una guerra civil de más de treinta años dentro de la Cuarta Internacional y marcó la victoria de los trotskistas ortodoxos. Esto creó las condiciones para un desarrollo político, teórico y organizacional inmenso del Comité Internacional de la Cuarta Internacional. La derrota y la expulsión de los oportunistas nacionales anticiparon eventos históricos inmensos, incluida la liquidación estalinista de la URSS y la transformación de los partidos socialdemócratas, sindicatos y todas las organizaciones basadas nacionalmente, en agentes directos del capital. Precisamente en esas instituciones se había basado el oportunismo pablista.

En el inicio de los años 1990, había una lucha prolongada dentro la Liga Obrera sobre las implicaciones de la transformación de los sindicatos y partidos de reformismo nacional para la práctica de la sección estadounidense. Este proceso adoptó la forma de una lucha contra cualquier concepción de que la tarea básica del partido fuera emitir exigencias a la AFL-CIO, incluida la de construir un partido laborista, y la concepción de que el partido no pudiera “sustituirse” por las “organizaciones masivas de la clase obrera” y el “movimiento laborista”.

Yo querría citar unos comentarios que hizo David North durante una discusión durante el abril de 1991 del Comité Político de la Liga Obrera.

Hemos pasado mucho tiempo examinando los verdaderos cambios que han ocurrido dentro de los sindicatos, y el cambio de la relación de la burocracia a la clase obrera, el papel social cambiante de esa burocracia. Hemos hecho el punto que en la lucha de la clase obrera, la burocracia ha estado redefiniéndose como una fuerza social, que sistemáticamente entra en acuerdos que no pueden ser descritos como incluso una defensa retorcida de la clase obrera y los requisitos mínimos de la clase obrera.

[E]n la medida en que verdaderamente intervenimos en las luchas de la clase obrera y nos encontramos en la dirección de movimientos, nos encontraremos en una posición en que tendremos que confrontar inmediatamente la oposición directa, hablando políticamente y organizacionalmente, de los sindicatos. En una etapa muy temprana, nos confrontará la pregunta: ¿Abandonamos la lucha o seguimos adelante en desafío al movimiento laborista, de las estructuras existentes del movimiento laborista?

…Éstas no son meras preguntas que nos enfrentarán solo a nosotros. Ellas confrontarán a las masas de obreros ellos mismos. ¿Vamos a alentar y debemos alentar las huelgas que ocurren en desafío a los líderes? ¿Debemos decirles a los obreros que necesitan prepararse para rebelarse, sin importar lo que dice la dirección? Podemos decir, ‘Sí, pueden exigir que el sindicato actúe, pero sabemos bien que no lo hará, que en la medida en que tome cualquier acción, será solo para ganar el control, para quitar la iniciativa de las fuerzas insurgentes y asfixiar cualquier movimiento’. Si el partido es serio en luchar por su programa no debe invertir en el planteamiento de exigencias con el mismo significado que eso solía tener antes, pero debemos subrayar más fuertemente la necesidad de un movimiento insurgente de la clase obrera contra las burocracias existentes y estar preparados para romper audazmente y sin piedad con las organizaciones sindicales del movimiento laborista oficial en la medida en que ese movimiento se ha convertido en un obstáculo…

North continuó:

Entendemos muy bien que la burocracia laborista no llevará a cabo tales luchas. ¿Entonces qué decimos a los trabajadores? Nosotros vamos y los sindicatos se niegan. ¿Qué hacemos en ese caso? ¿Diremos a los trabajadores que tomaren medidas a pesar de eso?–claro que sí. ¿Aconsejamos que los trabajadores hagan huelgas espontáneas? Sí, eso hacemos. Y si esto nos pone en oposición al “movimiento laborista”, pues, que sea así. Estamos en oposición.

Resumiendo estos puntos, North dijo:

Puede que hubiere una erupción de luchas sindicales y que estuvieren en oposición inmediata a la dirección sindical, que intentará suprimir y destruirles. Necesitamos tener todo eso en cuenta por decir muy claramente que la continuación de tales luchas, luchas sindicales, según opinamos nosotros, no depende de la aprobación de la burocracia sindical y, en muchos casos, si van a continuar, tendrán que continuar en oposición a la burocracia laborista. La huelga de International Falls es una señal de eso. La huelga de Hormel es una señal de eso. La huelga de Phelps Dodge fue una señal de eso. La huelga imprevista de los mineros, que aclamamos y de la que nos orgullecemos un poco, fue una demostración de eso.

Estas consecuencias surgieron de las experiencias amargas de la clase obrera con las organizaciones que la habían traicionado, y la lógica de los esfuerzos de los trabajadores de encontrar una nueva manera de expresar sus intereses de clase. En este respecto, vale la pena citar las advertencias hechas en 1989 por el presidente entonces de Trabajadores de las Minas Unidos de América (UMWA, por sus siglas en inglés), Richard Trumka, cuya muerte ayer culminó en una declaración llorosa en el Senado por el senador Demócrata Charles Schumer y tuits efusivos del líder Bhaskar Sunkara de los Socialistas Democráticos de América (DSA, por sus siglas en inglés).

Señalando la ola de huelgas imprevistas que estallaron en oposición al aislamiento por parte del UMWA de la huelga de Pittston de 1989-90, Trumka dijo al Charleton Gazette que la revuelta no fue “autorizada” ni “solicitada” por el sindicato, que había trabajado difícilmente para establecer “nuestra reputación mundial de la estabilidad”.

Si un “empleador aventurero” como Pittston estrujara al sindicato, advirtió Trumka, “les digo que de los restos derrumbados surgiría un movimiento como hubo en 1890 cuando no teníamos dinero, como pasó en 1910 cuando no teníamos dinero, como pasó en 1920 cuando no teníamos dinero, y como pasó en los años 1940, llegará una y otra vez. Cuando vuelve, creo que la forma del sindicato probablemente será diferente. Su tolerancia de la injusticia será mucho menos y su voluntad de conformar a un sistema que sabemos que no funciona, ya no existirán”.

Trumka dijo claramente que el sindicato que él encabezaba, así como el AFL-CIO que más tarde encabezaría, eran organizaciones que conscientemente defendían un sistema capitalista fallido. Al ver el apoyo creciente entre los mineros de las políticas por las que la Liga Obrera luchaba, él advirtió a la clase dirigente estadounidense que los trabajadores quizás buscarían una alternativa más radical si los sindicatos perdiesen su control sobre la clase obrera.

¿Cuáles eran las conclusiones que el PSI extrajo sobre el colapso de la AFL-CIO y la muerta del movimiento laborista oficial, que estaba basado en las fundaciones totalmente podridas del nacionalismo, el anticomunismo, y la subordinación política al Partido Demócrata?

En un reporte del 4 de enero de 1992 titulado El fin de la URSS, camarada North extrajo las conclusiones más importantes de la liquidación estalinista de la Unión Soviética. “Por todo el mundo”, dijo él, “la clase obrera confronta el hecho de que los sindicatos, los partidos, e incluso los Estados que los obreros crearon en un período más temprano se hayan convertido en instrumentos directos del imperialismo”.

North citó a la explicación de Trotsky en un artículo de 1937 “Un Estado ni obrero ni burgués” en que él escribió:

El carácter de una organización obrera como un sindicato se determina por su relación a la distribución del ingreso nacional. El hecho de que [presidente de la AFL] Green y sus compañeros defienden la propiedad privada en los modos de producción les hace burgueses. Si estos señores en adición defienden los ingresos de la burguesía de ataques por parte de los obreros; si ellos conducen una lucha contra huelgas, contra aumentos salariales, contra ayuda para los desempleados; en ese caso son una organización de esquiroles, y no un sindicato.

El camarada North continuó:

Si aplicamos la definición de Trotsky de un sindicato como una organización cuya orientación de clase se determina por su relación a la distribución del ingreso nacional, está claro que un sindicato puede llevar a cabo políticas que están opuestas a los intereses a largo plazo de la clase obrera sin dejar de ser una organización laborista.

Pero cuando estos líderes y estas organizaciones activamente colaboran con la burguesía en bajar las condiciones de vida de la clase obrera, destrozar huelgas, hacer trampas a los obreros, y tirar a los obreros al desempleo, luego, por supuesto, lidiamos con un cambio profundo de la orientación de clase de tales organizaciones.

En 1993, la Liga Obrera retiraría su exigencia por un partido laborista basado en los sindicatos, que durante un período más temprano había sido tan crítico en movilizar la clase obrera contra la burocracia pro capitalista y luchar por su independencia política. Dada la transformación de los sindicatos, esta exigencia táctica ya no era viable.

La tarea que confrontaba la dirección revolucionaria fue entender el significado del colapso de las viejas organizaciones basadas nacionalmente en los Estados Unidos e internacionalmente y elaborar un camino hacia adelante para la clase obrera. David North elaboró esto en su reporte del junio de 1995 proponiendo la transformación de la Liga Obrera en el Partido Socialista por la Igualdad:

Nuestra tarea no es especular sobre el destino de la burocracia de la AFL-CIO o alinearnos con una tendencia progresista inexistente dentro de ella. Tenemos que extraer las conclusiones apropiadas del colapso de la AFL-CIO y formular correctamente las nuevas tareas del partido. Si será una dirección dada a la clase obrera, nosotros se la tenemos que dar. Si un nuevo camino se abrirá para las masas de la gente obrera, nosotros tenemos que abrírselo. El problema de la dirección no puede resolverse en la base de una táctica astuta. No podemos resolver la crisis de dirección obrera por “exigir” que otros se la den. Si habrá un nuevo partido, lo tendremos que construir nosotros.

Conclusiones

Durante la última escuela de verano hace dos años, discutimos que después de la derrota y la expulsión por la CICI de las tendencias neopablistas centradas en la dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores británico (WRP, Workers Revolutionary Party), los logros del Cuarto Período de la Cuarta Internacional incluyeron el fortalecimiento de los fundamentos internacionalistas del partido mundial, la elaboración de la estrategia internacional del CICI, la defensa de la herencia histórica de la Cuarta Internacional, la conversión de las ligas del Comité Internacional en partidos, y el establecimiento del World Socialist Web Site.

La supresión de la lucha de clases y la colusión de la AFL-CIO en la reversión histórica de la posición social de la clase obrera han causado consecuencias económicas, sociales y políticas devastadoras. Pero ahora vivimos una situación en la que, sin importar los esfuerzos desesperados de los elementos pequeñoburgueses de contener la acumulación de tensiones sociales que ya ha durado décadas, la AFL-CIO, los estalinistas y los socialdemócratas ya no tienen ningún dominio sobre la clase obrera.

Nuestro análisis de los sindicatos y la forma que tendría la lucha de clases–como un trastorno contra los viejos organismos laboristas y con una forma cada vez más internacional –ha sido vindicado completamente. La quinta fase de la historia de la Cuarta Internacional, que estamos viviendo actualmente, está viendo la intersección creciente de la perspectiva internacional y la práctica de nuestro partido mundial con la aparición de la lucha de clases global.

La clase gobernante entiende bien la situación. La administración Biden mira a la revuelta obrera en Volvo y la intervención del Partido Socialista por la Igualdad, y el Consejo Nacional de Relaciones Laborales decide rehacer el voto en el almacén de Amazon en Alabama. Está diciendo que o viene el RWDSU ahí para vigilar la fuerza laboral o los “maníacos” del PSI y sus comités de base encabezarán una revuelta.

Nuestra tarea es encabezar las luchas en camino de la clase obrera y proveer a los obreros el modo de luchar por y asegurar sus intereses de clase.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2021)

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