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Perspectiva

El presidente de la Reserva Federal, Powell defiende la dictadura del capital financiero

Un discurso del presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Jerome Powell, pronunciado esta semana ofreció un vistazo al carácter antidemocrático y directamente dictatorial de los bancos centrales, los cuales operan al servicio del capital financiero, en la medida en que persiguen una política de aumentar deliberadamente el desempleo para recortar los salarios de los trabajadores.

En un simposio en Estocolmo, Suecia, Powell declaró: “Restaurar la estabilidad de los precios ante una inflación tan alta podría requerir medidas poco populares a corto plazo, en la medida en que aumentamos las tasas de interés para desacelerar la economía”.

El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, habla durante una conferencia de prensa en el edificio de la Junta de la Reserva Federal en Washington, el miércoles 27 de julio de 2022. [AP Photo/Manuel Balce Ceneta] [AP Photo/Manuel Balce Ceneta]

Añadió: “La ausencia de un control político directo sobre nuestras decisiones nos permite tomar los pasos necesarios sin considerar los factores políticos a corto plazo”.

En otras palabras, al buscar imponer “sufrimiento” económico a la población, en la forma de una mayor tasa de desempleo para suprimir los salarios de los trabajadores, la Reserva Federal debe operar bajo sus propias leyes a instancias de las corporaciones, la bolsa de valores y el capital financiero.

Los efectos de la política de guerra de clases de la Reserva Federal ya se hacen sentir con los cuantiosos despidos en las empresas de alta tecnología y aquellas como Amazon, golpeando a decenas de miles de trabajadores mientras las empresas manufactureras, incluyendo la industria automotriz, preparan salvajes recortes de costos.

La justificación de Powell para intentar aumentar el desempleo es que las alzas salariales están impulsando la inflación. Pero, en realidad, los salarios están cayendo en términos reales, incluso cuando las ganancias empresariales se disparan.

La crisis inflacionaria está siendo impulsada por el impacto de las políticas de dinero barato de la Reserva Federal a lo largo de la última década y media; la contracción del mercado laboral debido a las muertes e infecciones continuas por COVID y el impacto del COVID persistente; la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania; y, igualmente importante, la manipulación de precios por parte de las principales corporaciones, particularmente en el sector energético y de alimentos.

La Reserva Federal busca colocar el peso de la crisis cada vez más profunda del capitalismo en las espaldas de la clase trabajadora por medio de su régimen de altas tasas de intereses.

Si bien esto ha causado turbulencia en el mercado bursátil, se considera necesario para lograr el objetivo estratégico de aplastar la resistencia de la clase trabajadora.

Cuanto más se prolonga el endurecimiento monetario, más claramente se evidencia este objetivo en las declaraciones políticas de la propia Reserva Federal y en las actas de las reuniones de su órgano rector.

Sus documentos y declaraciones están repletos de referencias al “tenso” mercado laboral, indicando que incluso los limitados aumentos salariales, muy por debajo de la tasa de inflación, son incompatibles con su objetivo del 2 por ciento de inflación, y que hay que aumentar la oferta de mano de obra, es decir, subir el desempleo.

Estas políticas, para utilizar las palabras de Powell, están destinadas a infligir “sufrimiento” a millones de familias de la clase trabajadora, devastando a miles de millones de personas en todo el mundo.

Al imponer sus políticas, la Reserva Federal, junto con los medios de comunicación capitalistas, promueven la mentira de que el suyo no es un programa clasista y que sus medidas se llevan a cabo para beneficiar la economía.

Pero la historia de la “independencia de los bancos centrales” muestra que esta exigencia se planteó en una fase definida de la profundización de la crisis del capitalismo mundial que se había ido acumulando por décadas.

La independencia de los bancos centrales se planteó a principios de la década de 1990.

El capitalismo mundial acababa de concluir un despiadado programa de guerra de clases encabezado por el entonces presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, quien instituyó un régimen de tipos de interés récord para aplastar un movimiento de la clase trabajadora que luchaba por aumentos salariales. Provocó las recesiones más profundas desde la década de 1930, causando una devastación de la que todavía no se han recuperado zonas enteras de EE.UU.

El objetivo de la independencia de los bancos centrales era velar por la permanencia de esta arma de guerra de clases.

Ideológicamente, esto fue facilitado por la liquidación de la URSS en 1991 y el triunfalismo capitalista que la acompañó. Se decía falsamente que el fin de la URSS había demostrado el fracaso del socialismo y que, por tanto, había que dar rienda suelta al capital para que hiciera valer sus demandas a la fuerza.

La reducción de la inflación tras el inicio de la independencia de los bancos centrales se presentó como prueba de su eficacia. Pero la baja inflación de ese periodo no tuvo casi nada que ver con la actuación de los bancos centrales. Fue producto de la globalización de la producción, sobre todo de la integración de China en el mercado mundial, y de la producción de bienes de bajo coste.

La independencia de los bancos centrales, se afirmaba, también fue uno de los factores detrás de la llamada Gran Moderación, un periodo de baja inflación, la ausencia de recesiones profundas y tipos de interés bajos.

Esa ficción colapsó en 2008 con el estallido de la crisis financiera mundial –el colapso más grave desde la Gran Depresión de los años treinta—. Esta crisis se debió en gran medida a la especulación alimentada por la provisión de dinero más barato por parte de la Reserva Federal.

Fue una experiencia sumamente importante para la clase trabajadora estadounidense e internacional.

Mientras los trabajadores sufrían despidos, rebajas salariales, casas embargadas y pasaban considerables periodos de tiempo desempleados, fueron testigos de cómo se entregaba dinero a manos llenas a las corporaciones y a los bancos mediante rescates directos del Gobierno y mediante los billones de dólares entregados por la Reserva Federal, a través de la flexibilización cuantitativa, a los bancos, los especuladores y los criminales declarados cuyas actividades habían desencadenado la crisis.

La afirmación de que la Reserva Federal era una institución independiente, por encima de los intereses de clase y que gestionaba las actividades financieras a instancias de la economía y de la población, recibió un duro golpe.

La mentira quedó aún más al descubierto con el inicio de la pandemia en 2020, cuando la Reserva Federal inyectó al menos 4 billones de dólares en el sistema financiero para evitar su colapso.

Esto disparó las fortunas de magnates como el jefe de Amazon, Jeff Bezos, a la estratosfera, mientras que las vidas de los trabajadores y las de sus familias fueron devastadas por la pandemia, y se intensificaron las condiciones de explotación laboral en la sanidad, la educación y muchas otras partes de la economía.

Powell afirma que sus acciones están justificadas por el bien mayor de la “economía”.

Con ello pretende inculcar en las mentes de los trabajadores la creencia de que no se puede hacer nada para cambiar la situación actual, y que no hay otra alternativa más que someterse a los dictados de la oligarquía financiera, que les impone todo el peso de una crisis cada vez más profunda del orden capitalista.

Pero se vuelve evidente que la situación es completamente distinta cuando se comprende que la sociedad y su economía no están determinadas por condiciones eternas e inalterables, sino por la lucha de clases.

En esta lucha, la Reserva Federal, que por décadas ha sacado provecho de una serie de burbujas financieras para enriquecer masivamente a la oligarquía financiera, representa a la clase dominante capitalista, que intenta empobrecer y oprimir a la inmensa mayoría de la población.

La respuesta de la clase obrera a esta ofensiva de la oligarquía financiera está asumiendo la forma del recrudecimiento de la lucha de clases en todo el mundo. La clase obrera debe llevar adelante esta lucha por medio de un combate consciente por el socialismo, con el objetivo de tomar el poder político, reconstruir la economía sobre la base de la propiedad pública y el control democrático, y garantizar que sus vastos recursos se utilicen para satisfacer las necesidades humanas.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de enero de 2023)

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