La admisión del secretario de Defensa, Grant Shapps, de que Reino Unido planea desplegar tropas en Ucrania y enfrentar a los buques rusos en el mar Negro confirma lo cerca que está el mundo de una guerra directa entre potencias nucleares. Se debe responder mediante el desarrollo de un movimiento de masas contra la guerra en la clase obrera británica e internacional.
Las propuestas de Shapps amenazan con provocar un desastre. La colocación de fuerzas militares británicas en Ucrania solo puede tener un propósito: ofrecer un casus belli a través del sacrificio de personal militar de la OTAN. Una tercera guerra mundial es el único desenlace lógico.
Los planes fueron revelados en una entrevista con el Sunday Telegraph, intitulada “Grant Shapps enviará tropas británicas a Ucrania”. Esto fue seguido por una visita al campamento de entrenamiento del Ejército en Salisbury Plain el viernes y un regreso a Ucrania que involucró discusiones con el presidente Volodímir Zelenski y el general sir Patrick Sanders, el jefe del Estado Mayor británico. Shapps dijo que estaba discutiendo con la cúpula militar expandir los entrenamientos y la producción de equipo militar por parte de empresas privadas en territorio ucraniano:
“Creo que se llega a un punto en el que, estaba hablando hoy sobre trasladar más cerca los entrenamientos y, de hecho, dentro de la propia Ucrania… no solo el entrenamiento, sino también vemos que BAE [la empresa de equipo militar], por ejemplo, está produciendo dentro del país”.
El editor político Edward Malnick añadió: “Shapps sugirió que Reino Unido estaba preparándose para ayudarle al país de forma más activa a defenderse ante los ataques en el mar Negro, donde Rusia ha estado atacando cada vez más los cargueros que llevan granos”.
La amenaza de una guerra total con Rusia
Dmitri Medvédev, expresidente de Rusia, advirtió inmediatamente de que el traslado de los cursos de adiestramiento británicos al territorio de Ucrania “convertiría a sus instructores en blancos legales para nuestras fuerzas armadas. Sabiendo perfectamente que serán destruidos sin piedad. Y ya no como mercenarios, sino precisamente como especialistas británicos de la OTAN”.
Destacó los comentarios de “la jefa del Comité de Defensa alemán de apellido impronunciable, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, que ayer dijo que cree que Ucrania tiene derecho a utilizar misiles de largo alcance para atacar objetivos en el territorio de la Federación Rusa... Estos idiotas nos están empujando activamente hacia una tercera guerra mundial”.
Los medios de comunicación se vieron obligados a reconocer que Shapps amenazaba con provocar una guerra con Rusia. The Guardian describió el anuncio como “sumamente agravante... el Ministerio de Defensa nunca ha reconocido una presencia militar permanente en el país”.
Señalaba que, al comienzo de la guerra, “la base militar de Tavoriv, en el oeste de Ucrania, uno de los principales campamentos utilizados por las tropas británicas para entrenar a las tropas ucranianas, fue alcanzada por un devastador ataque con misiles que mató al menos a 61 personas, entre ellas muchos voluntarios internacionales, solo unas semanas después de la invasión”.
El papel de Reino Unido como provocador jefe
El temor de provocar una oposición masiva a una escalada tan desastrosa de una guerra sin ningún apoyo popular llevó al primer ministro Rishi Sunak a negar planes inmediatos de desplegar tropas británicas, diciendo a la prensa que se trataba de “algo a largo plazo, no del aquí y ahora”. Shapps también se desdijo, afirmando a Conservative Home: “El Sunday Telegraph escribió erróneamente un titular que no tenía ninguna relación con ninguna de las transcripciones ni con nada de lo que se había discutido”.
El Gobierno se apoya ahora en medios de comunicación serviles para enterrar la revelación de Shapps sobre los planes criminales del Reino Unido: “Ellos [Telegraph] lo arreglaron inmediatamente y nadie más lo escribió”, dijo a Conservative Home. Pero más allá de las negaciones, el secretario de Defensa ha confirmado que el Reino Unido, en íntima colaboración con la Administración de Biden, está preparando provocaciones que deben conducir a una guerra total.
Como advirtió el lunes el World Socialist Web Site, “esta realidad no es producto solo de las declaraciones de Shapps o Sunak, sino de la lógica militar de la situación. EE.UU. y la OTAN han apostado su credibilidad en el resultado de la guerra en Ucrania... Dado que Ucrania se está quedando sin carne de cañón para el conflicto con Rusia, la única manera de 'cambiar el juego' es que las fuerzas de la OTAN, hasta ahora proveedoras de armas, inteligencia, logística y estructuras de mando para el ejército ucraniano, intervengan directamente en el conflicto”.
El papel de Reino Unido a lo largo de la guerra de Ucrania ha sido el de provocador jefe. Shapps se jactó ante el Telegraph: “De todos los socios del mundo... Fuimos los primeros en ayudar, suministramos primero el material y animamos a otros a hacer lo mismo, proporcionamos más entrenamiento e inteligencia”.
En enero de 2023, Reino Unido anunció el suministro de 14 tanques principales Challenger II a Ucrania, disolviendo la renuencia de los países europeos sobre el envío de tanques Leopard y de Estados Unidos que está enviando tanques Abrams. Reino Unido fue el primero en suministrar a Ucrania misiles Storm Shadow de largo alcance capaces de alcanzar objetivos en territorio ruso. En el marco de la operación británica Interflex, más de 20.000 reclutas de las fuerzas armadas ucranianas han recibido formación en Reino Unido, incluidos pilotos de aviones de combate, preparando el camino para la entrega de los F-16 que Ucrania lleva tiempo exigiendo.
La amenaza de un enfrentamiento con buques rusos en el mar Negro también continúa el papel de Reino Unido como provocador de la OTAN. En junio de 2021, días antes de los ejercicios navales y aéreos Sea Breeze de la OTAN, el destructor británico HMS Defender entró en las aguas frente a Crimea reclamadas por Rusia, que respondió con disparos de advertencia.
La política declarada de Reino Unido consiste en prepararse para librar una guerra con Rusia. En 2018, el general sir Nicholas Carter, antiguo jefe del Estado Mayor, planteó que el Ejército británico necesitaba “proyectar su capacidad terrestre a distancias de hasta unos 2.000 km”, comparando directamente las tareas actuales con la guerra de aniquilación nazi librada contra la Unión Soviética.
En su discurso de apertura durante la “Conferencia anual sobre guerra terrestre” del Royal United Services Institute (RUSI) en el verano, el general sir Patrick Sanders, quien presuntamente asesoró a Shapps, exigió el fortalecimiento de las fuerzas armadas para que sean capaces de librar guerras ofensivas. Sanders insistió: “El Ejército británico debe estar preparado para participar en combates del tipo más violento”.
El nivel de violencia que se está considerando quedó demostrado de la forma más escalofriante con la revelación en septiembre de que Reino Unido está a punto de colocar armas nucleares estadounidenses en su suelo, en la base de la Fuerza Aérea Real de Lakenheath, por primera vez en 15 años.
Los sindicatos y el Partido Laborista como impulsores de la guerra
La continuación y la escalada de la guerra contra Rusia dependen sobre todo de los servicios prestados por los sindicatos al sofocar la lucha de clases y del apoyo inquebrantable del Partido Laborista a las agresiones de la OTAN.
Durante las últimas tres décadas, la burguesía británica en crisis ha considerado el apoyo a las guerras lideradas por Estados Unidos en Afganistán, Irak, Libia, Siria y ahora Ucrania como el principal mecanismo político para proyectar sus intereses globales contra sus principales rivales europeos, una política reforzada por el impacto desastroso de su salida de la Unión Europea o brexit en la posición mundial de Reino Unido. Pero el giro hacia la guerra y las medidas de austeridad, que llegan tras el horrible impacto de la pandemia del COVID-19, han producido una crisis del coste de la vida que está provocando una explosiva ola de huelgas que comenzó el verano pasado.
Los conservadores han respondido aprobando una legislación de servicios mínimos, que prohíbe efectivamente las huelgas en los servicios esenciales. Pero hasta ahora se han apoyado en las traiciones impuestas por la burocracia sindical a las huelgas en los ferrocarriles, los correos, las telecomunicaciones, la educación, las administraciones locales y la salud, en las que han participado millones de trabajadores.
En medio de una crisis gubernamental que vio la caída del primer ministro Boris Johnson, la instalación abortada de Liz Truss y su reemplazo forzoso por Sunak, y ante los ataques de los medios de comunicación contra los huelguistas ferroviarios, que fueron tildados de “títeres de Putin”, la burocracia sindical protegió al imperialismo británico y su campaña bélica de una amenaza de huelga general.
En septiembre, el Congreso de Sindicatos (TUC, por sus siglas en inglés) aprobó por abrumadora mayoría la guerra en Ucrania, pidiendo que “Reino Unido envíe ayuda financiera y práctica”. El Congreso del TUC del año pasado votó a favor de “apoyar las campañas de nuestros afiliados por aumentar inmediatamente el gasto británico en Defensa” dado que “el Congreso… reconoce que los recortes en la producción militar han obstaculizado la habilidad de Reino Unido de ayudar al pueblo ucraniano ante el brutal asalto del régimen de Putin”.
Los líderes sindicales insisten ahora en que los trabajadores no tienen alternativa a esperar que se elija un Gobierno laborista el año que viene. Esto a pesar de la hostilidad declarada del líder laborista sir Keir Starmer a las huelgas y su insistencia en que un Gobierno laborista continuará con las medidas de austeridad de los conservadores y que las impondrá de forma más eficiente. Respaldan explícitamente el pleno apoyo del laborismo a la guerra en Ucrania, que ha visto a Starmer jactarse de ser “el partido de la OTAN”.
La elevación de Starmer y su camarilla de belicistas de derecha a la dirección laborista es responsabilidad política de Jeremy Corbyn. Su negativa a movilizar el masivo apoyo popular que tenía entre los trabajadores y la juventud contra el militarismo imperialista fue la condición previa esencial para preparar la guerra de la OTAN contra Rusia.
Solo una semana tras la elección de Corbyn como líder laborista en septiembre de 2015, el Sunday Times publicó una declaración de un “general en servicio de alto rango” advirtiendo de “un amotinamiento” si se convertía en primer ministro, utilizando “cualquier medio posible, justo o sucio” contra él. La respuesta de Corbyn fue dar marcha atrás en todas las cuestiones importantes, incluida la guerra en Siria, la pertenencia a la OTAN y la renovación del programa británico de armas nucleares.
La sustitución de Corbyn por Starmer en 2020 significó el colapso final de la “izquierda laborista” y de cualquier tendencia supuestamente contra la guerra en su dirigencia. Cuando Starmer amenazó el año pasado con medidas disciplinarias a cualquier diputado que apoyara Stop the War Coalition (“Coalición Alto a la Guerra”) o que criticara la OTAN, los 11 firmantes de una declaración en la que se criticaba a la OTAN y a Rusia y se pedía la negociación inmediata de una paz retiraron su firma. La mayoría del Grupo de Campaña Socialista (SCG, por sus siglas en inglés) liderado por el excanciller en la sombra de Corbyn, John McDonnell, ahora apoya abiertamente la guerra.
¡Construyan un movimiento de masas socialista y contra la guerra!
El Socialist Equality Party (SEP; Partido Socialista por la Igualdad) exige el fin inmediato de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, emprendida como una conspiración contra la población del Reino Unido y del mundo entero e impuesta sin ningún debate sobre sus causas y consecuencias.
A espaldas de la clase trabajadora, las potencias de la OTAN han instigado un conflicto se dirige a una confrontación militar directa con Rusia y China y que amenaza con una aniquilación nuclear.
Existe una oposición significativa y cada vez mayor a la guerra entre los trabajadores británicos, especialmente en la generación más joven. Pero esta oposición carece de un programa, una perspectiva y una conducción. Debe emprenderse una lucha por movilizar a la clase obrera en un movimiento global antibélico contra las potencias de la OTAN y el nacionalismo ruinoso de los regímenes de Putin y Zelenski que ha llevado a los trabajadores rusos y ucranianos al borde del desastre.
La guerra en el extranjero implica una guerra de clases en casa. Shapps aprovechó su entrevista en el Telegraph para exigir un aumento del gasto militar al 3 por ciento del PIB. Todos los recursos utilizados para financiar la maquinaria militar se pagarán mediante una austeridad cada vez más brutal y ataques a la clase obrera, y se impondrán mediante un giro hacia formas dictatoriales de gobierno. Oponerse a la guerra significa, consecuentemente, impulsar resueltamente la lucha de clases con base en un programa socialista y anticapitalista. Como ha explicado el SEP:
La guerra imperialista es el resultado de las contradicciones fundamentales del sistema capitalista, principalmente aquella entre una economía global y la división del mundo en Estados nación rivales, en los que está arraigada la propiedad privada de los medios de producción. Estas mismas contradicciones, sin embargo, producen las bases objetivas para la revolución socialista mundial. Las consecuencias de la guerra ya están intensificando enormemente los conflictos sociales en todo el mundo. El impacto de la inflación galopante está impulsando la lucha de clases, incluyendo el estallido de huelgas y protestas entre los trabajadores de la industria automotriz, las líneas aéreas, la salud, la educación, los servicios y otros sectores de la clase obrera.
El SEP llama a la construcción de un nuevo movimiento antibélico y masivo de la clase obrera británica, europea e internacional. El fin de la guerra solo es posible a través de la movilización política de la clase obrera en oposición a toda la clase dominante, sus sirvientes en la burocracia sindical y sus dos partidos, Tory y Laborista. Esto significa construir órganos independientes de la lucha de clases: comités de base en cada lugar de trabajo.
El desarrollo de un movimiento contra la guerra en Reino Unido debe estar conectado con la lucha por unir a los trabajadores de todos los países, incluyendo Rusia y Ucrania, contra la guerra y el imperialismo y por el socialismo. Este movimiento se construirá en colaboración con nuestros copensadores internacionales del Comité Internacional de la Cuarta Internacional y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de octubre de 2023)
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