En medio de las fluctuaciones del mercado y la especulación sobre la dirección que tomarán las tasas de interés, está claro que los bancos centrales, encabezados por la Reserva Federal de Estados Unidos, buscan asegurarse de contener los aumentos salariales antes de recortarlas.
Al mismo tiempo, intentan tranquilizar a los mercados financieros garantizándoles que eventualmente se realizarán recortes en las tasas de interés.
Esto se debe a que cuanto más se prolongue el régimen actual de tasas de interés elevadas, mayor será el peligro de problemas financieros. Esta tendencia se debe a la dependencia de muchas áreas del sistema financiero en el régimen de tasas de interés cercanas a cero que prevaleció durante casi una década y media después de la crisis financiera mundial de 2008.
Los bancos estadounidenses más pequeños y regionales ya se han visto afectados —tres de ellos quebraron en marzo del año pasado amenazando con una “crisis sistémica”— y se han emitido advertencias de una crisis inminente en el sector inmobiliario comercial.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, intentó sortear este problema presentándose en el programa “60 Minutes” de CBS el domingo por la noche.
Aseguró a los mercados que la Reserva Federal todavía espera realizar alrededor de tres recortes de las tasas de interés este año, cada uno de un cuarto de punto porcentual, diciendo que “casi todos” los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) apoyan estas reducciones.
El llamado “gráfico de puntos”, en el que los miembros del FOMC pronostican los cambios en las tasas de interés, mostró en diciembre que su expectativa es que las tasas se reduzcan en tres cuartos de punto porcentual para fines de este año.
La siguiente proyección no será emitida hasta la reunión del FOMC del 20 de marzo, pero Powell dijo que “nada ha sucedido en el periodo intermedio que sugiera que los miembros han cambiado sus proyecciones drásticamente”.
También buscó moderar las expectativas del mercado sobre los recortes inminentes —en algún momento se llegaron a pronosticar seis recortes de tasas este año, comenzando en marzo.
“No hay un camino fácil, simple u obvio”, dijo. “Pensamos que la economía se encuentra en un buen lugar. Pensamos que la inflación va en descenso. Solo queremos obtener un poco más de confianza de que este descenso se está dando de una forma sostenible”.
Powell no aclaró qué le daría a la Reserva Federal “más confianza”. Sin embargo, los comentarios en las publicaciones financieras han indicado que lo que se requiere es evidencia de un relajamiento en el mercado laboral y que los aumentos salariales se mantengan a la baja.
Esta correlación fue subrayada por los datos publicados por la Oficina de Estadísticas Laborales el viernes, que mostraron que la economía de Estados Unidos agregó 353.000 empleos en enero —casi el doble de lo que se esperaba. Eso llevó a Wall Street a descartar de inmediato cualquier perspectiva de un recorte de las tasas de interés en marzo.
Los bancos centrales no pueden afirmar abiertamente que su objetivo central en cuanto a la inflación no es, y nunca ha sido, la enorme manipulación de precios mediante la cual las grandes corporaciones aumentan sus ganancias, particularmente en las áreas de alimentación, energía y otras necesidades, sino la supresión de los salarios y del nivel de vida de la clase trabajadora. Admitir esa verdad desmentiría el cuento de que estas instituciones sirven a los intereses del público.
Sin embargo, las clases gobernantes necesitan estar informadas sobre lo que está sucediendo, por lo que se es inevitable que la realidad salga a la luz, al menos parcialmente, en secciones de la prensa financiera.
En un artículo reciente titulado “¿Por qué los banqueros centrales se muestran reacios a declarar victoria sobre la inflación?”, el Financial Times comentó: “Los banqueros centrales de todo el mundo habían comenzado a prepararse para reducir las tasas ante una inflación cada vez más débil. Pero como lo demuestran los números de empleo en los Estados Unidos, las demandas del mercado laboral siguen siendo la principal barrera para poder alcanzar las metas de inflación del 2 por ciento”.
Lo que esto significa es que las tasas no bajarán hasta que los banqueros centrales tengan la confianza de que las demandas salariales de los trabajadores, que buscan compensar las alzas de precios impuestas por las corporaciones, hayan sido suprimidas.
Aunque nunca se menciona, tanto en los Estados Unidos como en otros países, el principal mecanismo utilizado para lograr este objetivo es a través de los sindicatos y el papel que éstos juegan en imponer a los trabajadores acuerdos salariales por debajo de la inflación.
Comentando más sobre el tema salarial, el artículo del FT señaló que el éxito continuo en la reducción de la inflación depende de la evolución de los mercados laborales.
“Mientras que las reducciones iniciales en la inflación fueron impulsadas por factores externos, el progreso ahora depende de la tarea más difícil de contener el crecimiento de los precios generados internamente. Eso será más difícil si el aumento del empleo y los salarios se mantiene demasiado robusto”.
“Los economistas afirman que la eliminación de los últimos excesos en el incremento de precios podría necesitar de continuar una política persistentemente estricta que suprima aún más la demanda”.
El riesgo aquí, a pesar de todas las afirmaciones oficiales de que el sistema financiero y bancario es “sólido y resistente”, es que la persistencia de las tasas altas puede desembocar en una crisis.
La cuestión de los salarios también fue el centro de atención en la reunión del Banco Central Europeo el 25 de enero —a tal grado, que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, apenas pudo hablar de otra cosa cuando tuvo que discutir la inflación—.
Fue tan obvio que uno de los periodistas preguntó en su conferencia de prensa si “¿es justo suponer que el enfoque en los salarios significa que va a hacer falta ver una caída en el crecimiento de los salarios antes de que esté dispuesta a recortar las tasas?”.
Lagarde evitó responder directamente la pregunta, pero la respuesta fue afirmativa.
Como señaló el FT, los que fijan las tasas en el BCE “han dejado claro que su enfoque clave en los próximos meses estará en los acuerdos salariales y en su grado de afinidad con la meta de inflación del 2 por ciento”.
“La preocupación del BCE y otros bancos centrales es que los trabajadores demanden aumentos salariales para recuperar el poder adquisitivo que perdieron durante las alzas iniciales de los precios”.
Al igual que Powell, su homólogo en Estados Unidos, Lagarde está particularmente preocupada por el sector de servicios, donde los salarios representan una gran parte de los costos totales.
En el Banco de Inglaterra, el gobernador Andrew Bailey ha planteado la posibilidad de un recorte en las tasas de interés, pero el banco central ha advertido que, si bien el mercado laboral se ha relajado, se mantiene “ajustado según los estándares históricos”.
El mismo problema surgió ayer en la decisión del Banco de la Reserva de Australia de mantener las tasas de interés constantes y advertir que no se podía descartar un aumento. El banco dijo que, aunque las condiciones en el mercado laboral continuaban relajándose, seguían siendo más ajustadas de lo que era compatible con “la meta de inflación”.
La lucha de clases rara vez, si acaso, se menciona directamente en los anuncios de los bancos centrales. Pero como un huésped no invitado, siempre se encuentra presente en sus deliberaciones.
Todos los comentarios mencionan frecuentemente los errores de la década de 1970 cuando el entonces jefe de la Reserva Federal, Arthur Burns, bajó las tasas de interés. Se sostiene que esta acción alimentó la inflación.
Sin embargo, la principal preocupación que deriva de esa experiencia histórica es que el aumento de los precios llevó a una erupción de luchas importantes de los trabajadores en todo el mundo por aumentos salariales que sacudieron a la élite política.
Ante la mayor inflación desde aquel periodo y en medio de una creciente inestabilidad financiera, su gran temor es que, a menos que se sofoquen las luchas obreras mediante las acciones de la burocracia sindical, con el apoyo de las diversas tendencias pseudoizquierdistas, las consecuencias serán aún más graves para todo el orden capitalista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 07 de febrero de 2024)
