Los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (IYSSE, sigla en inglés) condenamos los ataques en marcha en Estados Unidos contra los estudiantes y profesores que se oponen al genocidio en Gaza. Exigimos que todos los profesores, estudiantes y organizaciones que hayan sido despedidos, expulsados o suspendidos sean reincorporados de inmediato. Se debe movilizar el apoyo más amplio posible entre los jóvenes y en la clase trabajadora para luchar por esta demanda.
Durante el último mes, varias universidades estadounidenses como la Universidad de Vanderbilt en Tennessee y la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, han arrestado, expulsado y suspendido a estudiantes por participar en manifestaciones a favor de Palestina. Ha habido profesores despedidos o puestos en licencia en la Universidad de Columbia y John Jay College en la ciudad de Nueva York. En Texas, el gobernador Greg Abbott emitió una orden ejecutiva exigiendo que el sistema universitario estatal “imponga castigos apropiados, incluyendo expulsiones” para los estudiantes que se opongan al genocidio.
El martes, la administración de la Universidad del Sur de California prohibió a Asna Tabassum, una destacada estudiante, pronunciar el discurso de graduación después de haber expresado su oposición al genocidio en su Instagram.
Esta campaña para censurar, intimidar y silenciar a los opositores del genocidio ha de intensificarse. Una audiencia del Congreso el miércoles se dedicó principalmente a presionar a la administración de la Universidad de Columbia, que ha tomado la iniciativa en el ataque a los derechos democráticos en las universidades, a llevar a cabo una purga completa de profesores y estudiantes propalestinos.
Al igual que en audiencias anteriores del Congreso dirigidas a universidades élite, la embestida fue liderada por republicanos de extrema derecha como Elise Stefanik, partidaria de “la teoría del gran reemplazo” antisemita y supremacista blanca, y Jim Banks, un defensor abierto del intento de golpe fascista del 6 de enero y aliado de la antisemita Marjorie Taylor Greene. La mayoría de los participantes comenzaron sus comentarios reafirmando la mentira de que la oposición al sionismo constituye antisemitismo. Esta mentira ahora sirve como principal base ideológica para la criminalización de cualquier oposición al fascismo, el imperialismo y el capitalismo.
El congresista Tim Walberg, quien ha pedido a Israel que aniquile Gaza con armas nucleares, insistió en que la universidad “discipline” a Joseph Massad, profesor titular de Política Árabe de la Universidad de Columbia. La presidenta de Columbia, Nemat Shafik, una exfuncionario de alto rango del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco de Inglaterra, respondió que Massad estaba siendo “investigado”, un hecho del que el profesor nunca había sido informado hasta la audiencia. Cuando se enfrentó a la contratación de Mohamed Abdou como profesor visitante, Shafik respondió escalofriantemente: “Nunca volverá a trabajar en Columbia”.
Stefanik y otros congresistas nombraron a varios profesores, pidiendo que fueran despedidos y que Columbia revisara sus procedimientos de contratación. Un congresista describió a un docente que se opuso al genocidio como “un infeliz”. El congresista Joe Wilson (republicano de Carolina del Sur) pidió la censura de los profesores y estudiantes que sostienen que el capitalismo es “un sistema de opresión económica”.
Los representantes de la administración de la Universidad de Columbia, que incluían a un ex ejecutivo de Goldman Sachs, un experiodista líder de CNN, ABC y NBC, y un miembro de la derechista Sociedad Federalista de abogados, hicieron todo lo posible para tratar de demostrar al Congreso que eran aliados dignos en el ataque a la libertad de expresión.
Shafik declaró que la universidad estaba “en contacto regular con la Policía de Nueva York y el FBI” y que se tomarían más “medidas disciplinarias” contra los estudiantes y profesores disidentes.
La universidad ya suspendió los grupos Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voz Judía por la Paz y efectivamente ha prohibido las manifestaciones en su campus. Mientras se celebraba la audiencia, la Policía de Nueva York bloqueó la entrada al campus de Columbia, donde los estudiantes habían iniciado un campamento de protesta para exigir el fin del genocidio.
La audiencia dejó en claro que el objetivo de la clase dominante estadounidense no es nada menos que una purga de los profesores y el cuerpo estudiantil en las universidades, con el fin de subordinar completamente la educación superior a la máquina de guerra. Todos los que se atrevan a expresar su oposición a la política exterior de Estados Unidos serán expulsados, colocados en una lista negra y convertidos en blanco público de ataques por parte de sionistas y elementos de extrema derecha.
Tales ataques ya están teniendo lugar. En la Universidad de Columbia, varios estudiantes que se manifestaban tuvieron que ser hospitalizados después de ser atacados con armas químicas por exsoldados de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) en el campus. Solo en las últimas dos semanas, dos jóvenes musulmanes fueron atacados en el campus de la Universidad de Texas en Austin, y una profesora de Derecho de UC Berkeley agredió físicamente a una estudiante musulmana que protestaba.
En una incitación abierta a la violencia contra los manifestantes, el martes, el republicano de extrema derecha Tom Cotton alentó a “las personas atrapadas por bloqueos de calle por parte de turbas pro-Hamás” a “tomar el asunto en sus propias manos. Es hora de poner fin a esta tontería”.
El Partido Demócrata es totalmente cómplice de esta campaña. La política del Gobierno de Biden ha sido cerrar filas con los republicanos de extrema derecha para formar un frente unido para librar la guerra tanto en el extranjero como en el país. Mientras trabaja en estrecha colaboración con los republicanos para abolir la libertad de expresión en las universidades, el Partido Demócrata depende de las burocracias sindicales para sofocar cualquier expresión independiente de oposición de la clase trabajadora al ataque a los derechos democráticos y sociales, así como a la guerra y al genocidio de Gaza.
Ambos frentes son parte de la misma estrategia: desde el punto de vista de la clase dominante, la supresión de la lucha de clases y la oposición política en el país es el requisito más importante para librar una guerra en el extranjero.
Para llevar a cabo esta estrategia, la Administración de Biden recibe un apoyo crítico de los demócratas de “izquierda”. Alexandria Ocasio-Cortez se ha convertido en la principal recaudadora de fondos para la campaña de reelección del “Genocida Joe”, mientras permanece en silencio sobre la purga de profesores y estudiantes. Del mismo modo, Jacobin, la revista insignia de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos, mantuvo silencio sobre la caza de brujas en las universidades durante meses antes de legitimar la campaña de extrema derecha que llevó a la destitución de Claudine Gay como presidenta de la Universidad de Harvard.
Este ataque a los derechos democráticos tiene un alcance internacional. El viernes, la Policía de Berlín, Alemania, atacó un evento del Congreso Palestino. A varios académicos y políticos prominentes, incluido el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, se les prohibió entrar en Alemania e incluso dar un discurso en línea al público alemán. Después de dos guerras mundiales y el Holocausto, el imperialismo alemán, al igual que Estados Unidos, Francia y Reino Unido, está proporcionando fondos y armas imprescindibles para el genocidio de Israel en Gaza.
Detrás de la ofensiva cada vez mayor a la libertad de expresión a nivel internacional por parte de todos los sectores de la clase dominante está la ampliación e intensificación de una guerra mundial en ciernes. Durante la última semana, Estados Unidos y las potencias imperialistas europeas se han acercado más que nunca a librar un conflicto directo con Irán en Oriente Próximo. En Europa, la OTAN está discutiendo el despliegue de tropas en Ucrania, donde el ejército que patrocina se enfrenta a una situación desastrosa en la guerra contra Rusia. Los dos escenarios bélicos están intrínsecamente vinculados: ambos son parte de un nuevo reparto imperialista del mundo, dirigido no solo contra Rusia e Irán, sino también China.
Mediante su frenética campaña para sofocar cualquier oposición al genocidio en Gaza, la clase dominante está tratando de preparar la represión violenta de un movimiento de masas aún más grande y poderoso contra la guerra y contra el capitalismo. Es muy consciente de que las protestas contra el genocidio de Gaza son solo un presagio de tal movimiento. Es por eso por lo que ha emprendido una vez más lo que el líder trotskista estadounidense James P. Cannon describió durante el macartismo de principios de la década de 1950 como “una guerra psicológica contra el libre pensamiento y la oposición en una escala que va mucho más allá de su supresión legal”.
Pero todo indica que la clase dominante ya está perdiendo esta “guerra psicológica”. El hecho de que los manifestantes desafíen este ataque frontal del Estado es sintomático de un proceso de radicalización mucho más amplio: para millones de personas, el sistema capitalista, y especialmente el imperialismo estadounidense, que durante mucho tiempo ha funcionado como su principal baluarte, han perdido toda legitimidad histórica, política y moral.
Pero no importa cuán comprometidos y valientes sean, los jóvenes por sí solos no pueden detener el genocidio, combatir el imperialismo ni derrocar el sistema capitalista. De hecho, la experiencia de las protestas durante el último semestre demuestra que se necesita urgentemente una nueva orientación política y social.
Hasta ahora, las protestas han estado dominadas por fuerzas nacionalistas de clase media como el neostalinista Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL) y tendencias como Alternativa Socialista que están orientadas hacia la campaña electoral presidencial del oportunista y pragmático profesional Cornel West.
Estas tendencias buscan promover la ilusión de que la presión desde abajo sobre el Gobierno de Biden y el Partido Demócrata puede obligar a la clase dominante a “cambiar de rumbo”. Es un callejón sin salida. La amarga lección de los movimientos contra la guerra del pasado, ya sea contra la guerra en Vietnam o la guerra de Irak, es que cualquier movimiento que esté subordinado al Partido Demócrata y limitado al marco de la política de protesta de la clase media inevitablemente fracasará y será manipulado por la burguesía.
Pero el siglo XX también contiene otra lección: la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, que fue el comienzo del final de la Primera Guerra Mundial, y toda la historia del movimiento trotskista demuestran que la lucha por defender los derechos democráticos y la lucha contra la guerra solo pueden tener éxito si están arraigados en un movimiento independiente de la clase trabajadora. Es por eso por lo que el IYSSE insiste en que hay que construir un nuevo movimiento socialista contra la guerra, con una clara orientación al programa y la teoría del marxismo revolucionario y la movilización de la clase obrera internacional como la principal fuerza revolucionaria en la sociedad.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de abril de 2024)