Este artículo de perspectiva política apareció originalmente en inglés en nuestro sitio el 2 de julio, 2013, el día antes que las FF.AA. de Egipto llevaron a cabo un golpe de estado contral el gobierno de los Mohammed Morsi y los Hermanos Musulmanes. La naturaleza de ese golpe confirma la siguiente perspectiva.
Casi después de dos años y medio de la destitución del dictador Hosni Mubarak, los trabajadores y jóvenes otra vez se han tirado a las calles para manifestarse en masa, esta vez exigiendo que al presidente islamita Mohammed Morsi y a los Hermanos Musulmanes se les expulse del poder.
Las manifestaciones, que ahora se despliegan son de las más grandes en toda la historia. De acuerdo a los militares egipcios, 17 millones de manifestantes invadieron las calles y plazas el domingo 30 de junio, el aniversario de la toma del poder por Morsi.
Después de tan sólo un año, las masas han descubierto la índole reaccionaria de los Hermanos Musulmanes (HM). A pesar del haber tratado de adornar a su programa reaccionario con demagogia islamita, Morsi y su gobierno encaran una resistencia cada vez más grande de parte del proletariado. Según un informe publicado por el Centro Egipcio de los Derechos Económicos y Sociales (CEDES), las huelgas y manifestaciones aumentaron en un 100 por ciento bajo Morsi, y también aumentaron pronunciadamente durante el primer trimestre del 2013 con 2,400 manifestaciones o huelgas.
Morsi ha reaccionado alineándose más íntimamente con el imperialismo yanqui. Durante las semanas que precedieron el estallido de las manifestaciones de las masas, Morsi apoyó la guerra imperialista encubierta de los Estados Unidos en Siria, que tiene el objetivo de derrocar al Presidente Bashar al-Assad y preparar le guerra contra Irán. En un mitin para "Apoyar a Siria", Morsi declaró que apoyaría una veda de vuelos en contra de Siria y le daría apoyo "tangible y moral" a la oposición islamita que el Occidente respalda.
Esto sólo ha hecho que las masas del pueblo odien a su régimen aún más todavía. Con la explosión de las manifestaciones contra Morsi, el problema de la dirigencia revolucionaria se ha convertido en el problema principal de la Revolución Egipcia.
El programa de Tamarod ("rebelde") domina políticamente a las manifestaciones. Respaldan a esta corriente varios partidos liberales, islamistas y seudoizquierdistas además de algunos sectores que son vestigios del régimen de Mubarak. También lo apoyan el Frente Nacional de Salvación (bajo el mando de Mohamed ElBaradei), el Partido Fuerte Islamita de Egipto, el Movimiento de la Juventud del 6 de Abril, los Socialistas Revolucionarios (que no son ni lo uno ni lo otro), y Ahmed Shafik, el último primer ministro bajo la dictadura de Mubarak.
Tamarod ha hecho un llamado al ejército egipcio para que reemplace a Morsi con un gobierno tecnocrático, otro régimen pro capitalista bajo el control directo de los militares del país. El lunes primero de julio, la organización emitió una declaración que llama a todas las instituciones del estado, incluyendo al ejército, a la policía y a la rama judicial, a que apoyen completamente a la voluntad popular de las multitudes".
Por su parte, el ejército egipcio, financiado por Estados Unidos, todavía no se siente lo suficientemente fuerte para suprimir directamente a los manifestantes. Prefiere, por lo tanto, ponerle el dedazo a un nuevo líder y ser árbitro de la nación, estrategia que elabora en colaboración con Estados Unidos. El lunes, el General Martin Dempsey, presidente del Estado Mayor de ese país presuntamente tuvo una conversación con su contraparte, el General Sedki Sobhi.
El mismo día, las fuerzas armadas publicaron un ultimátum con un plazo de 48 horas a los partidos políticos "la última oportunidad de cargar el agobio histórico al que ahora se enfrenta la nación es lograr la reconciliación y ponerle fin a esta crisis".
La coalición multipartidista que las FF.AA. desean, juntaría a los Hermanos Musulamanes, a los partidos liberales, a antiguos socios de Mubarak, y como hoja de parra, a algún otro grupo seudoizquierdista, para quitarle legitimidad a la movilización popular.
Washington comparte estos objetivos. Al imperialismo yanqui lo aterra la posibilidad que la clase obrera egipcia choque abiertamente contra un estado egipcio debilitado; cosa que representaría contra la espina dorsal imperialista en el Oriente Medio, donde Egipto, mancornado a Estados Unidos e Israel, juega un papel primordial.
Las luchas de la clase trabajadora necesitan una voz política independiente: Necesitan librarse de todos los partidos burgueses, que una y otra vez han frustrado las aspiraciones democráticas y sociales del proletariado
Las amargas experiencias de las luchas revolucionarias del pasado enseñan que ninguna corriente de la burguesía egipcia —ni los militares, ni los islamitas, ni los liberales de ElBaredei— tiene nada que ofrecerle a la clase trabajadora. No tienen el apoyo de las masas; el imperialismo las sostiene. Todas las fuerzas políticas de Egipto defienden la propiedad capitalista, sus vínculos al imperialismo, y el estado burgués.
Un programa revolucionario claro sólo puede desarrollarse sobre cimientos marxistas, la lucha por la teoría de la Revolución Permanente que, como escribiera Trotsky, puntualiza que "sólo el proletariado, aliado con los campesinos pobres y los pobres de las ciudades, puede resolver el problema de la sociedad tomando el poder en sus manos, expropiando a los imperialistas y a la burguesía, y comenzando la tarea de transformas a la sociedad en términos socialistas".
Para derrocar al capitalismo egipcio y reemplazarlo con un gobierno obrero que luche por una política socialista, la clase trabajadora tiene que establecer sus propias instituciones de lucha modeladas en los soviets (consejos obreros) que establecieron las bases para la conquista del poder por la clase obrera en la Revolución Rusa de octubre,1917.
La única tendencia política en el mundo que presenta y defiende esta perspectiva es el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). Los trabajadores deben establecer una sección del CICI en Egipto, unir sus luchas con las de sus hermanos y hermanas de clase en el Oriente Medio y a nivel internacional, y unir a la clase trabajadora en una lucha revolucionaria común en contra de dictaduras, de la explotación capitalista y de las guerras imperialistas.