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Perspectiva

India se convierte en un frente de guerra para los planes de EE.UU. contra China

La Séptima Flota estadounidense — el eje central de los preparativos de guerra contra China — tendrá a India como su centro de reparaciones y servicios.

El mes pasado, el Pentágono le otorgó un contrato de hasta 1.500 millones de dólares por cinco años a un astillero en Guyarat para que albergue los buques de guerra y naves de patrullaje y de servicio de dicha flota.

Esta fue una decisión estratégica para sustanciar el acuerdo de agosto del 2016 que le permite a EE.UU. utilizar rutinariamente las bases militares y puertos en India para la reparación y el reabastecimiento rutinarios de sus aviones y buques de guerra.

Esta transformación de India en un centro de servicios para la Armada estadounidense marca una nueva etapa en la integración del país asiático en la ofensiva militar estratégica del imperialismo norteamericano contra China.

La Séptima Flota está en la médula de los planes de EE.UU. de librar una guerra contra China. Su área de responsabilidad se extiende de la frontera entre India y Pakistán en el océano Índico al resto del Pacífico Occidental. La estrategia militar de EE.UU., como parte del plan “Batalla Aire-Mar” (Air-Sea Battle) del Pentágono, establece que la Séptima Flota le impondría un bloqueo económico a China a través de la captura de los estrechos de Malaca y otros cuellos de botella estratégicos en el océano Índico y el mar de China Meridional. Además, esta flota también sería la punta de lanza de los bombardeos a instalaciones militares, otra infraestructura y ciudades chinas.

Desde inicios del siglo XXI, Washington ha trabajado incesantemente para incorporar a Nueva Delhi a su depredadora agenda y para convertir a India en un “contrapeso” de China. El Pentágono y los centros de pensamiento militares y de inteligencia han ansiado esto por mucho tiempo ya que consideran a India un “premio geopolítico”, debido a su tamaño, su cuantioso ejército, sus armas nucleares y su ubicación estratégica. En este último factor, India tiene la mejor posición geográfica desde donde dominar el océano Índico, la vía comercial marítima más importante de China y el mundo. Los estrategas del imperialismo estadounidense consideran que India podría convertirse en la principal vulnerabilidad de China.

Bajo el primer ministro Narendra Modi y su partido supremacista hindú, BJP, Nueva Delhi ha expandido su ya considerable cooperación militar estratégica con Washington. Además de las bases militares, India ha estrechado sus lazos militares estratégicos con los principales aliados estadounidenses en la región de Asia-Pacífico, Japón y Australia. En enero, el jefe del Comando del Pacífico de EE.UU., el almirante Harry Harris, reveló que el Pentágono y las fuerzas armadas indias han estado compartiendo inteligencia sobre el movimiento de submarinos y barcos chinos en el Océano Índico.

La llegada al poder de Trump ha puesto de relieve el grave peligro que representa esta alianza indo-estadounidense para la población asiática y mundial. El nuevo mandatario norteamericano llamó a China un “manipulador de divisas”, descartó “el pivote hacia Asia” del gobierno de Obama por su supuesta debilidad e ineficacia y amenazó con bloquear el acceso de Beijing a los islotes que controla en el mar de China Meridional, un acto que constituiría una declaración de guerra.

Mientras que Trump ha atacado la política exterior de Obama en diversas áreas, en cuanto se refiere a India, su secretario de Defensa, James Mattis, ha prometido que el nuevo gobierno aprovechará el “tremendo progreso” que ha logrado la “cooperación en defensa” entre ambos países.

El gobierno, la oposición y la prensa corporativa en India son todos cómplices de mantener a los trabajadores desinformados acerca de que el país está siendo convertido en un frente de guerra para los planes de Washington de detener el “ascenso” de China y hacer valer la hegemonía de EE.UU. en Eurasia. De no ser detenida mediante la movilización revolucionaria de la clase obrera internacional, esta campaña conduciría inexorablemente a una guerra entre las potencias nucleares del mundo.

Sin embargo, la transformación de India en una base para la Séptima Flota es un cambio tan drástico que la misma prensa india no puede evitar mencionar que durante la Guerra Fría, la flota fue utilizada varias veces por Washington para intimidar y amenazar a Nueva Delhi. El diario Times of India, por ejemplo, escribió: “La Séptima Flota de EE.UU., la cual fue enviada a la bahía de Bengala en diciembre de 1971 por el presidente norteamericano, Richard Nixon,... para ponerle presión a India durante la Guerra de Liberación de Bangladesh, irónicamente, ahora recibirá mantenimiento de una empresa india”.

Debido a los vínculos estratégicos y comerciales de Nueva Delhi con Moscú, Washington se relacionó con India como si fuese un adversario durante la mayor parte de la Guerra Fría.

La recién independizada India ambicionó establecer relaciones cordiales con Washington, pero terminó resistiéndose ante los agresivos intentos del imperialismo estadounidense para subordinar la política exterior de Nueva Delhi dentro de su ofensiva estratégica contra la Unión Soviética.

Washington terminó por reclutar a Pakistán a su sistema de alianzas claves durante la Guerra Fría. Pakistán es el Estado rival de India, creado a raíz de las tensiones comunales y la separación del subcontinente que acompañaron el proceso de independencia. Por ende, cuando EE.UU. armó a Pakistán, India se orientó hacia la Unión Soviética para comprar armas y recibir apoyo estratégico. Nueva Delhi cofundó y lideró el movimiento de países no alineados.

El apoyo soviético le ayudó a contrarrestar las presiones económicas que le impuso EE.UU. en respuesta a los intentos de la burguesía india de utilizar la substitución de importaciones y el control estatal con el apoyo de capital extranjero para así mejorar su posición. El gobierno de Jawaharlal Nehru y su Partido del Congreso también estaban conscientes del rol que podían desempeñar el apoyo del régimen soviético y una mayor integración en la política burguesa del Partido Comunista de India (CPI) en contener la oposición de la clase obrera.

La política de no alineamiento de India en ningún momento constituyó una auténtica oposición al imperialismo; fue una estratagema de la burguesía india para intentar fortalecer su dominio de clase. Su desarrollo capitalista guiado por el mismo Estado nacional quedó rápidamente al descubierto con la globalización y la disolución de la burocracia estalinista de la URSS en 1991, abandonando su retórica antiimperialista y aceptando una relación más estrecha y servil ante Washington.

Los mismos que heredaron el Partido del Congreso de Nehru encabezaron esta transición. Fue un gobierno liderado por dicho partido que forjó la “alianza estratégica global indo-estadounidense” que sirvió de antesala para la política de Modi de transformar al país en un verdadero frente de guerra para la ofensiva de Washington contra China.

Sin embargo, el CPI, junto con su partido hermano, el Partido Comunista de India (Marxista) y su Frente de Izquierda continúan alegando que la “no alineación” es una política “antiimperialista” y que la burguesía india aún puede desempeñar un papel “progresista” en la política mundial.

Los estalinistas insisten en que el orden mundial imperialista puede ser dosificado y que los intereses de la burguesía india pueden ser avanzados de mejor manera si Nueva Delhi limita su vinculación estratégica con Washington y se opone al “unilateralismo” del imperialismo estadounidense. De este modo, abogan por la “multipolaridad”, es decir, quieren que las otras élites imperialistas, junto con la burguesía india y las oligarquías que controlan Rusia y China tengan un mayor papel en la toma de decisiones de los asuntos globales.

El hecho de que los estalinistas apoyen la expansión del poderío militar y nuclear indio tan sólo subraya que respaldan abiertamente las ambiciones de la burguesía india de convertirse en una de las principales potencias.

Más allá de pretender oponerse al acercamiento entre Modi y Washington, los estalinistas han fracasado en alertar a la clase obrera de que la alianza con el imperialismo norteamericano ha envalentonado a Nueva Delhi en su campaña para imponerse como una potencia hegemónica regional en Asia meridional.

Los estalinistas aplaudieron las incursiones transfronterizas ilegales en las que las fuerzas armadas indias entraron en Pakistán en septiembre del año pasado, provocando la crisis bélica más grave entre ambos rivales nucleares al menos desde el 2003.

La reaccionaria élite de Pakistán ha respondido profundizando su antigua colaboración estratégica con Beijing y amenazando de forma cada vez más ominosa que usarán armas nucleares tácticas en caso de otro ataque indio de mayor magnitud.

La imprudente campaña de Estados Unidos para enlazar a India a su ofensiva contra China ha transformado a la región en un barril de pólvora. La mezcla del conflicto indo-pakistaní y el sino-indio con la confrontación de EE.UU. con China significa cubrirlos todos con material inflamable; las implicaciones son potencialmente catastróficas para la población de la región y del mundo entero.

Asia meridional es una región fundamental en el desarrollo de un movimiento global de la clase obrera contra las guerras imperialistas y el sistema capitalista de donde éstas surgen. Un movimiento como tal, que unifique a los trabajadores en India, Pakistán y en todo el subcontinente con la clase obrera china, estadounidense e internacional, sólo puede surgir si se expone sin piedad el papel criminal que han desempeñado la CPM y la CPI estalinistas.

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