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Perspectiva

El debate en EE.UU. sobre la salud: Una campaña bipartidista por una menor esperanza de vida

Los cambios que están siendo preparados en el sistema de salud estadounidense representan un punto álgido en la guerra contra la clase obrera. El debate en Washington y en la prensa encubre que ambos partidos en el gobierno tienen el interés de restringir el acceso a una atención médica asequible y reducir drásticamente la esperanza de vida de los trabajadores estadounidenses.

Las divisiones que existen entre demócratas y republicanos son sobre cuestiones secundarias y tácticas. Lejos de “derogar y reemplazar” Obamacare, la propuesta republicana utiliza su marco legal y aumenta el número de trabajadores sin seguro al hacerlo demasiado caro para personas de mayor edad y trabajadores de bajo y mediano ingreso, junto con una destrucción más rápida de Medicaid y Medicare.

Con los recursos que esperan liberar, planean un aumento enorme en el gasto militar y en el cauce de dinero que llega al mercado bursátil y a los bolsillos de la aristocracia financiera. En efecto, buscan continuar las décadas de contrarrevolución social que han librado ambos partidos sin importar cuál controle la Casa Blanca y el Congreso.

Según un informe emitido el lunes pasado de la Oficina de Presupuestos del Congreso, 21 millones de estadounidenses perderían su cobertura médica de aquí al 2020 y 24 millones al 2026. ¿Cuántas de estas personas morirán como consecuencia de ello?

Bajo el plan de los republicanos de la Cámara de Representantes, un trabajador de 64 años, cuyo ingreso es de $26.500 tendrá que pagar $1.700 más en sus primas para un total de $14.600 para el 2026. Esto es debido a una reducción desproporcionada de los créditos de impuestos para los pacientes de mayor edad. Al mismo tiempo alguien de 21 años de edad, con el mismo ingreso vería su prima bajar de $1.700 a $1.450.

Mientras que las primas bajarán en promedio, esto será porque los trabajadores más viejos, cuyos costos de salud son más altos, tendrán que dejar el mercado al no poder costear sus seguros. El resultado será un fuerte aumento en las tasas de mortalidad y una caída en la esperanza de vida, la cual ya ha comenzado a caer en el país debido principalmente al aumento en suicidios, sobredosis y otros males sociales.

Estos cambios son sólo el comienzo, ya que buscan aumentar la edad de elegibilidad para Medicare a 67 y transformarlo en un programa de vales o vouchers. Al mismo tiempo, el plan republicano recortaría los fondos de Medicaid, un programa federal de garantías sociales para los pobres, un 25 por ciento para el 2026, reduciendo así el número de beneficiarios en un 17% o 14 millones de personas. La directora designada por Trump del Centro para los Servicios de Medicare y Medicaid, Seema Verma, ya puso a prueba ciertos requisitos laborales para Medicaid y cuentas de ahorro para gastos médicos en el estado de Indiana.

Cuando Medicare fue aprobado en 1965, producto de una poderosa ola de luchas sociales, la esperanza de vida promedio de un hombre en EE.UU. era de 66,8 años y menor para aquellos de la clase obrera. Con esto en mente, el programa estaba diseñado en sus inicios para permitir un par de años de atención médica para las personas de mayor edad. Sin embargo, la clase gobernante quedó horrorizada al ver que un mayor acceso a la salud y los avances en la ciencia y la medicina aumentaron significativamente la esperanza de vida y que el gobierno estaba pagando estos beneficios por una década o dos más de lo anticipado.

A mediados de la década de 1960, muchos trabajadores también consiguieron pensiones y beneficios en salud que les permitieron seguir viviendo muchos años después de que dejaron de generarle ganancias a las corporaciones estadounidenses.

Esto ha provocado un gran resentimiento y enojo en la burguesía. Durante la década de 1990, hubo quejas en montón sobre el envejecimiento de la población y qué los gastos médicos se habían salido de control, socavando la competitividad global de las empresas estadounidenses. En el 2005, el CEO de la compañía Delphi, Steve Miller, antepuso que “las personas están viviendo más tiempo estos días” y que un sistema de beneficios pagados por los patrones sólo servía en una época en la que “trabajabas para un empleador hasta los 65 años y luego te morías a los 70...”.

Obamacare fue el primer esfuerzo importante para revertir esta tendencia, al desechar el sistema costeado por los empleadores y pasarle la cuenta de los gastos médicos a los trabajadores. Dicha legislación fue redactada por las mismas aseguradoras y corporaciones en el sector de salud para racionar el acceso a la salud y arrojar a los trabajadores más pobres a planes deficientes.

En oposición a todos aquellos que defendieron Obamacare como una reforma social progresista, el World Socialist Web Site explicó que, al contrario, la legislación servía de punta de lanza para una contrarrevolución en la salud a fin de dejar a la clase trabajadora sin una cobertura asequible y digna y reducir drásticamente su esperanza de vida. Este asalto está ahora siendo expandido considerablemente.

La guerra contra la clase obrera es inseparable de las guerras criminales que se libran en el extranjero. En un artículo de importancia, “Preservando la primacía: Una estrategia de Defensa para el nuevo gobierno”, publicado el año pasado en la revista Foreign Affairs y escrito por el presidente del Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes, Mac Thornberry, y el estratega en Seguridad Nacional, Andrew F. Krepinevich Jr., llegó a la conclusión de que expandir las operaciones militares de Estados Unidos contra China, Rusia e Irán y preservar su dominio militar a nivel global requiere hacerle frente “a los crecientes costos de los programas de beneficios”. El principal enfrentamiento del nuevo gobierno será en “el frente nacional”, escribieron.

Los ataques contra la salud, los empleos y niveles de vida, la ofensiva contra los inmigrantes y los derechos democráticos, junto con la campaña de guerra, van a desencadenar una enorme oposición social. La lucha contra Trump exige una lucha contra el sistema capitalista en bancarrota y contra los dos partidos de las grandes empresas, los cuales sentaron las bases para que llegara al poder el gobierno más reaccionario en la historia de EE.UU.

Por ende, es necesaria la construcción de una dirección revolucionaria que integre todas las diferentes formas de oposición social que surjan dentro de un movimiento político de las masas trabajadoras que luche por establecer un gobierno obrero y el socialismo. Esta es la única manera de eliminar el afán de lucro en el sector de salud y de proveer una cobertura de calidad como derecho social para toda la población.

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