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Crece la huelga nacional en Argentina en oposición a la austeridad

En una manifestación hecha el 7 de marzo por la mayor central sindical, la CGT, los trabajadores abuchearon y denunciaron a la dirección de los sindicatos, exigiendo una huelga general nacional de todos los trabajadores contra el gobierno de derecha de Mauricio Macri. La CGT bloqueó la demanda. Hace varios meses, la CGT se reunió con Macri y garantizó que mantendría el control del descontento social y “preservaría la paz social” lo suficiente para que su gobierno implemente reformas pro-corporativas.

Pero marzo y abril han visto una ola de protestas en las calles, huelgas y manifestaciones de la clase trabajadora argentina, en Buenos Aires y toda la Argentina.

Una serie de huelgas, cierre de carreteras y protestas de maestros, trabajadores automotrices y otros sectores de la clase trabajadora contra saqueos y ataques a los salarios y beneficios continúan esta semana. En toda Buenos Aires, los maestros están votando sobre los próximos pasos a seguir en sus luchas. Estos incluyen una huelga por tiempo indefinido, paros semanales y otras formas de lucha.

Las protestas han sido masivas. El 11 de marzo, más de 300.000 maestros marcharon y se concentraron en Buenos Aires.

El 24 de marzo, decenas de miles en toda Argentina (y 100.000 en Buenos Aires) participaron en la Marcha por la Memoria, Verdad y Justicia, que marcó el 41° aniversario del golpe de estado militar de 1976. Con excepción de un mensaje de unas 100 palabras en su página de Facebook, Macri no hizo declaraciones oficiales. El gobierno de Macri ha minimizado la importancia del golpe, insistiendo en que el número de víctimas estuvo muy por debajo de la cifra aceptada de 30.000. No se organizó ningún evento oficial.

El 3 de abril, decenas de miles de maestros en huelga en la ciudad sureña de Santa Cruz rodearon la oficina del gobierno estatal y no dejaron que la gobernadora peronista Alicia Kirchner (hermana del ex presidente Néstor Kirchner) se fuera hasta las 4 de la mañana.

Esta tensión social hizo que fuera imposible para la CGT seguir bloqueando la demanda ampliamente apoyada de una huelga general. Temiendo la posibilidad de un estallido social, la CGT anunció una huelga de un día, programada para el pasado 6 de abril.

Hay una amplia hostilidad hacia el plan de reformas del gobierno de Macri. Las medidas de Macri desde que asumió la presidencia en diciembre de 2015, con el apoyo del Congreso nacional (incluyendo tanto el ala kirchnerista como el de Massa en el movimiento peronista), han combinado ataques a derechos básicos, empleos, vivienda, salud, jubilaciones, y libertad de expresión y reunión.

La administración de Macri quiere limitar los aumentos de sueldos y salarios a menos del 20 por ciento, en varios plazos, lo que constituye una reducción sustancial de los salarios reales. El desempleo oficial supera el 10 por ciento de la fuerza laboral. Decenas de miles de trabajadores han sido despedidos y suspendidos en la industria automotriz, gráfica, petrolera, electrónica, metalúrgica, alimentaria y de bienes de consumo. Un tercio de la población vive debajo de la línea de pobreza, y la tasa de inflación del año pasado alcanzó el 30 por ciento, rebajando la calidad de vida.

Macri ha apuntado especialmente contra los maestros, que han respondido con huelgas, exigiendo aumentos de sueldo correspondientes a la tasa de inflación. Los maestros han rechazado ofertas de aumentos salariales del 19 por ciento, a cambio de aceptar concesiones en las condiciones de trabajo. Al mismo tiempo, el gobierno se niega ilegalmente a pagar a los maestros por los días de huelga.

Lleno de miedo de que el enojo de los trabajadores se está descontrolando rápidamente, como ocurrió en el pasado (el Cordobazo de 1969, por ejemplo, o las protestas de diciembre de 2001 que derribaron el gobierno de Fernando De La Rúa), la CGT está usando la huelga de un día como otra oferta de colaboración de clase a Macri y la élite dominante argentina. Rompiendo con la tradición, la CGT anunció que no habrían movilizaciones, marchas o concentraciones en Buenos Aires el 6 de abril. Un líder de la CGT dijo a los trabajadores que se queden “en casa con su mate ”.

El líder de la CGT Héctor Daer declaró que el propósito de esta huelga general era “generar debate en la sociedad, no sólo entre los trabajadores, sino entre las capas medias e intelectuales” sobre las reformas sociales y económicas.

Juan Carlos Schmid, secretario general de la CGT, reconoció que “hay un descontento generalizado en muchos sectores de la población” por el empobrecimiento creado por las medidas económicas de Macri. Otros burócratas hablaron con la prensa sobre su preocupación de que los sindicatos puedan perder el control del descontento social.

La CGT, con más de dos millones y medio de afiliados, es la central sindical más grande en Argentina. Los sindicatos argentinos tienen una historia larga de colaboración de clase, corporativismo y anti-socialismo, que se remonta a la década de 1930 y la dictadura de Uriburu. Bajo el régimen que siguió el golpe de 1943, la CGT estableció vínculos cercanos con el ejército populista, nacionalista y anticomunista, y jugó un papel grande en la instalación de Juan Perón como presidente (1946-55, 1973-74). Perón integró a los sindicatos en su gobierno y en el populista Partido Justicialista.

A lo largo de sucesivas administraciones civiles, interrumpidas por cinco gobiernos militares y una brutal dictadura militar y fascista, los líderes de la CGT han continuado con su traición criminal a la clase trabajadora argentina.

Por su parte, el morenista y de pseudo-izquierda Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Partido Obrero (PO) limitaron su crítica de la huelga nacional de 24 horas a la ausencia de marchas, convocando en cambio a una “huelga activa”. Más allá de eso, no presentan una perspectiva o un programa para orientar y unir a la clase trabajadora internacionalmente.

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