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Macron y la neofascista Le Pen avanzan a la segunda ronda de las presidenciales en Francia

En un colapso histórico del bipartidismo que ha gobernado a Francia desde la huelga general de mayo–junio de 1968, los candidatos del Partido Socialista (PS) y Los Republicanos (LR) quedaron eliminados en la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas. El exministro de Economía del gobierno del PS, Emmanuel Macron, ahora del partido En Marcha, se estará enfrentando a Marine Le Pen del Frente Nacional (FN) neofascista en la segunda vuelta el 7 de mayo.

Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior, Macron obtuvo 23,55 por ciento de los votos ante 22,32 por ciento para Le Pen. El candidato de LR, François Fillon, obtuvo 19,88 por ciento y Jean-Luc Mélenchon del movimiento Francia Insumisa, respaldado por el Partido Comunista Francés (PCF) estalinista, obtuvo 19,01 por ciento de los votos.

El candidato del PS, Benoît Hamon, recibió 6,12 por ciento de los votos, lo que representa un desplome histórico de la socialdemocracia europea comparable sólo con la desintegración del PASOK de Grecia, después de que estos últimos impusieran los económicamente suicidas dictados de austeridad de la Unión Europea (UE) tras la crisis financiera del 2008. La profunda austeridad, el estado de emergencia que ha suspendido derechos democráticos básicos y el acercamiento al FN bajo el presidente francés, François Hollande, han desacreditado al PS.

Ahora, Fillon y Hamon están apoyando a Macron, instando a los votantes a evitar que Le Pen gane la presidencia. Hamon describió su derrota como una “herida profunda”, una “derrota moral” y “castigo histórico” de parte de los votantes por segunda vez en quince años. En el 2002, el candidato del PS, Lionel Jospin, fue eliminado por el candidato de derecha, Jacques Chirac, y Jean Marie Le Pen del FN, padre de la actual candidata Marine Le Pen.

Fillon llamó a la unidad en su partido, declarando que, “esta derrota es mía. Me corresponde sólo a mí la responsabilidad de ella”. Advirtió que la llegada al poder del FN traería “caos”, “una quiebra y una salida del euro”, y dijo, “voy a votar a favor de Emmanuel Macron”.

Sea Macron o Le Pen quien gane la segunda vuelta, las elecciones actuales no van a resolver nada; sólo determinarán cuál va a ser el escenario de un conflicto social sumamente explosivo. El electorado está ante la elección entre una neofascista y Macron, un exbanquero de Rothschild que formuló la ampliamente impopular política económica de Hollande y exigió reinstaurar el servicio militar obligatorio para una “era” de grandes guerras. Para los trabajadores, Macron, quien ha apoyado el estado de emergencia del PS, la suspensión de derechos democráticos básicos, las medidas de austeridad y los planes de guerra, no representa ninguna alternativa ante una Le Pen.

El domingo por la noche, Macron intentó apelar por apoyo popular contra Le Pen para la segunda ronda, dejando ver a través de todas sus contradicciones. A pesar de presentarse como un joven independiente que está borrando la distinción entre la derecha y la izquierda y renovando totalmente a Francia, Macron es el exministro de economía del PS y ha recibido el respaldo de prácticamente todo el establishment o élite política. De quedar presidente y poner en práctica su programa reaccionario, los trabajadores pronto se darían cuenta de que su objetivo es continuar y profundizar las políticas reaccionarias de Hollande.

Macron, de 39 años de edad, declaró sentir humildad por su supuesto éxito en reorientar la política del país. “Soy consciente del honor y la gran responsabilidad que esto representa”, dijo y alardeó que, “en un año, hemos transformado la cara de la política francesa”.

Agradeció a todos los candidatos presidenciales excepto a Le Pen, incluyendo no sólo a Mélenchon sino que también a Nathalie Arthaud de Lucha Obrera (LO) y a Philippe Poutou del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Luego, hizo un llamado nacional a hacer campaña contra el FN, declarando que su objetivo es ser el “presidente de los patriotas en oposición al peligro del nacionalismo”, y dijo: “A partir de esta noche, es mi responsabilidad seguir hacia adelante y unir a todos los franceses”.

Esta es una postura completamente vacía. El movimiento En Marcha de Macron consiste en una capa pequeña de empresarios y políticos jóvenes cuya influencia depende de altos funcionarios en el gobierno del PS, comenzando con Hollande y el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian.

Tomando en cuenta la impopularidad de los principales partidos, la estrategia de Macron más bien le facilita a Le Pen presentarse como la única candidata que busca oponerse al despreciado establishment político francés. Y así es como ella reaccionó ante los resultados.

Le Pen sostuvo un evento en su sede de campaña en Hénin-Beaumont, un pueblo en las socialmente devastadas zonas mineras del norte de Francia donde quedó electo el alcalde del FN, Steeve Briois, después de que el previo alcalde del PS, Gérard Dallongeville renunciara en medio de un escándalo de corrupción. Tras una campaña basada en una oposición nacionalista a la Unión Europea (UE) y en políticas agresivas antiinmigrantes, prometió que la decisión en la segunda ronda iba a ser entre la UE y las medidas de austeridad del PS o un defensa nacionalista de Francia.

“Finalmente, se llevará a cabo el gran debate político. La cuestión más importante en esta elección es la de una globalización fuera de control, que amenaza a nuestra civilización”, dijo. “Continuamos hacia una desregulación total y el reinado del rey Capital... o nos dirigimos hacia una Francia con fronteras que protegerán nuestra identidad nacional”.

Es un hecho significativo que los comentaristas que discutieron los resultados el domingo por la noche ignoraron la importancia de que, por segunda vez en quince años, el FN está otra vez en la segunda ronda de las elecciones presidenciales. En el 2002, esto condujo a protestas de millones de personas horrorizadas ante la posibilidad de que el FN podría tomar al poder. Sin embargo, hoy día, las cúpulas políticas y mediáticas han tratado a Le Pen y su llegada la segunda ronda como una presencia desafortunada pero nada sorprendente.

Ante todo, este es el producto del oportunismo desenfrenado y las políticas reaccionarias del PS y de las distintas organizaciones de clase media como LO y el NPA que han orbitado a los socialdemócratas por décadas. En el 2002, LO y el precursor del NPA, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), rechazaron el llamado del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) a hacer un boicot activo de la segunda vuelta entre Chirac y Le Pen. El objetivo del CICI era preparar a la clase obrera para montar una fuerte oposición a las políticas de guerra y los ataques sociales de Chirac y la clase dirigente europea en su conjunto.

En cambio, LO y la LCR se alinearon con el PS para votar por Chirac. Esta decisión no sólo le daba a entender a los millones que protestaron que estaban perdiendo su tiempo, sino que simplemente pudieron haberse quedado en casa y votado por Chirac. Al respaldar a un candidato de derecha, estas fuerzas dejaron claro que están absolutamente integradas en la política capitalista y que no representan ninguna alternativa a la élite gobernante. De hecho, terminaron respaldando a Hollande en el 2012. Esto abrió paso a un crecimiento rápido del FN, que ha podido presentarse como el único partido de oposición en Francia.

Ahora, mientras se da un histórico colapso del PS y del orden político de Francia, la recién creada sección francesa del CICI, el Parti de l'égalité socialiste, está interviniendo para construir un partido trotskista auténtico. Las distintas tendencias de “izquierda” de clase media, comenzando con el movimiento de Francia Insumisa de Mélenchon están interviniendo para apuntalar a Macron y contener el enojo social de la clase obrera.

Los partidarios de Mélenchon sin lugar a dudas están respaldando los llamados a votar por Macron. El presidente del PCF que respaldó a Mélenchon, Pierre Laurent, pidió de forma no sutil un voto por Macron, instando a los votantes a “vencer” a Le Pen mediante el uso de “el otro voto”. Del mismo modo, el asesor de Mélenchon, Clémentine Autain, pidió “derrotar a la extrema derecha”.

Mélenchon, por su parte, habló brevemente, obviamente decepcionado y frustrado, indicando que aceptaría los resultados dados por el Ministerio del Interior como legítimos. Se rehusó cínicamente a asumir responsabilidad por el respaldo de su organización a Macron. En cambio, anunció que las 450.000 personas que se unieron en línea a su movimiento Francia Insumisa pueden decidir si apoyar a Le Pen o a Macron.

En la medida en que dichas fuerzas sean capaces de suprimir la oposición obrera contra Macron y Le Pen, tan sólo llegarán al poder gobiernos cada vez más reaccionarios y conflictos más explosivos contra la clase obrera.

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