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Estados Unidos pronostica “consecuencias catastróficas” si Corea del Norte no se rinde

El viernes, 28 de abril, en un discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Secretario de Estado de Estados Unidos Rex Tillerson, pronosticó “consecuencias catastróficas” si los estados miembros no tomaban medidas rápidas para obligar a Corea del Norte a negociar en base a las condiciones duras que impone Estados Unidos.

Tillerson reiteró otra vez que “todas las opciones” estaban sobre la mesa, diciendo que las medidas diplomáticas y financieras “serán respaldadas por la voluntad de contrarrestar la agresión de Corea del Norte con una acción militar, de ser ésta necesaria”.

Sus comentarios se produjeron mientras Corea del Norte realizaba la prueba de lanzamiento de un misil balístico de medio alcance en la mañana del sábado, hora local, que, según los informes, falló.

Los comentarios de Tillerson subrayan el peligro grave de conflicto que la política arriesgada del gobierno de Trump ha creado en la península coreana. Estados Unidos está usando la amenaza de una guerra inminente, que podría convertirse rápidamente en un desastre nuclear global, para intimidar al mundo —especialmente a Corea del Norte y China— con el fin de que se acepten sus demandas.

A lo largo de su intervención, el Secretario de Estado de Estados Unidos subrayó reiteradamente la urgencia de que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte medidas contra Corea del Norte. “Durante mucho tiempo, la comunidad internacional ha sido reactiva al encarar a Corea del Norte. Esos días deben acabar”, declaró. “No actuar ahora en el problema de seguridad más apremiante en el mundo puede acarrear consecuencias catastróficas”.

Estados Unidos ha puesto una presión inmensa sobre Corea del Norte y China a través de su expansión militar en el noreste de Asia. Además de continuar los juegos de guerra conjuntos de Estados Unidos y Corea del Sur, el Pentágono desvía un grupo de ataque de la armada dirigido por el portaviones USS Carl Vinson, y un submarino nuclear, actualmente en ensayos de guerra con las armadas surcoreana y japonesa, cerca de la península coreana.

En ese contexto, Tillerson declaró que EE.UU. “prefería una solución negociada a este problema” y dictó las condiciones para cualquier conversación con Pyongyang. “Corea del Norte debe dar pasos concretos para reducir el peligro que sus programas de armas ilegales representan para Estados Unidos y sus aliados antes de que consideremos las conversaciones”.

Cerrando la reunión, Tillerson repitió las exigencias estadounidenses: “No vamos a recompensar su mal comportamiento con diálogos. Solo entablaremos conversaciones con Corea del Norte cuando responda de buena fe a las resoluciones del Consejo de Seguridad y vuelva a sus promesas pasadas de finalizar sus programas nucleares”.

Tal iniciativa implicaría un alto a todas las pruebas nucleares y de misiles de Corea del Norte, el cese de actividad de sus instalaciones nucleares y su eventual desmantelamiento, e inspecciones altamente intrusivas de la ONU. Tillerson no indicó los “pasos concretos” que Pyongyang debería dar antes de que Washington “considere conversaciones”.

La hipocresía empapa su discurso. En dos ocasiones previas —en 1994 y 2007— Corea del Norte aceptó todas las exigencias anteriores, hasta que Estados Unidos saboteó los acuerdos. Washington nunca ha demostrado su “buena fe”, levantando décadas de boicots diplomáticos y económicos contra Corea del Norte.

Además, las afirmaciones de Tillerson de que Estados Unidos no quiere “cambio de régimen” en Pyongyang y no tiene “deseo de amenazar al pueblo de Corea del Norte o desestabilizar la región de Asia-Pacífico” son absurdas. Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el objetivo apenas disimulado de los gobiernos sucesivos de EE.UU. ha sido acabar con el régimen norcoreano.

El discurso de Tillerson fue, de hecho, un ultimátum para el mundo. Esbozó una serie de exigencias a los estados miembros de la ONU —que impongan plenamente las sanciones existentes sobre Corea del Norte, suspendan o reduzcan las relaciones diplomáticas, y “aceleren el aislamiento financiero de Corea del Norte” con nuevos castigos. “Esta nueva campaña de presión se tendrá que llevar a cabo de manera rápida y dolorosa para los intereses de Corea del Norte”, declaró.

La exigencia de Tillerson, de que se acelere la imposición de castigos existentes, es dirigida especialmente a China, que el gobierno de Trump ha criticado repetidamente por no imponer las reglas punitivas. “Todos debemos hacer nuestra parte, pero China, que representa el 90 por ciento del comercio norcoreano, China sola tiene una influencia económica que es única, y su papel es particularmente importante”, dijo.

El ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, rebatió las críticas, declarando: “El estado de las cosas en la península de Corea no es causado por una sola parte, y tampoco es razonable pedir que cualquiera de las partes asuma toda la responsabilidad”. Wang exhortó otra vez a las partes involucradas directamente —EE.UU. y Corea del Norte— a “demostrar sinceridad para el diálogo y reiniciar el diálogo” y alertó contra “la retórica o acción provocativa”.

Las observaciones de Tillerson en la ONU coinciden con los comentarios del presidente Trump del jueves; cuando declaró que “nos gustaría resolver las cosas de forma diplomática; pero es muy difícil”. Entonces aclaró que si la campaña de presión, sobre todo de China, falla, la única opción era fuerza militar. Trump alertó que existía la posibilidad, “absoluta”, de un “gran, gran conflicto” con Corea del Norte.

Tras llevar a la península coreana al borde de la guerra, la administración de Trump no está dispuesta a esperar meses para que Pyongyang acepte sus demandas. El Korean T imes informó la semana pasada que China y Corea del Norte han mantenido conversaciones secretas. Observó que la agencia de prensa NBC indicó que una fuente del gobierno de Estados Unidos señalaba que Pekín había enviado a sus “principales negociadores nucleares” a “comunicar la gravedad de la situación Corea del Norte”.

Según el periódico, Liang Guoliang, analista militar de Hong Kong, indicó que en las conversaciones Corea del Norte exigió que China garantizara su seguridad y economía, y le diera tres años para abandonar sus armas nucleares. Según se informa, funcionarios chinos respondieron diciendo que Pyongyang tenía tres meses para desmantelar su arsenal nuclear y de dos a tres semanas para aceptar los términos de Estados Unidos.

El Korean Times también citó al periodista surcoreano Jeong Kyu-jae, quien afirma que Estados Unidos ya ha mantenido conversaciones secretas con funcionarios norcoreanos en Nueva York. “Si el diálogo resulta productivo, el presidente estadounidense Donald Trump podría mandar a un enviado clandestino especial a Corea del Norte a fines de abril o inicios de mayo”, dijo.

Sin embargo, Jeong alertó: “Eso ocurrirá cuando las cosas se desarrollen sin problemas. Si las conversaciones no son exitosas, Estados Unidos podría considerar un ataque militar como la siguiente opción”.

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