Tras el anuncio del martes que los republicanos estarían posponiendo una votación en el Senado de su proyecto de ley de salud hasta después del receso del Congreso del 4 de julio, los demócratas y los republicanos continuaron su debate orquestado sobre medidas que tendrán consecuencias devastadoras para millones de estadounidenses.
La presentación de los medios de la existencia de una disputa encarnizada sobre la dirección de la política del cuidado de la salud es una ficción política. Los periódicos y las cadenas de televisión informan sobre las declaraciones de uno u otro legislador y su actitud ante el plan recientemente revelado por los republicanos del Senado como si esto tuviera algún impacto real en la trayectoria de la política de la clase dominante.
El veredicto más decisivo fue pronunciado el martes por Wall Street, que registró su caída más grande de un día en seis semanas después de que el líder de la mayoría Republicana Mitch McConnell pospusiera una votación en el Senado esta semana. El mensaje era claro: la élite corporativa y financiera quiere su dinero, y lo quiere ahora. La medida sobre la asistencia salud incluye un recorte de impuestos de 700 mil millones de dólares para los ricos —un pago inicial sobre el dinero que se libera, privando a los ancianos y a los pobres de su salud e incluso de sus vidas.
La clase dominante estadounidense está involucrada en una forma de provocado incendio social, no menos criminal o mortal que las políticas que condujeron al incendio de la Torre Grenfell en Londres.
McConnell respondió el miércoles prometiendo que una nueva versión del proyecto de ley estará lista para el viernes para una votación en algún momento en julio.
Charles Schumer, el líder demócrata de Minorías del Senado de Nueva York, reaccionó ante la convocatoria del mercado, reiterando su llamado a una solución “bipartidista”, un mantra repetido por prácticamente todos los demócratas del Congreso. “Los demócratas están genuinamente interesados en encontrar un lugar donde nuestros dos partidos puedan ir unidos en cuidado de la salud”, dijo Schumer. Que Schumer obtenga más dinero para su campaña política —de los fondos de préstamos de títulos condicionados y de los bancos— que cualquier otro senador, demócrata o republicano, es suficiente para demostrar qué tipo de niño va a salir de tal unión.
Schumer no comentó sobre la aparente contradicción entre sus afirmaciones de ser fundamentalmente opuestas al plan republicano y sus llamamientos a un compromiso bipartidista. Su posición expone claramente el hecho que las dos partes comparten una agenda básica.
Los demócratas afirman que quieren “arreglar” Obamacare. ¿Qué significa esto? No están hablando de expandir la cobertura para incluir a los 28 millones que todavía no tienen seguro bajo el plan Demócrata, o de aumentar los subsidios inadecuados, o de disminuir los absurdamente altos deducibles y copagos, o de impedir que las compañías de seguros aumenten las primas. El “arreglo” de Obamacare es un eufemismo para incorporar las exigencias de la industria de seguros: lograr aún menos restricciones en sus beneficios y hacer más estrictos los requisitos de elegibilidad para los consumidores.
El público ha visto este tipo de teatro político innumerables veces, y el resultado ha sido invariablemente el mismo. Los republicanos establecen el marcador lo más a la derecha posible y la “oposición” demócrata da lugar a un acuerdo para imponer nuevos y más drásticos recortes a la atención de la salud y otros programas sociales. El más significativo y fraudulento de estos espectáculos baratos y ampliamente promocionados —fue en sí mismo, el de la aprobación de la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA, siglas en inglés), u Obamacare.
La propuesta republicana no es en realidad una “revocatoria” de Obamacare. Incorpora las estructuras establecidas por la medidas demócratas, tales como el intercambio de políticas de compra de las aseguradoras privadas, diseñado para subordinar más el sistema de salud al mercado capitalista y fomentar la desaparición de la cobertura de salud patrocinada por el empleador, colocando a los trabajadores individuales aún más, a merced de las gigantes empresas aseguradoras.
El objetivo central de Obamacare es desplazar los costos de las corporaciones y del estado, a la clase obrera, haciendo la atención de salud cada vez más racionada sobre una base de clase.
El llamado “Seguro de Salud” que muchas personas ahora tienen bajo Obamacare es, de hecho, una transferencia de fondos a las compañías de seguros gigantes. Los deducibles para planes “bronce” de más bajo costo ahora alcanzan un promedio de más de $6000 para un individuo y de más de $12.000 para una familia. Los deducibles para los llamados planes de “plata” (que representan el 70 por ciento del mercado) son en promedio de más de $3000 para individuos. En otras palabras, después de pagar cientos de dólares al mes por el seguro de salud, los trabajadores deben pagar miles más, antes de comenzar a recibir cualquier beneficio.
Las corporaciones han estado sistemáticamente, cortando o eliminando la cobertura, alentadas por el próximo impuesto de Obamacare sobre planes de salud más “generosos” proporcionados por el empleador. Más del 80 por ciento de los planes basados en el empleador ahora tienen un deducible anual ($1478 en promedio, hasta 2,5 veces desde 2006). En innumerables disputas contractuales en todo el país, los recortes de salud son una demanda central de las empresas, invariablemente aceptadas y forzadas por los sindicatos.
La compra subvencionada de seguro privado bajo Obamacare ha creado el marco —un sistema de vales— para desmantelar lo que quedaba de la atención médica proporcionada por el gobierno. La clase dirigente estadounidense está enfocando su mirada en los programas de atención médica establecidos durante los últimos años de la década de los sesenta —el primero Medicaid , el programa de seguro de salud estatal-federal para los pobres, ya muy poco financiado el cual será desmantelado de manera efectiva por el proyecto de ley republicano, luego por Medicare, el programa de atención de la salud para los ancianos. Detrás de estos programas de atención médica se encuentra el Seguro Social, el programa federal de pensiones arrancado de la clase dominante a través de las explosivas luchas de clase de los años treinta.
La clase dirigente estadounidense está fijando su mirada en la base de los programas de atención médica de fines de los sesenta—el primer programa fue Medicaid, el seguro de salud estatal-federal para los pobres, el cual será desmantelado de manera efectiva por el proyecto de ley republicano, luego Medicare, el programa de atención de la salud para los ancianos. Detrás de estos dos programas se encuentra el Seguro Social, el programa federal de pensiones arrancado a la clase dominante, mediante las explosivas luchas de clase de los años 30.
Las críticas hipócritas al plan republicano por parte de los demócratas y las diversas organizaciones de clase media que orbitan el Partido Demócrata no sólo encubren el carácter reaccionario de Obamacare, sino que ignoran completamente la cuestión central: el capitalismo.
No hay solución a la crisis masiva del cuidado de la salud que no arrebate su dominio por las gigantescas farmacéuticas y a las poderosas compañías de seguros, que operan bajo el látigo constante de Wall Street y sus demandas de mayores beneficios y dividendos. Estas gigantescas corporaciones deben ser expropiadas y la riqueza de la aristocracia financiera debe ser destinada a financiar medidas de emergencia para enfrentar la crisis sanitaria y establecer un sistema universal de atención a la salud, garantizado como un derecho social básico.
Cualesquiera que sean las diferencias tácticas que los demócratas tengan con la administración de Trump en el cuidado de la salud, están totalmente subordinadas a su objetivo básico: ampliar —en Oriente Medio e internacionalmente— la agresión militar de los Estados unidos. La histérica campaña demócrata por la presunta piratería rusa y la conspiración Trump con Moscú tienen como objetivo central un cambio en la política de la administración hacia una expansión más rápida y comprensiva de la guerra estadounidense por el cambio de régimen en Siria y una política más agresiva hacia Rusia.
Pero como bien saben los demócratas, la escalada militar en el extranjero está inextricablemente ligada a la intensificación de la austeridad y a la guerra de clases en el país.
Al afirmar su derecho a la atención de la salud, la clase obrera no puede dejarse atraer detrás de ninguna sección del establecimiento político. Debe proceder con sus propios métodos —los de la lucha de clases. La contrarrevolución del cuidado de salud está generando una enorme oposición, y está empezando a surgir en innumerables formas. Millones confrontan condiciones que significan muerte o desastre para sí mismos, para sus padres y para sus hijos.
Como el World Socialist Web Site escribió a principios de este mes: “La interacción de condiciones objetivas de crisis, tanto dentro de los Estados Unidos como internacionalmente, y la radicalización de la conciencia social de masas, se expresarán en la erupción de la lucha de clases. La supresión de la lucha de clases por la burocracia sindical, el Partido Demócrata y los afluentes patrocinadores de diversas formas de política de identidad, está llegando a su fin. La contrarrevolución social de las élites gobernantes está a punto de encontrarse con un estallido de la clase obrera americana”.
El Partido Socialista por la Igualdad está luchando para hacer consciente este movimiento objetivo. Las luchas emergentes contra todas las deplorables condiciones de vida bajo el capitalismo —la destrucción de la salud, la disminución de los salarios, el desempleo, las brutales condiciones de trabajo, el ataque a la educación pública, el endeudamiento en masa, la caza de brujas de los inmigrantes— deben reunirse en una lucha política común contra el gobierno de Trump y los dos grandes partidos empresariales, basada en un programa socialista e internacionalista.