En las primeras horas del lunes, un ataque aéreo estadounidense mató a decenas de civiles cerca de Mayadin, una ciudad sobre el río Éufrates en la provincia al este de Siria de Deir ez-Zor.
El bombardeo destruyó una prisión administrada por Estado Islámico de Irak y Siria (EI), donde mantenía detenidos a opositores civiles.
“Los ataques aéreos sobre esa prisión han resultado en docenas de bajas civiles y el asesinato de dos guardias de la prisión”, informó Deirezzor24, un sitio de noticias dirigido por activistas locales. El sitio puso el número de muertos civiles en 70.
“La prisión ha sido convertida en polvo y varias casas cercanas también sufrieron daños extensos debido a las violentas explosiones que obligaron a los residentes de esa zona a irse a otra parte”, agregó el informe.
Un portavoz del ejército estadounidense, el coronel Ryan Dillon, admitió que sí hubo ataques aéreos estadounidenses en la zona, pero insistió en que el ataque estuvo “meticulosamente planificado” y que los comandantes estadounidenses “siempre toman en cuenta el sufrimiento humano y cualquier clase de lesiones en nuestro planeamiento”.
En realidad, la guerra aérea de Estados Unidos tanto en Irak como en Siria se ha vuelto cada vez más sangrienta, cobrando un número récord de vidas civiles, a medida que Washington intensifica constantemente su irrupción en marcha en Oriente Medio.
Airwars, un grupo que rastrea los reportes de muertes civiles en Irak y Siria ocasionadas por ataques aéreos de la llamada “coalición” encabezada por Estados Unidos, ha llegado a un total de más de 4000, más de 10 veces la cantidad que el Pentágono ha admitido.
Mientras tanto, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), con sede en Reino Unido, se opone al gobierno sirio del presidente Bashar al Asad, ha registrado 1953 muertes civiles por ataques aéreos en Siria, entre ellos 456 niños y 333 mujeres.
El ritmo ha aumentado constantemente conforme EE.UU. envía más tropas a la región, con más de 5000 desplegadas actualmente en Siria. El secretario de Defensa estadounidense, el recientemente retirado general James “Perro Rabioso” Mattis, ha instado al Pentágono a emplear “tácticas de aniquilación”.
A principios de este mes, el presidente de la comisión de investigación independiente sobre la Guerra Civil de Siria de las Naciones Unidas declaró que la guerra aérea perpetrada por EE.UU. ha resultado en una “asombrosa pérdida de vidas civiles”.
Este contexto de masacres infligidas por bombas y misiles estadounidenses pone de manifiesto la indecencia de las acusaciones de la Casa Blanca de Trump hechas el lunes de que el gobierno de Asad está preparando un “ataque químico” y su amenaza de tomar represalias en nombre de prevenir el “asesinato en masa de civiles, incluyendo a niños inocentes”.
Se ha visto de forma cada vez más clara que la llamada ofensiva contra EI y que las denuncias sobre abusos cometidos por el régimen de Asad son sólo pretextos para una escalada de Estados Unidos en Siria. La mayor injerencia pretende, por una parte, consolidar el dominio del imperialismo estadounidense sobre la región de Oriente Medio rica en petróleo y, por la otra, prepararse para una guerra contra el país que percibe como su principal obstáculo regional para alcanzar este objetivo, Irán, el aliado más cercano de Siria.
La región del ataque aéreo del lunes se ha convertido cada vez más en el epicentro de estos preparativos. El objetivo de Washington es utilizar sus fuerzas indirectas en el norte, compuestas principalmente por combatientes kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), para tomar la ciudad de Al Raqa, la cual fue invadida por EI en el 2014 y declarada la “capital” de la milicia islamista, y continuar increpando hacia el sureste sobre el río Éufrates en la provincia de Deir ez Zor.
Mientras tanto, las fuerzas especiales estadounidenses tienen un destacamento en el desierto en Al Tanf, cerca de las fronteras con Irak y Jordania, para entrenar más fuerzas indirectas sunitas con el objetivo de dirigirlos hacia el norte por el valle del río Éufrates. El objetivo de esta operación es asegurar un dominio sobre la frontera oriental de Siria con Irak y, por lo tanto, cortar la ruta terrestre de Irán hacia Siria, Líbano y el Mediterráneo.
Con este fin, las fuerzas estadounidenses han participado en varios ataques contra milicias alineadas con el gobierno sirio en la zona y han derribado a dos drones iraníes. Recientemente, el Pentágono trasladó por primera vez un sistema de cohetes de alta movilidad y artillería (HIMARS) al sur de Siria. El lanzador de cohetes múltiple montado en camión es capaz de alcanzar objetivos a casi 320 km de distancia, pudiendo alcanza la capital siria de Damasco.
Al avanzar precipitadamente hacia una confrontación militar con Irán a través de su intervención en Siria, la escalada de Washington tras seis años de guerra para imponer un cambio de régimen amenaza con implicar a otras potencias regionales más profundamente en el conflicto, sentando así las bases para una intensificación mucho más sangrienta del conflicto.
Turquía, que dio por concluida formalmente su operación militar “Escudo del Éufrates” en el norte de Siria a finales de marzo, se está preparando para lanzar otra importante incursión en la provincia noroccidental de Idlib, uno de los últimos bastiones de las milicias islámicas vinculadas con Al Qaeda. Para ello, comenzó a enviar convoyes de tanques, artillería y vehículos blindados a través de la frontera hacia el norte de la provincia de Alepo la semana pasada.
El diario turco Yeni Şafak, estrechamente alineado con el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan, informó que las fuerzas turcas se están preparando para tomar el control de un tramo de 85 km de largo y 35 km de ancho de Idlib a lo largo de la frontera turca. Presuntamente, Ankara está preparando desplegar una fuerza de 1500 a 2000 milicianos islamistas sunitas entrenados por Turquía. El objetivo de la intervención es interrumpir la consolidación de una zona autónoma kurda en la zona fronteriza.
La intervención turca se produce en medio de crecientes antagonismos entre Ankara y Washington sobre la decisión del Pentágono de armar a las YPG y la presencia de un gran número de “asesores” de las fuerzas especiales estadounidenses junto a la milicia sirio-kurda.
Sin duda, estas tensiones han sido exacerbadas por las declaraciones hechas por el general Mattis el martes. El jefe del Pentágono contradijo informes anteriores de que el ejército estadounidense tomaría las armas que le ha entregado a las YPG una vez que el sitio de Al Raqa sea completado.
Mattis dijo que, en lugar de tomar de vuelta las armas de las YPG, “Vamos a recuperarlas durante la batalla, repararlas, cuando no necesitan ciertas cosas más, reemplazarán esas con algunas cosas que necesiten, ese tipo de cosas”. Cuando se le preguntó qué armas les darán a las YPG después de la conquista de Al Raqa, Mattis respondió: “Ya veremos. Depende de la próxima misión”. En otras palabras, Washington tiene la intención de seguir utilizando a la milicia kurda como una fuerza sustituta en su campaña para construir una zona controlada por Estados Unidos en Siria, avanzar su guerra por el cambio de régimen y alistar una confrontación con Irán.
Erdoğan denunció duramente que EE.UU. arme a los kurdos sirios, acusando a Washington de violar el tratado de la OTAN y sugiriendo que los términos de la adhesión de Turquía a la alianza liderada por Estados Unidos deberían ser “revisados”.
“Estamos juntos en la OTAN, y ustedes colaboran con grupos terroristas. ¿Qué clase de negocio es éste?”, dijo.
“Aquellos que piensan que pueden engañar a Turquía diciendo que tomarán esas armas de vuelta comprenderán el error vital que cometieron, pero será demasiado tarde. Vamos a pedirles la cuenta a los verdaderos dueños de esas armas por cada gota de sangre que derramen con esas armas”, agregó Erdoğan.
Mientras tanto, Israel también ha intervenido más agresivamente en el conflicto sirio, bombardeando repetidamente las posiciones militares del gobierno sirio, supuestamente en respuesta a proyectiles perdidos de Siria que han cruzado la frontera hacia la sección ocupada por Israel de los Altos Golán en Siria.
“Nuestra política es clara: no toleraremos ningún derrame o goteo alguno, ni morteros ni cohetes, desde ningún frente”, le dijo el primer ministro Benjamin Netanyahu a su gabinete el domingo. “Responderemos fuertemente a cualquier ataque contra nuestro territorio o nuestros ciudadanos”. Israel tomó las Alturas de Golán en la Guerra de los Seis Días de 1967 y anexó ilegalmente dos recios del territorio en 1981.
La supuesta represalia de Israel contra supuestos proyectiles perdidos, coincide con un ataque terrestre por parte del Frente al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, contra posiciones del gobierno sirio en la zona. El apoyo de Israel a estos elementos contra Damasco se sabe desde hace mucho tiempo. En un artículo a principios de este mes, el Wall Street Journal informó que “Israel ha estado suministrando regularmente a los rebeldes sirios cerca de su frontera con dinero, así como alimentos, combustible y suministros médicos durante años”.