El 3 de julio, el presidente francés recientemente elegido Emmanuel Macron convocó a las dos cámaras reunidas del parlamento francés para pronunciar un extenso discurso sobre las políticas de su gobierno. Macron exigió un incremento militar en África y cambios de largo alcance para las instituciones básicas del gobierno francés, en sintonía con los ataques históricos que está preparando a los derechos democráticos y sociales en Francia. Estos, dijo, se implementarían en estrecha colaboración con la burocracia sindical.
La decisión de Macron de dirigirse al parlamento reunido en el palacio real de Versalles fue algo muy poco habitual. En las dos ocasiones anteriores en las que tal discurso fue pronunciado en Versalles, el contexto fue una emergencia inmediata.
En 2009, Nicolas Sarkozy habló tras el derrumbe de Wall Street en 2008. En 2015, después de los ataques terroristas en París, François Hollande convocó una asamblea semejante para justificar la intensificación por parte de su gobierno de los ataques a los derechos democráticos, que culminó en la imposición del estado de emergencia.
Esta vez, Macron ha obligado al parlamento a que se reúna para poder pronunciar un discurso en el que discutía la ofensiva de su gobierno para intensificar las guerras neocoloniales en África, hacer del estado de emergencia una ley, imponer recortes sociales por decreto y reestructurar los cimientos del Estado francés. Los medios comentaron ampliamente que el discurso opacaría el discurso gubernamental tradicional a la Asamblea Nacional que el Primer Ministro Edouard Philippe tiene previsto pronunciar hoy.
La decisión de Macron de convocar conjuntamente las cámaras del parlamento en Versalles no fue, sin embargo, simplemente un acto de soberbia personal. Fue el reconocimiento de que sus iniciativas tienen consecuencias de un alcance comparable a las de un derrumbe de los mercados que amenazó con desmantelar el sistema financiero mundial o la decisión de Hollande de suspender indefinidamente los derechos democráticos básicos garantizados por la Constitución francesa.
Estos ataques de gran envergadura a los derechos básicos y democráticos encuentran una enorme oposición en Francia y particularmente de la clase trabajadora —un aspecto que se comenta ampliamente en la prensa mundial. El Süddeutsche Zeitung alemán tituló sin rodeos su artículo sobre el discurso de Macron "Macron se comporta como un rey y un friqui del control: Esto no puede terminar bien."
En su discurso, Macron esencialmente reconoció la profunda oposición popular a su gobierno y su agenda antisocial. Tras anunciar que discutiría "el mandato que el pueblo nos ha dado", comentó que "las fuerzas de la alienación son extremadamente poderosas: alienación de la nueva división del trabajo, debida a la miseria, debida a la pobreza".
Macron se refirió a los "sistemas escleróticos" de la sociedad francesa, al hecho de que muchos franceses "se sienten prisioneros de sus orígenes sociales, sus condiciones, una trayectoria a la cual están condenados", y advirtió de que Francia "es un país que se rebela cuando siente que no está siendo respetado".
Con todo, procedió a defender su agenda reaccionaria de reescribir el código laboral francés a favor de las corporaciones, y hacerlo por decreto, y consignar el estado de emergencia en la ley. Denunció las "falsas acusaciones" hechas contra sus políticas: "¿Estamos discutiendo liberalizar el código laboral? Se nos dice que estamos sometiéndonos al dictado de Bruselas. ¿Estamos hablando de escapar del estado de emergencia? Se nos dice que están siendo vendidas nuestras libertades... Nada de esto es cierto".
Son las promesas de Macron lo que no es cierto, y no el sentir generalizado de la población. Su plan reaccionario de facilitar el desempleo masivo y permitir que las corporaciones violen el código laboral, en consonancia con los planes originales de la ley laboral del anterior gobierno del Partido Socialista (PS), fue elaborado en estrecha colaboración con Berlín y la burocracia de la Unión Europea en Bruselas. De manera semejante, al otorgar permanentemente a la policía el derecho a imponer arresto domiciliario a individuos y prohibir protestas, Macron se fija el objetivo de destripar derechos democráticos básicos de un plumazo.
La profunda oposición popular al programa de Macron, que es defendido por todos los partidos de gobierno tradicionales de Francia, subyace a la decisión de millones de votantes de votar en blanco en las elecciones presidenciales, y de un nunca antes visto 57 por ciento de los votantes de abstenerse en las elecciones legislativas.
El resto del discurso de Macron fue un intento de legitimizar su agenda impopular mediante llamamientos al nacionalismo y al militarismo, así como promesas de hacer cambios de largo alcance a los diferentes poderes del Estado francés y exigencias de negociaciones con la burocracia sindical.
Macron, que acababa de llegar de un viaje a Mali para discutir con jefes de Estado africanos planes para el despliegue permanente de 5000 soldados franceses en el antiguo imperio colonial francés del África occidental, saludó a las fuerzas armadas: "Francia seguirá siendo fiel a sus alianzas. Necesitamos una renovación estratégica y táctica de nuestros ejércitos ... En todas partes, debemos actuar para proteger nuestros intereses y nuestra seguridad, en nuestro interés y en el de las personas implicadas, y observo aquí el papel de nuestras fuerzas armadas en África, en el Sahel. Tales intervenciones son efectivas solo si se llevan a cabo a largo plazo".
Macron propuso también rediseñar el mapa electoral francés y llevar a cabo amplios cambios en los poderes legislativo y judicial franceses. Exigió una reducción de un tercio en el número de parlamentarios en la Asamblea Nacional y el senado, y la elección de la Asamblea Nacional por medio de "una dosis de representación proporcional". También exigió la imposición de límites al mandato, y límites al poder de la Corte de Justicia de la República, que dictamina sobre alegaciones de delito contra oficiales del Estado.
Sobre todo, Macron señaló que se basaría políticamente en una colaboración estrecha con el Consejo Económico, Social y de Medio Ambiente (CESE), es decir, el organismo principal donde los sindicatos franceses coordinan sus políticas con el Estado y las federaciones de empresarios. Esto tiene como objetivo brindar un falso barniz de legitimidad a los ataques sociales de Macron. Pero mientras Macron planea negociar sus políticas con las burocracias sindicales, estas siguen siendo ampliamente impopulares.
"El Consejo Económico, Social y de Medio Ambiente tiene que tranasformarse en la cámara del futuro, donde todas las fuerzas vivas de la nación se expresen", declaró. "Para ello, debemos revisar de arriba abajo la manera en que representa a su electorado, y al mismo tiempo reducir el número de miembros en un tercio".
Añadió que el CESE sería transformado en el organismo básico de planificación mediante el cual se preparen y aprueben los ataques a los derechos sociales y democráticos de los trabajadores: "El número de organizaciones consultativas se ha multiplicado. Es imposible siquiera enumerarlas todas. Reformando el CESE, haremos de este el único organismo consultativo utilizado por todos nuestros textos legislativos".
El discurso confirma las advertencias hechas por el Parti de l'égalité socialiste de que la oposición al programa reaccionario de Macron debe adoptar la forma de un movimiento político independiente que congregue la oposición a la austeridad y a la guerra en la clase obrera en Europa e internacionalmente.
Los trabajadores se enfrentan a una situación en la que, después del colapso electoral del PS, los sindicatos y tendencias políticas aliadas como Francia Insumisa (FI) de Jean-Luc Mélenchon trabajan para dar una cobertura de pseudoizquierda a la negociación y aprobación de las reformas de Macron.
Diputados de FI y del stalinista Partido Comunista Francés (PCF) boicotearon el discurso de Macron en Versalles y el propio Mélenchon criticó los comentarios de Macron.
"En Versalles hubo una sarta interminable de perogrulladas: mármol falso, bonapartismo exagerado, sentimiento pro-europeo quejumbroso, aburrimiento horrible", escribió Mélenchon en Facebook. "Más allá de eso, hubo muchos pasajes oscuros, listas de bellos sentimientos y maneras empalagosas de presentar ataques sociales feroces y puros ... En general, estaba escrito al estilo de un despacho de una cámara de comercio, con dogmatismo de libre mercado que es tan pasado de moda como descabellado".
Las críticas de Mélenchon son completamente impotentes, sin embargo, en la medida en que su estrategia inverosímil para encabezar la oposición a Macron —basada en ganar la mayoría en la Asamblea Nacional— fracasó completamente. Desde que se opuso a exigir un boicot a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales para oponerse tanto a Macron como a la candidata neofascista Marine Le Pen, el apoyo a Mélenchon se desplomó rápidamente. Con un puñado de diputados en la Asamblea, lo único que puede hacer Mélenchon es hacer denuncias retóricas de Macron mientras apoya con él las maniobras de la burocracia sindical.
La oposición al programa reaccionario de Macron encontrará expresión solo en la medida en la que los trabajadores luchen fuera del contexto de este orden político esclerótico y arruinado.