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Perspectiva

Los cañones de agosto

Conforme se acaba el verano, decenas de miles de soldados de la OTAN y Rusia están participando en ejercicios militares en Europa. Un poco más de un siglo después de que los cañones de agosto de 1914 anunciaran el inicio de la Primera Guerra Mundial en Europa, varios focos de conflicto están desarrollando las condiciones para la erupción de una guerra nuclear entre las principales potencias nucleares.

El portaviones estadounidense George H.W. Bush se ha sumado al juego de guerra “Saxon Warrior” (Guerrero sajón) en el mar del Norte con una flotilla de portaviones británicos. Este siguió los talones de otro ejercicio, denominado “Saber Guardian” (Sable guardián), que reunió a 25 000 soldados de la OTAN, Hungría, Rumanía y Bulgaria.

Las tropas de la OTAN estarán participando en más ejercicios en Europa del Este. Miles más serán desplegadas en Polonia y los Estados bálticos, en las puertas de Rusia, mientras que se unido 2000 efectivos estadounidenses al ejercicio “Noble Partner” (Socio noble) en la exsoviética Georgia. Este es el mayor ejercicio estadounidense en Georgia desde el 2008, cuando un ataque del ejército georgiano, respaldado por EE. UU., asesinó a efectivos de las fuerzas de paz rusas desplegadas en el norte el país, lo que detonó una breve guerra entre Rusia y Georgia.

Mientras tanto, se debate en Washington si armar o no al régimen ultranacionalista de extrema derecha en Ucrania que llegó al poder tras el golpe de Estado de febrero del 2014 que apoyó la OTAN. Después de que EE. UU. propusiera llevar a cabo esta política en el 2015, terminó dejándola de lado después de que Alemania y Francia negociaran un acuerdo de paz en Minsk, advirtiendo que una escalada militar podría llevar a una guerra total contra Rusia.

Moscú está realizando sus propios juegos de guerra. Después de llevar a cabo ejercicios navales en el mar Báltico, junto con destructores de China con misiles guiados, Rusia va a ser la anfitriona de los Juegos Militares Internacionales, en los que participarán China, Irán, Egipto, Angola, Uzbekistán, Venezuela y Zimbabue. Al mismo tiempo, se está preparando para el ejercicio Zapad de setiembre en el oeste de Rusia, que, según la OTAN, podría involucrar hasta 100 000 soldados.

Tomando en cuenta de que son los ejercicios militares más grandes desde el final de la Guerra Fría, constituyen una grave advertencia. El enfoque bélico de la OTAN ha girado de Oriente Medio a Europa. El diario New York Times reporta que los contingentes estadounidenses y de la OTAN están cambiando “ampliamente” su armamento y estrategia en preparación para una guerra contra enemigos con mayores capacidades tecnológicas. Esto ha incluido pintar sus tanques de un camuflaje para el desierto a un verde oscuro más apropiado para los terrenos europeos.

Tras bastidores, las camarillas políticas y militares se están preparando para librar conflictos tan o incluso más sangrientos que las guerras mundiales del siglo pasado. “Hacia lo que vamos, eventualmente, es un programa de ejercicios globalmente integrado para… trabajar con la misma partitura y en un ejercicio global conjunto”, notó el general estadounidense, John Healy. Sin embargo, ¿para qué se está preparando este “ejercicio global”, sea en la península coreana, el mar de China Meridional u Oriente Medio? La realidad es que es un simulacro para una guerra global.

Los círculos oficiales deslumbran por la falta de comentarios sobre lo que significaría una guerra mundial. Es un hecho que una guerra en la que se lancen bombas nucleares en las ciudades de América del Norte, Europa y Rusia cobraría miles de millones de vidas. Y conforme crece la oposición a la guerra y al gasto militar entre las masas obreras en EE. UU. y Europa, las cúpulas políticas y mediáticas hacen interminables e infundadas acusaciones acerca de la agresión rusa en Ucrania y el robo ruso de las elecciones estadounidenses en un intento de inundar e intimidar al público y agitar un fervor militarista.

Los mismos oficiales militares confiesan que estos juegos de guerra posan la amenaza de una escalada que se podría convertir, de forma intencional o accidental, en una guerra. La prensa de los países miembros de la OTAN incluso toma esto y lo tira como leña al fuego de la histeria antirrusa. En un artículo que arremete contra las maniobras Zapad de Rusia, el sitio de noticias MSN.com indica, “A muchos oficiales les inquieta que el error de un soldado de la alianza o de Rusia, como la malinterpretación de un ejercicio por un acto de agresión, pueda convertirse en una crisis si algún bando responde con fuerza… Las tropas de la OTAN evitarán llevar a cabo ejercicios cerca de la frontera rusa durante sus propias maniobras”.

Estas afirmaciones de que Moscú es el principal responsable del peligro de guerra están saturadas con hipocresía imperialista. Mientras que los ejercicios de Rusia se mantienen dentro de su propio territorio, EE. UU. y las potencias imperialistas europeas están colocando sus tropas casi que en la frontera rusa.

El peligro de un recrudecimiento de tensiones y una guerra se enraíza en las políticas que han perseguido las potencias de la OTAN, principalmente EE. UU., por más de un cuarto de siglo desde la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991. Por medio de las guerras encabezadas por EE. UU. en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Siria y otros países, Washington ha buscado imponer su hegemonía sobre el continente de Eurasia. Más allá de intentar prevenir la aparición de otra potencia que desafíe su dominio en Europa y Asia, ha buscado controlar las fuentes de energía y las rutas comerciales de sus “aliados” en estas regiones.

La actual escalada contra Rusia es producto de una serie de descalabros para EE.UU. en estas guerras. Sus fuerzas indirectas islamistas están frente a una derrota inminente en la guerra civil que incitó la OTAN en contra del régimen sirio respaldado por Rusia. Al mismo tiempo, el régimen apoyado por la OTAN en Kiev ha fracasado en controlar todo el país, efectivamente perdiendo el control del este rusohablante de Ucrania y la base naval rusa de Sebastopol en Crimea. En medio de una intensificación de las rivalidades económicas entre EE. UU. y Europa, estos reveses han llevado a las potencias europeas, detrás de Alemania, a cursar una política exterior y militar independiente, es decir, potencialmente hostil.

Los conflictos siguen brotando mientras Washington busca consolidar su postura contra Rusia y apartarse de Europa mediante nuevos aliados con una orientación antirrusa y principalmente en Europa del Este. Estas confrontaciones entre Europa y EE. UU. no son el resultado del burdo personaje de Trump, sino del conflicto objetivo entre el imperialismo estadounidense y el europeo. El mes pasado, no fue Trump, sino el Congreso estadounidense que aprobó nuevas sanciones contra las exportaciones de petróleo y gas de Rusia a Europa, amenazando así a las corporaciones de Europa Occidental que participan en el sector energético de Rusia afectado por las penalizaciones financieras, lo que ha generado enfadadas protestas de parte de Alemania y otros “aliados” estadounidenses.

La política del Kremlin, basada en la bancarrota del nacionalismo ruso de la oligarquía postsoviética, no constituye una alternativa para oponerse a la marcha hacia la guerra del imperialismo. Temiendo y, realmente, siendo incapaz de apelar a los sentimientos antibélicos de la clase obrera internacional, el Kremlin está en vez promoviendo a las fuerzas derechistas y fomentando tensiones étnicas dentro del país. Ha vacilado entre poner en riesgo el estallido de una confrontación militar de gran escala contra potencias imperialistas y capitular ante ellas en busca de un compromiso formal, como lo hizo votando a favor de las sanciones de las Naciones Unidas contra Corea del Norte.

Como con sus antecesores políticos de hace un siglo, las rivalidades entre gobiernos capitalistas han puesto en marcha una dinámica que conduce a otra guerra mundial, pero esta vez con armas nucleares que podrían destruir el planeta. No hay otra forma de detener este curso hacia la guerra que no sea mediante una intervención políticamente consciente de la clase obrera. El principal peligro es que las masas no están al tanto realmente de los riesgos que presenta tan explosiva situación.

Ante este contexto, Google está censurando sitios web de izquierda, socialistas y antibélicos, con el World Socialist Web Site como su blanco principal, quitando sus artículos de los resultados de búsquedas sobre el tema de la guerra. Es precisamente por esto que el WSWS insiste en la urgencia de construir un movimiento internacional contra la guerra, basado en la clase obrera y armado con una perspectiva anticapitalista y antiimperialista, y es por esto que les pide a sus lectores que apoyen activamente el sitio distribuyendo su material contra la censura y la guerra lo más ampliamente posible.

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