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Perspectiva

El mundo al borde

Cada segundo y cada hora, el mundo se está arrimando más y más al borde de una guerra nuclear, con las amenazas constantes y extraordinariamente incendiarias e imprudentes del presidente estadounidense, Donald Trump, hacia Corea del Norte. El lenguaje tan belicista de la persona al mando del ejército más poderoso del planeta está generando cada vez más asombro y temor de que en cualquier momento se inicie una guerra nuclear

Tras tuitear el viernes que la opción militar está “en posición y cargada, si Corea del Norte actúa imprudentemente”, Trump publicó fotografías de bombarderos estratégicos B1 y un mensaje del Comando del Pacífico de EE. UU. de que estos aviones están listos para la misión “Lucha Esta Noche” en Corea.

Pocas horas después, Trump respondió a las críticas que hizo la canciller alemana, Angela Merkel, contra la “escalada en retórica”, declarando: “Espero que entiendan la gravedad de la situación de lo que he dicho, y lo que digo lo digo en serio”. El presidente estadounidense arremetió nuevamente contra el líder norcoreano, Kim Jong-un, advirtiéndole que, si dice una amenaza abierta más, “se arrepentirá de verdad”.

Conforme se ciernen los grandes nubarrones de la guerra sobre el mundo, es natural pensar o esperar que son sólo palabras y que, de alguna manera, comenzarán a alejarse del precipicio. Sin embargo, es necesario ver a la realidad en la cara.

La situación actual ha sido comparada con la crisis de misiles en Cuba de 1962 —lo más cerca que el mundo ha estado de una guerra nuclear—. Pero esta tensa confrontación se terminó resolviendo y las armas nucleares fueron replegadas debido a que ni el mandatario ruso ni el estadounidense quiso desatar un intercambio nuclear.

Lo mismo no puede ser dicho hoy. Por lo menos uno de los dos bandos, el gobierno de Trump, está dispuesto y preparado a sepultar al otro “con fuego y furia en una magnitud que el mundo nunca ha presenciado”. Más allá, sea intencional o no, Trump ha intentado presionar a Corea del Norte para que tome un paso militar en desesperación.

Trump no le ha dado ninguna señal para reasegurarle a Kim que EE. UU. busca una salida negociada o cualquier otro arreglo que no sea una capitulación completa y abyecta. Conforme la posibilidad de un conflicto se vuelve más inevitable, la lógica militar ejerce más control. Si el altamente inestable régimen en Pyongyang cree que un arrollador ataque estadounidense es inminente, podría decidir atacar de forma preventiva antes de que su propiacapacidad de respuesta quede completamente eliminada.

El gobierno de Trump está avanzando con indiferencia y desinterés hacia lo que desencadenaría una guerra contra Corea del Norte. A diferencia de la Guerra de Corea de 1950-53, que cobró millones de vidas en ambos lados de la frontera, sería poco probable que esta vez un conflicto e limite a la península coreana.

La amenaza de una guerra nuclear no es simplemente la elaboración de un desquiciado de tendencia fascista que ocupa la Casa Blanca, sino que es el resultado de las inmensas tensiones geopolíticas impulsadas por la profunda crisis económica del capitalismo estadounidense y global. Trump cuenta con el respaldo de secciones con gran influencia del ejército y la élite política en Washington que han insistido en que EE. UU. desafíe y, si llega a ser necesario, se vaya a la guerra con China, la cual perciben como el principal obstáculo para el dominio global de EE. UU.

La crisis actual surgió a raíz del clima político que se ha creado tras un cuarto de siglo de guerras continuas del imperialismo estadounidense en Oriente Medio, África del Norte y Asia Central, dentro de los intentos de Washington de utilizar su poderío militar para contrarrestar su declive económico histórico. Los círculos gobernantes estadounidenses han aceptado como una fe religiosa que todos sus problemas en la palestra internacional pueden ser resueltos por medio de acciones militares.

Las bases para una guerra con Corea del Norte fueron sentadas por el gobierno de Obama, el cual autorizó, como parte de su “pivote hacia Asia” dirigido contra China, una acumulación militar por todo el Indopacífico. El ejército estadounidense ha estacionado sus armamentos más avanzados en Asia, además del sesenta por ciento de sus fuerzas aéreas y navales, y alcanzado varios nuevos acuerdos de bases militares alrededor de la región.

El Pentágono podría convocar inmediatamente a su personal de 28 000 efectivos de la Fuerza Aérea, Cuerpo de Marines, Armada y Operaciones Especiales que están en Corea del Sur, además de las fuerzas estacionadas en Japón y Guam. Más allá, de estallar una guerra con Corea del Norte, EE. UU. podría asumir el control operativo del ejército surcoreano, con sus 625 000 efectivos militares activos y 3 100 000 de reservistas.

Cualquier guerra en la península coreana posa un peligro enorme tanto para China como para Rusia, ya que ambos tienen fronteras con Corea del Norte. La irresponsabilidad criminal del gobierno de Trump la recalca el hecho de que está preparado para comenzar una guerra en el que ha sido uno de los focos de conflicto más explosivos a lo largo del último siglo.

No se puede asumir que China o Rusia van a quedarse mirando como EE. UU. desata un torrente de fuego en su patio trasero y deteriora su seguridad. Habiendo votado recientemente a favor de nuevas sanciones drásticas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Corea del Norte, Beijing y Moscú ven el tono belicista de Trump de esta semana como una traición.

China intervino en la primera Guerra de Corea cuando las tropas estadounidenses se comenzaron a acercar a su frontera, algo que podría ocurrir nuevamente. En un editorial del diario estatal chino Global Times, el cual habla por algunos de los sectores más militaristas del régimen, insistió en “responder con mano dura” para defender sus intereses. Además, urgió a China de permanecer neutral si Corea del Norte ataca primero. “Si EE. UU. y Corea del Sur atacan e intentan derrocar al régimen norcoreano… China les prevendrá hacerlo”, escriben.

No se puede descartar completamente que de alguna manera logren atenuar la actual crisis coreana por el momento; sin embargo, ya cruzaron el Rubicón. Estados Unidos ha dejado claro que no va a limitar su accionar por concepciones previas sobre armas nucleares y que está listo para una guerra nuclear—en este caso, contra un enemigo pobre, atrasado y mal armado—. Sus rivales y aliados en todo el mundo se verán obligados a alterar sus propios planes estratégicos y militares para defender sus intereses vitales ante estas nuevas circunstancias.

El mayor riesgo de esta situación lo presenta la falta de un entendimiento y una preparación política de la clase obrera en EE. UU., Asia, e internacionalmente por la crisis que confronta ahora la humanidad. A pesar de que las monstruosas amenazas de Trump han generado gran ansiedad, temor y hostilidad, los trabajadores todavía carecen de una estrategia y un partido político propios para poner fin al peligro de guerra. Lo más necesario en la actualidad es la construcción de un movimiento internacional de la clase obrera contra la guerra basado en principios socialistas y en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones como partidos revolucionarios de masas para liderarlo.

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