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Perspectiva

Los decretos laborales de Macron en Francia: Una nueva etapa en la contrarrevolución social internacional

La semana pasada, el gobierno del presidente francés Emanuel Macron detalló sus planes de reescribir el código laboral del país, que tiene como objetivo hacer a un lado todas las barreras legales para que la patronal despida trabajadores, alargue las jornadas laborales, y recorte los salarios y las prestaciones.

Macron está poniendo en marcha un enfrentamiento histórico con la clase trabajadora con consecuencias globales explosivas. Su aprobación en los sondeos ha caído casi un 30 por ciento apenas cuatro meses después de su elección, y sus políticas se enfrentan a una gran oposición entre los trabajadores y la juventud.

Mientras la élite gobernante estadounidense recorta en sanidad, educación pública y otros programas sociales clave, y la Unión Europea negocia otro paquete de medidas de austeridad con el gobierno de Syriza en Grecia (la “Coalición de la Izquierda Radical”), la clase gobernante internacionalmente ve a Francia como un caso de prueba crítico. Recuerda que la erupción de la huelga general francesa de mayo-junio de 1968 desencadenó luchas revolucionarias en todo el mundo. En medio de la crisis más profunda del capitalismo desde la Gran Depresión de los años '30 del siglo pasado, la élite gobernante está decidida a sofocar la oposición masiva a la agenda de Macron.

En un editorial titulado “La Batalla Verdadera Comienza: el Sr. Macron contra el Código Laboral”, el New York Times exigió que esta ley de 107 años de antigüedad fuera desechada, denunciando la “noción del trabajador que necesita permanentemente protección contra los capitalistas rapaces”.

Se lamentaba de que en Francia, “Cada intento de hacer una reforma fundamental desde hace por lo menos veinticinco años ha fracasado en medio de manifestaciones gigantescas y a veces violentas de los sindicatos … El Sr. Macron y su gobierno han arrancado por el buen camino con la reforma laboral, y deben mantenerse firmes en ese camino”.

En su artículo “Puede sentirse realmente que estamos en vísperas de una gran lucha”, el Die Welt alemán se preocupaba, “Nadie sabe quién ganará”, y le dijo a Macron que se jugara todo en un golpe decisivo. Macron, escribió, “tiene ahora una oportunidad histórica. No tendrá dos”.

La clase trabajadora se enfrenta en la administración de Macron a un enemigo consciente y despiadado, dedicado a la destrucción de sus derechos sociales y democráticos básicos. La única manera de que los trabajadores defiendan estos derechos es que se opongan a este gobierno y persigan su destitución. Mientras se convocan las protestas iniciales contra los decretos, sin embargo, los trabajadores necesitan una clara comprensión de las implicaciones revolucionarias de una lucha contra Macron y la necesidad de una estrategia nueva e internacional y un liderazgo político.

Macron, un antiguo banquero inversor, está procediendo con un manifiesto desprecio por la población. Sus decretos simplemente reintroducen las medidas que el anterior gobierno del Partido Socialista (PS) de François Hollande retiró de su ampliamente impopular ley laboral el año pasado, ante protestas multitudinarias. Estas incluyen introducir nuevos contratos laborales sin seguridad en el trabajo, penalizaciones restrictivas por despido injusto, y dejar que empleadores y sindicatos negocien contratos al nivel de cada empresa individual, lo cual viola el Código Laboral.

Macron se basa en la complicidad y la bancarrota de los sindicatos y sus aliados políticos. Los sindicatos anularon las protestas del año pasado, en medio de masivas medidas policiales severas y amenazas del PS de ilegalizar las protestas bajo el estado de emergencia francés, basado en promesas sin valor de que el PS no aplicaría esas medidas.

Macron, que fue elegido con el respaldo del PS, después de que el PS colapsara en las elecciones de este año, está aplicando despiadadamente el programa de la UE y la clase capitalista. Las facciones dominantes de la aristocracia financiera francesa han respondido a la elección de Trump con planes de una agresiva alianza militar con Berlín, que sería financiada repudiando los derechos sociales ganados por la clase trabajadora en Europa durante el siglo XX. Mientras los súper ricos se van a forrar en guita, los trabajadores serán obligados a retroceder décadas.

Solo unos pocos días antes de anunciar sus decretos antiobreros, Macron pronunció un discurso declarando que el que no haya habido una guerra importante en Europa en los últimos 70 años era una “aberración”, y exigió un gran fortalecimiento del ejército: “La amenaza se halla ante nuestras puertas, y la guerra es en nuestro continente”.

El Código Laboral francés, promulgado en 1910 como respuesta a la oleada de huelgas en toda Europa provocada por la Revolución Rusa de 1905, es solo el primer objetivo de la ofensiva militarista. Todas las concesiones sociales hechas a la clase trabajadora europea en el siglo XX, basadas sobre todo en la Revolución de Octubre de 1917 y en la existencia de la Unión Soviética, están en la mira para ser destruidas. Los ministros de Macron están anunciando planes para recortar en sanidad, pensiones y educación, al tiempo que gastará miles de millones en aumentos al presupuesto de defensa y rebajas al Impuesto a la Riqueza (ISF).

La afirmación de que no hay dinero para las necesidades sociales básicas de los trabajadores, casi una década después de que la burguesía se pusiera a bombear billones de euros hacia los bancos como respuesta al crac de Wall Street de 2008, es una mentira despreciable. Pero tal como mostró la lucha del año pasado contra la ley laboral del PS, una defensa de los derechos sociales básicos se intensificará rápidamente hasta llegar a una confrontación con el gobierno. Los trabajadores de Francia no se enfrentan a una lucha sindical, sino política, que solo puede llevarse adelante en una lucha común revolucionaria con sus hermanos y hermanas de clase de toda Europa y del mundo.

Los trabajadores que busquen luchar contra los decretos laborales se verán obligados a oponerse a la guerra imperialista y las mentiras de la “guerra contra el terror”. Las guerras de Libia y Siria, que engendraron atentados terroristas en Europa por parte de redes islamistas que las potencias de la OTAN respaldan como sus delegados en el Medio Oriente, son clásicos ejemplos de las implicaciones antidemocráticas de la guerra imperialista. El PS no respondió a los ataques terroristas dejando de apoyar a las fuerzas islamistas en el Medio Oriente, sino declarando el estado de emergencia que suspendía derechos democráticos básicos y dándole a la policía poderes draconianos para procesar a los jóvenes y a los trabajadores comprometidos en protestas constitucionalmente protegidas.

La lucha contra las medidas de austeridad de Macron requiere construir una nueva dirección política y nuevos órganos de lucha de la clase trabajadora, y una lucha contra las burocracias sindicales y fuerzas políticas pequeño-burguesas como Jean-Luc Mélenchon o el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Aunque convoquen una serie de protestas simbólicas, esas organizaciones solo pueden producir desastres para la clase trabajadora.

Mélenchon y el NPA, que durante décadas trabajó en la periferia del PS, plantea una agenda nacionalista para descarrilar la oposición entre los trabajadores a los decretos. Mélenchon está respaldando facciones de la clase dirigente hostiles a la alianza de Macron con Alemania —como el general Pierre de Villiers, cuya renuncia repentina estremeció a la administración de Macron— y está lanzando llamamientos impotentes y cínicos a la policía para que no reprima las protestas. Lo mismo que el NPA, que exige una alianza más estrecha entre las fuerzas de Mélenchon y los sindicatos, Mélenchon es hostil a unificar las luchas de los trabajadores de Francia con las de los del resto del mundo contra la austeridad y la guerra.

Los trabajadores necesitan nuevos órganos de lucha para reemplazar a las corruptas burocracias sindicales como la stalinista Confederación Sindical del Trabajo (CGT), que está convocando protestas después de haber negociado los decretos con Macron. Los decretos les dan oficialmente a los sindicatos amplios poderes para implementar recortes en los lugares de trabajo, y Macron está promocionando el así llamado “cheque sindical” para canalizar más dinero corporativo hacia las arcas de los sindicatos porque las burocracias sindicales son herramientas fiables de los grandes negocios.

El ascenso objetivo de la oposición social en la clase trabajadora debe desarrollarse como un movimiento político consciente. Hay que discutir en los lugares de trabajo, en las escuelas y en las comunidades obreras de Francia y de toda Europa la oposición al impulso de la Unión Europea hacia la dictadura, la guerra y la contrarrevolución social. Ello sentará las bases para el desarrollo de una amplia red de comités populares en los barrios y en los lugares de trabajo, independientes de los sindicatos, en los que los trabajadores puedan discutir y plantear exigencias anticapitalistas, antiimperialistas y socialistas que correspondan a las necesidades de las masas.

Por encima de todo, instamos a los trabajadores a unirse y construir el Parti de l’égalité socialiste (PES), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, y sus secciones hermanas en toda Europa y el mundo.

El PES está construyendo una dirección política de la clase trabajadora en Francia. Su tarea es conectar la oposición creciente de la clase trabajadora hacia un movimiento socialista e internacionalista que pueda tomar el poder del Estado en Francia y en toda Europa, y así reorganizar la vida económica en base a las necesidades sociales, mediante la construcción de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

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