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Perspectiva

En el centenario de la Revolución de Octubre

Hace cien años, en la mañana del 7 de noviembre de 1917, el Comité Militar Revolucionario del Sóviet de Petrogrado, encabezado por León Trotsky, proclamó lo siguiente a los ciudadanos de Rusia.

El Gobierno Provisional ha sido derrocado. El poder estatal ha pasado a manos del órgano del Sóviet de Petrogrado de los Diputados de Obreros y Soldados, el Comité Militar Revolucionario, el cual dirige al proletariado y a la guarnición de Petrogrado.

¡La causa por la que ha luchado el pueblo —la oferta inmediata de una paz democrática, la abolición de la propiedad de tierra de los terratenientes, el control obrero de la industria y la creación de un Gobierno de los sóviets— ha quedado asegurada!

¡Viva la revolución de los trabajadores, soldados y campesinos!

Vladimir Lenin

Esa misma tarde, Lenin, quien tres meses antes había sido denunciado por el Gobierno Provisional burgués como un criminal, recibió una ovación estruendosa cuando salió de su escondite y entró en el salón donde se encontraban congregados los delegados soviéticos. Siendo testigo de los extraordinarios eventos de ese día, el periodista socialista estadounidense, John Reed, dejó una memorable descripción del líder bolchevique, “amado y reverenciado como quizás pocos líderes en la historia”. Escribe que Lenin fue un “líder extrañamente popular, un líder en virtud puramente de su intelecto”, que poseía “el poder de explicar ideas profundas en términos simples, de analizar una situación concreta. En combinación con su perspicacia, la máxima audacia intelectual”.

Al llegar al podio, Lenin comenzó su discurso ante los delegados presentes: “Camaradas, la revolución de los trabajadores y campesinos, sobre cuya necesidad han hablado siempre los bolcheviques, ha sido alcanzada”.

Ya que Rusia todavía utilizaba el viejo calendario juliano, el derrocamiento del Gobierno Provisional entró en la historia como la Revolución de Octubre. Sin embargo, a pesar de que Rusia iba trece días atrás de Europa Occidental y América del Norte, la toma de poder por los bolcheviques catapultó a Rusia, en términos políticos al frente de la historia mundial. La insurrección liderada por los bolcheviques fue la culminación de una lucha política que había comenzado ocho meses antes, en febrero de 1917, con la deposición de la autocracia zarista que había gobernado Rusia por más de trescientos años.

Marcha de las mujeres durante la Revolución de Febrero

El levantamiento de febrero-marzo 1917 desencadenó una batalla prolongada por la perspectiva política y el significado histórico de la revolución que se había desatado en Rusia. Los kadetes burgueses (Partido Democrático Constitucional), los reformistas mencheviques y los socialrevolucionarios que se basaban en el campesinado vieron la revolución en términos principalmente nacionales. El derrocamiento del régimen zarista, insistían, no había sido nada más que una revolución democrática nacional. Las tareas de la revolución se confinaban al reemplazo del régimen zarista por algún tipo de república parlamentaria, basada en la de Francia o de Reino Unido y dedicada a promover el desarrollo de la economía rusa sobre fundamentos capitalistas.

En la práctica, los kadetes, temiendo un levantamiento revolucionario y aborreciendo a las masas, se opusieron a cualquier cambio en las estructuras sociales que amenazara sus riquezas. En lo que corresponde a los mencheviques y socialrevolucionarios, sus programas reformistas excluyeron cualquier avance significativo contra la propiedad capitalista. Para ellos, tomarían décadas de desarrollo capitalista antes de incluso considerar una transición al socialismo como una posibilidad.

Dentro del marco de esta perspectiva, rechazaron inequívocamente el derrocamiento político de la clase capitalista y la toma del poder por parte de la clase trabajadora. La subordinación política de la clase trabajadora al dominio burgués significó un apoyo a la continuación de la participación rusa en el baño de sangre de la guerra mundial imperialista que había comenzado en 1914.

Antes del regreso de Lenin del exilio en abril de 1917, los principales dirigentes bolcheviques en Petrogrado, Lev Kámenev y Iósif Stalin, habían consentido a la subordinación del sóviet (consejo) obrero, bajo una dirección menchevique, al Gobierno Provisional. A raíz de esto, Kámenev y Stalin aceptaron el argumento que, tras traerse abajo el régimen zarista, la participación de Rusia en la guerra imperialista se había convertido en un combate democrático contra la autocracia alemana que debía contar con el apoyo de la clase obrera. Por consiguiente, los patentes intereses imperialistas de la burguesía rusa fueron maquillados con frases hipócritas sobre una “paz democrática”.

El regreso de Lenin a Rusia el 16 de abril conllevó a un cambio dramático de orientación en el Partido Bolchevique. En oposición a los aliados del Gobierno Provisional en el Sóviet de Petrogrado, incluyendo a una facción substancial de la dirigencia bolchevique, Lenin hizo el llamamiento de transferir el poder a los sóviets. Los fundamentos de esta demanda revolucionaria, que sorprendió tanto a los mencheviques como a los camaradas de Lenin en la cúpula bolchevique, consistían en una concepción profundamente diferente del significado histórico de la Revolución Rusa.

Una manifestación de soldados en febrero de 1917

Desde que comenzó la guerra mundial imperialista en agosto de 1914, Lenin había insistido en que ésta marcaba el comienzo de una nueva etapa en la historia mundial. La masacre desatada por la guerra surgió de las contradicciones globales del imperialismo capitalista. Las contradicciones del sistema imperialista, las cuales buscaban resolver los regímenes capitalistas mediante la guerra, iban a incitar una respuesta revolucionaria por parte de la clase trabajadora internacional.

Esta comprensión del contexto histórico y mundial de la Revolución Rusa formó la base de las políticas que iban a guiar al Partido Bolchevique después del regreso de Lenin, quien insistió en que esta Revolución tenía que ser entendida como el comienzo de la revolución socialista mundial. En el Séptimo Congreso del Partido Bolchevique en abril de 1917, aseveró:

El gran honor de comenzar la revolución le ha tocado al proletariado ruso. Pero, el proletariado ruso no puede olvidar que su movimiento y su revolución son sólo una parte del movimiento revolucionario del proletariado mundial que, por ejemplo, en Alemania está tomando más ímpetu con cada día que pasa. Sólo desde este ángulo podremos definir nuestras taras.

En los meses de abril a octubre, Lenin escribió cuantiosos artículos con los que empapó y elevó la conciencia de los miembros del partido y decenas de miles de obreros que leían los panfletos, periódicos y folletos bolcheviques con un entendimiento del carácter internacional de la revolución. Aquellos que afirman que la revolución bolchevique fue un “golpe de Estado” orquestado en secreto están simplemente ignorando el hecho de que las apelaciones de Lenin por una revolución socialista estaban siendo leídas, estudiadas y debatidas en las fábricas, los cuarteles y en las calles de todas las principales ciudades de Rusia.

En setiembre, sólo un mes antes de la toma del poder, el Partido Bolchevique publicó el panfleto de Lenin titulado Las tareas del proletariado en la presente revolución. No había nada ambiguo, mucho menos subrepticio, en la presentación de Lenin del programa y las intenciones del Partido Bolchevique. Con un nivel extraordinario de consciencia histórica, Lenin explicó la necesidad objetiva expresada en las políticas bolcheviques:

La guerra no ha sido engendrada por la voluntad maligna de los bandidos capitalistas, aunque es indudable que se hace sólo en interés suyo y sólo a ellos enriquece. La guerra es el producto de medio siglo de desarrollo del capital mundial, de sus miles de millones de hilos y vínculos. Es imposible salir de la guerra imperialista, es imposible conseguir una paz democrática, una paz no impuesta por la violencia, sin derribar el Poder del capital y sin que el Poder del Estado pase a manos de otra clase, del proletariado.

Con la revolución rusa de febrero—marzo de 1917— la guerra imperialista comenzó a transformarse en guerra civil. Esta revolución ha dado el primer paso hacia el cese de la guerra. Pero sólo un segundo paso puede asegurar ese cese, a saber, el paso del Poder del Estado a manos del proletariado. Eso será el comienzo de la “ruptura del frente” en todo el mundo, del frente de los intereses del capital; y sólo rompiendo ese frente puede el proletariado redimir a la humanidad de los horrores de la guerra y asegurarle el bien de la paz de forma duradera.

Durante el periodo que siguió a las “Jornadas de julio” —marcadas por una brutal represión de la clase obrera a manos del Gobierno Provisional—, Lenin se vio obligado a ocultarse. León Trotsky, quien había regresado a Rusia en mayo y se unió rápidamente a la dirección del Partido Bolchevique, fue encarcelado. No obstante, fue dejado libre en setiembre, como consecuencia del fallido golpe de Estado contrarrevolucionario del general Kornílov. Luego, fue electo presidente del Sóviet de Petrogrado. En las semanas próximas, Trotsky emergió como el principal líder de las masas y orador de la revolución. Desempeñó el papel decisivo en la planificación estratégica y organización de la insurrección bolchevique.

León Trotsky

Sin lugar a dudas, hubo un elemento de genio en el liderazgo de Trotsky de la insurrección bolchevique. Sin embargo, el rol de Trotsky en la Revolución de Octubre surgió, al igual que el de Lenin, a raíz de un análisis sobre el lugar que ocupaba la Revolución Rusa en la historia mundial. De hecho, Trotsky, en la elaboración de su Teoría de la Revolución Permanente, fue el primero en prever, tan temprano como 1905, que la revolución democrática contra la autocracia zarista en Rusia evolucionaría necesariamente a una revolución socialista que conduciría a la transferencia del poder a la clase obrera.

El análisis de Trotsky desafiaba las afirmaciones de que las tareas políticas de la clase obrera eran determinadas por el atraso económico de Rusia, y que por ende “no estaba lista” para una revolución socialista. “En un país atrasado económicamente —escribió en 1905— el proletariado puede llegar al poder antes de que en un país con el capitalismo más avanzado”.

No obstante, ¿cómo iba a poder sostener su revolución la clase obrera? Trotsky, un largo tiempo antes de los eventos de 1917, escribió que la clase trabajadora,

“no tendrá ninguna alternativa más que conectar el destino de su control político, y, por ende, el destino de la revolución rusa en su conjunto, con el destino de la revolución socialista en Europa. Ese enorme poder estatal y político otorgado por un conjunto de circunstancias temporales en la revolución burguesa en Rusia se fundirá en las escalas de la lucha de clases de todo el mundo capitalista. Con el poder estatal en sus manos, la contrarrevolución detrás de sí y la reacción europea adelante, clamará hacia sus camaradas del mundo entero el viejo llamamiento para un último ataque: ¡Proletariados de todos los países, uníos!”.

*****

Para el mes de octubre de 1917, la pesadilla de la Primera Guerra Mundial ya había cobrado la vida de millones de soldados. Las noticias acerca de la insurrección bolchevique recorrieron la conciencia de las masas como una gran descarga eléctrica. La Revolución de Febrero fue un evento ruso, pero la Revolución de Octubre fue un acontecimiento que cambió el mundo. Lo que era meramente un “espectro” en 1847, existía ahora como un Gobierno revolucionario que tomó el poder con base en una insurrección de la clase obrera.

Rosa Luxemburgo, cuando escuchó acerca de la Revolución estando en prisión, le relató a una amiga en una carta que buscaba impacientemente en los periódicos para saber más de lo que acontecía en Rusia. Expresó dudas acerca de si la revolución iba a poder sobrevivir ante la oposición armada del imperialismo mundial; sin embargo, no dudó la enormidad del evento revolucionario, expresando admiración hacia lo que habían logrado Lenin y Trotsky, camaradas que había conocido muchos años antes. La insurrección encabezada por los bolcheviques, escribió, “es un acto mundial e histórico, cuyo ejemplo vivirá por eones”.

Rosa Luxemburgo

Muchos años después, celebrando el vigésimo quinto aniversario de la Revolución de Octubre, el líder trotskista estadounidense, James P. Cannon, rememoró el impacto de 1917 en los socialistas alrededor del mundo:

Por primera vez, concentrada en una acción revolucionaria, tuvimos una demonstración acerca del verdadero significado del marxismo. Por primera vez, aprendimos del ejemplo y las enseñanzas de Lenin y Trotsky y los líderes de la revolución rusa el significado verdadero de un partido revolucionario. Aquellos que recuerdan ese momento, cuyas vidas fueron soldadas a la revolución rusa, deben contemplarla hoy como la fuerza más inspiradora y aleccionadora que la clase oprimida mundial haya conocido.

La Revolución de Octubre figura entre los eventos más importantes y progresistas de la historia mundial. Forma parte de una cadena de eventos históricos-mundiales, como la Reforma protestante, la Revolución Estadounidense, la Revolución Francesa, que fueron grandes hitos en el desarrollo de la civilización humana.

El impacto global de la Revolución de Octubre es incalculable. Fue un acontecimiento que prendió la chispa de un movimiento de la clase obrera y de todas las masas oprimidas contra la explotación imperialista y la opresión imperialista. Es imposible pensar en alguna conquista política o social significativa de la clase obrera en el siglo XX, en cualquier parte del mundo, que no le deba una parte substancial de su realización a la Revolución Bolchevique. El establecimiento del Estado soviético fue el primer gran logro de la Revolución de Octubre. La victoria de los bolcheviques demostró en la práctica la posibilidad de una conquista del poder estatal por parte de la clase obrera, poniendo fin al dominio de la clase capitalista y organizando a la sociedad sobre una base no capitalista, sino socialista.

Mientras que la formación de la Unión Soviética fue el producto inmediato de la insurrección encabezada por los bolcheviques, no cubre por sí sola el significado histórico completo de la Revolución de Octubre. El establecimiento del Estado soviético en octubre de 1917 fue tan sólo el primer episodio de una nueva época de la Revolución Socialista Mundial.

Esta distinción histórica entre un episodio y una época es crítica para poder entender el destino tanto de la Unión Soviética como del mundo contemporáneo. La disolución de la URSS en 1991 marcó el final del Estado fundado en 1917, pero no marcó la conclusión de la época de la revolución socialista mundial. Esta disolución fue el resultado del abandono que inició a principios de la década de 1920 de la perspectiva socialista internacional sobre la cual se basó la Revolución de Octubre. El programa estalinista de socialismo en un solo país, promulgada por Stalin y Bujarin en 1924 fue un punto de quiebre en la degeneración nacionalista de la Unión Soviética. Como advirtió Trotsky, el nacionalismo estalinista, el cual encontró un apoyo político en la cada vez más grande élite burocrática, separó el destino de la Unión Soviética de la lucha por el socialismo mundial. La Internacional Comunista, la cual fue fundada en 1919 como un instrumento de la revolución socialista mundial, fue degradada y convertida en un brazo para la política exterior contrarrevolucionaria de la URSS. Las políticas embaucadoras y desorientadores de Stalin conllevaron a derrotas devastadoras para la clase obrera en Alemania, Francia, España y muchos otros países.

En 1936, Stalin comenzó su Gran Purga, que al cabo de cuatro años ya había exterminado físicamente a prácticamente todos los dirigentes del internacionalismo revolucionario dentro de la clase obrera y de la intelectualidad socialista. Trotsky fue asesinado en México en 1940.

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La disolución de la URSS en 1991 fue celebrada como una victoria trascendental del capitalismo global. Por fin, el espectro del comunismo y el socialismo había sido erradicado. ¡La historia había llegado a su fin! ¡La Revolución de Octubre estaba en ruinas! Por supuesto, tales proclamas no se basaban en un análisis detenido de los últimos 74 años. No se le prestó ninguna consideración a los enormes logros de la Unión Soviética, los cuales fueron más allá de su papel central en la derrota de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial, incluyendo inmensos avances en las condiciones sociales y culturales del pueblo soviético. Aparte de los esfuerzos para borrar de la memoria colectiva todos los logros soviéticos, la falsificación principal de la historia del siglo XX ha sido definir el futuro del socialismo con una narrativa nacionalista de la Revolución de Octubre, en la cual se presenta la toma de poder bolchevique como un evento aberrante, ilegítimo e, incluso, criminal en la historia de Rusia. Por ende, la concepción original bolchevique acerca de lo acontecido en octubre tiene que ser ridiculizada o ignorada. No se le puede atribuir ninguna relevancia histórica ni política a la Revolución de Octubre.

Una unidad de la Guardia Roja en la fábrica Vulcán de Petrogrado durante la revolución

La vigencia de esta versión reaccionaria de los hechos, la cual tiene como objeto restarle a la Revolución toda legitimidad, importancia y honor, depende de una pequeña cosa: que el sistema capitalista mundial haya podido resolver y trascender las contradicciones que dieron origen a las guerras y revoluciones de siglo XX.

Es precisamente en este punto que colapsan todos los esfuerzos para desacreditar la Revolución de Octubre y todas las luchas futuras por alcanzar el socialismo. El cuarto de siglo desde la disolución de la URSS se ha caracterizado por una serie continua y cada vez más profunda de crisis sociales, políticas y económicas. Vivimos en tiempos de guerras perpetuas. Desde la invasión inicial estadounidense de Irak en 1991, el número de vidas acabadas por bombas y misiles estadounidenses en dicho país supera el millón. Ante el recrudecimiento de los conflictos geopolíticos, el estallido de una tercera guerra mundial es percibido como algo cada vez más inevitable.

La crisis económica del 2008 expuso la fragilidad del sistema capitalista mundial. Las tensiones sociales aumentan contra el trasfondo de los niveles de desigualdad más altos en un siglo. A medida que las instituciones tradicionales de la democracia burguesa no puedan aguantar el peso de los conflictos sociales, las élites gobernantes recurrirán cada vez más abiertamente a formas autoritarias de gobierno. La administración Trump es meramente una manifestación repugnante del colapso universal de la democracia burguesa. El papel que desempeñan las agencias militares, policiales y de inteligencia en la gestión del Estado capitalista se ha vuelto cada vez más explícito.

A lo largo de este año marcando el centenario, innumerables artículos y libros han sido publicados a fin de desacreditar la Revolución de Octubre. No obstante, el mismo tono histérico que predomina en estas denuncias desmiente sus afirmaciones de la supuesta “irrelevancia” de octubre, 1917. La Revolución de Octubre no es abarcada como un evento histórico, sino como una amenaza perdurable y contemporánea.

El temor que subyace estos ataques fue evidenciado por un libro publicado recientemente por el líder especialista en las falsificaciones históricas, el profesor Sean McMeekin, quien escribe:

Al igual que con las armas nucleares que tuvieron su origen en la época ideológica iniciada en 1917, el triste hecho acerca del leninismo es que, una vez que fue inventado no se puede deshacer. La desigualdad social siempre estará con nosotros, junto con el impulso bien intencionado de los socialistas para erradicarla… Si debemos aprender algo de los últimos cien años es que debemos fortalecer nuestras defensas y resistir a los profetas armados que prometen la perfección social.

En un ensayo publicado en el diario New York Times en octubre, el columnista Bret Stephens advierte:

Los esfuerzos para criminalizar el capitalismo y los servicios financieros también tienen resultados predecibles… Un siglo después, el bacilo [del socialismo] no ha sido erradicado y nuestra inmunidad hacia él todavía sigue siendo dudosa.

La ansiedad expresada en estas declaraciones no es infundada. Una nueva encuesta publicada muestra que, en la generación de “Millenials” (menores de 28 años de edad), un porcentaje mayor de porcentaje de jóvenes prefiere vivir en una sociedad socialista o comunista que en una capitalista.

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Durante este centenario, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha celebrado el aniversario de la Revolución de Octubre estudiando y explicando sus orígenes y significado. Realizó un trabajo histórico importante, siendo la única tendencia política en el mundo que representa el programa del socialismo internacional en el que se basó la Revolución de Octubre. La defensa de este programa está enraizada históricamente en la lucha librada por Trotsky —primero como líder de la Oposición de Izquierda y luego como fundador de la Cuarta Internacional— contra la traición y perversión nacionalista del programa y los principios de la Revolución de Octubre a manos de la burocracia estalinista. Al mismo tiempo de la lucha por defender todo lo alcanzado dentro de la Unión Soviética como resultado de la Revolución de Octubre, nunca asumió la forma de una adaptación, mucho menos de una capitulación, a las políticas reaccionarias del régimen burocrático.

Consecuentemente, la Cuarta Internacional es la expresión contemporánea del programa de la Revolución Socialista Mundial. En el periodo actual, marcado por la irresoluble crisis capitalista, este programa vuelve a adquirir una vigencia sumamente intensa. La Revolución de Octubre no vive en la historia, sino en el presente.

Llamamos a los trabajadores y jóvenes alrededor del mundo a construir la lucha por el socialismo mundial.

¡Viva el ejemplo de la Revolución de Octubre!
¡Construyamos el Comité Internacional de la Cuarta Internacional!
¡Avancemos hacia la Revolución Socialista Mundial!

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