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Beijing advierte contra la campaña anti-China en Australia

Varios reportes en la prensa esta semana revelaron que el Gobierno chino tomó un paso inusual al convocar oficialmente al embajador de Australia en el país, Jan Adams, a una reunión a puertas cerradas para una “discusión sólida” el viernes pasado.

Según el periódico Australian, propiedad del multimillonario Murdoch, los funcionarios de Beijing presentaron una queja formal a Adams, oponiéndose a la histeria emanada de los principales partidos, la prensa corporativa y las agencias de inteligencia de Australia sobre “injerencia china” en la política australiana.

El desencadenante inmediato de las mayores tensiones diplomáticas fue el resurgimiento a fines del mes pasado de las acusaciones del Gobierno de la Coalición Liberal-Nacional de que el senador laborista Sam Dastyari estaba operando como un “agente de la injerencia” china.

Esas afirmaciones forman parte de una campaña xenófoba que ya lleva un año de duración y que ha sido principalmente encabezada por las cadenas mediáticas, Australian Broadcasting Corporation y Fairfax Media, en estrecha colaboración con la ASIO, la agencia de inteligencia nacional de Australia.

La caza de brujas ha arremetido contra una amplia gama de actividades, de donaciones políticas de empresarios chinos, cabildeo y reuniones con grupos comunitarios chinos hasta la presencia de un gran número de estudiantes internacionales chinos, como parte de un plan coordinado del Partido Comunista Chino para “subvertir” la “Democracia australiana.

Dastyari, un influyente político derechista del Partido Laborista de Nueva Gales del Sur, ha sido un blanco en particular debido a su papel en la solicitud de donaciones de empresarios chinos. También fue denunciado por pronunciar un discurso hace dos años, en el que advirtió tibiamente en contra de la participación directa de Australia en las provocaciones dirigidas por Estados Unidos contra Beijing respecto a las disputas territoriales en el mar de China Meridional. Dastyari se vio obligado a renunciar la semana pasada.

La campaña contra Dastyari se ha destinado a legitimar una serie de leyes draconianas anunciadas por el oficialismo este mes, dirigidas contra las operaciones de “injerencia extranjera”. La legislación incluirá la creación de un “registro de agentes extranjeros” y una prohibición total de donaciones extranjeras para cualquier actividad política.

El Global Times, un periódico estatal chino con estrechos vínculos con el ejército del país, declaró el miércoles que era “vergonzoso” que “en una era de la globalización, algunos países exhibieran todos los síntomas del mccarthismo: sospechosos de empresarios y estudiantes chinos, tendiéndole trampas a China y hostigando a los visitantes chinos en los intercambios”.

El periódico afirmó que si China adoptaba la “misma actitud de los países occidentales”, “las comunidades de expatriados extranjeros en Beijing caerían bajo sospecha” y “los chinos con estrechos vínculos con occidentales serían tratados como informantes de las agencias de espionaje occidentales y serían acusados de traición, igual que el legislador australiano Sam Dastyari”.

El viernes anterior, el portavoz de la cancillería china, Geng Shuang, advirtió de manera similar que la campaña anti-China de Australia “envenena la atmósfera” entre los dos países.

Geng estaba respondiendo a los comentarios que hizo el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, ante el Parlamento el día anterior, reproduciendo acríticamente los informes de los medios de que China estaba “interfiriendo” con “nuestros medios, nuestras universidades e incluso las decisiones de los representantes electos aquí en este edificio”.

La reacción en Beijing es un reconocimiento de que las acusaciones de “injerencia china” por parte de Canberra forman parte de la campaña diplomática, militar y económica encabezada por Estados Unidos y sus aliados, incluida Australia, para aislar a China en preparación para una guerra.

Coinciden además con las continuas amenazas de la Administración Trump para lanzar un ataque preventivo contra Corea del Norte, un acto que podría desencadenar un conflicto más amplio entre Estados Unidos y sus aliados contra China. Washington también está tomando medidas directas contra Beijing, como la creación de una alianza con la Unión Europea y Japón esta semana para atacar las supuestas prácticas comerciales “desleales” chinas.

El régimen chino teme que la campaña australiana contra la “injerencia china” se convierta en un modelo a seguir para EUA y sus aliados a raíz de los esfuerzos para legitimar la acometida contra Beijing y crear un clima político en el que se pueda iniciar la guerra.

Un importante congresista estadounidense elogió la caza de brujas anti-China de Australia en una audiencia ante el Congreso el jueves, dando a entender que era necesaria una campaña similar en EUA.

Chris Smith, el copresidente del Comité Legislativo-Ejecutivo sobre China, declaró: “Australia en particular se encuentra en medio de una crisis nacional y todos sus aliados democráticos con ideas afines deberían apoyar sus esfuerzos para erradicar aquellos elementos destinados a corromper o cooptar las instituciones políticas y académicas australianas”.

El senador republicano Marco Rubio advirtió que en Australia y en otros lugares, China estaba buscando “preparar funcionarios, grupos de expertos, formadores de opinión” y otros.

En Canadá, la senadora conservadora Linda Frum también llamó esta semana al Parlamento de su país a replicar las acciones del Gobierno australiano comenzando por una investigación sobre el “alcance del subterfugio pekinés en Canadá” y al cambiar la legislación para “evitar que China se inmiscuya en los procesos políticos de Canadá”.

Una preocupación particular del régimen chino es que la legislación propuesta por el Gobierno australiano va más allá de las leyes existentes de “injerencia extranjera” en otros países, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido y podría convertirse en un ejemplo en otros lugares.

Una declaración de los medios estatales australianos declaró que la legislación planeada “criminalizará las actividades encubiertas y engañosas de actores extranjeros que alcanzan a ser calificadas de espionaje, pero que pretenden interferir con nuestros sistemas y procesos democráticos o apoyar las actividades de inteligencia de un Gobierno extranjero”.

Si bien los detalles completos de las nuevas leyes no han sido detallados, la designación extraordinariamente indefinida de “actividades encubiertas y engañosas” podría potencialmente aplicarse a las actividades públicas o comerciales de prácticamente cualquier ciudadano extranjero.

Un artículo en el diario Australian señaló que la legislación “cubre con una nube todas las relaciones entre extranjeros y sus representantes y el Gobierno”. Sugirió que los ciudadanos extranjeros o cualquiera que represente a una empresa extranjera y esté involucrado en “políticas de competencia comercial, inversión extranjera, reformas regulatorias o cualquier cosa que requiera una decisión ministerial” probablemente tendrá que registrarse como un “agente extranjero”.

En una indicación de la amplitud de las medidas que se están preparando, Peter Jennings, exoficial de Defensa y director del Instituto de Política Estratégica Australiano, financiado por el Gobierno, advirtió el viernes que era “probable” que los proyectos de investigación universitarios estuvieran compartiendo ilegalmente tecnologías militares con China. Jennings utilizó tal afirmación sin fundamentos para llamar al Departamento de Defensa a llevar a cabo una investigación.

Varios informes de la prensa han afirmado previamente que los proyectos conjuntos de investigación chino-australiana en áreas aparentemente benignas, como la tecnología marina y solar, podrían tocar áreas con “potencial militar” en un punto no especificado en el futuro.

Otro académico, Clive Hamilton, que ha estado muy involucrado en las denuncias mediáticas contra Beijing, dio una indicación del extremo al que se pretende llegar con esta campaña contra China en colaboración con el gobierno estadounidense y las agencias de inteligencia.

Hamilton dijo que la colaboración entre las instituciones chinas y las universidades australianas podría dañar las relaciones con los EUA. “Sé que nuestra investigación está siendo cuidadosamente leída en Washington y le están haciendo preguntas difíciles al Gobierno australiano”, afirmó.

Detrás de la retórica agresiva contra China, se encuentra el protagonismo australiano en los preparativos de Estados Unidos para irse a la guerra en la región, particularmente contra China. En el 2011, el Gobierno laborista respaldado por los Verdes inscribió a Australia al “pivote hacia Asia” de la Administración Obama, un vasto despliegue militar dirigido contra Beijing.

Desde entonces, el ejército australiano se ha integrado cada vez más en la máquina de guerra de Estados Unidos, mientras que las “operaciones de injerencia” estadounidenses dirigidas a promover las políticas agresivas de Washington entre los grupos de poder australianos y la población se ha expandido enormemente.

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