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Los Parlamentos de Francia y Alemania preparan renovar su alianza, 55 años desde el tratado del Elíseo

El lunes, para el quincuagésimo quinto aniversario de la firma del tratado del Elíseo después de la Segunda Guerra Mundial entre Alemania y Francia, el Bundestag y la Assemblée Nationale adoptaron conjuntamente una “resolución para un nuevo tratado del Elíseo”. El inusual voto simultáneo en los respectivos Parlamentos enfatizó el contenido político, y no solo histórico, de la conmemoración.

El “axis” franco-alemán de la Unión Europea (UE) está intentando fraguar una política global alrededor de la cual movilizar a la UE, pese a la salida británica o brexit y la crisis histórica de las relaciones entre EUA y la UE que salió a la superficie con la elección de Donald Trump. La resolución adoptada por ambos Parlamentos muestra que las políticas que preparan Berlín y París juntos son reaccionarias y carecen cualquier elemento de legitimidad democrática; al contrario, sientan las bases para una mayor acumulación militar, profundos recortes sociales y ataques contra los derechos democráticos.

En ambos lados del Rin, la prensa intentó restarle importancia a esta agenda política impopular y, en cambio, enfatizó la amistad transfronteriza y las promesas del tratado de 1963 de poner fin a los conflictos franco-alemanes que llevaron a dos guerras mundiales en el siglo XX. Le Monde elogió el tratado de 1963 como un histórico “gesto de reconciliación que las instituciones europeas no habían logrado crear hasta entonces”.

En su artículo “La amistad es un sentimiento” para la emisora estatal alemana Deutsche Welle, Max Hoffmann, escribió: “No confundan el simple y claro documento de 1963 que le permitió a millones de jóvenes conocer al otro país y a su gente, con tonterías burocráticas sobre el Eurogrupo y PESCO, la Cooperación Permanente Estructurada en defensa. Si bien podría ser importante para el futuro de la UE, la amistad franco-alemana no se trata solamente de déficits presupuestarios, coordinación militar y reformas estructurales. Se trata de un sentimiento franco-alemán”.

La propaganda que llama a los trabajadores a tomar por sentada la diplomacia, los planes de guerra y las políticas austeras impuestas por el capital europeo es reaccionaria y falsa. Lo que ha prevenido una guerra en Europa desde 1945 no son “sentimientos franco-alemanes”, como afirma el Sr. Hoffman. Era la oposición al militarismo y a la austeridad en la clase obrera —junto con la existencia de la Unión Soviética y la victoria soviética contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial— y, especialmente después de la disolución de la Unión Soviética en 1991 a manos de la burocracia estalinista, el estatus del imperialismo estadounidense como la única superpotencia, pero en declive.

Sin embargo, el periodo cuando el imperialismo estadounidense podía depender de su poder económico y militar para imponer resoluciones a los conflictos que emergían entre las otras potencias se ha acabado. La resolución franco-alemana detalla planes para reafirmar los intereses imperialistas en cara a la cada vez mayor debilidad del imperialismo estadounidense, los desastres ocasionados por las guerras interminables en Oriente Próximo y las amenazas de Trump de bloquear la llegada de productos europeos a los mercados estadounidenses.

Quienquiera afirmar que el “axis” entre el imperialismo alemán y francés evitará importantes guerras está apostando mucho contra la historia. El “axis” franco-alemán lo que procura es convertirse en una gran potencia militar independiente, financiando un aparto de guerra con base en la despiadada explotación de la clase obrera.

Más allá de los llamados a establecer más ciudades hermanas franco-alemanas y programas conjuntos de idiomas, la resolución se centra en el compromiso de Berlín y París a un rearme militar. Demanda “reforzar una política extranjera y de seguridad común”, aplaudiendo “la creación de la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO; siglas en inglés) el 11 de diciembre del 2017 y el acuerdo en establecer el Fondo Europeo de Defensa”. Pide establecer una cooperación militar franco-alemana hasta el nivel del Estado Mayor de las fuerzas armadas.

Además, pide mayores ataques contra los inmigrantes, comprometiendo a Berlín y París a “intensificar los esfuerzos conjuntos para luchar contra las causas de la inmigración” —esfuerzos que ya han visto el financiamiento de la UE de campos de detención en Libia donde los inmigrantes son sometidos a tortura y agresiones sexuales y son vendidos como esclavos—.

La resolución también pide más políticas de libre mercado y austeridad social. Alemania y Francia, declara “aspiran a una integración completa y rápida de sus mercados… [y] llaman en conjunto a integrar completamente el mercado interno europeo”. Esto ha de arraigarse en “una base europea de derechos sociales básicos que busque producir en Europa un nivel mínimo de igualdad de oportunidad y de acceso al mercado laboral, de condiciones laborales justas, de protección social e inclusión, y de igualdad entre las mujeres y los hombres”.

En realidad, las políticas que Macron ha perseguido durante los nueve meses desde su elección dan una muestra de los brutales ataques que tienen en mente. Impuso a la fuerza decretos laborales basados en las leyes Hartz promulgadas por la socialdemocracia alemana, que efectivamente suspenden el Código Laboral y les permiten a los empleadores utilizar niveles salariales por debajo del mínimo en la industria petrolera y realizar despidos masivos sin regulaciones en el sector automotriz. El mandatario francés ahora planea recortes amplios al gasto en pensiones y salud para los próximos años.

Estos ataques están diseñados para replegar todas las concesiones sociales hechas a la clase obrera en un periodo histórico anterior y para impulsar una importante escalada del militarismo europeo. Antes del voto sobre la resolución Bundestag - Assemblée, Macron dio un discurso en la base naval Toulon llamando nuevamente a reinstituir el servicio militar obligatorio para todos los jóvenes en Francia. Esto va de la mano con la expansión de una discusión en Alemania sobre el posible desarrollo de un arsenal nuclear alemán.

Los trabajadores no pueden permitirse dejar que Berlín y París implementen esta agenda reaccionaria. Este año ha sido testigo de un aumento en las huelgas y luchas sociales, desde los trabajadores metalúrgicos alemanes y los trabadores ferroviarios británicos, hasta los trabajadores iraníes y tunecinos. Esto es señal de un crecimiento en la militancia de la clase obrera. La única respuesta viable es la lucha por la construcción de un movimiento internacional contra la guerra, la austeridad social y los ataques a los derechos democráticos, que aúne a los obreros de toda Europa en una batalla revolucionaria socialista contra el capitalismo y por los Estados Unidos Socialistas de Europa.

Esto exige un quiebre consciente de las fuerzas nacionalistas, socialdemócratas, estalinistas y pseudoizquierdistas de la pequeña burguesía, las cuales promueven el militarismo europeo insistiendo en que es menos violento que su contraparte estadounidense. Sahra Wagenknecht, líder del partido alemán La Izquierda, elaboró sobre los argumentos de estos grupos cuando viajó con el exministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Wolfgang Schäuble a París a hablar sobre la resolución conjunta en la Assemblée Nationale.

Calificándolos como modelos para la UE, Wagenknecht alabó a los dos mandatarios derechistas que firmaron el tratado de 1963, el canciller alemán, Konrad Adenauer, y el presidente francés, Charles de Gaulle. Luego, declaró: “Queremos una Europa en la que el progreso ‘se convierta en un bien común’, como dijo de Gaulle. El progreso como un bien común, ese es de verdad un punto de vista completamente diferente del de los tratados actuales de la UE, en los que la libertad del capital subordina claramente los derechos sociales básicos”.

Esta es una imagen distorsionada del tratado de 1963, el cual fue diseñado para fomentar ilusiones sobre la naturaleza benevolente del capitalismo europeo. Después de cinco años de discusiones, Adenauer y de Gaulle llegaron a este acuerdo para promover sus intereses imperialistas. Adenauer buscó una alianza para disociar al capitalismo de Alemania Occidental de su pasado nazi y liberarlo para poder desempeñar un papel protagonista en Europa; de Gaulle procuraba cultivar un aliado alemán contra la interferencia estadounidense en los intereses coloniales del imperialismo francés, particularmente en la sangrienta guerra de Argelia de 1954-1962.

No obstante, el tratado defraudó a de Gaulle: el Bundestag había añadido un preámbulo al tratado reafirmando la alianza con Estados Unidos. De Gaulle estaba furioso y denunció en privado a los alemanes: “Tienen miedo de que no están doblegándose lo suficiente a los anglosajones. Están actuando como puercos. Sería apropiado que denunciemos el tratado, rompamos la alianza y acordemos una con los rusos”.

Las divisiones entre Estados Unidos y Europa se han ensanchado más desde el tiempo de de Gaulle y están alcanzando niveles explosivos en la actualidad. La nueva resolución franco-alemana no menciona ninguna alianza ni con EUA, Reino Unido ni la OTAN. Wagenknecht, de hecho, continuó su intervención endosando ante la Assemblée nationale la política antiestadounidense del imperialismo francés en los años sesenta, atacando a Trump y haciendo un llamamiento por una política exterior independiente de la UE.

“Últimamente”, dijo, “desde que Estados Unidos tiene un presidente que presume en momentos claves sobre el tamaño de su arsenal nuclear, ha quedado completamente claro que Europa, como de Gaulle quería hacerlo, tiene que tomar su destino en sus propias manos. Sí, necesitamos una política exterior europea independiente. Pero, la necesitamos para traer paz, un desarme y una desescalada, no emprender una carrera armamentística”.

La apelación de Wagenknecht a rearmarse para evitar una carrera armamentística es fraudulenta y cínica. Una escalada militar europea independiente no convencerá ni a Trump ni a Washington a desarmarse ni replegarse. Lo que sí hará es poner más presión al imperialismo estadounidense y, a cada otra potencia grande del mundo, a expandir sus propios programas armamentísticos. Wagenknecht desconoce esta lección de ambas guerras mundiales del último siglo para cubrir la política militar reaccionaria de Berlín y París con una vistosa frazada de colores serenos.

En el último análisis, tales planes solo recrudecerán las tensiones estratégicas y militares entre Berlín y París, dos potencias que se han enfrentado en tres importantes guerras durante los últimos 150 años. Berlín emergió de la reunificación de Alemania inmensamente fortalecido con respecto a París. Las antiguas rivalidades entre los dos volvieron a estallar después de las elecciones alemanas de setiembre del 2017, cuando el líder del Partido Democrático Libre (FDP; siglas en alemán), Christian Lindner, atacara las propuestas económicas de Macron para Europa, denunciándolas como un “ducto de dinero dirigido a París” inaceptable para Berlín.

Cabe notar que, al mismo tiempo en que Berlín y París intensifican su cooperación estratégica, los círculos gobernantes franceses se muestran cada vez más inquietos hacia las políticas alemanas. Varios artículos en Le Monde, un medio pro-Macron, han advertido que Berlín no respeta intereses claves franceses, como las intervenciones militares francesas en África y un abordaje “pragmático” hacia Rusia.

“Alemania, tanto en términos de opinión pública como en círculos gobernantes, no parece estar dispuesta a aumentar la cooperación estratégica franco-alemana”, escribió Le Monde. Añade: “Más allá, una integración europea mayor en política de defensa se enfrenta a importantes obstáculos, como el problema de compartir el arsenal nuclear de Francia o el despliegue de tropas de combate alemanas en el exterior”.

(Artículo publicado originalmente el 25 de enero de 2018)

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