Mientras la élite gobernante alemana conspira para formar un nuevo Gobierno con una agenda de remilitarización y ataques a los salarios de los trabajadores y a los derechos democráticos, la clase obrera está respondiendo con la mayor ola huelguística del país en 15 años.
El miércoles, más de 65.000 obreros en las industrias metalúrgica y eléctrica entraron en paro por 24 horas, con cientos de miles más que planean seguirlos el jueves y el viernes. El sindicato IG Metall convocó paros de advertencia de 24 horas en 250 compañías a nivel nacional, incluyendo Daimler, BMW y Volkswagen.
La extensión de estas acciones industriales está teniendo lugar pese a los esfuerzos de la dirigencia de IG Metall para contener la lucha alrededor de la renovación de contratos y poder alcanzar un podrido compromiso que traicionaría las demandas de los trabajadores. Más allá, expresa el aumento el enojo y la militancia de los trabajadores tras décadas de ataques sociales por el Gobierno y la patronal.
El significado de esta lucha supera las fronteras de Alemania. Alrededor de Europa y el mundo, las clases gobernantes están determinadas a desmantelar las protecciones laborales y destruir los salarios y las prestaciones de la clase obrera para poder financiar nuevas y mayores guerras e rellenar sus propios bolsillos.
La ola de paros en Alemania confirma de la prognosis hecha por el World Socialist Web Site a inicios del año: “El año 2018 —el bicentenario del nacimiento de Marx— se caracterizará ante todo por una intensificación inmensa de las tensiones sociales y una escalada de los conflictos de clase alrededor del mundo”.
Por años, los nombres de la canciller alemana y el exministro de finanzas, Angela Merkel y Wolfgang Schäuble, han sido sinónimo de ataques brutales a la clase obrera europea. Los dictados de austeridad que han trastornado las vidas de millones de familias de clase obrera en Grecia, España y Portugal fueron primordialmente la obra de la última gran coalición oficialista en Berlín. Otro producto de la política de la burguesía alemana ha sido la transformación del este de Europa en una vasta reserva de mano de obra barata para las corporaciones internacionales, las cuales les pagan a los trabajadores en los países exestalinistas una fracción de los salarios en el occidente.
El Gobierno alemán no podría haber desempeñado este papel sin atacar a su vez a la clase obrera en el país y mantenerla bajo control con la ayuda de los serviles sindicatos. Las leyes Hartz promulgadas en el 2003 por un Gobierno socialdemócrata-verde introdujeron varias “reformas” laborales y de asistencia social que crearon un enorme sector de bajos salarios. Al mismo tiempo, todo un ejército de representantes muy bien remunerados de los comités de empresa y de los sindicatos se aseguraron de dejar estancados los salarios de los trabajadores y de deteriorar gradualmente sus condiciones laborales.
La clase obrera no ha recibido ni una pizca del “éxito” económico alemán, el cual realmente fue conseguido a costas de sus intereses. Una pequeña capa en lo más alto de la sociedad se ha enriquecido sin control, volviendo a Alemania uno de los países más desiguales de Europa, con el 40 por ciento de todos los asalariados ganando menos que hace dos décadas.
La ola huelguística en los sectores automotriz, metalúrgico y eléctrico es una rebelión contra estas condiciones. El sindicato IG Metall se ha visto obligado a convocar estas jornadas de paro como respuesta a un humor colérico y una desconfianza que van más allá de estas industrias.
Los niveles de militancia también están aumentando en los otros países europeos. En Serbia y Rumanía, ha habido huelgas espontáneas contra los salarios de hambre en la industria automotriz. En Grecia, la clase obrera también ha salido a la huelga y a protestar contra los dictados de austeridad de la Unión Europa y el Gobierno de Syriza. En Francia, se expande la resistencia a las “reformas” al mercado laboral decretadas por el presidente Macron. Reino Unido, por su parte, ha vivido una serie de paros ferroviarios. El movimiento huelguístico en Alemania alentará a los trabajadores en el resto del continente en sus luchas.
Los desafíos que enfrentan los obreros en huelga son ante todo políticos. Mientras luchan por mayores salarios y jornadas menos extensas, el Partido Socialdemócrata (SPD, siglas en alemán) y los partidos conservadores de la Unión Demócrata Cristiana/ Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU, siglas en alemán) están preparando, con el apoyo completo de los sindicatos, formar una tercera edición de la gran coalición. Tal Gobierno no solo escalará los ataques contra la clase obrera en Alemania y por toda Europa, sino que expandirá los poderes del Estado y acelerará el programa de rearme militar y guerra.
Tal Gobierno no cuenta con una legitimidad democrática. La gran coalición fue votada fuera del poder hace cuatro meses. Los votos del SPD y la CDU/CSU cayeron 14 por ciento en los comicios generales. El intento para volver a colocar a los mismos partidos en el poder constituye una conspiración política que busca esconder de la población los verdaderos objetivos de la nueva gran coalición.
Si bien los promotores de esta coalición aclaman la “unidad de Europa” y “la amistad con Francia”, su verdadera meta, junto con la del mandatario francés, es profundizar la contrarrevolución social y volver a la Unión Europea de una alianza económica a una militar, basada en el avance de los intereses imperialistas alemanes y franceses contra Rusia, China y Estados Unidos.
La élite gobernante alemana está confabulando para aumentar el gasto militar más allá del 2 por ciento del producto interno bruto requerido por la OTAN, para el cual tendría que duplicar su gasto actual a 60 mil millones de euros. Esto solo es posible a través de enormes recortes sociales que harán desaparecer cualquier mejora que ganen los trabajadores metalúrgicos por medio de las huelgas.
Las manifestaciones industriales metalúrgicas y eléctricas tienen que conectarse a una lucha por nuevas elecciones. La clase obrera no puede permitir que una camarilla de conspiradores instale el Gobierno más derechista desde la Segunda Guerra Mundial.
Es imprescindible llamar a nuevas elecciones para movilizarse detrás de un programa socialista que combine la batalla contra los recortes sociales, la dictadura y la guerra con la lucha por derrocar el capitalismo. El Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) es el único partido que avanza tal programa. Además, rechaza a la Unión Europea y lucha por el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
En esta semana, hace 85 años, una camarilla alrededor del presidente Paul von Hindenburg, quien quedó electo con el respaldo del SPD y el Partido de Centro, nombró a Adolf Hitler canciller, poniendo en marcha la mayor catástrofe humana en la historia mundial.
A diferencia de la narrativa oficial, Hitler no llegó al poder con un gran apoyo popular. De hecho, los nazis se encontraban en una profunda crisis. En las elecciones parlamentarias del Reichstag en noviembre de 1932, habían perdido casi dos millones de votos. Con 33 por ciento del total, se encontraban detrás de los dos principales partidos obreros, el SPD y el Partido Comunista (KPD, siglas en alemán), los cuales sumaban un 37 por ciento. Sin embargo, la élite gobernante alemana necesitaba que Hitler aplastara el movimiento socialista en preparación para la siguiente guerra.
Ni siquiera es posible imaginar que tal catástrofe no se puede repetir. El mundo está avanzando rápidamente hacia una Tercera Guerra Mundial. La edición de esta semana en la revista británica, Economist, lleva el título de “La siguiente guerra”. Su editorial principal declara, “Un conflicto de una escala e intensidad no vistas desde la Segunda Guerra Mundial es nuevamente plausible”.
Los círculos gobernantes alemanes están preparándose cada vez más explícitamente para la guerra y la dictadura. Por primera vez, Alternativa para Alemania (AfD, siglas en alemán), un partido ultraderechista, forma parte del Bundestag o Parlamento. De una vez, se le confirió la dirección de la comisión legislativa del presupuesto. Un profesor de la Universidad Humboldt, Jörg Baberowski, anunció que “Hitler no era vicioso” y fue defendido por la administración de dicha universidad y por la prensa contra las críticas de los estudiantes. En su último editorial para el semanario Der Spiegel, el cual ya había publicado su anterior apología de Hitler, alardeó que los cristales, “en Manchester y Roma, en Varsovia y Lyon” tiemblan ante el rearme del “gorila de 800 libras”, Alemania.
Al igual que a principios del siglo XX, la clase obrera se enfrenta a una alternativa, entre el socialismo o la barbarie. Para prevenir que la burguesía interponga su propio programa de contrarrevolución social y sumerja al mundo en otra catastrófica guerra, la clase trabajadora tiene que tomar la iniciativa y unirse internacionalmente para derrocar al capitalismo.
Las huelgas en la industria metalúrgica y la eléctrica tienen que expandirse. Pero, esto requiere romper con el sindicato IG Metall, el cual está haciendo todo lo posible para hacer tropezar el paro. El sindicato colabora estrechamente con los gremios de la patronal, mientras que la mayoría de sus funcionarios son miembros del SPD y apoyan la nueva edición de una gran coalición.
A fin de extender la huelga, es necesario formar comités independientes de las bases obreras para tomar control de la lucha y ponerse en contacto con los trabajadores del resto del continente y el mundo. Esto es inseparable de la lucha por nuevas elecciones para prevenir la imposición de una nueva gran coalición y por el avance de una alternativa socialista.
(Artículo aparecido originalmente en inglés el 31 de enero de 2018)