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Evo Morales marca 12 años en el poder en Bolivia en medio de crecientes luchas sociales

El 22 de enero, el presidente de Bolivia Evo Morales, pronunció un discurso marcando los doce años de su gobierno. Declaró que durante sus tres mandatos en la presidencia “hemos transformado estructuralmente el país para una mayor justicia social [y ahora] miramos al futuro con más optimismo”.

La política de limitadas medidas de bienestar social, combinada con un pacto fiscal con las oligarquías capitalistas bolivianas, y la defensa de la propiedad privada, ha resultado en una “transformación” reflejada más visiblemente en el crecimiento extraordinario de los bancos bolivianos, que el año pasado reportaron la segunda tasa de crecimiento más grande de América latina, el 12 por ciento, comparada con el 4,7 por ciento promedio en la región.

“Esto refleja el extraordinario desempeño del sector bancario nacional, que contiene 11 instituciones financieras de entre las 250 más grandes en la región, por sexto año consecutivo” dijo Guillermo Prömel, el representante boliviano de la revista América Economía en Bolivia, al diaro de La Paz, La Razón.

Sin embargo este impresionante desempeño en relación con las ganancias generadas por el sistema financiero bajo el gobierno de Evo Morales y su partido Movimiento al Socialismo (MAS) se halla en serio contraste con las condiciones confrontadas por las grandes masas del pueblo boliviano. El índice de pobreza del país se encuentra cerca del 39 por ciento con el 64 por ciento trabajando en el llamado “sector informal”. Para la minoría que se encuentra formalmente empleada, el salario mínimo es solo de 290 dólares mensuales, o 1,57 dólares la hora.

En su mensaje televisado para el congreso, Morales proclamó, “Somos el Estado más fuerte de la región, y el que más ha crecido en los últimos años en América del Sur. Disfrutamos ahora de una estabilidad económica ejemplar para el mundo”.

Mientras tanto, sin embargo, el pueblo boliviano se manifestó en las calles en oposición al intento de Morales de buscar otra reelección, la cual había sido ya rechazada en un referéndum que el presidente perdió el 21 de febrero del 2016. Morales se rehusó a aceptar el resultado de la votación y utilizó el aparato judicial, controlado por el MAS, para nulificar el voto. Esta acción del gobierno ha desatado una serie de protestas, y el mismo gobierno registró 984 conflictos sociales en el 2017 en los que se empleó a la policía para reprimir la oposición.

Una de esas movilizaciones fue una huelga de doctores bolivianos que duró 47 días. La huelga comenzó demandando la anulación del artículo 205, el cual criminaliza la negligencia médica, esencialmente utilizando a los trabajadores y practicantes, mal pagados y excesivamente cargados de trabajo, como chivo expiatorio para las fallas del seguro social de Bolivia.

La respuesta del presidente Morales llegó rápidamente: “Es tiempo de acabar con algunos conservadores en el tema de seguro social, que no quieren cambiar el sistema; y vamos a cambiarlo, es nuestra obligación, así como cambiar muchos otros problemas. Algunos cambios son duros pero necesarios”. Amenazó con procesar penalmente a los líderes de la huelga, así como trabajadores y estudiantes, el cierre de farmacias, despidos y recortes salariales.

Durante los últimos 12 años, Morales y su gobierno han hecho muchas promesas para construir hospitales y mejorar el seguro social, pero esto se ha mantenido en el nivel de los discursos demagógicos y las promesas populistas, sin la presupuestación de fondos o una planificación real para solucionar los problemas del sistema. Los que tienen recursos son atendidos en clínicas privadas, los que no tienen recursos son relegados a hospitales públicos en ruinas, donde los costos aún ponen el tratamiento fuera del alcance de grandes sectores de la clase obrera, campesinos y pobres.

La falta de un seguro social decente es solamente uno de los índices de las pobres condiciones de vida de la población boliviana. En el 2016, el Índice de Desarrollo Humano creado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, tomando en cuenta la esperanza de vida, la educación, los ingresos per capita y los niveles de desigualdad social, colocó a Bolivia en el puesto 119 en el ránking de naciones de los 193 miembros de las Naciones Unidas, posicionándose como una de las peores de América Latina y el Caribe, junto a Haití, Nicaragua, Guatemala, El salvador y Honduras.

En su discurso del 22 de Enero, Morales proclamó que el siguiente desafío para el país sería la “revolución tecnológica”, y llamó a los jóvenes a “tomar la bandera de la revolución tecnológica”. “Nuestras puertas están abiertas para recibirlos y escucharlos, tenemos que apoyar a las nuevas generaciones”.

La realidad es que en Bolivia, muchos de los jóvenes tienen trabajos precarios en el sector informal, sin prestaciones sociales ni estabilidad, sufriendo formas extremas de explotación con pagas menores al salario mínimo y sin ningún derecho laboral. Jóvenes recién graduados son forzados a trabajos sin ninguna relacion con su preparación académica o técnica, trabajando durante largos períodos bajo condiciones de subempleo y de inestabilidad laboral que afectan a toda la población.

Esta realidad social de pobreza, explotación y desigualdad no halló mención en el discurso celebratorio de Morales. En cambio, se dirigió a los “movimientos sociales” controlados por el MAS, para defender su gobierno contra cualquier amenaza de la oposición de derecha.

Incluso mientras grandes sectores de la burguesía Boliviana se han acomodado en el gobierno del MAS, la derecha ha sido reforzada por las acciones de Morales, particularmente el repudio del referéndum popular que le negaba un cuarto mandato en el gobierno. Les ha permitido a estas fuerzas hacerse pasar por defensores de la democracia.

El mayor peligro para Morales y sus intentos de mantenerse en el poder indefinidamente, sin embargo, viene no de los partidos burgueses de la derecha y sus aliados en la embajada estadounidense, sino de abajo, de las masas de los trabajadores bolivianos, los agricultores y los jóvenes, cuya realidad social se encuentra en un serio contraste con la demagogia populista del MAS, llevándolos a luchas de masas contra el gobierno y el sistema capitalista que defiende.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de febrero de 2018)

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