El documento “Estrategia de Defensa Nacional” publicado a principios del año declara explícitamente que el foco en la llamada “guerra contra el terrorismo” que el ejército estadounidense ha continuado por dos décadas se acabó. Lo reemplazaría una orientación estratégica basada en la confrontación de “grandes potencias”, es decir, en la guerra contra las potencias nucleares de Rusia y China.
Esta fue la primera estrategia de defensa emitida por el Pentágono en más de una década, reflejando la urgencia con la que Washington percibe los preparativos para una tercera guerra mundial.
Un resultado particularmente crudo y criminal de este giro político se está volviendo cada vez más aparente en tres importantes escenarios de combate de las fuerzas estadounidenses. Varios reportes de Yemen, Siria y Afganistán ofrecen evidencia sólida de que EUA y las milicias que patrocina se están aliando con y empleando los servicios de elementos del Estado Islámico y Al Qaeda para perseguir los intereses estratégicos más amplios de Washington.
En Yemen, cientos, sino miles de combatientes de Al Qaeda en la Península Arábica (AQPA), denominados por el Gobierno estadounidense como el afiliado “más peligroso” de la laxa red internacional de Al Qaeda, han sido reclutados por los aliados más cercanos a Washington en el mundo árabe, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, para combatir en el terreno en la guerra cuasi genocida respaldada por EUA que dichas monarquías petroleras del golfo Pérsico han estado librando contra el empobrecido país de Yemen desde el 2015.
Según un reporte investigativo publicado el lunes por la agencia Associated Press, la coalición encabezada por los saudíes “alcanzó acuerdos secretos con combatientes de al-Qaida, pagándoles a algunos para que se fueran de las principales ciudades y comunidades y permitiéndoles a otros retirarse con armas, equipos y fajos de dinero robado… Cientos más fueron reclutados por la misma coalición”.
Añadió que “los principales participantes de los pactos indicaron que EUA estaba al tanto de los acuerdos y detuvo sus bombardeos con drones”.
“Los elementos del ejército estadounidense saben claramente que gran parte de lo que EUA está haciendo en Yemen es ayudándole a AQPA y hay una gran intranquilidad por ello”, le comentó a AP el analista Michael Horton del centro de pensamiento Jamestown Foundation, localizado en Washington y conectado con la CIA.
“Sin embargo, apoyar a los Emiratos Árabes Unidos y al Reino de Arabia Saudita en contra de lo que EUA ve como expansionismo iraní toma prioridad por encima de luchar contra AQPA e incluso estabilizar Yemen”, añadió Horton.
Esto minimiza completamente lo que verdaderamente ocurre. Washington ha provisto un apoyo militar indispensable para una guerra que ha dejado a millones de yemeníes al borde de la inanición. Está dispuesto a aniquilar a gran parte de la población del país para apuntalar su posición estratégica y la de reaccionarios regímenes árabe con los que está aliado ante la influencia iraní que percibe como una amenaza para la hegemonía regional estadounidense.
La guerra ha escalado en días recientes como parte del asedio del puerto yemení de Hodeida, frente al mar Rojo, el cual recibió el visto bueno del Gobierno de Trump. La ONU ha advertido que un cuarto de un millón de personas podría fallecer a causa de esta operación, mientras que millones más por todo el país podrían morirse de hambre si el puerto es bloqueado, ya que representa la única vía para la entrada de alimentos, combustible y medicinas para al menos un 70 por ciento de la población.
El reclutamiento de combatientes de Al Qaeda para masacrar a yemeníes como parte de este inmenso y sangriento crimen de guerra es plenamente consistente con la política estadounidense.
En cuanto a Siria, mientras tanto, el Ministerio de Defensa ruso emitió una declaración el jueves pasado advirtiendo que el Estado Islámico (EI) ha concentrado sus fuerzas en un área alrededor de Al Tanf, cerca de la frontera siria con Irak, donde EUA mantiene una base militar y ha declarado unilateralmente una zona exclusiva bajo su control de un radio de 55 kilómetros. Las tropas estadounidenses en este sitio han entrenado a “rebeldes” opuestos al Gobierno del presidente Bashar al Asad y parecen estarles otorgando una pantalla de seguridad para el mismo EI.
La intervención militar ilegal de EUA en Siria, iniciada bajo el pretexto de “aniquilar” al EI en Irak y Siria, ha visto repetidamente instancias en que las fuerzas estadounidenses y aquellas que patrocinan han facilitado el escape del EI de ciudades sitiadas. El incidente más notorio ocurrió en Raqqa, donde una columna de vehículos con 4.000 combatientes del EI, junto a sus familias, armas, municiones y explosivos, pudieron escapar hacia el desierto del este de Siria.
El objetivo era redirigir estas milicias para que combatieran contra las tropas gubernamentales y así facilitaran la operación estadounidense para prevenir que Damasco llegase a controlar los yacimientos petroleros y de gas natural de Siria, los cuales son vitales para la reconstrucción del país tras la devastación de la guerra. Los objetivos estadounidenses en Siria forman parte de preparaciones de guerra más amplias tanto contra Irán y Rusia.
Finalmente, EUA ha librado una guerra por casi 17 años en Afganistán. El domingo, el New York Times publicó un artículo intitulado “¿Los combatientes del EI son prisioneros o invitados de honor del Gobierno afgano?”.
El artículo reporta que dos altos comandantes del EI, junto con 250 de sus combatientes, se rindieron ante el Ejército Nacional de Afganistán respaldado por EUA para evitar ser derrotados por el Talibán en el norte de Afganistán.
“Sin embargo, si son o no prisioneros es difícil de interpretar”, indicó el Times. “El Gobierno los acomodó en una casa para invitados en la capital provincial de Sheberghan. Colocó guardias en el perímetro, no para mantener a los insurgentes dentro, sino para mantener a potenciales enemigos fuera, según el gobernador de la provincia. Pese a que los combatientes fueron desarmados, les permitieron quedarse sus celulares y otros objetos personales”.
El Times añadió que “La naturaleza sospechosa de la rendición del Estado Islámico ha sido provechosa para la propaganda del Talibán”.
El periódico no provee detalles sobre la naturaleza de esta “propaganda”, pero sí reporta que los combatientes del EI “fueron transportados del campo de batalla en helicópteros de Ejército afgano, evitando un viaje potencialmente peligroso por las carreteras”.
La conclusión obvia de este informe es que el EI ha operado como un activo estadounidense en Afganistán, atacando al Talibán y llevando a cabo atrocidades que buscan prevenir cualquier resolución negociada del conflicto que no avance los intereses geoestratégicos estadounidenses en la región.
Esta alianza más o menos abierta entre el Pentágono y el EI —supuestamente el blanco principal de múltiples intervenciones militares estadounidenses en tres continentes— no es una nueva política, sino la revigorización de una política vieja que nunca fue completamente abandonada, a pesar de la enardecida retórica alrededor de una de las mayores historias de “noticias falsas”, la “guerra global contra el terrorismo”.
Al Qaeda, el supuesto archienemigo original de esta interminable guerra, fue un producto directo del apoyo prestado por la CIA y EUA a los muyahidines islamistas en Afganistán en contra del Gobierno respaldado por la Unión Soviética en los años ochenta. Desde entonces, estos elementos han sido utilizados por el imperialismo estadounidense de dos diferentes maneras: en una etapa, como fuerzas indirectas para cambiar regímenes, y en otra etapa, como un pretexto para las intervenciones estadounidenses en nombre de luchar contra el terrorismo.
Bajo el pretexto de la “guerra contra el terrorismo” un Gobierno estadounidense tras otro, demócratas y republicanos por igual, no solo han librado guerras cuyas víctimas se cuentan en los millones, sino que han llevado a cabo un ataque implacable contra los derechos democráticas que ha involucrado el espionaje interno y la censura del Internet.
La emergente alianza internacional entre el Pentágono y el Estado Islámico expone los verdaderos intereses detrás de estas políticas, vinculadas a guerras para contrarrestar la pérdida de prominencia económica del imperialismo estadounidense y para defender su menguante hegemonía global, y a la represión interna para mantener un orden social caracterizado por la desigualdad más extrema en la historia moderna de EUA.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de agosto de 2018)