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Perspectiva

La resurrección de Hitler en Alemania

Setenta y tres años después de que el Führer nazi de Alemania acabara con su propia vida en un búnker en Berlín, las palabras e ideas de Adolf Hitler han vuelto a la vida en uno de los diarios más prominentes del país.

Tal fue la escala sin precedentes de los crímenes perpetrados por el régimen hitleriano que décadas pasaron en que sus diatribas fascistas y antisemitas eran prohibidas en Alemania. La publicación de su nocivo manifiesto Mein Kampf estuvo prohibida por el Gobierno alemán por 70 años, reapareciendo solo en una edición anotada en 2016.

Sin embargo, el 6 de octubre, un artículo de opinión escrito por el presidente del partido Alternativa para Alemania (AfD, todas las siglas en alemán), Alexander Gauland, apareció en el Frankfurt Allgemeine Zeitung (FAZ)—el periódico alemán de mayor circulación internacional—en gran parte basado en un discurso pronunciado por Hitler en noviembre de 1933 ante trabajadores de Siemens en Berlín.

“Es obvio que el texto de Gauland está estrechamente asociado al de Hitler”, comentó el historiador Wolfgang Benz en el Tagesspiegel. “Es una paráfrasis que parece como si el titular de la AFD hubiera colocado el discurso del Führer de 1933 en su escritorio cuando escribió el artículo de opinión para el FAZ”.

Benz, una autoridad sobre el nazismo y el antisemitismo, comentó en su columna que “uno probablemente sospecha los mismos aires que soplaban en 1933”. Pareciera, señaló, que la AfD está sirviendo “restos recalentados” de la era nazi, “con el movimiento nacionalista, el NSDAP [partido nazi] y sus epígonos como prototipos”.

En el FAZ, Gauland justifica el “populismo” de su partido afirmando que la AfD defiende los intereses de la “clase media convencional” y “las llamadas personas ordinarias” contra la “nueva élite urbana”. Los miembros de esta “clase globalizada”, escribe Gauland, “viven casi exclusivamente en las grandes ciudades, hablan inglés fluido y cuando cambian trabajos y se mudan de Berlín a Londres o Singapur, encuentran apartamentos, casas, restaurantes, tiendas y escuelas privadas similares en todas partes… Como resultado, el vínculo de esta nueva élite a su patria es débil. En una sociedad paralela y desapegada, sienten que son ciudadanos globales”.

En 1933, Hitler empleó palabras similares para envilecer a “la pequeña y desarraigada camarilla internacional” para enfrentar a unas personas contra otras. “Estas son las personas que están en todas partes y en ninguna parte en casa, pero que viven en Berlín hoy, mañana en Bruselas, pasado mañana en París y luego otra vez en Praga o Viena o Londres y se sienten en casa en todas partes”, exclamó ante su audiencia [interrumpido por gritos de “¡los judíos!”]. “Ellos son los únicos que realmente tienen que considerarse elementos internacionales porque pueden hacer negocios en cualquier parte”.

Hitler contrastó al “pueblo”, como un elemento nacional, a esta “camarilla internacional”, declarando que, “… el pueblo está encadenado a su suelo, encadenado a su patria, atado a las posibilidades de vida de su Estado, su nación. El pueblo no los puede seguir”. La versión “recalentada” de Gauland se refiere a “…aquellos para quienes la patria todavía es valiosa por sí misma y quienes son los primeros en perderla porque su entorno social el que inundan los inmigrantes. No pueden simplemente mudarse y jugar golf en otra parte”.

El matiz antisemita de estas oraciones es obvio. La imagen de judíos desarraigados y “cosmopolitas” se extiende como un hilo rojo a lo largo de toda la propaganda nazi. Pero, Gauland toma más cosas prestadas de Hitler. La deificación de la nación y la patria—la sangre y la tierra—constituyó la espina dorsal de la ideología del fascismo y el nazismo.

El nacionalismo fanático de los nazis no protegió ni a la clase media alemana ni a la clase obrera de los golpes de la economía capitalista global. Los envió a los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial para defender los intereses del imperialismo alemán. Este nacionalismo fanático se oponía al movimiento obrero revolucionario, el cual fue internacionalista desde que Marx y Engels publicaron El manifiesto comunista en 1848 con el grito de batalla, “¡Proletarios del mundo uníos!”.

Cuando el nacionalismo burgués iba dirigido en contra de la fragmentación y la tiranía feudales, se asociaba a tendencias progresistas y democráticas. Pero, dicha época finalizó en el siglo diecinueve. El Estado nación se volvió demasiado estrecho para el crecimiento internacional y la integración de la economía capitalista. Alemania y las otras potencias imperialistas buscaban repartirse el mundo a la fuerza a expensas de sus rivales. Esa fue la causa de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

“Los intentos de salvar la vida económica inoculándola con el virus del cadáver del nacionalismo resultó en el envenenamiento de la sangre llamado fascismo”, escribió León Trotsky en noviembre de 1933, el mismo mes en que Hitler pronunció su discurso en Siemens. “El nacionalismo fascista, preparando explosiones volcánicas e imponentes contiendas en la palestra mundial, no conlleva más que la perdición” (“El nacionalismo y la Vida Política”). Siete años después, Hitler invadiría Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.

El hecho de que uno de los principales periódicos de Alemania haya abierto sus páginas para que el presidente de la AfD regurgitase la ideología de sangre y tierra de Hitler muestra cuan progresado está el retorno de la extrema derecha en Alemania. Frente al recrudecimiento de las tensiones internacionales, la guerra comercial y los conflictos sociales, la burguesía alemana está retomando sus tradiciones criminales.

Los editores del FAZ sabían muy bien a quién le estaban prestando una plataforma. Gauland, quien pasó cuatro décadas de su carrera en el llamado Stahlhelm (Casco de hierro) de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), antes de unirse a la AfD, ha compartido las riendas del partido con fuerzas de extrema derecha y tinte fascista, como Bernd Höcke. Su propia posición política fue demostrada en su declaración este junio de que Hitler y los nazis “fueron meras cuitas en más de mil años exitosos de historia alemana”.

A pesar de que la AfD recibiera solo 12,6 por ciento de los votos en las elecciones generales, ahora define el tono de la política federal. La política de refugiados del Gobierno de la gran coalición entre los demócratacristianos y socialdemócratas lleva la firma de la AfD puesta, al igual que los mayores poderes concedidos a la policía y el servicio secreto, y el aumento en el gasto en la Bundeswehr (fuerzas armadas alemanas).

A diferencia de los nazis en la década de 1930, la AfD no se encuentra a la cabeza de un movimiento fascista de masas. Es un partido rechazado por el grueso de la población. En muchas ciudades, se realizan manifestaciones de masas frecuentes en contra del peligro de la derecha. Solo en Múnich, decenas de miles protestaron tres veces este año contra el fortalecimiento de los poderes estatales, la desigualdad social y el militarismo. En Berlín, se espera que 40.000 personas se manifiesten contra el racismo el sábado.

Sin embargo, esta oposición, junto al malestar social masivo en la población alemana, no se encuentra ninguna expresión en la política oficial. Los partidos representados en el Bundestag (Parlamento federal) y la prensa corporativa se están adaptando a la política de la AfD. Dentro del marco de la gran coalición, el Partido Socialdemócrata (SPD) sigue la política derechista de la AfD. El partido La Izquierda (Die Linke) también aboga por un curso nacionalista. El mismo Gauland elogió explícitamente a la líder de La Izquierda, Sahra Wagenknecht en su artículo de opinión en el FAZ.

Muchos representantes antes liberales de sectores adinerados de la clase media se encuentran doblegados ante la AfD. Algunos ejemplos típicos incluyen el político del Partido Verde, Boris Palmer, y el columnista de Spiegel y editor en Freitag, Jakob Augstein, quienes declararon que Gauland había escrito un “texto inteligente” y que llamaron a la “AfD a cogobernar”.

El Sozialistische Gleichheitspartei (SGP; Partido Socialista por la Igualdad) acaba de publicar el libro ¿Por qué están de vuelta? ( Warum sind sie wieder da? ), escrito por Cristoph Vandreier, que muestra la forma en que el surgimiento de la AfD fue preparado por años por medio de un giro hacia la derecha en las universidades, la prensa y la política.

Tan temprano como 2014, la prensa inició una caza de brujas furiosa contra el SGP y su organización juvenil, IYSSE, por haber criticado al historiador ultraderechista, Jörg Baberowski, quien había afirmado en el semanario Der Spiegel que Hitler “no era cruel”.

Fue precisamente el FAZ que protagonizó este ataque. Jürgen Kaube, ahora coeditor del diario, defendió a Baberowski en contra de un presunto “matonismo trotskista”. Como lo predijo el SGP, trivializar los crímenes de los nazis allanó el camino al resurgimiento de la política derechista, militarista y autoritaria en Alemania.

Estos acontecimientos, sin embargo, no se limitan a Alemania. En Estados Unidos y por toda Europa, los gobernantes capitalistas están recurriendo al autoritarismo y trayendo de vuelta a la vida al fascismo.

Solo hay una forma de detener la resurrección del militarismo y el fascismo en Alemania: la movilización de la clase obrera internacional con base un programa revolucionario y la construcción del SGP y la Cuarta Internacional como un partido socialista de masas.

(Publicado originalmente en inglés el 11 de octubre de 2018)

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