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Perspectiva

El surgimiento de López Obrador en México pregona explosivas luchas de clases

El sábado, Andrés Manuel López Obrador —conocido como “AMLO”— fue investido presidente por el próximo sexenio en México, el país con la décima mayor población del mundo, 130 millones de habitantes.

La llegada al poder de López Obrador deja el escenario listo para una escalada de la lucha de clases por todo América del Norte. Ningún presidente mexicano desde que Francisco Madero quedó electo en 1911se ha enfrentado a una contradicción tan aguda entre las expectativas progresistas de las masas y los objetivos reaccionarios de la clase gobernante. Así como en 1911, durante el comienzo de la Revolución Mexicana de 1910-1920, México es un polvorín listo para estallar.

López Obrador, a sus 65 años, es un ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México que ha dedicado su vida política entera como un funcionario burgués y arribista político. Oriundo del estado sureño de Tabasco, en el golfo de México, se volvió activo en el oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) pasados sus 20 años y fue nombrado a varios cargos en distintas agencias gubernamentales en los años siguientes.

En 1988, AMLO se unió a la oposición populista dentro del PRI, Corriente Democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del presidente mexicano, Lázaro Cárdenas), se escindió del PRI y se postuló sin éxito como presidente ese año. AMLO se convirtió rápido en una figura líder en el partido sucesorio de la Corriente, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sirviendo como su presidente entre 1996 y 1999, y ganó la elección como jefe de Gobierno del Distrito Federal en 2000, un cargo que mantuvo hasta 2005.

Se postuló como candidato presidencial del PRD en 2006 y 2012. A pesar de que es probable que AMLO haya ganado ambas elecciones, fraudes electorales perpetrados por la burguesía con el apoyo de las fuerzas armadas y la prensa le previnieron asumir la Presidencia.

Sin embargo, en la votación de este año, AMLO obtuvo 30 millones de votos, el doble del total en sus dos campañas previas. Su partido, el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), fundado tan solo hace cuatro años después de separarse del PRD en 2012, obtuvo mayorías absolutas en ambas cámaras del Congreso y capturó cinco de las nueve gubernaturas renovadas este año. Los partidos tradicionales de la clase gobernante mexicana fueron reducidos a la rabadilla del Congreso.

Los resultados reflejan un rechazo masivo a la élite política mexicana. Viendo a AMLO como un mecanismo para disipar la creciente oposición social, sectores dominantes de la burguesía han apoyado su transición al poder.

Sin embargo, ahora, con la odiada Administración priista de Enrique Peña Nieto fuera del poder, millones de trabajadores, campesinos y jóvenes mexicanos creen que AMLO y MORENA no tendrán ninguna excusa si no cumplen sus promesas de campaña de reducir la desigualdad y la pobreza, frenar la corrupción en el Gobierno, defender a los migrantes mexicanos en EUA y acabar con la devastadora “guerra contra las drogas”. Según una reciente encuesta de El Financiero, 83 por ciento de los mexicanos cree que AMLO generará crecimiento económico y empleos y 74 por ciento espera que reduzca la pobreza y la desigualdad.

Las políticas propuestas por AMLO, empacadas en verborrea pseudopopulista, dejan claro que estas aspiraciones pronto quedarán hechas añicos.

Mientras que denuncia las “estrategias represivas” de Gobiernos pasados, AMLO ha llamado a casi duplicar el tamaño del ejército y mantenerlo en las calles para continuar la odiada “guerra contra las drogas”, que ha dejado más de 260.000 muertos desde 2006.

AMLO dice oponerse a las grandes empresas, pero ha prometido vetar cualquier legislación que regule las actividades de los bancos y exigió implementar un presupuesto austero. Ha rechazado los llamamientos a reexpropiar la industria petrolera y propone crear una seria de “zonas económicas especiales” tanto en la región fronteriza al norte como en el empobrecido sur del país, donde las corporaciones transnacionales podrán hiperexplotar la tierra y a las familias desposeídas que las pueblan.

El presidente entrante ha prometido trabajar a instancias de EUA para bloquear el flujo de inmigrantes centroamericanos que cruzan la frontera al sur de México con Guatemala. Unos 10,000 solicitantes de asilo permanecen en refugios bajo condiciones deplorables en Tijuana y AMLO está presuntamente considerando la propuesta de Trump de que México los mantendrá en campos de internamiento en vez de permitirles el paso a EUA como lo establece el derecho internacional.

A medida que AMLO imponga al pie de la letra las políticas de la clase gobernante, irá desatando la ira de millones de trabajadores, jóvenes y campesinos. Bajo condiciones en que los trabajadores romperán con AMLO y entrarán en la lucha de clases, varios grupos que se autoproclaman “socialistas” en EUA y América Latina ya están luchando por mantenerlos encadenados a AMLO y al Estado.

En un artículo del 1 de diciembre, la revista Jacobin, políticamente vinculada a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), les indicó a sus lectores que AMLO “arrancará corriendo” con “un conjunto bienvenido de propuestas por las que hay que luchar y que hay que defender”. Urge a los trabajadores mexicanos presionar a López Obrador para que se distancie de su gabinete derechista.

Después de las elecciones en julio, la Organización Internacional Socialista (ISO, por sus siglas en inglés) escribió que “AMLO y su Gobierno se enfrentarán a mucha presión para que cumplan con muchos lados”, incluyendo la clase obrera y la burguesía. “La clase gobernante y la élite estadounidense son por mucho las fuentes más organizadas de esta presión. La izquierda radical tendrá que organizarse para asegurar que el urgente llamado al cambio que representaron las elecciones no sea silenciado”.

El argumento de que un político burgués y el Estado mexicano capitalista pueden ser presionados para implementar políticas auténticamente progresistas, ni hablar de socialistas, es absurdo y peligroso.

Esta es una fórmula para subordinar políticamente a la clase obrera bajo la élite gobernante, promoviendo ilusiones en defensores del capitalismo que emplean una retórica izquierdista. Se opone a una política independiente y revolucionaria para la clase obrera y, de este modo, abre paso a la supresión violenta de la lucha de clases. Es una repetición a un nivel incluso más bajo, de la política del “frente popular” que ha probado ser sumamente desastrosa en América Latina, más trágicamente en Chile, donde la negativa del Gobierno de Salvador Allende a oponerse a las conspiraciones contrarrevolucionarias de la élite empresarial chilena y el ejército, con el apoyo de las agencias de inteligencia estadounidenses, allanó el camino a la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet.

No será el grado de presión que AMLO reciba desde su “izquierda” que determina las políticas que tome el Gobierno mexicano, sino el carácter de clase del Estado y la posición de México en el mercado capitalista global. Ante todo, esto significa l dominio de los bancos y las empresas estadounidenses y la hiperexplotación de la clase obrera mexicana.

Entre 1993, el año antes de la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y el 2016, el valor del comercio regional entre Canadá, EUA y México aumentó de $290 mil millones a $1,1 billones. En este periodo, las inversiones extranjeras directas de EUA en México aumentaron de $15 mil millones a $100 mil millones por año.

Por un lado, este dominio económico significa su sumisión política. Cuando Trump arresta a inmigrantes mexicanos en masa, lanza a niños mexicanos en la cárcel sin sus padres, llama a los ciudadanos mexicanos violadores y despliegue el ejército en la frontera, ¡el Gobierno mexicano promete estar dispuesto a hacer lo que sea con su Gobierno y honra a su yerno, Jared Kushner, con el máximo honor estatal, la Orden del Águila Azteca!

El dominio del imperialismo estadounidense no disminuye la intensidad del conflicto entre la burguesía mexicana y la clase trabajadora, sino que la incrementa. La élite gobernante y todos sus representantes políticos, tanto AMLO como los líderes abiertamente derechistas del PRI y el Partido Acción Nacional (PAN), temen una amenaza revolucionaria a sus propiedades y poder proveniente de los trabajadores mucho más de lo que teme las depredaciones de Washington y Wall Street.

Al mismo tiempo, la creciente interconectividad económica entre México y EUA ha creado una poderosa clase trabajadora. México se ha convertido en un formidable país industrial con la onceava mayor producción manufacturera del mundo. Hay 9,1 millones de trabajadores industriales en México, tres veces el total de Reino Unido.

En términos económicos, las clases trabajadoras en México, Canadá, EUA no son tres entidades separadas, sino una sola fuerza social explotada por las mismas empresas en distintas etapas del mismo proceso productivo. No obstante, bajo el capitalismo, los trabajadores se ven sometidos al sistema del Estado nación y son enfrentados unos contra otros por parte de las empresas. Mientras que los recursos naturales de México pueden ser transportados libremente a través de las fronteras por parte de las empresas estadounidenses, los niños de los trabajadores mexicanos no pueden cruzar para ser reunidos con sus padres.

La tarea de los trabajadores en todo América del Norte es unirse en un solo movimiento revolucionario común, tumbar este sistema irracional y reorganizar todo el hemisferio sobre una base planificada y socialista a través del establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de las Américas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de diciembre de 2018)

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