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Perspectiva

El secretario de Defensa renuncia entre repercusiones en Washington sobre retiro de tropas de Siria

El anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, quien decidió retirar todas las tropas estadounidenses en Siria, seguido por reportes de que ordenó un retiro parcial de tropas de Afganistán, ha desatado una crisis de grandes proporciones dentro del Gobierno y en sus relaciones con el ejército.

La renuncia el jueves del secretario de Defensa, James Mattis, expuso estas crecientes divisiones. En su carta a Trump, Mattis escribió: “Dado que usted tiene el derecho a un secretario de Defensa cuyo punto de vista esté mejor alineado con el suyo… creo que lo correcto para mí es renunciar a mi cargo”.

La carta de Mattis incluye críticas explícitas a las políticas de Trump, declarando la necesidad de “ser firmes e inequívocos en nuestro abordaje a aquellos países cuyos intereses estratégicos entran cada vez más en tensión con los nuestros”, es decir, China y Rusia.

La renuncia de un exgeneral del Cuerpo de Marines que requirió una excepción del Congreso para poder convertirse en secretario de Defensa por haberse retirado tan recientemente del ejército se produjo tan solo un día después del anuncio de Trump de que se saldría de Siria, a lo que Mattis se oponía.

En una rueda de prensa en el Capitolio el jueves por la noche, la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se describió como “conmocionada” por la renuncia del exgeneral. Haciendo sus declaraciones junto al líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, elogió a Mattis como un “estadounidense patriota” y una “voz de la estabilidad”, añadiendo, “Nuestras tropas ven al secretario Mattis como un líder y ahora se va”.

Schumer luego vinculó la renuncia de Mattis con las dimisiones del general H.R. McMaster, el exasesor de seguridad nacional de Trump, y el general John Kelly, su jefe de personal, describiendo ambos casos como una pérdida de fuerzas de “estabilidad” dentro de la Administración.

Si esta es la clase de “estabilidad” que buscan, no se puede hallar más que en una dictadura militar.

La reacción de los dirigentes demócratas en el Congreso pone de manifiesto la naturaleza de las divisiones en Washington y en la élite política estadounidense. La oposición de los demócratas a Trump es impulsada por los intereses globales del imperialismo estadounidense y no tiene nada que ver con las condiciones que enfrenta la clase obrera, la gran mayoría de la población estadounidense.

El anuncio de Trump del retiro de tropas sirias tuvo repercusiones extraordinarias en la dirección de tanto el Partido Demócrata como el Republicano, así como en los principales medios de comunicación y los centros de pensamiento en Washington vinculados al Estado.

Los senadores demócratas, Bob Menendez y Jack Reed, miembros de rango de las comisiones de asuntos exteriores y servicios armados del Senado, respectivamente, realizaron una rueda de prensa en el capitolio el jueves junto al senador Lindsey Graham, el principal crítico republicano del retiro de tropas, anunciando una campaña bipartidista para aprobar una resolución en el Senado exigiendo que Trump “retroceda” y se asegure de que cualquier retiro de tropas de Siria se deba a las “condiciones en el terreno”.

Los principales medios de comunicación han criticado agresivamente la decisión, invitando a exgenerales y figuras del aparato de inteligencia como el exdirector de la CIA, John Brennan, a denunciarla como una capitulación ante Rusia, Irán y el Gobierno sirio.

El New York Times, publicó un editorial el jueves invocando la autoridad del asesor de seguridad nacional de Trump, el fanático militar y matón internacional, John Bolton, recordándole su promesa de expandir el papel de las tropas estadounidenses en Siria para confrontar a Irán.

El artículo criticó a Trump por haber, “desestimado al Sr. Bolton y al resto de su equipo de seguridad nacional”. Su decisión, argumentó el periódico de referencia de lo que alguna vez pasó por liberalismo estadounidense, ha “creado incertidumbre sobre el compromiso de EUA en Oriente Próximo, su disposición a ser un líder global y el papel del Sr. Trump como comandante en jefe. Los soldados tienen el papel de seguir a su líder y llevar a cabo sus órdenes legales. Sin embargo, el éxito depende de confiar en un líder que sabe lo que hace y dónde lo hace.”

Luego acusó a Trump de herir la “moral” y arriesgar “que mueran o sean heridos soldados estadounidenses por objetivos que sus comandantes ya habían abandonado”.

Sugiriendo que Trump realizó el anuncio para desviar atención de la campaña antirrusa, el Times concluyó, “Esa sería la peor lógica para un comandante en jefe que fue investido para proteger la nación y honrar a los hombres y mujeres que sirven en uniforme”.

Bajo condiciones en las que su Casa Blanca se hunde en un asedio político y legal cada vez mayor, conectado a la investigación de Mueller y las sentencias contra sus antiguos asesores y socios, el momento en que decidió realizar el anuncio sobre Siria bien pudo haber estado calculado esperando un apoyo a la decisión por parte de la mayoría de la población estadounidense.

En respuesta a las denuncias acaloradas de Graham, Trump tuiteó, “Es tan difícil creer que Lindsey Graham estaría en contra de salvar vidas de soldados y miles de millones de $$$. ¿Por qué estamos luchando a favor de nuestro enemigo Siria, quedándonos y matando al Estado Islámico por ellos, Rusia, Irán y otros en la región? Es tiempo de concentrarnos en nuestro País y traer a nuestros jóvenes de vuelta, ¡dónde pertenecen!”.

Por más cínicos que sean los motivos de Trump, no cabe duda de que existe una inmensa hostilidad popular a las interminables guerras estadounidense en Oriente Próximo.

Aquellos que atacan el anuncio ni siquiera están intentando apelar a la población por una continuación de la intervención estadounidense, la cual es ilegal según el derecho estadounidense e internacional. Su orientación es completamente hacia la élite gobernante estadounidense y, ante todo, al enorme aparato militar y de inteligencia estadounidense.

El columnista sobre asuntos exteriores del Washington Post, David Ignatius, un fiel vocero de la CIA y el Pentágono, realizó una apelación similar al ejército, advirtiendo que el retiro de las tropas de Trump crearía “un vacío que será llenado por un conjunto de actores malos —Irán, Rusia, Turquía, extremistas islámicos, el régimen sirio—; ustedes elijan, todos son peligrosos para los intereses de EUA en Oriente Próximo”.

Luego, adujo que la presencia militar estadounidense ha “estabilizado el noreste de Siria; bloqueado la expansión de Irán; restringido la hegemonía rusa; y dado a EUA un apalancamiento en una eventual solución política en Siria”.

Este “apalancamiento” se basaba en el uso por parte del ejército estadounidense de fuerzas especiales y milicias kurdas para controlar una tercera parte del territorio nacional de Siria, incluyendo sus yacimientos petrolíferos y gasíferos que son vitales para proveer recursos para la reconstrucción de un país devastado por más de siete años de una guerra orquestada por EUA bajo el objetivo de un cambio de régimen.

Relatando sobre su visita a bases estadounidense en Siria más temprano este año, Ignatius escribe: “Es difícil describir la capacidad de las tropas estadounidenses en Siria sin sonar cursi. Basta decir que encontraron cómo proyectar el poder estadounidense con el máximo daño posible al enemigo y el costo mínimo para EUA”.

Este “daño máximo” se puede ver en las ruinas de Al Raqqa, una ciudad en gran parte derrumbada por bombas y proyectiles estadounidenses. Según el grupo de monitoreo Airwars, casi 30.000 sirios han muerto como resultado de bombardeos estadounidenses, y decenas de miles más han quedado lisiados.

Tal masacre ha sido justificada en nombre de combatir el Estado Islámico, el cual fue a su vez el producto de la guerra de agresión estadounidense contra Irak, la cual cobró aproximadamente un millón de vidas y demolió toda una sociedad. El Estado Islámico se vio alimentado por las las guerras subsecuentes de cambio de régimen en Libia y Siria, donde Washington armó y patrocinó las mismas milicias islamistas que luego afirmó estar luchando.

El enconado debate en Washington está siendo impulsado por facciones rivales dentro de la clase gobernante igual de rapaces, sangrientas y determinadas a preparar una guerra global para avanzar los intereses de un orden capitalista estadounidense en crisis, a costas de sus principales rivales, China y Rusia. Sus divisiones giran en torno a tácticas sobre cómo perseguir estos objetivos en Oriente Próximo y otras partes.

Este conflicto se desarrolla ante la ausencia de un movimiento de masas contra la guerra en EUA e internacionalmente. Esto es en gran parte por el papel desempeñado por varias organizaciones pseudoizquierdistas, incluyendo el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia, la Organización Internacional Socialista en Estados Unidos y el partido La Izquierda en Alemania. Representando a capas privilegiadas de la clase media cuyos intereses sociales están enlazados con los del imperialismo, todas estas organizaciones han buscado justificar la intervención imperialista de EUA y de sus aliados en Siria, argumentando fraudulentamente que las milicias islamistas respaldadas por la CIA son paladines de una “revolución” democrática y ondeando la bandera del imperialismo de los “derechos humanos”.

Hay inmensos peligros en el recrudecimiento de la crisis del Gobierno de Trump y en los llamamientos de los demócratas al ejército. Al mismo tiempo, la oposición popular a la guerra está creciendo, junto a las luchas de la clase obrera contra la austeridad y la destrucción de los derechos democráticos.

La guerra política en Washington en torno al despliegue militar en Siria está relacionado a un estallido del imperialismo estadounidense y global que atenta contra la civilización humana. Solo puede prevenirse por medio de la movilización revolucionaria de la clase obrera internacional para acabar con el capitalismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de diciembre de 2018)

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