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Perspectiva

La visita de Trump a Irak y las guerras interminables de Washington en Oriente Próximo

La visita breve y no anunciada de Donald Trump a Irak el día después de Navidad fue escenificada con un motivo político evidente. Su aparición con tropas reunidas —por 45 minutos en total— procuraba conseguir un mayor apoyo del Pentágono y los soldados rasos en cara a la renuncia en protesta del secretario de Defensa, el general James Mattis, tras la decisión de Trump de retirar las tropas estadounidenses de Siria.

Fue el más reciente de una serie de viajes parecidos, comenzando con el de George W. Bush justo un año después de que EUA iniciara la guerra catastrófica y criminal contra Irak.

Bush y su sucesor, Barack Obama, así como Trump, vieron la utilidad de aparecer frente audiencias uniformadas, obligados por disciplina militar a aplaudir en los momentos apropiados de discursos repletos de mentiras y estupideces en defensa de las interminables guerras de agresión a las que se opone la mayoría de la población.

Oprobiosamente vestido con una chaqueta de piloto de guerra, el especulador de bienes raíces de Nueva York convertido en presidente realizó otro espectáculo similar, si bien un tanto más bufonesco. Se maravilló como tuvo que entrar en Irak bajo la cubierta de la oscuridad, con las luces apagadas y las cortinas cerradas a bordo del Air Force One, el cual estuvo fuertemente escoltado por aviones de caza estadounidenses.

“Es bastante triste cuando gastas $7 billones en Oriente Próximo y se necesita tal cubierta masiva”, comentó Trump.

No cabe duda de que los resultados de un cuarto de siglo de guerras estadounidenses en Oriente Próximo sean “bastante tristes”. Aparte de los vastos recursos derrochados en los intentos del imperialismo estadounidense de dominar la región, más de un millón de sus habitantes han muerto como consecuencia de las intervenciones de Washington, mientras decenas de millones han sido convertidos en refugiados sin hogar.

La invasión estadounidense de Irak y las guerras de cambio de régimen en Libia y Siria iniciadas por Washington y sus aliados de la OTAN y la región han dejado a sociedades enteras en caos y ruinas.

Como el irremediable mentiroso y fanfarrón que es, Trump presumió a las tropas que cuando llegó al poder no habían recibido un aumento salarial en 10 años y que él ignoró a sus asesores para darles un aumento de más del 10 por ciento. Todo esto fue un invento crudo, obvio para aquellos en la audiencia que reciben su salario del Pentágono. El aumento salarial fue del 2,4 por ciento, en línea con aumentos similares cada año durante la última década. “Les conseguí uno grande. Les conseguí uno grande”, Trump repitió idiotamente.

También utilizó su discurso para denunciar a sus oponentes políticos en el Partido Demócrata por no reservar fondos para el muro fronterizo que propuso. “Saben, cuando lo piensan, están luchando por fronteras en otros países y ellos no quieren luchar—los demócratas—por la frontera de nuestro país. No tiene mucho sentido”, dijo a los soldados.

Después, firmó gorras rojas que decían “Hacer a EUA grande otra vez” y otros artículos de campaña para los soldados, una violación directa de las normas militares que prohíben al personal activo participar en “actividades políticas partidistas”. La violación no fue un simple descuido, sino que fue parte de un esfuerzo deliberado del Gobierno fascistizante de Trump de desarrollar una base de apoyo extraconstitucional dentro de las fuerzas armadas estadounidenses.

El mensaje central de su discurso fue impulsar la agenda de “EUA ante todo” que ha promovido desde la campaña de 2016. Presentó las intervenciones militares estadounidenses, particularmente el despliegue estadounidense en Siria, en términos puramente transaccionales. “EUA no debería estar luchando por cada nación del planeta, en muchos casos, sin ser recompensada del todo”, dijo. “Si quieren que libremos los combates, también tienen que pagar un precio —y a veces también debe ser un precio monetario— para que no seamos los tontos del mundo. Ya no somos tontos, amigos”.

Al mismo tiempo, presumió el masivo presupuesto militar estadounidense, que ya excede la suma de lo que gastan en armamentos las siguientes ocho potencias con mayores desembolsos. “Están consiguiendo equipos tan nuevos que se les salen los ojos, ¿no?”, dijo a las tropas en Irak.

Mientras que las apelaciones nacionalistas y populistas de Trump sobre acabar las guerras estadounidenses en Oriente Próximo podrían contar con cierto apoyo entre los soldados que han participado en un despliegue tras otro, el elemento más significativo de su discurso fue la promesa de que EUA no retirará las tropas de Irak. Añadió que la base aérea de al-Asad, localizada en el oeste de Irak, entre Bagdad y la frontera Siria, donde estaba pronunciando su discurso, podría utilizarse “si quisiéramos hacer algo en Siria”.

Como lo reportó el Washington Post, “La decisión le permite a EUA mantener una presencia en el medio de Oriente Próximo y un bastión contra la influencia iraní, mientras también mantiene una base de operaciones cerca si las tropas estadounidenses se ven obligadas a reingresar en Siria y combatir un Estado Islámico que resurja”.

El desdén total hacia la soberanía iraquí que caracteriza estos planes se evidenció a lo largo de todo el viaje de Trump. El primer ministro iraquí, Adel Abdul-Mahdi, no pudo reunirse con Trump tras recibir la notificación y ser convocado a la base aérea estadounidense apenas dos horas antes de la visita. Dos de las principales bancadas del Parlamento iraquí denunciar la visita y exigieron una sesión de emergencia para votar sobre una expulsión de las tropas estadounidenses del país.

La tormenta política desatada por Washington sobre la decisión de Trump de retirar las tropas estadounidenses de Siria está siendo completamente impulsada por diferencias tácticas dentro de la élite gobernante estadounidense y sus dos principales partidos en torno a los esfuerzos globales del imperialismo estadounidense de utilizar el poderío militar de EUA para contrarrestar el declive de la posición del capitalismo estadounidense en la economía global.

La política de “EUA ante todo” avanzada por Trump refleja la orientación de una sección importante de la burguesía estadounidense que percibe la concentración de las fuerzas militares estadounidense en la región de Asia Pacífico como la máxima prioridad para socavar la creciente influencia de China. Esta facción repudia las antiguas alianzas del país a favor de una política nacionalista dedicada a perseguir explícitamente los intereses financieros y comerciales estadounidenses por todo el mundo.

A los oponentes demócratas de Trump no les molesta la carnicería que han llevado a cabo en Oriente Próximo, incluido el tiempo que se ha librado bajo la excusa de luchar contra el Estado Islámico, arrasando con ciudades enteras como Mosul en Irak y Raqqa en Siria y dejando miles de civiles sepultados bajo los escombros.

Por el contrario, están exigiendo una política más agresiva para cambiar el régimen sirio y preparar una confrontación directa con los principales aliados de Damasco, Irán y Rusia. Sus diferencias sobre Siria están vinculadas a sus acusaciones sobre la supuesta colusión de Trump con Moscú para ganar las elecciones de 2016. A su vez, estas acusaciones buscan obligar al Gobierno a asumir una política más agresiva contra la potencia nuclear de Rusia.

Esto fue expresado claramente por el senador demócrata Chris Coons, quien declaró el domingo que la decisión de Trump de retirar las tropas de Siria constituía “un gran regalo navideño para Vladimir Putin en Rusia y el Ayatolá Jomeini en Irán”.

No existe ninguna facción en la élite gobernante estadounidense que se oponga a la guerra y la decisión de Trump de finalizar el despliegue militar estadounidense en Siria no es señal de que se acabará la lucha estadounidense por la hegemonía sobre los yacimientos petrolíferos de Oriente Próximo, sin importar cuántas vidas civiles pueda costar. Es meramente una parte de los preparativos tácticos para guerras más devastadoras en el futuro, ante todo contra los países calificados por el Pentágono y el aparato de seguridad nacional como “potencias revisionistas” y “grandes potencias” rivales: Rusia y China.

La ausencia de un movimiento de masas contra la guerra en Estados Unidos e internacionalmente se debe al papel representado por la pseudoizquierda —los grupos que afirman ser socialistas mientras proveen justificaciones para las intervenciones y masacres imperialistas bajo las banderas cínicas de los “derechos humanos”, así como las afirmaciones de que las operaciones de las milicias islamistas y financiadas por la CIA en Siria constituyen una “revolución democrática”—.

Tales grupos, como la Organización Socialista Internacional (ISO, siglas en inglés) y los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), han mantenido un silencio discreto sobre la crisis política desatada por el anuncio de Trump de que retiraría las tropas de Siria y la renuncia posterior de Mattis, aparentemente esperando a ver en qué dirección sopla el viento dentro de los círculos de decisión de la política exterior.

La clase obrera debe asumir la lucha contra la guerra, incluyendo contra la creciente amenaza de una Tercera Guerra Mundial. La demanda se tiene que plantear de retirar inmediata e incondicionalmente todas las tropas estadounidenses tanto de Siria, como Irak, Afganistán, África y los cientos de bases militares estadounidenses por todo el mundo.

Aquellos responsables de matar y herir a millones a través de las guerras de agresión del imperialismo estadounidense deben ser enjuiciados por sus crímenes de guerra, incluyendo Bush, Obama, Trump y sus generales y asesores civiles.

Esto exige la construcción de un nuevo movimiento de masas contra la guerra basado en la clase trabajadora que lucha por un programa de internacionalismo socialista para unir a los trabajadores de todo el mundo en una lucha en común contra el capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 28 de diciembre de 2018)

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