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Cómo el WRP traicionó al trotskismo:1973-1985

6. 1975: el año del gran viraje

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Este es el sexto de 43 capítulos que se publicarán diariamente. Originalmente fueron publicados como el Volumen 13, no. 1, de la revista Fourth International en el verano de 1986.

En 1985, después de un proceso prolongado de degeneración, el Workers Revolutionary Party, la sección británica del CICI, rompió en definitiva con el trotskismo. En mayo y junio de 1986, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional se reunió y realizó un exhaustivo análisis de las cuestiones teóricas, políticas e históricas involucradas en el colapso del WRP. “Cómo el WRP traicionó al trotskismo: 1973-1985” fue una labor clave en rearmar al movimiento y prepararlo para las batallas políticas en torno a la construcción de una dirección revolucionaria en la clase obrera. Estas lecciones son vitales para el desarrollo de nuevas secciones del CICI internacionalmente.

En julio de 1975 el gobierno de Wilson introdujo leyes de restricciones salariales limitando cualquier aumento para la clase trabajadora a 10 por ciento a pesar del alto nivel de inflación. Antes de que estas leyes fueran implementadas —solo habían sido presentadas en forma de propuestas— la dirección del WRP convocó una conferencia de emergencia ese mismo mes para adoptar una declaración del Comité Político que cambiaba fundamentalmente la línea previa. La resolución decía:

El Workers Revolutionary Party llama a toda la clase trabajadora a luchar contra las leyes salariales del gobierno laborista y la abolición de las negociaciones colectivas libres.

Los niveles de vida y los derechos democráticos básicos de la clase trabajadora están en peligro.

Al violar la política del Partido Laborista e implementar una solución de los banqueros para la crisis económica, el gobierno laborista se ha embarcado en un camino de colisión directa con la clase trabajadora (Five Years of the Workers Revolutionary Party, resolución presentada al Cuarto Congreso convocado, 9-11 de junio de 1979, pág. 3).

Estas declaraciones eran totalmente correctas. Pero después venía esto:

Ningún trabajador puede vivir con una subida salarial del 10 por ciento cuando la hiperinflación sube a más del 60 por ciento.

No le deja a la clase trabajadora otra alternativa más que luchar contra el gobierno de Wilson y derrocarlo.

El gobierno laborista ya no goza ni de la confianza ni del apoyo de la gran mayoría del movimiento sindical y laborista (ibid., pág. 3).

Ninguna de estas afirmaciones era verdad. Sí había una alternativa a llamar al derrocamiento del gobierno —una campaña dentro del Partido Laborista y del movimiento sindical para demandar la retirada de las leyes salariales y sacar a los derechistas que las habían introducido—. La afirmación de que el gobierno laborista ya no tenía apoyo fue lanzada sin ninguna evidencia que la probara. En vez de promover una campaña en el movimiento obrero para derrotar al gobierno laborista, la resolución decía:

La única forma de unir a todo el movimiento es obligando a la renuncia (de Wilson y los derechistas) y forzando al Partido Laborista a que busque un mandato nuevo en elecciones generales y derrote a los conservadores (ibid., pág. 4).

Esta resolución significaba una ruptura programática fundamental con la orientación proletaria por la cual los trotskistas británicos llevaban décadas luchando. El llamar al derrocamiento del gobierno laborista, bajo condiciones en las que el partido revolucionario aún no había ganado la dirección de ningún sector significativo de la clase trabajadora y en las que la única alternativa a los laboristas era un gobierno conservador, como el que la clase trabajadora había derribado hacía poco más de un año, era la expresión máxima del aventurerismo. Al mismo tiempo que el Partido Laborista se veía obligado a volcarse abiertamente contra la clase trabajadora, creando las condiciones para una poderosa intervención dentro de sus organizaciones de masas, el WRP planteaba un ultimátum imposible. Al principio de esta confrontación, el WRP propuso anticipar la lucha dentro de las organizaciones obreras con una campaña que pondría la suerte del Partido Laborista en manos del electorado nacional.

El WRP detonó esta bomba política justo cuando había señales de oposición política a la facción derechista parlamentaria en el electorado local del Partido Laborista. Eso empezó con la exitosa campaña para echar a Reg Prentice como el representante parlamentario de Newham Northeast, el mismo distrito donde Vanessa Redgrave se había postulado a las elecciones de octubre de 1974. ¡Mientras que había fuerzas dentro del Partido Laborista estaban tratando de deshacerse de los derechistas, el WRP demandaba a los que apoyaban al Partido Laborista que derribaran el gobierno laborista! Esta política estaba tan alejada del desarrollo efectivo de la clase trabajadora —ni hablar de las tradiciones históricas del movimiento trotskista y bolchevique— que no puede explicarse simplemente como un error político.

Fue una expresión profundamente alarmante del viraje de clase en curso de la dirección del WRP que no se podía separar de la escisión del otoño anterior. Una dirección predominantemente pequeñoburguesa, sobre la que se sostenía Healy, se desilusionaba rápidamente con el gobierno laborista y con el ritmo de la evolución de la concientización política de la clase trabajadora. Le era mucho más fácil a Corin o a Vanessa Redgrave romper con el Partido Laborista que a un minero del carbón o a un trabajador de un astillero.

La razón que se dio para este cambio fundamental en la línea política del partido —la propuesta del Partido Laborista sobre limitaciones salariales (¡ni siquiera era un recorte salarial!)— desenmascaró la insensibilidad que tenía la dirección del WRP con respecto a la clase trabajadora. ¿Cómo podía este acontecimiento compararse con una experiencia histórica como la traición infame de Ramsay MacDonald en 1931 —la formación del Gobierno Nacional— y el corte de la distribución de víveres a los necesitados en medio de la Gran Depresión? Estos acontecimientos constituyeron el punto de referencia político para generaciones enteras de trabajadores. Pero un partido que llama a que la clase trabajadora derroque a un gobierno laborista en base a una propuesta parlamentaria —ignorando los peligros representados por los conservadores, poco después de que la clase trabajadora hiciera acopio de fuerzas para derrotarlos— no podía ser tomado en serio.

Trotsky advirtió a un miembro del ILP de ese tipo de impaciencia superficial:

Se argumenta que el Partido Laborista ya fue desenmascarado por sus hechos pasados en el poder y su presente plataforma reaccionaria. Por ejemplo, por su decisión en Brighton. Para nosotros, ¡sí! Pero no para las masas, los ocho millones que votaron a los laboristas.

Es un gran peligro que los revolucionarios les den demasiada importancia a decisiones de conferencias. Usamos ese tipo de evidencia en nuestra propaganda —pero no puede ser presentada más allá de la capacidad de nuestra prensa—. No se puede gritar más alto de lo que te permite la garganta (Trotsky, Writings on Britain, Vol. 3, New Park, págs. 118-19).

Trotsky estaba en total desacuerdo con los que proponían que el ILP adoptara una posición abstencionista respecto a las elecciones:

Supongamos que el ILP hubiera tenido éxito en una táctica de boicot, que hubiera ganado a un millón de obreros para que lo siguieran, y que hubiese sido la ausencia de este millón de votos la que provocó la derrota del Partido Laborista. ¿Qué pasaría cuando empezara la guerra? Las masas desilusionadas se volcarían hacia el Partido Laborista y no hacia nosotros. Si se formaran sóviets durante la guerra, los soldados elegirían a miembros del Partido Laborista para esos, y no a nosotros. Los obreros dirían que nosotros mutilamos a los laboristas. Pero si le diéramos apoyo crítico y por ese medio ayudáramos a la llegada al poder del Partido Laborista, al mismo tiempo que les dijéramos a los obreros que el Partido Laborista actuaría como un gobierno capitalista, y que dirigiría una guerra capitalista —entonces, cuando llegara la guerra, los obreros se darían cuenta de que predijimos la verdad, al mismo tiempo que marchamos al lado de ellos. Nosotros seríamos elegidos a los sóviets y los sóviets no traicionarían.

Como principio general, un partido revolucionario tiene el derecho de boicotear el Parlamento solo cuando ha alcanzado la capacidad de derrocarlo, esto es, cuando puede reemplazar la acción parlamentaria con una huelga general o la insurrección, con la lucha directa por la toma del poder.

En Reino Unido las masas todavía no tienen confianza en el ILP. El ILP es por lo tanto muy débil para romper la maquinaria parlamentaria y debe continuar usándola. En lo que se refiere a un boicot parcial, así como el que el ILP quiso lograr, era irreal. En este momento de la política británica, sería interpretado por la clase trabajadora como un cierto desdén hacia ellos; esto es particularmente cierto en Reino Unido donde las tradiciones parlamentarias son aún muy fuertes (ibid.).

Si la política de boicot del ILP se podía definir como irreal, entonces la política adoptada por el WRP en 1975 hacia el Partido Laborista podía definirse legítimamente como una locura. Los dirigentes del WRP, ignorando lo que Trotsky había escrito e indiferentes hacia lo que sentían los trabajadores, propusieron una derrota parcial: ¡forzar al gobierno laborista a renunciar y luego, habiéndolo castigado apropiadamente, votar por él para devolverlo al poder! ¡Se parece a los padres incompetentes que deciden que para que un niño les pierda el miedo a las alturas lo mejor es ponerlo al borde del alféizar! El problema con la maniobra propuesta por el WRP es que su éxito no dependía tanto de la clase trabajadora como de la clase media, ya que la reelección de los laboristas dependería en gran parte de su acuerdo con la política del WRP —o al menos con la segunda parte—.

Tan solo dos años antes, en su desafortunado programa fundacional, la SLL por lo menos había dicho algo importante: “La clase trabajadora debe rechazar por completo al IMG y al IS, quienes se oponen a la lucha por elegir un gobierno laborista con políticas socialistas. Ellos plantean el argumento aventurero y ultraizquierdista de que el Partido Laborista está ya suficientemente desacreditado ante la clase trabajadora; por lo tanto, substituyen a toda una clase por ellos mismos. A la vez se niegan a luchar por movilizar políticamente a la clase trabajadora contra el gobierno conservador, en base a que la consciencia de los trabajadores está limitada al nivel de luchas económicas” (Fourth International, invierno de 1973, pág. 132).

¿Qué acontecimiento catastrófico pudo haber ocurrido en dos años para convencer al WRP de que la línea política del IMG-IS ahora era correcta? Es más, si Healy y Banda habían llegado a la conclusión de que el Partido Laborista estaba tan desacreditado ante la clase trabajadora que había que derrocarlo, ¿por qué entonces proponían después que se lo reeligiera? No se dieron respuestas a estas preguntas. Por el contrario, ni siquiera se plantearon tales preguntas en la dirección central, que rápidamente se degeneraba en una camarilla de clase media que giraba alrededor de Healy.

La nueva política fue elaborada en un manifiesto publicado en otoño de 1975, titulado “Forzar a los laboristas a renunciar”. Este documento confirmó que el WRP, con toda su retórica radical, había perdido la esperanza de ganar trabajadores a sus políticas. No había ninguna razón para demandar nuevas elecciones nacionales si el WRP creía seriamente que podía montar una lucha contra la línea derechista de la burocracia laborista y sindical dentro de la clase obrera y sus organizaciones. De hecho, la política del WRP fue la de esperar pasivamente a que los conservadores destituyeran a los laboristas —y no la de intervenir en la vida interna del movimiento obrero para movilizar sus fuerzas contra los derechistas—.

Este tipo de política era perfectamente compatible con las celebridades de clase media dentro del partido que no estaban interesadas en la ardua y no espectacular tarea diaria y necesaria de construir un partido revolucionario en y de la clase trabajadora, y no solamente para ella. Healy y Banda estaban convirtiendo su organización en un partido de empresarios políticos (oradores, actrices, periodistas) a quienes el WRP les brindaba una plataforma y un público que se reunía para varias ocasiones festivas y después era mandado a casa y olvidado.

Hubo varias contradicciones claras en el manifiesto. Advertía el peligro de “cualquier viraje contra la gran lucha que es ahora inevitable y necesaria en el Partido Laborista”, pero esto era precisamente lo que el WRP estaba proponiendo hacer. Luego declaraba que era necesario “oponerse completamente a cualquier tipo de ruptura prematura, aventurerismo y muestras de pánico de los centristas”. Pero el WRP estaba proponiendo la ruptura prematura y la muestra de pánico más grande de todas: ¡el derrocamiento del gobierno laborista! Lo más curioso de este consejo es que pareciera estar dirigido a aquellos en el Partido Laborista que estaban luchando por expulsar a los derechistas. Finalmente, el manifiesto declaraba: “Hay que atribuir las traiciones y las amenazas de ruptura a sus culpables —el bando de Wilson y la derecha—”.

Pero, si la responsabilidad por las traiciones era de Wilson y los derechistas, entonces ¿por qué no exigía el WRP que se expulsara y reemplazara a esos derechistas?

Para 1976, se empezó a ver claramente que el ultraizquierdismo del WRP era una forma peculiar de cretinismo parlamentario puesto patas arriba. Todos los problemas de la clase trabajadora podían resolverse … si solo se llevaban a cabo elecciones. El Segundo Congreso del WRP en octubre de 1976 publicó una resolución titulada “La crisis: una solución revolucionaria socialista”:

La clase trabajadora es muchísimo más poderosa que los parásitos que controlan este sistema. Su tarea es tomar su puesto junto con el proletariado de Vietnam, Mozambique y Angola que ha demostrado que se puede derrotar al imperialismo.

Pero la única forma de demostrar esta fuerza es derrocando a este gobierno de traidores. Después se podrá ajustar cuentas con los conservadores y sus agentes en el movimiento obrero.

Se puede luchar en elecciones generales. La clase trabajadora podrá consolidarse como una fuerza invencible tras un programa socialista y la construcción de una dirección revolucionaria para poner fin a la crisis.

Emplazamos a los trabajadores a rechazar cualquier intento de coalición y a derribar al gobierno laborista y forzar la convocatoria de elecciones generales en torno a una política socialista (Five Years, pág. 4).

La dirección del WRP reemplazó una lucha consistente dentro del movimiento obrero contra la dirección laborista —la construcción de facciones en los sindicatos y el Partido Laborista, etc.— con una combinación ecléctica de fraseología izquierdista con reformismo parlamentario. La fuerza total de la clase trabajadora nunca se pone de manifiesto en las elecciones. Decir que “se podrá ajustar cuentas con los conservadores y sus agentes en el movimiento obrero” mediante elecciones generales, cualquiera que sea el programa, es promover la perspectiva de la “vía parlamentaria”, independientemente de las declamaciones acerca de “prepararse para el poder” y del “impulso de la revolución”.

En un comentario en la portada del 12 de noviembre de 1976, News Line declaró:

Todo el movimiento obrero y sindical debe actuar inmediatamente para impedir que los conservadores y los banqueros tomen el poder.

Esto solo se puede lograr si la clase trabajadora usa todo su poder a través de sus propias organizaciones —los sindicatos y el Partido Laborista—.

El primer paso esencial es convocar una conferencia de emergencia del Partido Laborista para que adopte un programa socialista.

En segundo lugar, hay que obligar a este desacreditado, tambaleante y antiobrero gobierno de Callaghan a dejar el poder.

Y, en tercer lugar, se deben convocar elecciones generales en base a una política socialista para derrotar a la pandilla de Thatcher.

Los líderes del WRP se merecen el aplauso de los demócratas británicos imparciales por haber diseñado este proceso impecable. Primero, ellos exigieron que el Partido Laborista adoptara políticas socialistas en una conferencia de emergencia. Luego, asumiendo que harían eso, no propusieron la implementación de ese programa revolucionario. Al contrario, el WRP exigió la renuncia del gobierno y la convocatoria de elecciones generales en base a las medidas socialistas que el partido gobernante ya había adoptado. En otras palabras, el socialismo solo se podría implementar una vez que fuera ratificado en las urnas.

Solo una política absurda pudo haber producido as tales aberraciones en las declaraciones políticas del WRP.

Para poder comprender cuánto se había alejado la línea política del WRP de la clase trabajadora es conveniente contrastar las políticas elaboradas después de julio de 1975 con aquellas por las que se luchó bajo el anterior gobierno laborista de Wilson.

El WRP había basado su demanda de derrocar al gobierno laborista en la introducción de las leyes de control salarial. El gobierno anterior de Wilson había congelado los salarios bajo la Ley de Precios e Ingresos en agosto de 1966 y había lanzado una serie de ataques contra los niveles de vida de la clase trabajadora. Pero, en un momento en que los trotskistas británicos estaban en plena lucha por construir el CICI, la SLL adoptó un enfoque totalmente diferente. Resaltando los ataques del Partido Laborista en su folleto “La alternativa a Wilson”, publicado en 1967, Healy planteó la pregunta:

¿Cómo luchamos contra los dirigentes derechistas de los laboristas y los sindicatos sin permitir que regresen los conservadores? Esta es una pregunta que ocupa la atención de muchas personas sinceras.

La SLL instó a reemplazar la dirección de Wilson bajo la exigencia, “Hagamos que luchen los miembros ‘izquierdistas’ del Parlamento” por un programa de medidas socialistas. Nueve años después ocurría una lucha en las células del Partido Laborista contra los derechistas. Pero el WRP, mientras que proclamaba la necesidad de flexibilidad y paciencia, se había apartado efectivamente de ese proceso, avanzando en cambio la política de forzar al gobierno laborista a renunciar, dejando el camino abierto para que los centristas, como la tendencia Militant, dominaran la oposición a los derechistas.

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