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Perspectiva

El imperialismo “diverso” canadiense

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y su Gobierno del Partido Liberal que respaldan los sindicatos y ostenta ser “progresista” han asumido un papel protagonista en la operación de cambio de régimen que Washington ha lanzado contra el presidente elegido de Venezuela, Nicolás Maduro.

Canadá seundó rápidamente el anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, el miércoles reconociendo a Juan Guaidó, el autoproclamado “presidente interino” de Venezuela, como jefe de Estado del país.

En octubre de 2015, el gabinete nombrado por Trudeau fue celebrado como un ejemplo de diversidad e inclusión. Al tener el mismo número de hombres y mujeres, los columnistas lo aclamaron como un “gabinete balanceado por género”. Incluyó a un ministro de Justicia indígena, un ministro de Defensa sij nacido en la India, un ministro de Inmigración que fue un refugiado somalí, un presidente de la Junta del Tesoro gay y un ministro de asuntos veteranos cuadripléjico.

Además, hubo más elogios de la prensa liberal cuando Trudeau promovió a Chrystia Freeland como canciller y proclamó que Canadá iba a perseguir una “política exterior feminista”. Aplaudiendo estos pasos, Foreign Policy escribió el año pasado que Canadá fue anfitrión de la “primera reunión de ministras de relaciones exteriores como parte de un conjunto de compromisos para priorizar los asuntos de la mujer bajo su Presidencia del G-7 este año”.

Esta reunión, según la revista, “fue un despliegue sin precedentes del poder de la mujer en un escenario mundial”.

“Es importante —e histórico— que tengamos un primer ministro y un Gobierno que se enorgullecen en proclamarse feministas”, escribió Freeland. “Los derechos de la mujer son derechos humanos”.

En realidad, como lo subraya el papel de Canadá en asistir y defender la operación de cambio de régimen orquestada por EUA en Venezuela, la única “identidad” que importa es que todos los miembros del gabinete de Trudeau sean defensores del imperialismo.

Trudeau ha sido promovido con entusiasmo por el New York Times y el Guardian, donde ha sido retratado como un caso ejemplar de liberalismo contemporáneo, es decir, un liberalismo que ha renunciado toda reforma social, apoya la austeridad y las guerras y que da privilegio a las cuestiones de razas, étnicas y de género como una forma para movilizar una base de apoyo en las secciones adineradas de la clase media.

Trudeau y Freeland están reciclando y amplificando la repugnante propaganda que emana de la CIA y la calaña de personajes como el nuevo presidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, afirmando que Guaidó —un representante de la oligarquía tradicional del país alineada con Estados Unidos— es la encarnación de las aspiraciones democráticas del pueblo venezolano.

No obstante, el papel de Ottawa va más allá de intentar proveer una fachada para otro golpe de Estado “hecho en USA” y de encubrir la inexorable conexión entre la intriga actual de Washington en Venezuela y la sucesión de invasiones, ocupaciones y golpes orquestados en América Latina desde 1898.

Según los reportes noticiosos, Ottawa será la sede pronto de una reunión del Grupo de Lima, la coalición de aliados estadounidenses en el continente, para confabular los próximos pasos de esta operación de “cambio de régimen” contra Maduro y el régimen nacionalista-burgués que encabeza.

Desde su establecimiento en agosto de 2017, Canadá ha actuado como el principal agente de Washington dentro del Grupo de Lima. En septiembre del año pasado, Canadá se destacó por encabezar la oposición a una “promesa” del Grupo de Lima de oponerse a cualquier intervención militar extranjera en Venezuela, es decir, una invasión estadounidense.

El golpe de Estado del miércoles impulsado por Estados Unidos ha empujado al empobrecido país sudamericano al borde de una guerra civil y, en medio de declaraciones provocativas de Trump de que “todas las opciones están sobre la mesa”, ha puesto a EUA al borde de un asalto militar contra Venezuela.

Todo apunta a que Canadá participaría en cualquier operación militar estadounidense contra Venezuela, repitiendo su papel en 2004 de asistir a EUA en el derrocamiento del presidente elegido de Haití, Jean-Bertrand Aristide, si bien a una escala mucho más grande y sangrienta.

Washington ha encabezado el resurgimiento del imperialismo, librando una serie de guerras interminables desde 1991 intentando cada vez más desesperadamente contrarrestar el declive de su posición económica global. Sin embargo, todas las grandes potencias imperialistas y aspirantes a serlo, tanto grandes como pequeñas, se están rearmando y retomando la guerra como un instrumento vital en la política estatal.

El imperialismo canadiense, el cual fue un protagonista y, desde el punto de vista económico y estratégico, un benefactor de ambas guerras mundiales imperialistas del siglo pasado, no es una excepción. Hace mucho se fueron los días en que la élite gobernante de Canadá promovía, a fin de subordinar política e ideológicamente a la clase obrera a su dominio, el mito de que Canadá y su ejército tenían una vocación especial como una “fuerza de paz”.

Desde 1991, Canadá, bajo Gobiernos tanto liberales como conservadores, ha representado un papel clave en una guerra encabezada por EUA tras otra, incluyendo la primera guerra del Golfo, la guerra de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, la guerra de Afganistán, la guerra de cambio de régimen de Libia en 2011 y las guerras continuas de EUA en Oriente Próximo.

Como está ocurriendo hoy respecto a Venezuela, el Gobierno y ejército canadienses se han alineado repetidamente en estas guerras e intervenciones con fuerzas ultraderechistas y directamente fascistas. El personal de las Fuerzas Armadas de Canadá que formó parte del bombardeo de Libia se autodenominó la “fuerza aérea de Al Qaeda”. Asimismo, en Ucrania en 2014, Canadá ayudó a orquestar, en consonancia con Washington, un golpe de Estado encabezado por fascistas contra el presidente elegido del país.

La antigua alianza militar y de seguridad de Canadá con Washington y Wall Street, la cual se está expandiendo rápidamente, cuenta con un apoyo prácticamente unánime en la clase gobernante canadiense, la cual la considera la mejor forma de afirmar sus propios intereses predatorios e imperialistas a nivel mundial.

Los bancos y las empresas de recursos naturales canadienses son importantes actores en América Latina y el Caribe, mientras que la élite gobernante canadiense comparte la determinación de Washington para expulsar la influencia económica y geopolítica de Rusia y China en el continente americano.

Bajo Trudeau y su “política exterior feminista”, Canadá está asumiendo un papel todavía más rapaz y reaccionario en los asuntos globales que bajo Stephen Harper, un neoconservador y el otrora entusiasta de la guerra de Irak.

Tras declarar que Canadá debía prepararse para las guerras del siglo veintiuno y tomar un papel mayor en sostener el orden mundial encabezado por Estados Unidos, el Gobierno de Trudeau anunció en junio de 2016 que planeaba aumentar el gasto militar más de 70 por ciento a casi $33 mil millones para el 2026.

Canadá ya está protagonizando las tres principales ofensivas militares y estratégicas del imperialismo estadounidense y cualquiera podría desencadenar rápidamente una guerra entre potencias nucleares: en Oriente Próximo, contra Rusia y contra China.

Además, está encabezando uno de los cuatro nuevos batallones “en despliegue de avanzada” de la OTAN frente a las fronteras de Rusia; rutinariamente envía aviones y buques de guerra al mar Negro, al Báltico y a Europea del Este; y está entrenando al Ejército Ucraniano y al personal de la Guardia Nacional para, en las palabras de Trudeau, “liberar” Ucrania del Este.

Mucho antes de que Ottawa ordenara, a instancias de Washington, el arresto de la ejecutiva de Huawei, Meng Wanzhou con base en cargos fraudulentos, Canadá ya estaba atrincherado con Washington en escalar su confrontación contra China. Según un acuerdo militar secreto entre EUA y Canadá de 2013 sobre la coordinación de operación en la región de Asia-Pacífico, las Fuerzas Armadas canadienses ha expandido significativamente sus despliegues en Asia. El titular de las Fuerzas Armadas, Jonathan Vance, ahora señala rutinariamente que el mar de China Meridional y los estrechos de Malaca, los cuales consisten en puntos críticos en los planes de guerra estadounidenses contra China, como locaciones de vital importancia para Canadá.

Hay lecciones vitales que se deben extraer del papel de Trudeau en el intento golpista en Venezuela y que aplican en todos los países del mundo. El reemplazo de un grupo de representantes de la oligarquía financiera con otro, independientemente de su raza, género o preferencia sexual, no llevará a un resultado más “humano”. La lucha contra el imperialismo y la desigualdad social debe basarse directamente en la fuerza social capaz de oponerse al capitalismo y las guerras imperialistas: la clase obrera.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de enero de 2019)

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