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Perspectiva

Los conflictos imperialistas dominan la Conferencia de Seguridad en Múnich

La Conferencia de Seguridad en Múnich, la cual finalizó ayer, dejó al descubierto un orden capitalista mundial que se resquebraja deprisa y se dirige al desastre.

Como símbolos de la conferencia, los organizadores eligieron la imagen de un rompecabezas fragmentado y plantearon la pregunta: quién recogerá las piezas. La reunión en sí dejó en claro que la lucha por estas piezas no será menos violenta ni sangrienta que las dos guerras mundiales del siglo veinte. Aquellos presentes y la prensa no intentaron ocultar esto.

En el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, el secretario general de la Unión Social Cristiana (CSU, por sus siglas en alemán), Markus Blume, se refirió al final de la Guerra Fría hace 30 años, cuando “muchos esperaban una nueva época de estabilidad perpetua” y Francis Fukuyama habló del “fin de la historia”. “Hoy, en 2019, todo suena a un reporte de otra era”, dijo Blume. “Estamos experimentando cambios dramáticos a nivel global a una escala, velocidad y radicalidad sin precedentes”. Nuestro orden global “no estaba preparado para estos cambios fundamentales”.

El Süddeutsche Zeitung comentó: “Es sintomático de los tiempos que los problemas se pueden analizar en gran parte correctamente, pero hace falta una fórmula inteligente para su solución. Los buitres sobrevuelan—listos para descender en picada por los restos del sistema”.

Más allá del enfrentamiento de la OTAN con Rusia y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, los conflictos dentro de la misma OTAN dominaron la reunión de tres días, la fue atendida por cientos de funcionarios gubernamentales, ministros, expertos militares y políticos. La intervención del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, develó las profundas diferencias entre, por un lado, Estados Unidos, y por el otro, Alemania y las otras potencias europeas.

Pence arribó directamente de Varsovia, donde forjó una alianza con Israel, Polonia y un número de Estados árabes para librar una guerra contra Irán. En Varsovia, Pence ordenó que sus aliados europeos “estén de nuestro lado” y amenazó indirectamente con romper la OTAN si se rehusaban. “Si están con nosotros en esta noble causa, estaremos con ustedes”, declaró.

Pence habló con el mismo tono arrogante e imperativo en Múnich. Acusó a Irán de planificar un nuevo holocausto y la obliteración de Israel. Sugirió que Estados Unidos estaba preparando un cambio de régimen en Teherán y exigió que Europa deje el acuerdo nuclear con Irán y apoye las sanciones estadounidenses.

Pence también atacó vehementemente el oleoducto Nord Stream 2, el cual ya está siendo construido y conecta Alemania con Rusia a través del mar Báltico. “No podemos asegurar la defensa de Occidente si nuestros aliados se vuelven dependientes del Oriente”, amenazó.

Durante la conferencia de Múnich, el diario Handelsblatt, citando a círculos oficiales, anunció que el Gobierno de Trump está planeando clasificar las importaciones automotrices alemanas como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos e imponerles aranceles. Esto abriría una nueva etapa de la guerra comercial con profundas implicaciones para la industria exportadora alemana.

Pence reiteró su demanda de que los miembros europeos de la OTAN aumenten su gasto militar al dos por ciento del producto interno bruto. Presentó un ultimátum solicitando “planes creíbles” sobre cómo lograran esto para el 2024. Después de su discurso, el vicepresidente estadounidense desapareció del escenario sin —como es usual en Múnich— responder preguntas ni escuchar los discursos de los otros participantes en la conferencia.

Los representantes de Alemania y los otros países europeos reaccionaron furiosos. La canciller Angela Merkel dio lo que la prensa llamó un “discurso inusualmente apasionado” que recibió una ovación de pie. Se opuso a las acusaciones de la delegación estadounidense y suplicó que se avanzara una política multilateral. Dijo estar convencida de que “ponerse en los zapatos de los demás y ver como lograr soluciones favorables para todos” era mejor que resolver todo unilateralmente.

El llamado de Merkel al multilateralismo no puede ocultar el hecho de que Alemania y Europa también buscan perseguir despiadadamente sus propios intereses económicos y geoestratégicos. En su discurso de apertura, la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, dijo que “el retorno a la competición entre las mayores potencias” es “la característica más prominente del nuevo escenario de seguridad”. Señaló que “nos guste o no, Alemania y Europa son parte de esta lucha competitiva. No somos neutrales”.

Como von der Leyen, Merkel dedicó gran parte de su discurso a enlistar lo que Alemania y la Unión Europea ya han hecho y siguen queriendo hacer a fin de preparar una nueva ronda de enfrentamientos militares.

Reconoció el objetivo del dos por ciento en el gasto de la OTAN y presumió sobre las operaciones militares alemanas junto a EUA en Afganistán y Europa del este. Hizo hincapié en el hecho de que Alemania está realizando actividades fuera de la OTAN, particularmente en Mali y otros países africanos. No solo abogó por un ejército europeo y una política militar común, sino también una política compartida de exportación de armas europeas, lo que significaría aflojar las restricciones existentes en esta materia.

Heiko Maas, el ministro socialdemócrata de Relaciones Exteriores de Alemania, resumió la campaña alemán-europea en busca de poder global con la siguiente fórmula: “Ser sujetos u objetos en la política mundial, esa es le cuestión crucial del futuro que enfrenta Europa”. Un diario comentó: “El deseo de la autoafirmación europea es el estribillo de esta conferencia”.

Mientras que algunos participantes acusaron al presidente estadounidense, Donald Trump, como individuo por generar estas agudas tensiones transatlánticas, otros se refirieron a causas más fundamentales. Norbert Röttgen, presidente de la comisión de relaciones exteriores del Parlamento alemán, declaró que Trump no era la causa, sino un síntoma de los desplazamientos tectónicos en la geopolítica que conllevaron el regreso de rivalidades entre las principales potencias y fuerzas centrifugas que están despedazando el multilateralismo. “En la era post-Trump, no habrá un retorno a la era pre-Trump”, dijo Röttgen. “El statu quo era que la seguridad europea estaría garantizada por Estados Unidos. Esto no volverá a ocurrir”.

El estallido de los dramáticos conflictos entre Estados Unidos y Alemania, los cuales ya combatieron dos guerras mundiales en contra del otro, está siendo acompañado por feroces conflictos entre las mismas potencias europeas. La relación entre Francia e Italia se encuentra en un nuevo mínimo, mientras que las relaciones entre Alemania y Francia están notablemente frías.

Esto confirma la perspectiva del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), el cual ya predijo a fines de los años ochenta que la contradicción entre la economía mundial y el marco de los Estados nación que ya había socavando los regímenes estalinistas de la Unión Soviética y Europa del Este, producirían nuevos conflictos entre las mayores potencias capitalistas y un resurgimiento de la lucha de clases.

Mientras que los defensores del capitalismo y sus apologistas pseudoizquierdistas afirman que la época de la revolución socialista mundial finalizó con la disolución de la Unión Soviética, el Comité Internacional insistió en que el siglo veinte seguía “inconcluso”.

“Las contradicciones económicas, sociales y políticas centrales que enfrenta la humanidad al principio del siglo veintiuno son, en esencia, las mismas que enfrentaba a principio del siglo veinte”, escribió David North, presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site y presidente nacional del Partido Socialista por la Igualada de Estados Unidos en el preámbulo de su libro La Revolución rusa y el siglo veinte inconcluso. “Ninguna de las grandes problemáticas sociales, económicas y políticas que subyacen las luchas de este siglo se han resuelto en definitiva”

La aparición de profundos conflictos entre los “socios” de la OTAN confirma esta evaluación. Es también una grave advertencia del peligro de una tercera guerra mundial y nuclear si la clase obrera no desafía a los belicistas imperialistas a tiempo.

En todo el mundo, la clase trabajadora ha entrado en luchas sociales, incluyendo a los docentes en Estados Unidos, trabajadores de autopartes en México y los trabajadores agrícolas en Sri Lanka. Las élites gobernantes están respondiendo a este resurgimiento de la lucha de clases recurriendo a formas policiales-estatales de gobierno, junto a la promoción del nacionalismo y el militarismo.

Al mismo tiempo, la intensificación de la lucha de clases crea las condiciones objetivas para la construcción de un nuevo movimiento antibélico. Como lo explicó el CICI en su declaración de 2016, “El socialismo y la lucha contra la guerra”, este movimiento debe estar basado en la clase obrera, la única fuerza social verdaderamente revolucionaria y capaz de unir a todos los sectores progresistas de la población. Debe ser “anticapitalista y socialista, ya que no puede haber una batalla seria contra la guerra excepto en una lucha por poner fin a la dictadura del capital financiero y el sistema económico que son fundamentalmente la causa del militarismo y la guerra”.

Consecuentemente, “el nuevo movimiento contra la guerra debe, por necesidad, ser completa e inequívocamente independiente de y hostil hacia todos los partidos políticos y las organizaciones de la clase capitalista”. Ante todo, debe ser “internacional, movilizando el vasto poder de la clase obrera en una lucha unificada globalmente contra el imperialismo”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de febrero de 2019)

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