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Según se expanden las huelgas y protestas, el titular del ejército argelino exige la destitución de Bouteflika

En un desesperado intento por defender el régimen del Frente de Liberación Nacional (FLN) respaldado por el ejército de Argelia, el jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas, el teniente general Ahmed Gaid Salah, exigió el martes que el presidente del país, Abdelaziz Bouteflika, sea declarado " no apto para gobernar".

En un discurso televisado ante la escalada continua de la ola de protestas y huelgas populares que ha durado más de un mes, el general Salah declaró: "En este contexto, es necesario, incluso imperativo, adoptar una solución para salir de la crisis que responda a las demandas legítimas del pueblo argelina y que garantice el respeto de las disposiciones de la Constitución y el mantenimiento de la soberanía del Estado".

Salah pidió la invocación del artículo 102 de la Constitución argelina, que faculta al Consejo Constitucional, la cámara alta de la legislatura del país, a declarar a Bouteflika "no apto para gobernar", lo que sentaría las bases para su destitución del cargo con una mayoría de dos tercios del Parlamento.

Bouteflika, un veterano de la guerra por la liberación del colonialismo francés, ha estado en el poder desde 1999. El presidente de 82 años sufrió un derrame cerebral en 2013 y ha estado confinado a una silla de ruedas y no se ha pronunciado públicamente desde entonces.

Las manifestaciones masivas, que han llevado a millones de trabajadores y jóvenes a las calles de toda Argelia, estallaron después de que se anunciara que Bouteflika tenía la intención de buscar un quinto mandato. Ante las protestas masivas, el Gobierno cambió sus tácticas, declarando el 11 de marzo que el presidente no buscaría un quinto mandato, sino que las elecciones se pospondrían hasta que se redactara una nueva Constitución, extendiendo su Gobierno indefinidamente. Su plazo actual expirará el 29 de abril.

Los manifestantes respondieron cantando: "Queríamos elecciones sin Bouteflika, ahora tenemos a Bouteflika sin elecciones".

El discurso del general Salah, de 79 años, significó un humillante repliegue por parte del régimen y fue recibido con vítores y pitazos en Argel el martes. Al comienzo de las protestas masivas, el titular del personal militar había denunciado a los manifestantes como "aventureros". Posteriormente, como gran parte de la élite gobernante corrupta del país, cambió su tono, simulando simpatía por los manifestantes, mientras continuaba respaldando a Bouteflika que permanecía en poder.

La acción de Salah es completamente inconstitucional. Corresponde al Consejo Constitucional invocar el artículo 102, no al jefe de los militares. Su intervención, sin embargo, refleja la realidad de la estructura del Estado burgués en Argelia, en la cual los militares sirven como la columna vertebral del régimen, interviniendo repetidamente y mediando conflictos dentro del Estado.

El Consejo Constitucional respondió obedientemente a la demanda del general y anunció que convocaría una sesión extraordinaria para considerar la posibilidad de destituir a Bouteflika debido a su incapacidad para gobernar.

El discurso televisado del general se produjo ante la continuación de las protestas de masas en el centro de Argel y la propagación de huelgas de los trabajadores por todo el país.

El martes en Arzew, una importante zona portuaria e industrial argelina que incluye una refinería que exporta GNL (gas natural licuado), los trabajadores realizaron un paro el martes por la mañana en respuesta a un llamado en las redes sociales, de manera independiente de y opuesta a los sindicatos del país, a hacer huelga por tres días. Además de exigir el fin del régimen y profundos cambios en el sistema social del país, los huelguistas portaban una pancarta que decía "El sindicato de la vergüenza" y exigían la destitución de Abdelmadjid Sidi-Saïd, el secretario general del Sindicato General de Trabajadores Argelinos (UGTA, todas las siglas en francés) durante los últimos 20 años, que ha respaldado a Bouteflika contra las protestas masivas.

Las oficinas de correos y los servicios públicos también se cerraron en muchas partes del país.

El lunes, miles de trabajadores, acompañados por familiares y jubilados, marcharon en Tizi Ouzou, una de las ciudades más grandes de Argelia en la parte centro norte del país. La marcha fue convocada para protestar contra el régimen y contra el apoyo brindado a éste por el titular de la UGTA, Sidi-Saïd. Las pancartas decían: "Para la inmediata salida del sistema y de Sidi-Saïd". Otros denunciaron al líder sindical como el "bufón de corte" de Bouteflika.

Mientras secciones de la burocracia de la UGTA han imitado al régimen, intentando presentar el derrocamiento de Sidi-Saïd, como el de Bouteflika, como la solución a los agravios de los trabajadores, la hostilidad de la clase trabajadora se dirige contra todo el sistema de sindicatos oficiales que funcionan como socios corporativistas del Gobierno y de los empleadores, que sirven para reprimir la lucha de clases.

Mientras tanto, en Argel, el martes vio lo que se ha convertido en una manifestación semanal de miles de estudiantes, así como protestas de arquitectos, magistrados de tribunales y otros trabajadores del sector público.

En la ciudad portuaria mediterránea de Béjaïa, varios cientos de estudiantes se manifestaron, acompañados por agricultores que conducían sus tractores hacia el centro de la ciudad y empleados del departamento forestal estatal.

Si bien el repentino cambio de rumbo sobre la posición del régimen hacia Bouteflika fue forzada por la marea creciente de oposición de la clase trabajadora, la solución pseudoconstitucional del general Salah no responderá a ninguna de las demandas políticas, mucho menos sociales, que han llevado a millones de argelinos a tomar las calles.

Si el Consejo Constitucional sigue las órdenes del comandante militar, como probablemente lo hará, Bouteflika será reemplazado por el presidente del cuerpo legislativo Abdelkader Bensalah, quien se desempeñaría como presidente provisional durante al menos 45 días y hasta 90 días. Bensalah, de 76 años, es uno de los fundadores de la Agrupación Nacional para la Democracia (RND), socio de la coalición del Frente de Liberación Nacional (FLN) de Bouteflika y un aliado cercano del presidente enfermo.

Según los términos de la Constitución, las elecciones se realizarán bajo la supervisión del Gobierno interino de Bensalah en un plazo de 90 días, lo que garantizará el control y la dominación continuos en manos de los partidos gobernantes y la clase dominante de adinerados empresarios, funcionarios corruptos y comandantes militares que representan.

Algunas secciones de la oposición han denunciado la maniobra de Salah. Mustapha Bouchachi, abogada y destacada figura en el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), declaró el martes que "el pueblo argelino no acepta que el Gobierno, o un símbolo de poder de este sistema, gestione el período de transición".

Estos elementos, que incluyen a todos los partidos de oposición burgueses, así como a los grupos de pseudoizquierdistas como el Partido de los Trabajadores y el Partido de los Trabajadores Socialistas pablista, aliados del Nuevo Partido Anticapitalista francés, exigen solamente que se les incluya en esta "transición” y se ofrecen a sí mismos para renovar la imagen política del régimen dominado por los militares.

Sin embargo, lo que ha llevado a las masas de trabajadores y jóvenes a las calles no es el deseo de tal reorganización política en la cúpula, sino la demanda de una transformación fundamental de un orden social en el que el 80 por ciento de la riqueza está controlada por el 10 por ciento más rico, mientras que la tasa oficial de desempleo juvenil es del 30 por ciento y unos 14 millones de personas están condenados a vivir en la pobreza extrema con menos de $1.50 por día.

Por significativo que sea el aparente abandono de Bouteflika por parte del régimen en términos del impacto de las luchas de masas que han sacudido Argelia, solo marca el comienzo de la lucha de la clase obrera argelina por transformar estas condiciones. Cualquiera que sea el destino del anciano presidente, el poder permanecerá en manos de la cúpula militar que ha servido como el eje de la configuración capitalista en Argelia durante décadas.

Hasta ahora, las fuerzas de seguridad se vieron abrumadas por el carácter masivo de las manifestaciones que exigían el derrocamiento de Bouteflika, respondiendo en su mayor parte con gases lacrimógenos y la detención de los manifestantes, quienes han sido liberados al día siguiente. El compromiso del comando militar a un cambio dentro del aparato estatal puede ir acompañado de un giro hacia medidas mucho más represivas que emulan los métodos empleados por sus homólogos en Egipto.

Si bien el derrocamiento de Bouteflika sin duda será motivo de júbilo en toda Argelia, la cuestión crítica es el desarrollo de una estrategia política independiente y la formación de una nueva dirección revolucionaria en la clase obrera.

La tarea central que enfrentan los trabajadores argelinos es la formación de órganos populares de poder, basados en la clase trabajadora, para luchar por derrocar y reemplazar los restos del régimen de Bouteflika con un Gobierno obrero. La victoria de esta revolución depende de su extensión más allá de Argelia, uniendo a los trabajadores argelinos con sus hermanos y hermanas de clase en todo Oriente Próximo y en los países capitalistas avanzados.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de marzo de 2019)

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