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Tras el informe de Mueller: los demócratas y los medios de comunicación promueven la histeria antirrusa

A raíz de la publicación del informe del fiscal especial Robert Mueller el 19 de abril, el Partido Demócrata y la mayoría de los medios corporativos decidieron intensificar su campaña de difamación y provocación antirrusas. Están intensificando sus esfuerzos de dos años para representar al presidente Trump como un títere ruso, en lugar de un representante de Wall Street que intenta construir un movimiento fascista en Estados Unidos.

El tono del pasado fin de semana fue establecido por el New York Times en un editorial publicado en la edición impresa del sábado (ver: “El informe de Mueller y la campaña contra Rusia”), que reconoció el fracaso de la campaña contra Rusia en proporcionar pruebas de coordinación entre la campaña de Trump y la supuesta “intromisión” rusa en las elecciones de 2016.

No obstante, el editorial trató de ayudar el esfuerzo del aparato de inteligencia militar para enmarcar al presidente ruso Vladimir Putin como presunto autor intelectual político de la victoria electoral de Trump, argumentando que en el informe de Mueller “una conclusión es categórica: el Gobierno ruso interfirió en las elecciones presidenciales de 2016 en forma radical y sistemática”.

En realidad, el informe de Mueller no presenta ninguna evidencia nueva sobre una intervención rusa en la campaña de 2016, basándose completamente en las afirmaciones no corroboradas de las agencias de inteligencia de los EUA y sus voceros periodistas, como el propio Times. (Un número notable de notas al pie en el informe cita noticias de prensa, la mayoría de las cuales fabricadas por la facción anti-Trump dentro de los círculos de poder de la seguridad nacional).

Pero todos los demócratas y muchos de los expertos que aparecieron en los programas de entrevistas de la televisión dominical en las cinco cadenas de televisión por cable retomaron el enfoque de demonizar a Rusia.

En el programa ABC “Esta semana”, el corresponsal Terry Moran opinó que el rol ruso en 2016 fue “el ataque más serio y cobarde al proceso electoral estadounidense en nuestra historia”. Aparentemente, Moran ha olvidado por completo las elecciones robadas de 2000, cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos, y no Moscú, intervino para cerrar el recuento de votos en Florida y otorgar la presidencia a George W. Bush, un resultado aprobado por el perdedor, el demócrata Al Gore (que en realidad ganó el voto popular). El candidato demócrata indicó que no intentaría convertirse en presidente por la oposición de los militares.

Moran continuó: “Fue hackear varias computadoras, fue el esfuerzo de inclinar la elección de una manera, fue un ataque al conteo mismo, tratando de alterar fraudulentamente las máquinas de conteo para dar un resultado falso. Fue la propagación de noticias falsas. Todos los estadounidenses deberían estar unidos contra eso”.

Hace falta repasar los hechos básicos. No se han presentado pruebas, aparte de las simples afirmaciones de las agencias de inteligencia estadounidenses, de que los agentes rusos hackearon las computadoras del Comité Nacional Demócrata (DNC) o del presidente de la campaña de Clinton, John Podesta. La evaluación oficial fue aceptada completamente por los medios de comunicación sin cuestionarla, aunque es ciertamente posible que miembros del Partido Demócrata fueran responsables de las filtraciones.

El material obtenido a través de la filtración fue evidencia de los esfuerzos realizados por el DNC para respaldar a Clinton en oposición a Sanders en las primarias, y nadie ha cuestionado la autenticidad de los textos filtrados de los discursos de Clinton a las audiencias de Wall Street, en los que aseguró a los banqueros, a puerta cerrada, que una Administración de Clinton serviría sus intereses. Este material fue transmitido a WikiLeaks a través de una filtración anónima y luego fue publicado por el sitio web durante la campaña.

Tanto el DNC como Podesta han reconocido que el material publicado era verdadero y que la presentación de WikiLeaks fue precisa. La presidenta del DNC, Debbie Wasserman Schultz, se vio obligada a renunciar como consecuencia. Pero es el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien fue sacado a rastras de la embajada ecuatoriana en Londres y encarcelado y ahora está siendo vilipendiado en los medios de comunicación mientras se enfrenta a la extradición a los Estados Unidos y un posible juicio por cargos capitales.

En cuanto al “ataque al conteo mismo”, no hay evidencia de un hackeo significativo en el conteo de votos y la tabulación. Ningún demócrata ha afirmado que los totales de votos de 2016 hayan sido alterados, a pesar de las victorias estrechas de Trump en Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, que le costaron a Clinton la elección en el Colegio Electoral.

En cuanto a la tan reclamada campaña en las redes sociales por parte de las entidades rusas, el tema de miles de páginas y un sinfín de horas de cobertura mediática, el monto total gastado no fue de más de $100.000, aproximadamente la cantidad que se le paga a presentadores como George Stephanopoulos por un solo programa dominical, donde se doblegan ante la élite política y regurgitan la propaganda dictada por una u otra facción del aparato estatal.

En su enfoque monomaníaco sobre el demonio de la supuesta intervención rusa, los anfitriones de los medios de información hicieron que los defensores de Trump como el exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, parecieran razonables en comparación, un logro notable, aunque totalmente negativo.

Giuliani apareció en Fox, CNN y NBC. La entrevista más larga y polémica fue con Chuck Todd de la NBC, el presentador de “Meet the Press”. Vale la pena citar parte de sus intercambios, en los que Giuliani se posicionó como el defensor de las libertades civiles, comparando a WikiLeaks con Daniel Ellsberg y el robo de los Papeles del Pentágono, mientras que Todd adoptó la postura autoritaria y represiva de Richard Nixon durante el Watergate, abogando esencialmente por el procesamiento penal de Julian Assange, aunque no lo nombrara directamente.

Giuliani: Pero todo lo que publicaron sobre Hillary Clinton era cierto. Ellos no inventaron las cosas. No deberían haberlo robado. Pero a los estadounidenses solo se les dio más información acerca de qué tan engañosa, cuán manipuladora era su gente y su campaña ...

Todd: Pero en 2016, tengo curiosidad. En 2016, los servicios de inteligencia sabían que WikiLeaks ya no era una empresa periodística. Puede que haya comenzado de esa manera. Que estaba sirviendo como un frente esencialmente para publicaciones a instancias de la inteligencia de adversarios extranjeros.

Todd continuó con el tema de que la verdadera información sobre Clinton debería haberse ocultado al público estadounidense porque supuestamente fue suministrada por Rusia.

Todd: ¿Pero le molesta en absoluto que un adversario extranjero haya querido manipular nuestras elecciones?

Giuliani: Claro que sí. Absolutamente.

Todd: Entonces, ¿por qué participar en ayudar en su manipulación?

Giuliani: Nadie participa en ella.

Todd: Darle atención a WikiLeaks es participar en ella.

El anfitrión de la NBC continuó denunciando el uso de “material robado” y declaró que esperaba que NBC News no utilizara dicho material para sus transmisiones. Dejó en claro que, si un informante se le acercaba con evidencia de crímenes del Gobierno estadounidense, inmediatamente entregaría a la persona al FBI.

Los demócratas que aparecieron en los programas de conversaciones intentaron igualar la hipérbole antirrusa de sus entrevistadores. El representante Adam Schiff, el demócrata que encabeza el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, le dijo a Martha Raddatz de ABC News que el escándalo de las supuestas conexiones de Trump con Rusia era peor que el de Watergate.

“La obstrucción de la justicia en particular en este caso es mucho peor que cualquier cosa que Richard Nixon haya hecho”, afirmó. “La irrupción de los rusos en las instituciones demócratas, un adversario extranjero mucho más significativo que los plomeros que irrumpieron en la sede demócrata. Así que sí, yo diría que en todos los sentidos esto es más significativo que Watergate.

“Y el hecho de que un candidato a presidente y ahora presidente de los Estados Unidos no solo no se levantaría y resistiría la interferencia rusa en nuestra elección, sino que aceptaría lo que va más allá de lo que hizo Nixon. El hecho de que el presidente de los Estados Unidos se pusiera del lado de Putin sobre sus propias agencias de inteligencia va mucho más allá de lo que Richard Nixon hizo. Así que sí, creo que es mucho más serio que el Watergate”.

Esta no es sólo la posición de las figuras de la élite del partido como Schiff. Symone Sanders, exportavoz de prensa de Bernie Sanders, ahora un comentarista de CNN, declaró: “Hay algo malo en tomar la ayuda de los rusos ... De hecho, me he sorprendido durante todo este proceso al descubrir que aparentemente no es ilegal”.

Sanders hizo un llamado al Congreso para que apruebe una legislación en contra de tomar “información de una entidad extranjera en su campaña ... Hagamos que sea ilegal”. Presumiblemente, ¡cualquier candidato que lea el Financial Times y lo cite en contra de un oponente ahora debe estar encerrado!

El carácter histérico de la campaña contra Rusia, además de su carácter abiertamente reaccionario y neomacartista, es un indicio de una profunda desorientación política. Las secciones de la élite gobernante se han visto presas del pánico por los primeros revuelos de un movimiento desde abajo, desde la clase obrera, que cuestiona el consenso corporativo bipartidista sobre la austeridad y el militarismo.

Quieren destituir a Trump en gran medida porque desconfían de su capacidad para reprimir un movimiento tan masivo de la clase trabajadora contra el capitalismo debido a sus flagrantes ataques a los derechos democráticos y al descarado apoyo a los ricos. Quieren un ataque más efectivo, pero igualmente autoritario y violento contra los trabajadores.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de abril de 2019)

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