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Cien años del Movimiento del 4 de mayo en China —Parte 2

Esta es la última de una serie de dos partes. La primera fue publicada el 13 de mayo.

Con el fin de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918, todos los ojos estaban puestos en la Conferencia de Paz de Versalles, que decidiría las condiciones de la paz con Alemania. En el primer año de la guerra, Japón le quitó la provincia de Shandong a Alemania, que había ocupado el área desde 1898 con un contrato de arrendamiento de 99 años. Los representantes de Japón en París dejaron en claro que Tokio no solo quería retener a Shandong indefinidamente sino extender su presencia, como se detalló en las 21 demandas aceptadas por el gobierno de Pekín en mayo de 1915.

China ocupó un asiento en la mesa como uno de los aliados victoriosos. Por lo menos 140,000 trabajadores chinos apoyaron los esfuerzos de guerra británicos y franceses, como parte de los Cuerpos de Trabajo chinos, con un número de muertos que, según las estimaciones, llegó a los 20,000.

El 17 de noviembre de 1918 una gran demostración en Pekín de 60,000 personas celebró el fin de la guerra. Los discursos reflejaron el optimismo generalizado de que los aliados representaban la democracia sobre el despotismo y que devolverían Shandong a China. Cuando se inauguró la Conferencia de Paz de Versalles en enero de 1919, empero, esas ilusiones se hicieron añicos. Japón anunció que el Reino Unido, Francia e Italia habían firmado tratados secretos con Japón que apoyaban sus reclamos sobre Shandong.

Woodrow Wilson

Sin embargo, habían esperanzas de que los Estados Unidos prevalecería. En su discurso del 8 de enero de 1918 ante el Congreso estadounidense, el presidente Woodrow Wilson había descrito, en 14 puntos, los objetivos de su país al declarar la guerra a Alemania. El discurso apuntó, sobre todo, a contrarrestar los llamamientos de los líderes bolcheviques Vladimir Lenin y León Trotsky a la clase trabajadora internacional a poner fin a la guerra mediante la revolución socialista.

Wilson pidió la abolición de los tratados secretos, un ajuste de los reclamos coloniales según los intereses de los pueblos nativos, así como de las potencias coloniales, y, lo más importante desde el punto de vista de China, una Liga de las Naciones que garantizara la “independencia política e integridad territorial de Estados grandes y pequeños por igual”.

El resultado de la Conferencia de Paz en mayo de 1919 fue un golpe duro para los intelectuales, los estudiantes y la población china en general. Su enojo no estaba dirigido solo contra Japón, sus aliados inmediatos —Reino Unido, Francia e Italia— y los ministros projaponeses en el gobierno de Pekín sino también contra los Estados Unidos y su presidente. Un graduado de la Universidad de Pekín recordó más tarde:

Cuando finalmente nos llegaron las noticias de la Conferencia de Paz de París nos quedamos perplejos. De golpe nos dimos cuenta de que las naciones extranjeras seguían siendo egoístas y militaristas y que eran muy mentirosas… No teníamos nada en común con nuestro gobierno, eso lo sabíamos muy bien, y al mismo tiempo ya no podíamos depender de los principios de ningún supuesto gran líder como, por ejemplo, Woodrow Wilson. Viendo a nuestro pueblo y a las masas penosamente ignorantes era imposible no sentir que debíamos luchar.[6]

Las protestas y huelgas que comenzaron el 4 de mayo de 1919 fueron acompañadas por un febril debate intelectual y político sobre el camino a seguir. Este incluyó una multitud de contendientes—liberales y anarquistas, demócratas, sindicalistas y socialistas de diferentes tipos. El filósofo estadounidense John Dewey llegó a China literalmente en vísperas de la protesta del 4 de mayo y construyó una audiencia con sus conferencias y artículos durante los siguientes dos años. El filósofo británico Bertrand Russell también ganó seguidores después de ser invitado a dar una charla en China, donde permaneció casi un año, desde octubre de 1920.

John Dewey (delantera derecha) en Shanghái, 1919

Sin embargo, el marxismo no tenía una presencia fuerte en China. Era asociado a la Segunda Internacional, que estuvo dividida sobre la preocupación de los intelectuales chinos—cómo terminar la dominación colonial. En el Congreso de la Internacional en Stuttgart en 1907, que discutió el tema largamente, algunos delegados expresaron abiertamente actitudes chovinistas, incluso hacia la “raza amarilla”. El estallido de la Primera Guerra Mundial, una guerra imperialista por la división y revisión del mundo, precipitó el colapso de la Segunda Internacional, en tanto la mayoría de los partidos y líderes apoyaron a sus gobiernos burgueses y sus objetivos bélicos depredadores.

Lenin y Trotsky, que se habían opuesto a la traición de la Segunda Internacional, expresaron su oposición inequívoca al colonialismo y su apoyo a las luchas de los pueblos oprimidos de las colonias. Tras la Revolución de Octubre de 1917, ese mensaje resonó en todo el mundo. El manifiesto del congreso fundador de la Tercera Internacional en marzo de 1919 declaró: “Esclavos coloniales de África y Asia: la hora de la dictadura proletaria también será la hora de vuestra liberación”.

En una de sus primeras acciones como Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores, Trotsky incautó y publicó los tratados secretos y los papeles de los gobiernos zarista y provisional para exponer las intrigas de las grandes potencias. En julio de 1919 Leo Karakhan, en nombre de la Comisaría del Pueblo de Asuntos Exteriores, emitió una declaración que derogó todos los tratados secretos y desiguales entre el régimen zarista y China y renunció a los reclamos rusos en ese país, sin pedir compensación.

Cuando la noticia de esa declaración llegó a China en marzo de 1920 produjo un impacto profundo. Contrastó con la determinación de las potencias imperialistas de mantener sus posesiones coloniales y enclaves en China. Unas 30 grandes organizaciones expresaron públicamente su gratitud al gobierno soviético. La mayoría de los periódicos exigieron que el gobierno de Pekín, que seguía reconociendo a los oficiales zaristas de la delegación rusa, establecieran relaciones diplomáticas con el gobierno soviético.

Uno de los primeros intelectuales chinos que reconoció la importancia de la Revolución Rusa fue el cercano colaborador de Chen Duxiu, Li Dazhao. En un ensayo publicado en Nueva Juventud en 1918, titulado “La victoria del bolchevismo”, él aclamó a la Revolución de Octubre como el comienzo de una nueva era:

Aunque la palabra bolchevismo fue creada por los rusos, su espíritu expresa los sentimientos comunes de la humanidad del siglo XX. Por lo tanto, la victoria del bolchevismo es la victoria del espíritu de toda la humanidad. [7]

Inspirado por La guerra y la Internacional, de Trotsky, Li declaró que la Primera Guerra Mundial marcó el comienzo de “la guerra de clases… entre las masas proletarias mundiales y los capitalistas mundiales”. La revolución bolchevique fue solo el primer paso hacia “la destrucción de las fronteras nacionales actualmente existentes, que son las barreras para el socialismo y la destrucción del sistema de producción capitalista de lucro y monopolio”. [8]

Las Sociedades para el Estudio del Socialismo habían proliferado después del movimiento de protesta de mayo y junio de 1919. Sin embargo, en marzo de 1919, inspirados por Li, estudiantes de la Universidad de Pekín crearon una Sociedad para el Estudio de la Teoría Marxista. A principios de 1920 la Tercera Internacional o Comintern, que había seguido de cerca los eventos de 1919 en China, envió a Pekín a Gregori Voitinsky, de la Secretaría del Lejano Oriente, para establecer contactos. Este se reunió con Li, quien hizo posible su encuentro con Chen en Shanghái.

Representantes de la Liga Juvenil Comunista China en París, 1924

Chen, que había sido influenciado por el pragmatismo filosófico e idealismo democrático de Dewey, tardó más que Li en adoptar el marxismo. Sin embargo, tras el movimiento de protesta de mayo y junio sus actitudes políticas cambiaron rápidamente. Él había sido arrestado por sus actividades durante las protestas, y después de su liberación, en 1919, se fue a Shanghái, donde encontró sectores de trabajadores y jóvenes que se habían radicalizado. Según un relato:

Cuando regresó aquí, Chen inmediatamente atrajo a un grupo de intelectuales activos que se le unieron en el estudio y las actividades marxistas… El propio Chen comenzó su promoción del movimiento obrero, pronunciando a menudo discursos ardientes y que transmitían su pensamiento marxista a los trabajadores. [9]

Cuando Voitinsky se reunió con Chen en Shanghái, el resultado fue la decisión de amalgamar a varios grupos, que serían la base para la fundación del Partido Comunista de China, inicialmente creado en secreto en mayo de 1920. Se aprobó un borrador de constitución del partido y una organización central provisional con sede en Shanghái. Chen fue elegido como su primer secretario. El partido fue establecido formalmente en julio de 1921, que generalmente se toma como la fecha oficial. [10]

El Partido Comunista de China hoy

Cien años después, el Partido Comunista de China distorsiona completamente el significado de los eventos del 4 de mayo de 1919. Hace tiempo que repudia los principios democráticos del movimiento de la Nueva Cultura y el internacionalismo socialista sobre los cuales se fundó el partido. Lo último que quieren los burócratas del PCCh en Pekín es que los jóvenes trabajadores y estudiantes de hoy sen inspiren en la rebelión juvenil de 1919, llevando a cabo su propia revuelta contra el aparato de Estado policial del PCCh y el clima intelectual asfixiante que este engendra.

Xi Jinping

El presidente chino Xi Jinping usó su discurso de conmemoración del movimiento del 4 de mayo para aclamar las virtudes del nacionalismo y el patriotismo. Xi, quien se apoya en un vasto aparato represivo, insistió en que los jóvenes deben evitar los “pensamientos equivocados” y “obedecer al partido”.

Cabe consignar que estudiantes de la Universidad de Pekín y otras instituciones de élite han sido detenidos desde el año pasado por el “crimen” de ayudar a los trabajadores de Jasic Technology, en Shenzhen, en su lucha por formar un sindicato independiente. La Sociedad Marxista en el campus universitario fue amenazada con el cierre y luego invadida por los secuaces del PCCh. Y esto ocurrió en la universidad que estuvo en el centro del fermento intelectual del movimiento de la Nueva Cultura, y cuyos estudiantes iniciaron las protestas del 4 de mayo de 1919.

El PCCh no puede tolerar el estudio del marxismo genuino porque plantea demasiadas preguntas sobre su propia historia y prácticas. Su “socialismo con características chinas” es una fórmula absurda, usada para justificar los procesos de restauración capitalista, sobre la que ha presidido desde 1978. El resultado ha producido disparidades pasmosas entre la riqueza y los privilegios de los líderes del PCCh y los oligarcas multimillonarios a los que representan, por un lado, y la vasta mayoría de los trabajadores, por otro. Incapaz de hacer un llamamiento basado en principios socialistas, el régimen recurre a la agitación del nacionalismo chino y a la resurrección de sus tradiciones y supersticiones retrógradas.

Esto se resume en la recuperación del PCCh del confucianismo—el principal blanco del movimiento de la Nueva Cultura. Aquel es promovido en escuelas, universidades y con el fomento de institutos Confucio en todo el mundo. En su discurso en una conferencia internacional en 2014, con motivo del 2,565° aniversario del nacimiento de ese pensador, el presidente Xi declaró que “el Partido Comunista chino es el sucesor y promotor de la buena cultura tradicional china”. Sin dudas, la rígida visión jerárquica de la sociedad propia del confucianismo encaja con la perspectiva burocrática del aparato del PCCh.

El PCCh abandonó hace tiempo los principios socialistas e internacionalistas encarnados por el marxismo y la Revolución Rusa de Octubre de 1917. Los burócratas del PCCh de hoy no son herederos de esa tradición, sino de la burocracia estalinista en Moscú que usurpó el poder de la clase trabajadora con el lema reaccionario y nacionalista del “socialismo en un solo país”. Poco después de la formación del PCCh, Stalin lo encadenó al burgués Kuomintang (KMT), dando lugar a una desastrosa serie de derrotas de la clase obrera china en los levantamientos revolucionarios de 1925 a 1927.

Mao con Stalin

Una vez más, cobró importancia la figura de Chen Duxiu. Él se opuso a la traición de la revolución china en los años 1920, y apoyó a León Trotsky, quien había advertido que las políticas de Stalin en China llevarían a una catástrofe para la clase trabajadora. Chen fue el primer presidente de la Oposición de Izquierda Unificada china. Formada en 1931, esta desarrolló una lucha valiente por los principios fundadores del PCCh, a pesar de ser perseguida por todos lados, incluso por los estalinistas.

En China, y mundialmente, están emergiendo los primeros avances de la clase obrera en oposición a las opresivas condiciones de trabajo y vida y al aparato de Estado policial del PCCh, que busca suprimir toda forma de oposición y pensamiento independiente. Como en 1919, la principal pregunta de los trabajadores y jóvenes chinos es sobre qué base se puede librar una pelea política contra el PCCh y los oligarcas a los que este representa.

La principal lección del movimiento del 4 de mayo es que las respuestas a estas preguntas no están en China—sobre todo reviviendo la variante china del estalinismo, representada por Mao Zedong. En 1969, en el 50° aniversario de los eventos del 4 de mayo, Mao explotó y pervirtió las memorias de ese movimiento para justificar el despliegue de bandas de Guardias Rojos contra los llamados seguidores del camino capitalista en la mal denominada Gran Revolución Cultural Proletaria.

De hecho, Mao demostró ser el seguidor en jefe del camino capitalista. Ni bien movilizó a los Guardias Rojos contra sus oponentes de facción, la clase trabajadora apareció en escena con el establecimiento de la Comuna de Shanghai en 1967. La respuesta de Mao fue llamar al ejército para controlar la situación. Hacia 1969 los jóvenes desorientados de los Guardias Rojos se habían convertido en peones de las luchas faccionales en Pekín.

Mao Zedong y Richard Nixon, 1972

La “Revolución Cultural”, empero, no podía y no logró resolver la crisis económica y estratégica subyacente producida por la perspectiva reaccionaria y nacionalista del “socialismo en un solo país”. No había una solución nacional: las únicas opciones eran la revolución socialista mundial o la reintegración en el capitalismo mundial. Tras abandonar aquella décadas antes, Mao efectuó un acercamiento al imperialismo estadounidense en 1972 que abrió la puerta para una restauración capitalista total.

Hoy, los trabajadores y jóvenes en China enfrentan el desastre social creado por la restauración capitalista y el peligro de la guerra con EE.UU., para lo cual el PCCh no tiene otra respuesta que una carrera armamentista que acabará de manera inevitable en una catástrofe. Como en 1919, la salida, otra vez, se encuentra en el plano político y teórico internacional.

Lo que hace falta es un retorno a la estrategia de la revolución socialista mundial y la construcción de una sección china del partido internacional que luche por eso —el movimiento trotskista mundial, hoy representado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Solo este encarna las lecciones políticas necesarias de las experiencias estratégicas del siglo XX en la pelea contra el estalinismo, incluyendo las luchas valientes de Chen Duxiu y de los trotskistas chinos.

Concluido

6. Chow Tse-tsung, The May Fourth Movement (Intellectual Revolution in Modern China), Stanford University Press, 1967, pág. 93.

7. Benjamin I. Schwartz, Chinese Communism and the Rise of Mao, Harper & Row, 1967, pág. 14.

8. Maurice Meisner, Li Ta-chao and the Origins of Chinese Marxism, Harvard University Press, 1967, pág. 68.

9. Thomas C. Kuo, Ch’en Tu-hsiu (1879-1942) and the Chinese Communist Movement, Seton Hall University Press, 1975, pág. 79.

10. Chow, obra citada, pág. 248.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de mayo de 2019)

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