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Perspectiva

Estados Unidos y China en rumbo de colisión

En una serie de acciones provocativas, Estados Unidos está dejando en claro que está preparando para librar una guerra con tal de bloquear el auge de Beijing como un competidor económico y geoestratégico.

La “guerra fría” entre Estados Unidos y China tomó un vertiginoso paso hacia una guerra “caliente” el fin de semana en la cumbre anual Shangri-La sobre defensa en Singapur. El Financial Times, el cual no es conocido por exageraciones, escribió que “La creciente disputa entre EUA y China en torno al comercio y la tecnología está aumentando el riesgo de un conflicto militar o directamente una guerra”.

En la cumbre, los representantes de las naciones del Pacífico que estarían en medio del fuego cruzado advirtieron sobre la inminente posibilidad de otra guerra del Pacífico.

“Nuestro máximo temor, por ende, es la posibilidad de dirigirnos como sonámbulos hacia otro conflicto internacional como la Primera Guerra Mundial”, dijo el ministro de Defensa de Filipinas, Delfin Lorenzana. “Con el resquebrajamiento de nuestras redes de interdependencia económica viene el riesgo de una confrontación que podría llevar a la guerra”.

Los oficiales estadounidenses utilizaron la reunión para continuar sus esfuerzos para cercar militarmente a China y ahorcarla económicamente. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Patrick Shanahan declaró que China es “la máxima amenaza a largo plazo para los intereses vitales de los Estados en toda la región”.

Pocos días antes, el vicepresidente Mike Pence, se pronunció ante una clase de militares graduandos en West Point, prediciendo que habrá una guerra en el Pacífico, en Europa y en el continente americano dentro de sus vidas.

“Es prácticamente una certeza de que lucharán en el campo de batalla por Estados Unidos en algún momento de sus vidas… Algunos de ustedes se unirán a la batalla en la península coreana y el Indo-Pacífico, donde Corea del Norte sigue amenazando la paz y una China cada vez más militarizada desafía nuestra presencia en la región. Algunos de ustedes se unirán a la batalla en Europa, donde una Rusia agresiva busca trazar de nuevo las fronteras internacionales a la fuerza. Y algunos incluso serán llamados a servir en este hemisferio.

“Y cuando llegue ese día, estoy seguro de que se moverán al compás de las armas y cumplirán con su deber, y lucharán y ganarán”.

Las acciones de Estados Unidos son extraordinariamente imprudentes y provocativas. Al ver un desafío hacia su dominio, busca utilizar toda herramienta a su alcance, incluyendo su poderío militar, para someter a China. Estados Unidos está escalando simultáneamente conflictos por todo el mundo, incluyendo su operación de cambio de régimen en Venezuela y su envío de tropas adicionales a Oriente Próximo para “contrarrestar” a Irán, a fin de apuntalar su debilitada hegemonía global por medios militares.

El secretario de Defensa de China, Wei Fenghe, respondió a las amenazas estadounidenses con sus propias bravuconerías militaristas, manifestando, “Si cualquiera amenazara con cruzar la línea aceptable, el [Ejército Popular de Liberación] actuará resueltamente y derrotará a todos los enemigos”. Advirtió a Estados Unidos sobre no envalentonar el secesionismo taiwanés, afirmando, “Si cualquiera se atreviera a partir Taiwán de China, el ejército chino no tiene otra opción más que luchar ante todos los costos”.

Las divisiones entre Estados Unidos y China giran en torno a la iniciativa del Estado chino llamada “Hecho en China 2025”. El plan prevé una importante expansión de la industria china en dirección de manufacturas de alto valor agregado y tecnologías avanzadas, áreas tradicionalmente dominadas por Estados Unidos y sus aliados.

En décadas recientes, las empresas chinas han logrado avances sustanciales en el sector de tecnología avanzada, como robótica, celulares e infraestructura informática. Este desarrollo fue expresado más directamente en el surgimiento de Huawei, la firma china de celulares y telecomunicaciones, la cual estaba en camino a convertirse en el mayor fabricante de celulares inteligentes para fines del año.

El mes pasado, Estados Unidos tomó pasos para efectivamente destruir Huawei como un competidor global de Apple y Samsung, prohibiendo que las empresas estadounidenses le vendan componentes y programas a Huawei. Google bloqueó el acceso de la empresa al sistema operador Android y sus servicios asociados, mientras que Broadcom y Qualcomm anunciaron que ya no le venderán chips que la empresa necesita para continuar su producción.

Esta decisión disfrutó de un amplio apoyo bipartidista más allá de la Casa Blanca de Trump. Existe un consenso cada vez más general en la clase gobernante estadounidense de que se debe prevenir que China se convierta en un par tecnológico global, y consecuentemente militar, de Estados Unidos.

El recrudecimiento de las tensiones entre EUA y China fue opacado por el aniversario 30 de la masacre en la plaza Tiananmen. En la cumbre, Wei defendió la represión sangrienta contra las protestas de trabajadores y estudiantes en 1989, declarando que las manifestaciones constituyeron “disturbios políticos que el Gobierno central tenía que suprimir, lo cual fue la política correcta”.

Prosiguió: “Gracias a esto, China ha disfrutado estabilidad y si visitan China entenderán esa parte de la historia”.

Sin embargo, tres décadas de “estabilidad” —la efectiva transformación de China en una maquila gigante para el capitalismo estadounidense y mundial— ha ocurrido a un costo tremendo. China no es un país imperialista. Sigue siendo dependiente de las inversiones y finanzas corporativas extranjeras. Ahora, encara a un Estados Unidos con armas nucleares decidido a lo que sea para asegurar su hegemonía global.

En el periodo inmediatamente posterior a la masacre en la plaza Tiananmen, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional escribió, “La represión en China está siendo llevada a cabo a instancias directamente de los imperialistas. Al atacar a los trabajadores chinos, la burocracia está actuando como su agente, buscando restaurar la ‘disciplina laboral’ y reprimir la oposición masiva de la clase obrera a las políticas de restauración capitalista y la explotación y desigualdad social rampantes que han engendrado”.

Mientras que condenó públicamente la masacre, la primera administración Bush le dejó en claro secretamente al Gobierno chino que consideraba el evento una “cuestión interna” y reafirmó su apreciación de la relación sino-estadounidense “para los intereses vitales de ambos países”.

La declaración del CICI continuaba, “El imperialismo se deleita encima de los cuerpos quebrados de los trabajadores chinos, buscando explotarlos a propósito de su cruda propaganda anticomunista, al mismo tiempo que calcula que la brutal represión estatal se traducirá en tasas más altas de explotación y ganancias incluso mayores para las decenas de miles de millones de dólares de inversiones directas y empresas conjuntas que ya operan en suelo chino”.

Esto es precisamente lo que ocurrió. Después del Tour Sureño de Deng Xiaoping en 1992, cuando instó a los empresarios chinos a “hacerse ricos”, las inversiones estadounidenses en China aumentaron meteóricamente, llevando a una bonanza de ganancias para las corporaciones estadounidenses, junto con un enriquecimiento enorme de las capas más altas del Partido Comunista Chino, por medio de la explotación de la clase obrera china.

Los argumentos de los dirigentes chinos de que un acomodamiento y alianza con el imperialismo chino ofrecerían un camino pacífico hacia el desarrollo nacional de China han quedado expuestos como una quimera.

Si los oficiales aceptan las demandas de EUA, será un golpe tremendo para la economía china, causando un desempleo masivo y generando protestas y turbulencia política. Sin embargo, enfrentarse a Estados Unidos significa que, más pronto que luego, entrar en una guerra entre potencias nucleares, en la que la muerte de millones en ambos lados sería el resultado más optimista.

Treinta años después de la masacre de la plaza Tiananmen, todos los argumentos de que las leyes del imperialismo identificadas por Lenin después del inicio de la Primera Guerra Mundial habían sido superados por la globalización y el desarrollo tecnológico han probado ser falsos. El sistema capitalista, dividido por un nuevo repartimiento del mundo, está dirigiéndose hacia otra guerra mundial.

Lo único que separa a la humanidad de esta catástrofe es la clase obrera internacional. Es urgentemente necesario para los trabajadores de China, Estados Unidos y todo el mundo unir sus luchas en una batalla común contra el sistema capitalista, la causa principal de las guerras imperialistas. Esto significa construir secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en China y en todo el mundo como la vanguardia del movimiento de la clase obrera contra las guerras imperialistas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de junio de 2019)

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