Español
Perspectiva

Washington presiona al borde de guerra con Irán

La confrontación estadounidense con Irán ha acercado al mundo al borde de un conflicto global catastrófico más que en cualquier otro momento desde la crisis de misiles en Cuba de 1962.

Esta semana fue testigo del anuncio de que Estados Unidos enviará mil tropas más a Oriente Próximo como una “fuerza de protección” contra la supuesta amenaza de Irán contra las decenas de miles más ya desplegados en la región, además del reporte en la prensa israelí sobre preparativos para lanzar un “asalto táctico” contra una instalación nuclear iraní que involucraría bombardeos “masivos”.

El informe desde Israel, basado en fuentes diplomáticas en las Naciones Unidas en Nueva York, fue producido inicialmente por Maariv Online y republicado por el Jerusalem Post .

La “acción militar sería un bombardeo aéreo de una instalación iraní vinculada a su programa nuclear”, según las fuentes diplomáticas. Uno de los diplomáticos occidentales especificó que “El bombardeo será masivo, pero estará limitado a un objetivo”.

Es sorprendente que este reporte ominoso haya sido prácticamente omitido por la prensa estadounidense. Ningún periódico, red de difusión o noticiero de cable se ha molestado en informar al público estadounidense sobre una acción inminente con implicancias para las vidas de millones.

La amenaza de guerra fue subrayada por un par de declaraciones de China y Rusia refiriéndose al peligro cada vez mayor presentado por la escalada estadounidense. Beijing advirtió que “la práctica de presión extrema” de Washington amenaza con abrir una “Caja de Pandora” en Oriente Próximo. El canciller adjunto ruso, Sergei Ryabkov, declaró ante reporteros en Moscú que “los intentos interminables y sostenidos de Estados Unidos para aumentar la presión política, psicológica, económica y, sí, militar sobre Irán… no puede evaluarse de otra forma que no sea un curso consciente para provocar una guerra”.

Trump dijo a reporteros en el patio de la Casa Blanca el martes: “Estamos viendo a Irán, tenemos muchas cosas en marcha con Irán. Estamos muy preparados. Veremos qué pasa… Independientemente de qué ocurra, estamos muy preparados”.

La amenaza inminente de un ataque militar directo de EUA se produce después de agresiones estadounidense escalonadas contra Irán. Washington ha presumido públicamente sobre su campaña de “presión máxima” contra la nación de 83 millones de personas, imponiendo sanciones devastadoras de forma unilateral e ilegal, después de anular el acuerdo nuclear con Irán de 2015 que Washington había firmado junto a China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania.

Para el pueblo iraní, estas sanciones—junto con las políticas de austeridad y privatizaciones perseguidas por el régimen nacionalista burgués de Irán—han significado la caída de sus salarios reales, una tasa de inflación que se espera que supere el 50 por ciento este año, el aumento del desempleo y la escasez de medicinas y otros bienes esenciales que han resultado en muertes y sufrimiento. Este bloqueo económico ha sido impuesto con el objetivo manifiesto de hacer colapsar la economía y desintegrar la sociedad a fin de tumbar el Gobierno iraní y reemplazarlo con un régimen títere en línea con la despótica dictadura respaldada por EUA del Sha, derrocada en la revolución de 1979. La política estadounidense de “presión máxima” es equivalente a un estado de guerra.

Bajo condiciones de tensiones ya extremas creadas por esta política, el Gobierno de Trump ha llevado a cabo una escalada militar gradual contra Irán, enviando un grupo de batalla con un portaaviones, un grupo de ataque de bombarderos encabezado por los B-52 con capacidad nuclear y 1.500 tropas adicionales, antes del último despliegue de otras mil tropas.

Todo esto se ha llevado a cabo bajo el pretexto de que Irán representa una amenaza de agresión contra los “intereses estadounidenses” en Oriente Próximo, es decir, que son medidas defensivas contra un Irán supuestamente agresivo.

¡Esto es absurdo! El imperialismo estadounidense ha cercado poco a poco a Irán con un anillo de acero mientras busca matar de hambre a su pueblo hasta someterlo. Desde 2001, ha invadido Afganistán, en la frontera noreste de Irán, e Irak al oeste. Ha establecido un cordón de bases navales y aéreas frente a las costas iraníes a lo largo del golfo Pérsico y ha mantenido decenas de miles de tropas estadounidenses en la región.

Las acusaciones de agresión iraní y la presentación de EUA como un afectado que actúa en autodefensa está vinculado a la búsqueda de un pretexto para el asalto militar estadounidense. Esto ha involucrado un misil fallido que aterrizó a medio kilómetro de la embajada estadounidense en la zona verde de Bagdad, presuntas amenazas de las milicias respaldadas por Irán en Siria, y eventos turbios en torno a daños sufridos por barcos petroleros en el golfo de Oman que el Pentágono atribuyó a Irán sin pruebas creíbles.

No obstante, pareciera que el Gobierno de Trump ha decidido convertir la amenaza de Irán de dejar de cumplir con las estipulaciones del acuerdo nuclear que el propio Washington hizo añicos su casus belli o causa de guerra. Cuando se trata de hipocresía descarada, el imperialismo estadounidense tiene verdaderamente pocos competidores.

Teherán anunció el lunes que superará el límite impuesto por el acuerdo nuclear en su acumulación de uranio de ajo enriquecimiento en 10 días. La acción es parte de un intento para empujar a las potencias europeas que todavía defienden el acuerdo —Reino Unido, Alemania y Francia— cumplan con su promesa de restaurar las relaciones comerciales y de inversión a su estado normal después de verse afectadas por las sanciones estadounidenses. Por ahora, pese a seguir hablando sobre defender el acuerdo y prometiendo implementar un nuevo sistema de intercambio que esquive las sanciones, las potencias europeas han hecho poco para desafiar el bloqueo económico de Washington.

El carácter febril de la marcha estadounidense hacia la guerra se vio reflejado el martes en un viaje sumamente inusual del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a la base MacDill de la Fuerza Aérea en Florida, para reunirse con el comandante del CENTCOM, el cual preside las operaciones militares de EUA en todo Oriente Próximo, y con el comandante de las fuerzas de Operaciones Especiales. El general marine Kenneth McKenzie, titular de CENTCOM, presuntamente pidió el despliegue de 20.000 tropas estadounidense más a la zona de batalla con Irán, pero esto fue bloqueado por el Estado Mayor Conjunto por temor de provocar una guerra. Al igual que McKenzie, el lugarteniente general del Ejército Richard Clarke, titular de las Operaciones Especiales, fue nombrado al cargo recientemente por el Gobierno de Trump.

Después de la reunión, Pompeo insistió en que Trump “no quiere una guerra”, pero procedió a describir una política agresiva que inexorablemente llevaría a una.

Mientras que Pompeo estaba en Florida, se anunció en Washington que el secretario de Defensa en funciones, Patrick Shanahan, había renunciado antes de que su nominación formal pudiera ir al Senado, presuntamente por una acusación de abuso doméstico de hace nueve años. Shanahan, un exejecutivo en Boeing, será reemplazado por el secretario del Ejército, Mark Esper, un exvicepresidente de relaciones gubernamentales de la empresa contratista de defensa, Raytheon, y el jefe de personal de la Heritage Foundation de derecha. La relación entre estos cambios y la marcha hacia una guerra contra Irán todavía se desconoce, pero la afirmación de que fue el resultado de temas familiares desafía toda credibilidad.

“La saluda de Shanahan aumentará la incertidumbre en el Pentágono en un momento de riesgos militares potenciales y significativos”, escribió el columnista del Washington Post, David Ignatius, quien cuenta con estrechos vínculos con el aparato militar y de inteligencia. “El nerviosismo de los aliados probablemente aumentará, y también por el anuncio del lunes de que EUA enviará mil tropas adicionales al golfo Pérsico”, indicó.

Se ha hablado mucho en la prensa sobre las supuestas divisiones dentro del Gobierno de Trump entre un presidente supuestamente aislacionista que se opone a nuevas guerras en Oriente Próximo y los dos oficiales principales en la política hacia Irán: su asesor de seguridad nacional, John Bolton, quien ha llamado a bombardear Irán para cambiar su régimen por décadas, y Pompeo, un fanático belicista y fundamentalista cristiano que insiste en que todo su trabajo está dedicado a prepararse para el “arrebatamiento”.

Independientemente de tales divisiones, la marcha hacia la guerra contra Irán está profundamente arraigada en la crisis del capitalismo estadounidense. Por casi tres décadas, desde la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en Moscú, la clase capitalista estadounidense, actuando por medio de Gobiernos tanto demócratas como republicanos, ha buscado contrarrestar sus crisis y la erosión de su dominio sobre los mercados mundiales empleando su fuerza militar.

La guerra de agresión imperialista contra Irak, seguida por las guerras subsecuentes de cambio de régimen iniciadas por el Gobierno de Obama en Libia y Siria han dejado la policía estadounidense en la región en un desastre. Tanto en Irak como Siria, donde Washington buscó llevar al poder a regímenes títeres en preparación para la guerra contra Irán, Teherán ha aumentado subsecuentemente su influencia y estatus como una potencia regional, presentando un obstáculo para la campaña estadounidense en busca de hegemonía sobre esta región rica en petróleo.

Al mismo tiempo, Irán constituye una importante fuente de importaciones energéticas a China y es un eslabón clave en la estrategia planeada por China del Cinturón y la Ruta para profundizar su integración con el resto de Eurasia.

La marcha hacia la guerra también se deriva de la aguda crisis social dentro de Estados Unidos, donde la desigualdad social y el aumento en las huelgas y el descontento social presentan una amenaza para la oligarquía financiera gobernante que busca redirigir estas tensiones internas hacia afuera en forma de una nueva explosión de violencia militar.

El intento de Washington de eliminar a su rival regional y reafirmar su hegemonía sobre Oriente Próximo a fin de consolidar su capacidad para ahorcar las importaciones energéticas de China por medio de una guerra nueva contra Irán solo puede resultar en una catástrofe incluso mayor y potencialmente global.

Sin siquiera intentar convencer al pueblo estadounidense sobre una guerra, Washington está preparando un asalto militar contra Irán, un país con tres veces la población de Irak en 2003 y cuatro veces su tamaño.

El pueblo estadounidense se enfrenta a una seria de convulsiones. El bombardeo de una instalación nuclear iraní podría incitar un ataque iraní contra un buque de guerra estadounidense y ataques con cohetes contra las bases estadounidenses en el golfo Pérsico, con la posibilidad de miles de bajas estadounidenses de la noche a la mañana. Una guerra con Irán exigirá un ejército de cientos de miles, necesitando la reimplementación del servicio militar obligatorio.

Más allá, por su posición estratégica, una guerra contra Irán inevitablemente arrastrará a todo Oriente Próximo y planteará la posibilidad de una confrontación militar con China y Rusia, ambos países con armas nucleares.

Dentro de la clase obrera existe una hostilidad a la guerra y una desconfianza profunda hacia las mentiras del Gobierno y la prensa que no haya ninguna expresión en la configuración política existente. Sin embargo, el resurgimiento de la lucha de clases, ofrece una fundación poderosa para la aparición de un movimiento de masas contra la guerra basado en la movilización política independiente de la clase obrera y la lucha por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de junio de 2019)

Loading