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Perspectiva

A minutos del desastre: lecciones de la confrontación con Irán

El jueves por la tarde, el ejército estadounidense estuvo a diez minutos de lanzar una serie de ataques aéreos y con misiles contra Irán que amenazaron con desatar una nueva guerra masiva que cobraría cientos de miles de vidas.

Los bombardeos fueron cancelados en el último momento, en medio de divisiones en los más altos niveles de la Casa Blanca y el Pentágono por consecuencias —militares, diplomáticas y políticas— sobre la que sería la acción más peligrosa e imprudente de toda la Presidencia de Trump.

Mientras que el equipo de política exterior de Trump, encabezado por el asesor de seguridad nacional, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, apoyó “unánimemente” el ataque, el general Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto, “apuntó a las posibles repercusiones de un bombardeo, advirtiendo que podría apeligrar las fuerzas estadounidenses”, escribió el Times.

Según el Wall Street Journal, Trump “cambió de parecer porque tuvo dudas sobre las consecuencias militares y políticas”. O, como lo puso Stratfor, “Trump, temiendo una escalada mayor, se arrepintió”.

El USS Abraham Lincoln [crédito: Armada de EUA]

Mientras que gran parte de la discusión se centró en la decisión de último momento del presidente estadounidense, todo el episodio subraya la imprudencia que predomina todo aspecto de la política exterior estadounidense.

Descartando la afirmación de Trump de que su decisión de cancelar el bombardeo por remilgos respecto a la pérdida de 150 vidas iraníes, es evidente que EUA estuvo a pocos minutos de iniciar una guerra cuyas consecuencias militares no había examinado seriamente.

El plan estaba basado nuevamente en cálculos desastrosamente erróneos. En este caso, se preveía que Irán solo se quedaría desesperadamente inerte ante otra serie de bombardeos por parte del ejército estadounidense.

Sin embargo, el derribo el jueves por parte de Irán de una aeronave espía de alta altitud RQ-4 Global Hawk, cuyo costo es de $130 millones —el pretexto nominal del ataque planeado— claramente sorprendió a los oficiales estadounidenses.

Resulta que el derribamiento del dron convenció en el último minuto a secciones del ejército y al propio Trump que las consecuencias de su ofensiva planificada contra Irán podrían ser mucho más serias de lo que esperaban. ¿Si les sorprendió este acontecimiento, cuáles otras sorpresas seguirían si comenzaba la guerra?

La verdadera razón del repliegue, para ser francos, fue el miedo de que los buques de guerra estadounidenses serían hundidos y que los aviones de guerra serían también derribados, haciendo estallar el mito de la invencibilidad del ejército estadounidense.

El dron espía estadounidense fue atacado por un sistema de defensa aérea Raad, un misil de tierra-aire iraní generalmente visto como mucho menos capaz que los sistemas S-300 y S-400 rusos con los que también cuenta el ejército iraní.

El claro mensaje es que Teherán también es capaz de derribar más aeronaves, incluyendo los aviones de caza F-35 estadounidense que Trump celebra regularmente como “invencibles”, o incluso el bombardero “furtivo” B-2 Spirit de $2 mil millones.

Irán desplegó reciente un nuevo tipo de misiles antibuques que afirma que podrían hundir destructores y portaaviones estadounidenses en el golfo de Omán y el golfo Pérsico. “Cometan la mínima estupidez, enviaremos estos buques al fondo del mar junto a sus tripulantes y aviones”, advirtió el general iraní Morteza Qorbani a RT.

Los bombardeos contra Irán posiblemente habrían sido llevados a cabo por el portaaviones USS Abraham Lincoln y su grupo de batalla asociado, el cual consiste en al menos tres destructores y un crucero. Sin embargo, bajo estas condiciones, el ejército estadounidense se vio obligado a no solo ver estos buques como activos militares, sino como costos. ¿Cuáles serían las consecuencias de que Irán hunda un destructor de $2 mil millones y mate a una parte importante de su tripulación de casi 300 miembros?

Si Irán destruyera un portaaviones de clase Nimitz como el USS Abraham Lincoln, con 5.000 marineros y aviadores, las consecuencias serían incalculables.

Como lo señaló un exmiembro de la Guardia Revolucionaria de Irán al Times. “Lo que ocurrió en las últimas 48 horas fue extremadamente importante en mostrar la fuerza de Irán y obligar a EUA a recalcular… No importa cómo lo veas, Irán ganó”.

Sin embargo, sería un error para los iraníes presumir. Estados Unidos estuvo a minutos de lanzar una guerra cuyas consecuencias apenas han sido consideradas. No hay por qué pensar que el siguiente incidente no tenga el resultado catastrófico que fue evitado por poco esta vez —sea contra Irán u otro objetivo—. (Solo hay que recordar que, después de que casi 250 soldados estadounidenses fueron asesinados en los bombardeos de cuarteles de Beirut en 1983, el presidente Reagan respondió dos días después invadiendo Granada).

Toda la cúpula de política exterior estadounidense, incluso si algunos admitieran que no han considerado suficientemente las consecuencias de un ataque contra Irán, está profundamente frustrada por el resultado.

“El Gobierno de Trump respondería a estos ataques recientes con bombardeos propios contra los activos de defensa aérea iraníes y hutíes, sistemas de misiles ofensivos y bases de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria”, escribió Michael G. Vickers, el subsecretario de Defensa para inteligencia bajo Obama en el Washington Post. Añadió, “No golpearlos de vuelta solo los envalentonará más”.

Martha Raddatz, presentadora del programa This Week de ABC, presionó al diputado militarista de Texas, Mac Thornberry, sobre si, “¿cualquier cosa menor a un bombardeo militar como represalia” sería proporcional “después de que derribaron un dron de $130 millones en un ataque no provocado?”.

La imprudencia de las amenazas estadounidenses contra Irán solo se puede explicar por la enormidad de la crisis, tanto global como interna, que enfrenta el capitalismo estadounidense.

Trump no hace nada más que darles una expresión grotesca a los impulsos maniacos del imperialismo estadounidense. En un momento está a minutos de lanzar un bombardeo contra Irán, luego está hablando sobre hacer a “Irán grande de nuevo” y luego está amenazando con “obliterar” el país.

Este nivel de inestabilidad no tiene su fuente en un individuo. El propio Trump se ve asediado por fuerzas que no es intelectualmente capaz de entender.

Treinta años de guerras interminables han creado un verdadero culto de militarismo dentro de la élite gobernante estadounidense, cuya principal creencia parece ser que se pueden librar guerras sin consecuencias globales drásticas, incluso para los Estados Unidos.

Esta imprudencia tiene paralelos en lo que prevaleció antes de 1914 y ni hablar de la desesperación que llevó a Hitler a lanzar la Segunda Guerra Mundial en 1939 y justo hace 78 años, la invasión catastrófica de la Unión Soviética por parte de la Alemania nazi.

Estados Unidos ha respondido a cada desastre de política exterior —desde la invasión de Afganistán e Irak al bombardeo de Siria y Libia— preparando nuevas y mayores guerras.

No existe ninguna sección de la élite gobernante estadounidense o élite política para oponerse a la guerra, independientemente de lo catastrófica que sea. El imperialismo estadounidense, como lo anticipó el World Socialist Web Site en 2003, “pronto se dará con el desastre”. Solo las acciones de la clase obrera pueden prevenir que los capitalistas estadounidenses, sus generales y sus espías arrastren al resto de la humanidad con ellos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de junio de 2019)

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