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Protesta cierra aeropuerto internacional de Hong Kong

Miles de manifestantes se unieron ayer a la ocupación del aeropuerto internacional de Hong Kong, obligando a las autoridades a cancelar todos los vuelos desde la tarde en adelante. Según los manifestantes, la ocupación del aeropuerto fue una respuesta al aumento de la violencia policial durante el fin de semana con el uso de gases lacrimógenos, balas de goma y porras.

El cierre del octavo aeropuerto más grande del mundo, luego de la huelga general de la semana pasada, la primera en la ciudad en décadas, marca una profundización significativa de la crisis política en Hong Kong. Por primera vez, la agitación se convirtió en un factor que afectaba a los mercados bursátiles, no solo en la ciudad sino a nivel internacional, incluso en los Estados Unidos y Europa.

Hong Kong se ha establecido como un centro financiero y comercial clave en Asia y la puerta de entrada principal para la inversión y los negocios entre China y el resto del mundo. Su aeropuerto es el centro más concurrido para el tráfico internacional de pasajeros en Asia y el más grande del mundo para el tráfico de carga aérea. Las acciones de Hong Kong han perdido casi $500 mil millones en valor desde que estallaron las protestas a principios de junio.

En comentarios preocupados a Bloomberg, Steven Leung, director ejecutivo de Uob Kay Hian (Hong Kong) Ltd, dijo que los disturbios habían sido "más largos y más violentos de lo que esperaba". Advirtió: "Mientras sigamos teniendo tales incidentes todas las semanas, ningún inversor comprará activos en Hong Kong".

En medio de los descensos en los mercados europeos, el analista Neil Wilson dijo a AFP: "Hong Kong ha estado fuera del radar de la mayoría de los operadores ... pero cada vez más siento que esto tiene el potencial de convertirse en una preocupación más grande del mercado. Los movimientos de hoy resaltan los riesgos".

Con el movimiento de protesta masiva ahora en su décima semana, no hay señales de que los manifestantes retrocedan ante sus demandas de retirada de una controvertida ley de extradición, la renuncia del presidente ejecutivo Carrie Lam, una investigación independiente sobre la violencia policial, la retirada de cargos contra manifestantes y elecciones libres y abiertas basadas en el sufragio universal.

Los primeros informes de hoy indican que la protesta en el aeropuerto continúa y que varios vuelos han sido cancelados. El Frente de Derechos Humanos Civiles, que ha organizado varias de las grandes protestas tempranas contra la ley de extradición, anunció ayer que celebraría otra marcha masiva el próximo domingo.

El régimen chino intensificó su denuncia de las protestas de ayer. En Beijing, Yang Guang, portavoz de la Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao de China, calificó las manifestaciones durante el fin de semana como "enloquecidas". Afirmó que los manifestantes radicales habían usado "herramientas extremadamente peligrosas para atacar a los agentes de policía", diciendo: "Los primeros signos de terrorismo están empezando a aparecer".

Yang declaró que Hong Kong había "alcanzado una encrucijada importante". Mientras seguía expresando su apoyo a la policía y la judicatura de Hong Kong, declaró que los actos violentos tenían que ser castigados severamente "sin clemencia, sin piedad". Sus comentarios son la última indicación de que el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) en Beijing está considerando el uso de sus fuerzas armadas para reprimir las protestas.

El PCCh está extremadamente nervioso ante la posibilidad de que las protestas, y particularmente la huelga general de la semana pasada, desencadenen disturbios sociales e industriales a través de la frontera en el continente chino. Los trabajadores y los jóvenes de toda China, incluido Hong Kong, se enfrentan al deterioro de las condiciones sociales y las restricciones a los derechos democráticos básicos.

Hong Kong fue devuelto a China en 1997 sobre la base de la fórmula "Un país, dos sistemas" que debía permitir una autonomía sustancial para la ciudad. En realidad, la preocupación de Reino Unido y las élites gobernantes en Hong Kong era proteger los intereses comerciales, no los derechos democráticos del pueblo de Hong Kong. China solo realizó cambios cosméticos en los métodos antidemocráticos de gobierno colonial utilizados por Reino Unido desde 1841.

Estados Unidos y sus aliados han adoptado un enfoque deliberadamente discreto ante las protestas de Hong Kong, a pesar de las acusaciones chinas de que Washington es la "mano negra" detrás de los disturbios políticos y está tratando de fomentar una "revolución de color".

En declaraciones a los periodistas a principios de agosto, el presidente Trump calificó las protestas como "disturbios" y dijo: "Hong Kong es parte de China, tendrán que lidiar con eso ellos mismos". Sus comentarios reflejan temores en las clases dominantes en Washington e internacionalmente ante el hecho de que el movimiento de protesta en Hong Kong es parte de un resurgimiento más amplio de la clase trabajadora en todo el mundo.

A pesar de las críticas en los medios de comunicación y la élite política, y la escalada de la guerra económica de Estados Unidos con China, Trump no ha respondido a esos comentarios. Sin embargo, a medida que la crisis política en Hong Kong empeora, las demandas en Washington para que la Administración de Trump tome una línea más dura contra Beijing sobre el tema se han intensificado.

En un tuit de ayer, el líder de la mayoría del Senado de los Estados Unidos, Mitch McConnell, advirtió a China que cualquier represión violenta contra las protestas de Hong Kong sería "completamente inaceptable". Presentándose cínicamente como un defensor de los derechos humanos declaró: “El pueblo de Hong Kong está resistiendo valerosamente al Partido Comunista Chino mientras Beijing trata de irrumpir su autonomía y libertad".

En comentarios a los medios, un alto funcionario no identificado de Trump mantuvo el enfoque de no intervención. Tras llamar a todas las partes a abstenerse de la violencia, el funcionario dijo que el movimiento de protesta era un asunto entre China y Hong Kong.

Reino Unido ha adoptado un enfoque similar. El secretario de Relaciones Exteriores británico, Dominic Raab, habló por teléfono con la directora ejecutiva de Hong Kong, Lam, el viernes pasado y pidió el fin de la violencia de todas las partes, mientras apoyaba formalmente el derecho a la protesta pacífica. Llamó a un diálogo político entre las partes y una investigación independiente sobre los acontecimientos.

Beijing rápidamente desestimó sus comentarios. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying, declaró que los días en que Reino Unido gobernaba Hong Kong habían "acabado". Criticó la "interferencia extranjera" en los asuntos de Hong Kong y dijo: "Es simplemente incorrecto que el Gobierno británico llame directamente a la directora ejecutiva de Hong Kong para aplicar presión".

Si bien algunos líderes de las protestas de Hong Kong han hecho llamados a los Estados Unidos, Reino Unido y otras potencias imperialistas para que los apoyen contra China, cualquier intervención de Washington y sus aliados buscaría promover sus propios intereses económicos y estratégicos, no los derechos democráticos en Hong Kong y en el resto de China.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de agosto de 2019)

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