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Mientras China acumula tropas en frontera, Trump llama a poner fin al “problema” en Hong Kong

Luego de cinco días de protestas por parte de jóvenes y trabajadores que paralizaron el aeropuerto de Hong Kong, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, reforzó sus llamados al régimen chino a controlar la agitación. Con más manifestaciones masivas previstas este fin de semana, Trump se solidarizó con el presidente chino Xi Jinping en el "asunto difícil" de lidiar con los disturbios sociales.

"Conozco muy bien al presidente Xi de China", tuiteó Trump el miércoles. “Es un gran líder que tiene el respeto de su gente. También es un buen hombre en un "negocio difícil". Tengo CERO dudas de que, si el presidente Xi quiere resolver el problema de Hong Kong de manera rápida y humana, puede hacerlo. ¿Una reunión personal?”.

Más tarde, cuando la policía paramilitar china desfilaba cerca de la frontera, Trump instó a Xi a "reunirse directa y personalmente con los manifestantes" para producir "un final feliz e iluminado para el problema de Hong Kong".

Fuerzas militares chinas se concentran frente a la frontera de Hong Kong [Crédito: Global Times]

Los comentarios de Trump son una señal más de la ansiedad en la clase dominante a nivel mundial sobre el movimiento de protestas en Hong Kong y su potencial para alimentar un descontento similar a nivel internacional sobre la profundización de la desigualdad social y los ataques a los derechos democráticos fundamentales.

En efecto, al llamar a una solución "humana" para evitar provocar una oposición popular aún mayor en Hong Kong, Trump dio su respaldo a la represión policial contra los manifestantes. La policía antidisturbios ya ha disparado gases lacrimógenos y balas de goma a quemarropa, y ha arrestado a más de 700 manifestantes, incluso por cargos graves de "disturbios" o infracciones de las ordenanzas aeroportuarias.

Esa brutalidad se exhibió el miércoles en el vecindario de clase trabajadora Sham Shui de Hong Kong. La policía disparó múltiples rondas de gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes que habían iluminado una estación de policía con luces de láser. La policía armada con escudos antidisturbios y porras marcharon por el vecindario, disparando gases lacrimógenos a medida que avanzaban.

El régimen de Beijing está llevando a cabo una muestra de fuerza en la ciudad de Shenzhen, cerca de Hong Kong. Fotografías aéreas de un estadio deportivo muestran cientos de vehículos militares en su interior. El Peoples Daily, dirigido por el Estado, señaló que la policía paramilitar armada del pueblo estaba a cargo de "manejar disturbios y actividades criminales seriamente violentas, ataques terroristas y otros incidentes de seguridad social".

Otro medio estatal, el Global Times, advirtió a los manifestantes: "Si no se retiran del precipicio y continúan empujando la situación más allá del punto crítico, el poder del Estado puede llegar a Hong Kong en cualquier momento".

Incluso mientras la Administración de Trump prosigue su guerra comercial y económica contra China, y acusa a Beijing de "coerción" en Asia-Pacífico, los dos regímenes se han unido contra la entrada de la clase trabajadora en las protestas, que ha incluido huelgas significativas de Trabajadores de Hong Kong.

Al respaldar al régimen, el presidente de los Estados Unidos no está actuando solo. Los comentarios preocupados en los medios de comunicación corporativos de todo el mundo declararon que, al ocupar el aeropuerto, los participantes "jóvenes, enojados y sin líderes" en el movimiento de protesta de 10 semanas habían "ido demasiado lejos".

"El movimiento de Hong Kong que prosperó sin líderes se sale de control", declaró el Wall Street Journal. Desde Reino Unido, la exmetrópoli colonial de Hong Kong, una declaración de la junta editorial del Financial Times advirtió que el comportamiento de los manifestantes estaba "cada vez más fuera de control".

Mientras aconsejaba a Beijing que evitara una intervención militar que pudiera inflamar a la oposición, el comentario se hizo eco de la propaganda del propio Gobierno de Beijing. Los medios de comunicación acusaron a los manifestantes de "violencia" inaceptable, señalando dos incidentes en los que los manifestantes capturaron a sospechosos de provocar a la policía encubierta. Según los informes, uno resultó ser periodista del Global Times.

Estos incidentes reflejaron la creciente ira entre los manifestantes y la población de Hong Kong en general, por el aumento de la violencia policial. Una mujer joven quedó parcialmente cegada cuando le dispararon una bala de puf en la cara. Agentes policiales se han infiltrado en protestas para provocar provocaciones, ayudando a los esfuerzos de Beijing a calificar a los manifestantes como "terroristas".

La verdadera preocupación del Gobierno no era la "violencia", sino lo que el Financial Times llamó los "intereses materiales" en juego en Hong Kong. Dijo que la excolonia británica seguía siendo un centro "crucial" de capital global, convirtiendo a Hong Kong en el quinto mercado bursátil más grande del mundo.

La ocupación del aeropuerto amenazó directamente a los oligarcas financieros y subrayó el poder potencial de la clase trabajadora. El impacto total surgió cuando la Autoridad del Aeropuerto revelara el miércoles que 979 vuelos habían sido cancelados desde el viernes.

La Casa Blanca está claramente en una intensa discusión con Beijing sobre cómo reprimir el movimiento y evitar que se extienda a China y otros lugares.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el funcionario de política exterior más importante de China, Yang Jiechi, miembro del Politburó, se reunieron en Nueva York el martes. La portavoz del Departamento de Estado, Morgan Ortagus, dijo que ambos funcionarios "tuvieron un amplio intercambio de puntos de vista sobre las relaciones entre Estados Unidos y China".

Con marchas de hasta dos millones de personas, las protestas de Hong Kong iniciaron el 9 de junio, bajo la demanda de retirar totalmente una ley propuesta para facilitar las extradiciones a China.

Desde entonces, la represión policial del régimen ha desencadenado otras cuatro "demandas principales", votadas a través de las plataformas de redes sociales: una investigación independiente sobre la brutalidad policial, la retracción de la clasificación de "disturbios" de los enfrentamientos el 12 de junio, la liberación inmediata y un indulto para todos los manifestantes arrestados y elecciones libres con sufragio universal.

Estas demandas democráticas también están siendo impulsadas por la crisis social que enfrentan los jóvenes y los trabajadores y que ha sido producida por la élite financiera de Hong Kong, China y global, cuya riqueza se ha disparado desde la restauración del capitalismo en China durante la década de 1970. A partir del año pasado, Hong Kong era el hogar de 67 milmillonarios, la concentración más alta per cápita en el mundo, mientras que el resto de China tenía 476, solo superada por los Estados Unidos.

Un informe en el South China Morning Post advirtió: “cualquier joven en la que es una de las ciudades más densamente pobladas y caras del mundo también se enfurece por los altos costos de vida y la sensación de que un hogar propio nunca será más que un sueño".

Elementos de derecha y anticomunistas dentro del movimiento de protesta han intentado agitar el chovinismo antichino, culpando a los chinos del continente por los problemas sociales en Hong Kong.

Significativamente, el New York Times de esta semana destacó a uno de esos grupos, los Indígenas de Hong Kong, describiendo a su líder Edward Leung como "lo más cercano" que el movimiento de protesta tiene a una "luz guía". Leung, quien actualmente está en prisión, y su grupo han incitado ataques físicos a "continentales" que compran en Hong Kong, acusándolos de subir los precios.

La promoción de los Indígenas de Hong Kong está claramente dirigida a dividir a los trabajadores y jóvenes de Hong Kong de sus contrapartes en el resto de China que enfrentan problemas similares. Hace mucho tiempo, el Partido Comunista Chino cortó cualquier vínculo con el genuino socialismo y comunismo, y hoy se apoya y representa los intereses de una delgada capa ultrarrica en China, incluido Hong Kong. La lucha por los derechos democráticos y sociales solo puede avanzar a través de la lucha unificada de toda la clase trabajadora china contra el régimen del PCCh en Beijing y su Administración títere en Hong Kong.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de agosto de 2019)

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